Montevideo y la lógica del enigma (original) (raw)

Hammershoi

Kveta Pakovska
Kveta Pacovska

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MONTEVIDEO Y LA LÓGICA DEL ENIGMA

MERCEDES MONMANY

¿Se puede acosar, desde todos los lados imaginables, “la lógica del enigma”, se le puede cercar sin descanso, obcecadamente, en una espiral de puertas que se abren y se cierran abruptamente, defendiendo sus secretos, tan inviolables y quizá mortíferos como las tumbas de los faraones? Es lo que hace de forma deslumbrante, sin jamás dejar un mínimo hilo suelto, Enrique Vila-Matas en su nueva y adictiva novela Montevideo: buscar a través de un personaje, en viaje perpetuo, siempre intempestivo, siempre inaferrable, siempre huyendo de la foto fija que logre atraparlo, los lugares exactos e insospechados donde lo real se cruza con la ficción y donde la ficción, inquietantemente, da forma a una realidad siempre al escape.

Buscador insaciable y exigente de salidas en esa frontera difícil y sumamente pantanosa que permite el salto de la realidad y los hechos inapelables a la ficción novelesca, o entre lo real y lo ficticio, un narrador que vive en Barcelona y ha alcanzado la fama, repasa su vida de escritor, en una especie de Biografía del Estilo, que nunca ha llegado a escribir. Su vida englobada sobre todo en “cinco casillas”, como las seis propuestas de Calvino, que representan las tendencias literarias más importantes que se han ido produciendo a su alrededor, y en él mismo, desde que empezó muy joven a escribir. Convertido en “virtuoso de las narraciones en las que deliberadamente no se narra nada”, en que se hace un corte de mangas a la trama obligada y parroquial, también se ha ido convenciendo de que existe lo que sería “una tendencia absoluta a la extrema perfección”. Esa que sin lugar a dudas tuvieron genios del siglo pasado como Kafka, Joyce, Musil o Proust, o de anteriores como Sterne y Cervantes, hasta el punto de que tamaño esmero y búsqueda de un estilo “quizá sea nuestra única convicción moral”. Ética y estética, libres de iglesias y dogmas, se darían una vez más la mano.

¿Qué hacer, se plantea este escritor que duda en “cómo continuar”, en cómo recoger el hilo de lo anteriormente escrito? Como señales dejadas en lo más sombrío del camino, mientras tanto va condensando un auténtico caudal de sabiduría y lucidez extrema en citas nada arbitrariamente escogidas. Las críticas sarcásticas a anteriores libros suyos (que coinciden, con los títulos cambiados, a los del propio Vila-Matas) es implacable, como implacable es su muy severa impresión del mediocre conjunto ambiental que lo rodea y rodea a todos al completo: “¿Realmente deseaba volver a narrar historias en una época en la que el arte de viajar y especular, lo que no tenía inconveniente en identificar plenamente con la literatura, se hallaba ya en plena liquidación, sustituido por la época del transinfantilismo, de la sórdida ambición de los arribistas, de la sinceridad imposible de cierta no ficción, de los de bodrios sin la menor experiencia literaria, y de tantas y tantas otras tendencias narrativas, propulsadas por la Internacional de la Usura?”.

En un momento dado, en esa parálisis existencial, el correo de una artista de talentos múltiples, Madeleine Moore, reencarnación prácticamente gemelar de su amiga y cómplice de múltiples aventuras estéticas compartidas, la francesa Dominique González-Forester, le propone un original proyecto que romperá de una vez por todas con ese bloqueo de hace tiempo, con el que no pocos amigos lo agobian cada vez que lo ven (“¿en qué estás ahora?”). Se trata de participar como ”personaje” en una instalación de una Retrospectiva que el Centro Beaubourg de París prepara sobre la obra de ella. Al escritor se le ofrece una llave con la que simplemente tendrá que acceder y permanecer dentro de una habitación “propia”, de nadie más, con la incógnita más absoluta de lo que pueda encontrar en ella.

