El imperialismo, fase superior del capitalismo en el Diccionario soviético de filosofía (original) (raw)
El imperialismo, fase superior del capitalismo
Título de una de las principales obras teóricas de V. I. Lenin, escrita en la primavera de 1916, durante la primera guerra imperialista mundial. En este libro se demuestra, sobre la base del análisis del “conjunto de los datos que ilustran los fundamentos de la vida económica de todas las potencias beligerantes y del mundo entero”, que el imperialismo es la fase superior del capitalismo, que el imperialismo es el capitalismo putrefacto y agonizante, el umbral de la revolución socialista. Este libro tuvo y sigue teniendo una importancia extraordinariamente grande para el proletariado internacional; sus conclusiones sirvieren para fundamentar las tesis teóricas y políticas más importantes del leninismo. En los primeros seis capítulos Lenin analiza los cinco rasgos fundamentales del imperialismo. Primer rasgo: la transformación de la competencia en monopolio. Bajo el imperialismo, “algunas de las particularidades fundamentales del capitalismo comenzaban a convertirse en su antítesis”. La libre concurrencia es la particularidad fundamental del capitalismo, el monopolio es la antítesis de la libre concurrencia, pero esta última, por el enorme crecimiento de la concentración de la producción que es su consecuencia, “se ha convertido a nuestros ojos en monopolio”. Pero la concurrencia no queda eliminada; sigue subsistiendo por encima y al lado del monopolio, conduciendo así a una acentuación particularmente aguda y profunda de todas las contradicciones del capitalismo. El monopolio aumenta en muchas veces la esclavización de los trabajadores; “el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más sensible, más insoportable”. Segundo rasgo del imperialismo: la fusión del capital bancario con el industrial y la formación del capital financiero. Los Bancos, que antes desempeñaban el modesto papel de intermediarios, se han convertido en “monopolistas omnipotentes” que disponen de casi todo el capital monetario y de la mayor parte de los medios de producción así como de las fuentes de materias primas. El puñado de dueños de los más grandes Bancos, los reyes de las finanzas, la oligarquía financiera, he aquí la fuerza dominante que somete a todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad capitalista. Tercer rasgo del imperialismo: el predominio de la exportación de capital sobre la exportación de mercancías. La exportación de mercancías era característica del capitalismo preimperialista. Pero a consecuencia del monopolio preponderante de los países más ricos, la acumulación del capital alcanza en la época del imperialismo proporciones gigantescas, y el “exceso” de capital es exportado a los países atrasados, donde las materias primas y la mano de obra son baratas, y las ganancias de los capitalistas fabulosamente grandes. El capital financiero, escribe Lenin, “extiende su red... a todos los países del mundo”. Cuarto rasgo del imperialismo: el reparto del mundo entre los monopolios capitalistas. Los cartels; los trusts, los sindicatos más poderosos se reparten entre sí el mercado mundial; distribuyéndose las “esferas de influencia”, formando cartels internacionales. La lucha entre los diversos grupos de capitalistas se agudiza hasta el extremo. Lenin pone al desnudo la mentira de Kautsky. Este afirmaba que la constitución de los cartels internacionales conduce a la paz entre los pueblos, cuando en realidad conduce a una agudización aún mayor de las contradicciones entre los países capitalistas. Quinto rasgo del imperialismo: La lucha entre las “grandes potencias” por el nuevo reparto del mundo ya repartido. El imperialismo agudizó en medida enorme la lucha de los Estados capitalistas por las colonias. El reparto del mundo entre las “grandes potencias” quedó terminado hacia principios del siglo XX, sin que haya territorios no ocupados por los imperialistas. “De modo que lo que en adelante pueden efectuarse son únicamente nuevos repartos en otra forma, es decir, el paso de territorios de un ‘amo’ a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un ‘dueño’. La ley del desarrollo desigual bajo el imperialismo se pone de manifiesto en que los países capitalistas jóvenes, que se desarrollan rápidamente, se adelantan a los viejos países capitalistas. Las guerras imperialistas de rapiña y bandidaje ‘por el reparto del mundo’, por el nuevo reparto de las colonias, de las ‘esferas de influencia’ del capital financiero, &c.”, son inevitables mientras exista el imperialismo. Los bandidos más poderosos “envuelven en su guerra por el reparto de su botín a toda la Tierra”. En el capítulo VII, Lenin hace el resumen de todos los datos sobre el imperialismo. Establece que el imperialismo representa una fase particular, superior, del capitalismo; que se ha realizado “la transformación de la cantidad en calidad, la transición del capitalismo, en su grado más alto del desarrollo al imperialismo”. Lenin da la definición clásica del imperialismo que comprende íntegramente sus cinco rasgos fundamentales: “El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto del mismo entre los países capitalistas más importantes. Lenin desenmascara a Kautsky, quien afirmaba que el imperialismo no es una fase en el desarrollo del modo capitalista de producción, sino sólo una política preferida por el capital financiero. Kautsky utilizaba tal definición para demostrar que supuestamente los imperialistas pueden realizar también otra política, una política no imperialista, ni de conquista ni de rapiña. La “teoría del ultraimperialismo” de Kautsky, según la cual supone que comienza la fase de la unificación de los imperialistas de todo el mundo y la supresión de las guerras, es una “abstracción muerta”, un “cuento estúpido”, un “intento reaccionario de un asustado filisteo para sustraerse a la realidad amenazadora”. En el capítulo VIII, Lenin demuestra cómo el dominio del monopolio capitalista conduce inevitablemente al parasitismo y a la descomposición del capitalismo, a la formación de “Estados rentistas”, “Estados usureros”, que con el simple “corte de cupones” roban a todo el mundo. En este mismo capítulo, poniendo de relieve las profundas raíces del oportunismo en el movimiento obrero, Lenin señala el lazo existente entre el oportunismo y el imperialismo. El imperialismo, “significando la obtención de elevadas ganancias monopolistas por un puñado de los países más ricos, crea la posibilidad económica de sobornar a las capas superiores del proletariado y con ello alimenta, da cuerpo y consolida el oportunismo”. La tendencia del imperialismo es la de escindir a los obreros, acentuar el oportunismo, “engendrar una descomposición temporal del movimiento obrero”. Pero al mismo tiempo se acentúa “lo irreconciliable del oportunismo con los intereses generales y vitales del movimiento obrero”. El oportunismo, “en una serie de países ha alcanzado su plena madurez, la ha sobrepasado con exceso y se ha podrido completamente, fundiéndose del todo, bajo la forma del social-chovinismo, con la política burguesa”. No se puede luchar contra el imperialismo sin luchar contra el oportunismo. En el capítulo IX, Lenin comprueba “el paso epidémico de todas las clases poseyentes al lado del imperialismo”. La cuestión esencial, señala Lenin, es la de saber si ha de seguirse más allá del imperialismo, o sea, hacia la revolución socialista, o, como dice Kautsky, retroceder hacia la libre concurrencia, hacia “la democracia pacífica”. En el último capítulo, el X, “El lugar histórico del imperialismo”, Lenin señala que el imperialismo es el preludio de la revolución socialista. El imperialismo es el crecimiento gigantesco de la socialización de la producción, y “las relaciones de economía y propiedad privadas constituyen una envoltura que no corresponde ya al contenido, que debe inevitablemente descomponerse si se aplaza artificialmente su supresión”. Destruir esta “envoltura”, destruir las relaciones capitalistas que se han convertido en trabas para las fuerzas productivas, sólo es posible mediante la revolución socialista del proletariado. Tomando como base los datos sobre el capitalismo imperialista, Lenin elaboró la nueva teoría de la revolución socialista, “sentó un nuevo punto de vista teórico, según el cual el triunfo simultáneo del socialismo en todos los países era imposible, siendo en cambio, posible su triunfo en un solo País capitalista aisladamente” (Historia del P. C. (b) de la U.R.S.S. Compendio). El enorme valor de la nueva teoría leninista de la revolución socialista, cuyas tesis fundamentales están formuladas en los artículos “Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa” (1915) y “El programa militar de la revolución proletaria” (1916), radica no sólo en haber continuado desarrollando el marxismo, sino en que “da una perspectiva revolucionaria a los proletarios de los distintos países, en que desarrolla su iniciativa para lanzarse al asalto contra su propia burguesía nacional, les enseña a aprovecharse de la situación de guerra para organizar esta ofensiva y fortalece su fe en el triunfo de la revolución proletaria” (Historia del P. C. (b) de la U.R.S.S. Compendio).
