Gustavo Bueno: Ya quisieran los políticos de ahora ser como Napoleón / Oviedo Diario (original) (raw)

Portada del periódico Oviedo Diario, sábado 15 de marzo de 2003
Gustavo Bueno | Filósofo

«Ya quisieran los políticos de ahora ser como Napoleón»

«Que Zapatero y Llamazares discutan conmigo a ver qué saben de la derecha y de la izquierda»

Una hora con Gustavo Bueno no da para mucho, o sí. Emplea 17 minutos para responder a la primera cuestión y no hay quién le frene. La cinta de la grabadora acaba extenuada y el periodista también. El «sabio», no descansa, y vuelve a la carga con un libro metafísico que desnuda y revisa los ciclos de «las izquierdas». Se enfurece cuando habla de Zapatero y «el Llamazares», y le centellean los ojos de duende travieso cuando habla de Napoleón Bonaparte, de los filósofos franceses del siglo XVIII, y de su «militancia» en la cultura –perdón profesor– «culturas» griegas. Sabe, mas le importa un comino, que El País volverá a ignorar su nuevo libro y acoge con humorística resignación a «aquellos» que pretenden ningunearle.

Carlos Castillo

—Por lo que sé de su último libro, «El mito de la Izquierda», hace jirones a ese territorio político...

—Sí, bueno, la pretensión mía ha sido la de tratar de analizar el concepto de la izquierda de un modo geométrico y manera rigurosa. En este asunto, se diría que he actuado como un botánico para analizar la gran variedad de izquierdas desde que nace esta especie y las relaciones que tienen entre sí. Son «izquierdas» que se van sucediendo en el tiempo y que clasifico en seis géneros o generaciones y que están o estuvieron enfrentadas entre sí. Hago –además– una distinción entre ideas y corrientes. Hay una idea normativa que dirige y una trayectoria real que es la corriente de izquierdas que nace con la Revolución francesa en el siglo XVIII donde los jacobinos se sientan a la izquierda y los demás a la derecha. Puede parecer una tontería pero topográficamente esto tiene mucho sentido. La izquierda nace como una pretensión racional frente a la superstición y a las tradiciones del antiguo régimen...

—De esta no se libra profesor, o definitivamente le «excomulgan» o le van a tildar de hereje...

—Yo creo que sí, pero a mis años ya está bien. Entonces, hay que darse cuenta de que la mayor parte de los revolucionarios del siglo XVIII eran grandes científicos, Laplace, Condorcet, Lavoisier y por eso les cortaban la cabeza, eran los creadores de la ciencia natural, positiva y moderna. Está sería la primera generación de la izquierda. Para mí, Napoleón es el heredero de la revolución, él era un jacobino que se codeaba con todos los revolucionarios y matemáticos, era un político sólo comparable a Cesar, ya quisieran los de ahora ser como Napoleón. Extender la revolución a toda Europa fue su pretensión. Era una izquierda prístina que continúa en la tercera república francesa y de la cual toma buena nota –más adelante– Azaña. La segunda generación de la izquierda la sitúo en España, con los afrancesados como Goya, Hermosilla, Llorente, que acaban siendo «traidores» a Napoleón y sus deseos en cuanto al reparto de España. Es una izquierda liberal, son los cristinos que aparecen contra la derecha del antiguo régimen: los carlistas que peleaban contra Napoleón porque para ellos era como el anticristo. Pero al mismo tiempo, había otras corrientes que son las que prevalecieron después de Fernando VII, con liberales progresistas como Espartero, que se asocian con los republicanos y triunfan durante varias generaciones como Marañon, Ortega, Unamuno. Yo defino a la izquierda en función siempre del Estado. Hacia mitad del siglo XIX y alimentadas por la nueva clase social que se había creado, el proletariado, surge el anarquismo en todas sus formas que demanda la abolición del Estado... Todos los ciclos de la izquierda comunista o marxista leninista, aunque Lenin no se consideraba de izquierdas por que eso era una cosa burguesa, se pasan la vida traicionándose. Con el paso del tiempo, la izquierda comunista se ha hundido y lo que quedan son residuos... Por eso creo que la Izquierda es un mito, sugiere que hay una unidad que no existe, son «las izquierdas» y así lo demuestran los ciclos de la historia que yo reviso en mi libro.

—El poeta Victoriano Cremer me dijo, hace algún tiempo, que la izquierda murió con la Pasionaria y Santiago Carrillo y, el socialismo, hizo lo propio con Enrique Tierno Galván, ¿está usted de acuerdo?

—Bueno, está usted sustantivando, ¡está hablando del mito! Morir no ha muerto ninguna, excepto la jacobina, que es una reliquia y hay que agradecerla los servicios prestados, de algún modo están todas vivas. La más vigorosa en estos momentos es el anarquismo; el primer anarquista fue San Agustín y la Iglesia Católica que se ha mantenido como un poder que no es de este mundo y distanciada de todos los estados.

«El primer anarquista fue San Agustín y la Iglesia católica que se ha mantenido como un poder que no es de este mundo»

«La derecha ha desaparecido y evoca a Pimpinela Escarlata»

Gustavo Bueno conversa en Oviedo con Carlos Castillo, de Oviedo Diario, el martes 11 de marzo de 2003

«Estoy totalmente indignado con la campaña que se ha hecho a favor de la paz. Es una campaña indecente, estos dirigentes que tenemos ¡son unos analfabetos! No creo que lean mi libro, y si lo leen, seguro que no lo entenderán»

«Sin el racionalismo griego estamos perdidos»

—Aparte de José María Laso, ¿aún quedan «rojos» o también es una especie en extinción?