Pero no será la única habitación y el único enigma del libro. Un sistema de habitaciones de hoteles, rumores y presencias fantasmales y nocturnas, imposibles de ser refrendadas en la realidad de amaneceres y despertares confusos, no dejará de encadenarse y expandirse, desde Cascais, Montevideo y St. Gallen en Suiza, hasta su propia casa de Barcelona, en una habitación de invitados que parece haber alojado a una sombra permanente y doméstica. Embargado desde hace tiempo, gracias a la lectura de un cuento espectral y extraño de Cortázar, La puerta condenada

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por la búsqueda tenaz “del lugar exacto donde irrumpe lo fantástico”, el escritor protagonista se propondrá retomar, desde la realidad, el hilo dejado por el gran escritor argentino. Porque el hotel y la habitación, según se ha informado en internet, sigue existiendo en Montevideo. Cortázar dejó todo abierto a cualquier imaginación dispuesta a atravesar, no solo océanos, sino también oscuridades. Así lo hará el protagonista, poniéndose en marcha. Un narrador indeciso, tocado con el virus del Síndrome de la Vacilación, de la Santa Indecisión o de la Duda Eterna, que pondrá a prueba aquel coraje, como decía Proust, “de ser lo bastante fuerte y ágil para ir hasta el final”.

Invitado a un encuentro de escritores en Montevideo, no por azar ciudad donde irrumpe históricamente la genialidad sin par de las vanguardias americanas, a través del poeta Herrera Reissig, y más que nada, lugar exacto de la realmente existente habitación 205, con una puerta secreta detrás de un armario, del Hotel Cervantes (hoy Hotel Esplendor) donde Cortázar pasó la noche que le inspiró el relato célebre, el escritor en sequía creativa o duda creativa eterna aprovechará para conocer in situ un lugar que inspiró misteriosamente a otros sin conocerlo. Porque al mismo tiempo que era escrito, en otro lugar del planeta, Bioy Casares, otro maestro de lo fantástico, escribiría un relato parecido al de Cortázar. ¿Casualidades o acercarse tenebrosamente al lugar por excelencia de la escritura, las tinieblas? El escritor siciliano Leonardo Sciascia, citado por Vila-Matas, decía que “escribir era acercarse al verdadero carácter de las cosas con sus ambigüedades y tinieblas”.

Tinieblas y claridad, ficción y realidad, lecturas complejas y laberínticas que van de la mano experta, minuciosa, de inteligencia “intempestiva” y antiacomodaticia, junto a un sinfín de viajes y aventuras insólitas y encadenadas, magistralmente trabadas por Enrique Vila-Matas. Aventuras de la inteligencia que tienen la virtud tanto de proporcionar el gozo del lector hipnotizado que se deja llevar fascinado por una acción que nunca descansa, como el disfrute de los lectores eruditos y los fans entregados a perseguir y dilucidar claves como si se tratara de un puzle maravilloso a lo Perec y los patafísicos. Con Enrique Vila-Matas, dijo otro maestro contemporáneo, tan único e inimitable como el propio Vila-Matas, Paul Auster, “sólo tienes que dejarte llevar porque estás en manos de un maestro”.

Novela magnífica de un autor único y prácticamente sin competencia posible no solo en el panorama de la lengua española, sino en la literatura de nuestro tiempo,

Montevideo

también es la obra -una de las mejores de toda su ya extensa producción- de un auténtico “Odiseo intelectual”. Así calificaría a Valéry el poeta Sánchez Robayna. Un sistema de cajas chinas, un juego infinito de muñecas rusas, van dando paso a un prodigioso desfile de dobles, de “intercambios de parejas” que se alimentan mutuamente y se transmiten “soplos” de inspiración: parejas fake como Mallarmé y Miles Davis, pero también Bioy y Cortázar, Cortázar y Vila-Matas, Vila-Matas y Madeleine Moore, Álvaro Mutis y García Márquez, el Doctor Johnson y Boswell, o esos inseparables Vladimir y Estragón de Beckett que nada más decir “vamos”, deciden seguir inmóviles. “Todo era singular, todo nos alegró a los dos”, diría Bioy Casares de esas coincidencias duales y tozudas, que no lo son tanto, de esos trompe l’oeil y myses en abyme, de esos “milagros del bis”, que son el mágico y secreto ensamblaje de este libro maravilloso de Vila-Matas.