Diccionario filosófico marxista · 1946:155-157
El imperialismo, fase superior del capitalismo
Obra de Lenin escrita en 1916 y publicada en 1917. Este libro es la continuación directa de El Capital (ver) de Marx. Lenin estudia la evolución del capitalismo en una época nueva, la del imperialismo. Y muestra que el imperialismo es la última fase, la fase superior del capitalismo, la del capitalismo parasitario, putrefacto, agonizante.
En los seis primeros capítulos, Lenin analiza los cinco rasgos principales del imperialismo. La libre competencia que dominaba bajo capitalismo premonopolista ha desembocado en la concentración de la producción y en la centralización del capital. Los monopolistas han comenzado a desempeñar un papel preponderante en la economía; tal es el primer rasgo del imperialismo. La producción se ha concentrado hasta tal punto, que la dominación de los monopolios no significa sin embargo, que la crisis, la competencia, la anarquía y las demás plagas del capitalismo sean suprimidas. Al contrario, los monopolios aumentan el caos y la anarquía propios de la producción capitalista en general. “...los monopolios, que derivan de la libre concurrencia no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos” (Lenin, Obras escogidas, t. 1, p. 1029, Ed. esp., Moscú, 1948). La concentración de los bancos y la formación de monopolios bancarios han transformado a los bancos, de intermediarios en monopolistas omnipotentes del mercado financiero. Como consecuencia de la fusión de los mayores bancos y de los monopolios industriales, aparece el capital financiero que constituye el segundo rasgo del imperialismo. El imperialismo es el dominio de un puñado de magnates de la finanza que condenan a las masas trabajadoras a una explotación feroz. La exportación del capital, paralelamente a la exportación de mercancías, se ha convertido en manifestación típica del capitalismo imperialista. En pos del beneficio máximo, el capital se precipita hacia los países donde puede hallar mano de obra y materias primas baratas. La exportación de capital, al imponerse sobre la exportación de mercancías, marca con el sello del parasitismo al país que vive de la explotación del trabajo de otros países y de las colonias; acentúa entre los países capitalistas las contradicciones y la lucha por las esferas de aplicación del capital. Tal es el tercer rasgo del imperialismo. El cuarto reside en esto: los grupos de monopolios se reparten en primer término el mercado nacional, a lo que sigue el reparto económico del mercado capitalista mundial entre las grandes asociaciones de monopolios internacionales. Ahora bien, esas uniones internacionales todopoderosas (carteles, sindicatos, trusts, consorcios) se componen de monopolios aislados y de grupos de monopolios que sostienen en su interior una lucha encarnizada por aumentar su participación en los beneficios. Todo lo cual desemboca en una acentuación de la competencia en el seno de las asociaciones monopolistas internacionales, resta solidez a los acuerdos entre monopolistas dentro de esas asociaciones y provoca entre ellos la lucha por el reparto de los mercados. El reparto económico del mundo entre los grupos de monopolios más poderosos se halla íntimamente ligado al quinto rasgo del imperialismo: la terminación del reparto territorial del mundo entre los Estados imperialistas y la lucha por su redistribución, por la conquista de tierras extranjeras. En virtud de la ley del desarrollo económico y político desigual de los países capitalistas en la época del imperialismo, tales o cuales países capitalistas se adelantan a otros en su desarrollo, lo que hace cambiar la correlación de fuerzas en la arena internacional y pone en el orden del día la cuestión de la redistribución del mundo ya repartido entre los países capitalistas. En consecuencia se desencadenan guerras imperialistas que arrastran dentro de su órbita a casi todos los países capitalistas y pueblos del mundo. La lucha por la redistribución del mundo toma la forma de una lucha por el dominio mundial de un grupo de estados imperialistas o de un solo país capitalista, el más poderoso. Criticando la teoría de Kautsky del “ultra-imperialismo” sobre la alianza y coalición de los estados capitalistas, Lenin dice en su libro: “Por esto, las alianzas ...sea cual fuere su forma –una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, o una alianza general de todas las potencias imperialistas– no pueden constituir, inevitablemente más que ‘treguas’ entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre una y la misma base de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la economía y la política mundiales”. (Ibid., p. 1060). Estas palabras de Lenin han sido plenamente confirmadas por los acontecimientos de la historia de las últimas décadas. La “tregua” entre las dos guerras mundiales duró menos de veinticinco años y el intervalo fue ocupado por numerosos conflictos militares aislados.
