Luis Aguirre Prado 1896-1991 (original) (raw)
«Luis Aguirre Prado (1896) Escritor. Nacido en Ciudad Real el 4 de junio de 1896, Luis Aguirre Prado cursa estudios de Magisterio, Derecho y Sociología en Ciudad Real y Madrid, dedicándose desde muy joven al Periodismo. Ha sido redactor-jefe de «El Labriego» de Ciudad Real y trasladado a Madrid, ocupa el mismo cargo en «Alrededor del Mundo», «Agro Español» y «Tajo». Desde 1945 es colaborador de Radio Nacional, en la que ejerce la crítica literaria, al mismo tiempo que escribe en «Ecclesia», «El Alcázar», «Informaciones» y la revista «El Español». Ha figurado entre los autores de la obra monumental «La España de cada provincia», del Ministerio de Información y Turismo y en el libro «Spagna in cammino», editado en Italia y prologado por el ex ministro Fraga Iribarne. Obras publicadas: Ruiz de Salazar o el reivindicador del Maestro, Misioneros, La Iglesia y el Movimiento, La Ruta Jacobea, Enciclopedia de Anécdotas, Conozca Madrid en seis días, La España de cada provincia (en colaboración), Spagna in cammino (en colaboración); Madrid, Capital de España y las biografías: Jovellanos, Joaquín Costa, Valle Inclán, &c.» (Diccionario Biográfico Español Contemporáneo, Círculo de Amigos de la Historia, Madrid 1970, vol. 1, pág. 39.)
Fue el autor más prolífico de quienes colaboraron en la Colección «Temas Españoles» (Madrid, 1952-1978), firmando 42 títulos: Ramiro de Maeztu (nº 108, 1954), Vázquez de Mella (nº 121, 1954), Monasterios españoles (nº 132, 1954), La Guardia Civil (nº 159, 1955), El acervo forestal (nº 162, 1955), Ruiz de Alda (nº 165, 1955), García Morente (nº 169, 1955), Villamartín (nº 175, 1955), Periodismo (nº 179, 1955), Pizarras bituminosas (nº 180, 1955), Las Cortes tradicionales (nº 187, 1955), Soldados españoles (nº 192, 1955), Mercados y ferias (nº 214, 1955), El cardenal Benlloch (nº 221, 1956), Riegos del Guadalquvir (nº 234, 1956), Jovellanos (nº 241, 1956), Plan Cáceres» (nº 244, 1956), El romanticismo español (nº 272, 1956), Spínola (nº 304, 1957), El Bierzo (nº 305, 1957), Ríos salmoneros (nº 324, 1957), El agro (nº 331, 1957), Arboles frutales (nº 336, 1957), Farmacopea (nº 338, 1957), Instituto Social de la Marina (nº 340, 1957), Romerías (nº 353, 1958), Equitación (nº 359, 1958), La población (nº 366, 1958), Fibras textiles (nº 393, 1959), Churruca (nº 407, 1961), Madrid, capital de España (nº 409, 1961), Plan Almería (nº 412, 1961), San Pablo en España (nº 435, 1963), Prospecciones petrolíferas (nº 438, 1963), La mesta (nº 439, 1963), Geografía del Quijote (nº 440, 1963), Joaquín Costa (nº 457, 1965), Ganivet (nº 464, 1965), Jacinto Benavente (nº 474, 1966), Valle Inclán (nº 476, 1966), Galdós (nº 503, 1969) y Cultura Catalana (nº 540, 1974). Este último conoció el siguiente comentario publicado en el diario La Vanguardia Española, de Barcelona:
«Al margen. Regalos que matan. Ya más de cuatro veces tengo aludido a esa curiosa impermeabilidad nuestra en gracia a la cual carecemos incluso de los términos adecuados que emparejar con la palabra hispanista. Quiero decir los que valieran a designar el buen conocedor, el trabajador intelectual impuesto en la literatura alemana, la inglesa, la francesa. Y los no tan duchos, si –caso único entre todas las literaturas– en la obra de nuestros escritores resulta difícil rastrear cualquier eco directo, asimilado, de las grandes creaciones de otras literaturas. Menos aún, quien está en condiciones de identificar esas huellas, donde por ventura las hubiere. No porque no se manejen nombres extranjeros; pero sólo eso, nombres, y únicamente los contemporáneos, aprendidos en las gacetas del momento, impuestos por el consumismo de moda. Pues si de obras se trata, supuesta la buena voluntad de un lector, el acceso suele ocurrir por vía subsidiaria, a través de alguna traducción al lunfardo, mercenaria y a destiempo.
Por esta razón sientes como si se abriera la tierra a tus pies cuando un poeta canario se arranca con un tomo de medio millar de páginas en torno a la poesía sueca, trayendo a buen castellano líricas de una docena de poetas de aquella lengua, minuciosamente estudiados y presentados. O cuando un joven filósofo sevillano, lingüista también, echa doscientas cincuenta en el estudio del haiku japonés y casi otras tantas en la traducción y extradición de un buen número de estas difíciles composiciones de los maestros Bashoo, Buson, Issa, Chitsura y otros pares. Por lo mismo, si no preciamente como movimiento mensurable con la escala de Mercalli, se te alegran las pajarillas cuando una colección madrileña, una publicación emanada de centros oficiales, se descuelga con un ágil volumen de Cultura catalana. Cabalmente en esa pluricentenaria serie de Temas Españoles que en pulcros e ilustrados tomos de más del centenar de páginas se dispensan al irrisorio precio de diez pesetas. Hablo del volumen 540, cuyo autor es cierto Luis Aguirre Prado.
