Fernando Alvarez Uría, De la policía de la pobreza a las cárceles del alma, El Basilisco 1979 (original) (raw)

El Basilisco

El Basilisco, revista de filosofía fundada en 1978 por Gustavo Bueno


El Basilisco, número 8, julio-diciembre 1979, página 64

De la policía de la pobreza a las cárceles del alma

El Basilisco, número 8, julio-diciembre 1979, páginas 64-71.

Embebidos en problemas de hegemonías sociales, afanados en encontrar nuevas alternativas de poder, formular condenas del terrorismo, debatir problemas formales... nuestros arbitristas de nuevo cuño (entre los que figuran no pocos que se escudan tras el rótulo del marxismo y del neomarxismo) parecen ignorar, en el mejor de los casos, que se aprueban reformas penitenciarias, leyes de seguridad ciudadana, remodelamientos de la policía y la sanidad, reestructuración, en fin, y diversificación de nuevos poderes que carecen para nuestros teóricos de estatuto epistemológico justificando en consecuencia sus huecas divagaciones. Ni uno solo ha alzado su voz frente a la reforma penitenciaria de García Valdés, heredero del canónigo Giginta, hijo postumo del liberal Bentham. García Valdés es la Concepción Arenal y la Victoria Kent de nuestro tiempo, pero a diferencia de estas matronas, nuestro reformador no trata de amamantar a los presos –¡no faltaría más!– con el néctar de una filantrópica protección, sino de hacer cárceles científicas. García Valdés es un benthamiano que se ignora: la reforma que conserva, dice, es siempre preferible a la abolición que destruye. Esta proposición dogmática es el compedio de su ciencia. Olvida que la universalización de esta afirmación sería la mejor defensa de la esclavitud, del Santo Tribunal de la Inquisición y de la propia pena de muerte que este gran penitenciarista ha contribuido a abolir. Claro está que, como veremos, dicha abolición no es algo ajeno a su reforma sino su máxima apología: ¿para qué destruir a las fieras si una cárcel bien diseñada puede domesticarlas corrigiendo sus bajos instintos y canalizando su fuerza bruta? Lo que se suprime por un lado se recupera por el otro y además se gana en economía. El lema de los reformadores sociales puede resumirse así: conservar corrigiendo. Es natural pues que su programa encuentre su grado cero en la muerte.

• Adviértase el error en el nombre del autor: Fernando Alvarez Uría (no Francisco)

→ Facsímil del original impreso de este artículo


El Basilisco · índices · historia · normas para los autores · suscripciones · pedido de ejemplares impresos