En el capítulo VII, Lenin hace el balance del análisis de los principales rasgos del imperialismo, define la naturaleza del capitalismo imperialista y hace la síntesis de todos los aspectos y de todos los rasgos del capitalismo actual.
En el capítulo VIII, habla del parasitismo y de la putrefacción del capitalismo en la fase imperialista. La monopolización de la vida económica de los países capitalistas engendra el estancamiento y la putrefacción. Surgen estados-rentistas y estados-usureros que saquean a centenares de millones de hombres en los países coloniales y dependientes. El estado-rentista es el estado del capitalismo parasitario, putrefacto.
En su obra, Lenin puso de relieve las raíces de la ideología oportunista en el movimiento obrero. Los inmensos superbeneficios de los monopolios, que los capitalistas arrancan de las colonias y de los países dependientes hacen económicamente posible la corrupción de las capas superiores del proletariado. Esta circunstancia engendra la ideología del oportunismo y del reformismo en el movimiento obrero. El oportunismo y el imperialismo se hallan íntimamente ligados. Los imperialistas de cada país capitalista tratan, por intermedio de sus agentes oportunistas en el seno de la clase obrera, de dividir el movimiento obrero y orientarlo por el camino del oportunismo. Por esa razón, si no se lucha contra el oportunismo y su ideología, el movimiento revolucionario del proletariado no podrá desarrollarse con éxito.
El capítulo IX está consagrado a la crítica de las teorías antimarxistas del imperialismo. Lenin somete a una crítica aplastante de las ideas de Kautsky, quien trataba de embellecer el imperialismo y de disimular sus contradicciones más profundas exaltando la “libertad” y la “democracia” burguesas. Lenin mostró que la reacción política en toda la línea es inherente al imperialismo.
En el último capítulo, el décimo, Lenin define el lugar histórico del imperialismo y establece que el imperialismo es la fase suprema del capitalismo, la antesala de la revolución socialista. La socialización muy intensificada de la producción en la fase imperialista del capitalismo, se halla en contradicción antagónica flagrante con las relaciones de producción capitalistas convertidas en cadenas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. El imperialismo conduce a las masas directamente a la revolución socialista, que destruye el régimen capitalista y crea las condiciones necesarias a la edificación de una sociedad nueva, socialista.
El alcance invalorable de la obra El imperialismo, fase superior del capitalismo, reside en el hecho de que sobre la base de un análisis de la fase imperialista del capitalismo, Lenin elaboró una nueva teoría de la revolución socialista; demostró que a partir de la época del imperialismo, es imposible la victoria simultánea del socialismo en todos los países del mundo o en su mayoría; pero que a su vez, la victoria del socialismo es posible al principio en uno o algunos países aislados.
Diccionario filosófico abreviado · 1959:253-254
no figura
Diccionario filosófico · 1965
no figura
Diccionario de filosofía · 1984