—Los «rojos» eran comunistas y anarquistas, así los llamaban los republicanos liberales. Los anarquistas ahí siguen y de los otros ya quedan menos.

—En su libro, sostiene que hay seis «izquierdas» y una sola derecha, ¿eso es que Aznar ha «pacificado» su partido, o estamos ante la dictadura «silenciosa» del que se mueve no sale en la foto?

—Yo creo que el Partido Popular está muchas veces más a la izquierda que el Partido Socialista. Con la caída del Muro ha cambiado todo. A mí me indigna y dígalo si se puede, escuchar a Zapatero y al otro, a Llamazares, hablar de la izquierda contra la derecha. ¿Pero, izquierda es no aceptar el Plan Hidrológico Nacional?, y dicen «la izquierda no acepta...» ¿pero que entienden ellos por izquierda?, ¿a Labordeta y sus joticas? Y luego dicen, «desviar el Ebro es de derechas», hombre no me fastidie, no digan más tonterías. Basta ya de filosofía barata, todo esto es mucho más profundo y hay que contrastarlo y discutirlo. ¡Vale ya de jugar con las historias de la Humanidad, la Paz y el Sursum corda!, porque entonces resulta que el Papa sería ahora la extrema izquierda y ya tiene bemoles. El Papa ahora está con la bandera de la Paz, cuando la Iglesia tiene la tradición de las cruzadas y las carnicerías con todos los cristianos yendo a tomar Jerusalén, ¿pero que paz es esa? Y luego dicen, «es que eso es del pasado» y encima se adueñan del futuro, y el futuro está vacío, es un camelo...

—¿Y eso de la «derechona», existe o es una maldad de políticos y periodistas?

—Sí, la «derechona» puede identificarse dentro de esta tipología de las corrientes como los componentes más arcaicos de la derecha, los que quieren mantener el trono y el altar, y no admiten el divorcio. En España, Cascos empezó a romper esa historia cuando se caso con la Gemma y se quedó la «derechona» escandalizada. Luego, la «derechona» en el sentido de Blas Piñar se ha ido descomponiendo, como el cristianismo; ¿pero qué es el cristianismo? Yo he tenido conversaciones con priores, con dominicos, y me dijeron que ya no leían a Santo Tomás. Lo interesante de la Iglesia es la Teología que supone una explicación filosófica civilizada, por decirlo de alguna manera.

—¿Porque cree usted que a la derecha le da tanto pavor confesar su militancia y sobre todo pronunciar la acepción: derecha?

—Porque ha desaparecido. La derecha va ligada al antiguo régimen y este ya no existe, si se tienen en cuenta planteamientos filosóficos y no tonterías externas. Hay que aceptar el único criterio objetivo que hay: el Estado. Igual que han desaparecido las catedrales pero siguen las formas, ¿pero quien es cristiano hoy en día?, si ya nadie va a misa. La derecha ha desaparecido y evoca a Pimpinela Escarlata. Ahora, las formas se organizan de otros modos. La «derechona» es una reliquia residual, que queda, que está ahí, y nada más...

—¿Gustavo Bueno tiene ya decidido a quien va a votar?

—Depende de cómo resulte la cuestión. Tengo claro que no voy a votar a izquierda Unida y por últimos hechos tampoco voy a votar al PSOE. Estoy totalmente indignado con la campaña que se ha hecho a favor de la paz. La paz no es un concepto unívoco, de tal forma que no se puede decir ¡queremos la Paz! ¿Pero qué cojones de paz es esa? Hay una paz romana, hay una paz china, hay una paz alemana, ¿de qué paz estamos hablando? Es una campaña indecente, tenían que haber tenido más respeto al utilizar el nombre de paz y de guerra, pero son unos alfabetos, dígalo usted: ¡estos dirigentes que tenemos son unos analfabetos! No creo que lean mi libro, y si lo leen, seguro que ni lo entenderán. A ver, que Zapatero y el Llamazares discutan conmigo, a ver donde se colocan, a ver qué coño quieren decir con lo de la derecha y con lo de la izquierda. No hay derecho a entontecer y engañar a la gente. Son una gente indocta y demagoga. A ver, ¿qué han leído estos individuos sobre la Paz?, ¿qué tipo de coordenadas filosóficas, teológicas, históricas tienen? No tienen ninguna, son unos analfabetos. Esta mañana, le he dicho a Luis del Olmo que yo me niego a hablar sobre la Paz, ya está bien de tanta estupidez. La actitud de Aznar me parece totalmente respetable y perfectamente defendible.

—Gato blanco, gato negro, que más da, lo importante es que cace ratones, ¿le convence este pragmático proverbio oriental?

—No me convence, yo prefiero ir con uno negro o blanco aunque tengan fines distintos. Es una sabiduría falsa, los que tenemos la tradición griega estamos curados de espanto. Sin el racionalismo griego estamos perdidos...

—Permítame una malicia, ¿no le da rabia que Corín Tellado venda más libros que usted?

—Nooo, qué va, soy muy amigo de ella y he prologado un libro sobre su obra. La leo desde hace 50 años, cuando veníamos a Llanes yo me leía dos o tres novelas, me parecían clases de moral y ella lo resolvía con acertado juicio. Me fui aficionando a sus novelas, que además tenían un efecto muy positivo sobre la gente al plantear un drama que luego ella resolvía...