El caballero, y caballeroso, Aguirre cuya afición, y mejor intención, no negaré se ha aplicado con brío a la tarea. Se ha buscado sus clásicos –sean Martín de Riquer, Sáinz de Robles o el Espasa– y ha papeleteado lo suyo. Tanto, que a la vista está que el encargo no le ha venido por tratarse de un especialista, sino que él ha procurado documentarse para cumplir con el encargo. Y entre las prisas que este tipo de encargos, y su parva soldada, suelen aparejar. Supliendo, de paso, la falta de formación con el chisporroteo de la información: sartas de nombres, vengan o no a cuento; y con la plétora de hosannantes adjetivos (como un tercio del texto, vaya sin ánimo de exagerar). Vamos, prodigando –como de un tiempo acá usan a nuestros efectos en los Madriles– el Jabón. Dándonos peixet, ya se entiende.
Hasta aquí, nada que objetar; antes bien, cosa de agradecer. Pues si partimos de la pluriad de culturas españolas, tan magnificada hogaño, más que oportuno parece brindar a la masa instruida de allá del Ebro un prontuario que permita siquiera ampliar el repertorio de nombres –salirse del mosén Jacinto, el Maragall, el Espriu tan socorridos– a la hora de echar floras. Lo malo Empieza cuando el regalo viene de mano de quien sobradamente muestra que no entiende de solfa. La consabida carta otorgada. O el presentar impunemente una literatura remota, esotérica, cual pudiera ser, para nuestra ignorancia, la de los lamas tibetanos. Y como si los tratadistas catalanes de ahora mismo fuesen de esos lamas, inalcanzables, abstrusos, a quienes locura fuera encargarles el menester de compendiar en cien páginas de limpio castellano, autorizadas y atractivas, qué es la cultura catalana.
No como en este Aguirre, que la gran literatura medieval mata –nunca mejor dicho– en una docena de páginas, dando de paso cabida a Guilhem de Pertieu (sic) y Jofre Rudel ("incluido del Petrarca en mayor tono"), mientras doble número de ellas va al período de la decadencia. Y no digo cómo presenta la Renaixenca, en qué nombres la personifica (por nombres, y mal grafiados, no queda). O, más adelante, cuando Carles Soldevila cuenta por Lletanies profanes, Moment musical, La creació d'Adam, Gracias y desgracias de Barcelona e Historias barcelonesas; Miguel Llori (sic), por Lanterna mágica, Coses vistas, Relaciones y Un senyor de Barcelona (re-sic); Riba "fue uno de los escritores más prolíficos de la Cataluña contemporánea"; Junoy, Foix, Salvat y Esclasans forman "la lista de epígonos que adaptan las formas novedosas" (Roselló-Porcel –conservo grafías– y Torres "acusan su inquietud, no obstante la brevedad de su vida")...
Pero lo mejor es la traca final. Después de rendir homenaje, a la fecundidad de Díaz Plaja, al canónigo Melendres "ensayista y máximo poeta" y el "empecinamiento en lo melancólico" de la poesía de Espriu, vienen como últimas promociones de poetas los nombres de Juncadella, Llates, Benavente y Pedro Guinlayá (?). En la renacida novela, con Arbó figuran Tomás Salvador, Carmen Laforet, Luisa Forrellad, Matute, la Salisachs, Luis Romero. Y, sólo en nota, como "jóvenes qua manejaban hoy con gran fortuna el catalán" : Espinàs, Sarsanedas, Pedrolo, Benguerel, Calders... aunque no olvida, en última instancia, a Moix, Serrat, Huertas y Clavería, Emilio Teixidor... La auténtica exactitud que practicaba el padre Stendhal. – M.» (La Vanguardia Española, Barcelona, jueves 29 de diciembre de 1974, pág. 55.)
«Libros nuevos. Luis Aguirre Prado, Ramiro de Maeztu, Editorial Epesa, Madrid 1974, 195 páginas. Esta biografía de uno de los principales escritores de la generación del 98 viene a sumarse a la ya larga lista de ellas, escritas por Luis Aguirre Prado. Este escritor, de Ciudad Real, aunque residente en Madrid, realizó los estudios de Magisterio, Derecho y Sociología y es periodista con carné profesional. Ensayista y crítico literario, está también especializado en costumbrismo y ha divulgado para Hispanoamérica, Filipinas y Centro-Europa, cuanto se refiere a España como genuino y castizo. En este libro, el autor se muestra fiel a la trayectoria seguida por Ramiro de Maeztu desde sus primeras colaboraciones. Como los hombres de su generación, e influido por el medio ambiente de aquel entonces, Ramiro empezó con pretensiones de europeizar a la nación, sembrando pesimismo en torno al problema nacional. Sin embargo, a fuerza de reflexionar, cambió poco a poco de rumbo. Empezó, pues, a exaltar los valores de la Patria y a valorar la tradición española, a crear el orgullo patrio y a depositar su fe en el futuro nacional. A lo largo de ocho capítulos, Luis Aguirre Prado describe este proceso de cambio en el escritor.» (ABC, Madrid, 24 de septiembre de 1975, pág. 55.)
→ No figura en Diccionario Biográfico Español (tomo I, Real Academia de la Historia, Madrid 2009.)
Textos de Luis Aguirre Prado en el Proyecto filosofía en español
1955 García Morente
1956 Jovellanos