Gustavo D. Perednik, El misterioso viaje de Jesús de Nazaret al Líbano, El Catoblepas 54:5, 2006 (original) (raw)
El Catoblepas • número 54 • agosto 2006 • página 5
Gustavo D. Perednik
La crítica general contra Israel soslaya su necesidad de defenderse del terror islamista, y además abusa tanto de motivos cristianos como de símbolos árabes
Trágicamente, hubo decenas de civiles muertos al colapsar un edificio en Kfar-Qana (30 de julio de 2006), aldea libanesa desde la que se lanzaron 150 misiles Qatiusha contra las poblaciones hebreas de Nahariya, Maalot y Kiriat-Shmona, que causaron en las últimas tres semanas la muerte de una veintena de civiles y cientos de heridos israelíes.
La mayor parte de las agencias noticiosas, para quienes los judíos muertos por el terrorismo islamista habían pasado inadvertidos, esta vez alertaban contra la naturaleza sanguinaria de Israel. En el edificio que se derrumbó había niños, y el bombardeo había sido inescrupuloso.
El presidente de Irán, quien no oculta su designio atómico de borrar a Israel del mapa, transformó el lamentable episodio en un arquetipo de conducta, y calificó a Israel de «satán seminal del que surgen todos los satanes». Será por ello, y por los atentados contra la comunidad judía en Argentina (1992, 1994), y por la creación del Hezbolá, que el canciller francés Philippe Douste-Blazy llamó a Irán (31-7-06) una «fuerza estabilizadora». Le faltó agregar que la teocracia de los ayatolás es el guardián de los derechos humanos en el mundo.
Y bien, el trágico evento de Kfar-Qana ha servido para engrosar la mitología judeofóbica contemporánea, que incluye «la matanza de Yenín», el «líder espiritual Ahmed Yasín», «el asesinato del niño Mohamed Dura» y «la carnicería israelí en Sabra y Chatila». La víctima más sistemática del procedimiento, es la verdad, cruda y dura.
La primera distorsión consistió en pergeñar las asociaciones cristológicas necesarias como para azuzar la repulsa generalizada de la cristiandad. Así, el escritor uruguayo Eduardo Galeano exhortó desde un diario argentino a la conciencia de la humanidad bajo el título de «¿Hasta cuándo?» y con el siguiente comienzo angelical:
En Caná, donde Jesús convirtió el agua en vino para celebrar el amor humano, el odio humano despedaza más de treinta niños en un largo bombardeo.
Recuerda a Voltaire quien siempre fue militantemente deísta y rechazaba los dogmas religiosos con la rúbrica «écrasez l’infâme», pero cuando escribía al judío Isaac de Pinto optaba por firmar «_caballero cristiano de la cámara del rey muy cristiano_». En ciertas ocasiones los judeófobos se escudan en el cristianismo para relucir su odio.
Galeano, y los muchos medios que se hicieron eco de la destrucción de la aldea del milagro, ignoran que Jesús nunca estuvo en el Líbano. El pueblo libanés de Kfar-Qana no tiene nada que ver con la aldea Caná que como todo lugar donde estuvo Jesús se hallaba en Judea, y que se ubica en la Galilea israelí, vecino a Nazaret.
También la reciente película «Paraíso hoy» defiende al terrorismo islamista por medio de mostrar a sus perpetradores como apóstoles de una última cena. De este modo se agita hoy el ánimo judeofóbico: que el lar de Jesús «es castigado»... ¡en el Líbano!.
La hipocresía es doble, si tenemos en cuenta que sus urdidores son los mismos a quienes tiene sin cuidado que el cristianismo esté siendo día a día desalojado de nada menos que la ciudad de Belén, pero saltan como felinos y agitando motivos cristianos si les sirve para atacar a Israel.
Del mismo modo la judeofobia organizada recurre a horrorosas fotos de párvulos muertos para acusar al sionismo, pero nunca para formular las indispensables preguntas: ¿Por qué el Hezbolá esconde sus arsenales entre niños? ¿Por qué permitió éstos permanecieran en un edificio que había sido bombardeado siete horas antes de su colapso?
En efecto: el bombardeo israelí contra la sede de lanzamisiles se produjo a la una de la madrugada, y el derrumbe a las siete y media de la mañana siguiente. Este dato debería ser prueba suficiente de que el Hezbolá se escuda detrás de niños libaneses, y medra con su muerte para que los medios despierten hostilidad contra el judío de los países. Decimos «debería» ser prueba, porque para TVE, Jaime Nart o el diario El Mundo ninguna prueba bastará para exculpar a un Israel al que presentan como intrínsecamente perverso.
Y si conocieran las pruebas, las omitirían expeditamente para con prisa echar mano a nuevas excusas para criminalizarnos.
Cuando dijimos que la película de Mel Gibson irradiaba judeofobia, nos acusaron de paranoicos. Ahora que este negador del Holocausto ha declarado abiertamente (29-7-06) que «los judíos son los responsables de todas las guerras en el mundo» (algo similar expuso Antonio Banderas en TV1 el 12-2-06) ya no nos reprochan paranoia pero se dedican a pergeñar el próximo libelo.
La campaña de Israel para liberar al Líbano de las bases del terror islamista que Irán instaló en el sur de ese país, es calificada cuando menos de «desproporcionada».
Se deduce que es una desproporción considerar casus belli al asesinato de apenas ocho soldaditos y el secuestro de otros tres que siguen en cautiverio, y cien cohetitos katiushitas y mil misilitos Qasam, todo es una nadería si las víctimas son judías.
El europeo promedio cree que antes de que se iniciara la presente operación antiterrorista en el Líbano, vivíamos en calma. El mito lo generaron los medios al calificar de «tregua» al constante ataque de proyectiles islamistas contra Israel.
Durante el año que sucedió a la expulsión de la población judía de Gaza (15-8-05), desde ese territorio evacuado bandas palestinas dispararon contra blancos judíos 687 misiles Qasam que dejaron 43 israelíes muertos y 432 heridos. Así era la tregua, y por eso se acusa a la reacción actual de «desproporcionada».
El epíteto no le bastó al gobierno español. Más original, Moratinos llamó de otro modo al operativo israelí: «Las acciones unilaterales –arguyó el 20 de julio– no han aportado más seguridad a Israel".
Curiosa lateralidad ésta. Pareciera que la autodefensa israelí no tendría más objeto que saciar nuestra sed de sangre.
¿Unilateral? Que se lo diga a los padres de Omer Pezahov de 7 años, Rabyia Taluzi de 3 años o Ela Abucasis de 13, que fueron asesinados por el islamismo junto con otras cincuenta víctimas que cayeron sólo en el mes de julio. Salvo que los israelíes muertos no constituyan lateralidad alguna y sólo cuenten las víctimas de Israel cuando se defiende.
¿Cuándo se puso Zapatero una kipá?
Moratinos calificó a su diatriba contra Israel de «leal» (nos preguntamos cuánta lealtad despliega en sus críticas al régimen terrorista iraní) y se enojó al escuchar que había un componente de judeofobia en la posición del gobierno español sobre Oriente Medio.
No hay judeofobia en toda crítica contra Israel, sostuvo correctamente Moratinos, pero olvidó que ello no implica que no haya judeofobia en ninguna crítica contra Israel.
Hay varios criterios para distinguir unas de otras. Uno de ellos es que quien critique «lealmente» a Israel se sume a los que proclaman abiertamente querer destruirlo, como el Hezbolá, el Hamás y los ayatolás iraníes –y evite enfrentar a estos grupos.
Así generalizó Moratinos: «Confundir las críticas a Israel con rechazo al pueblo judío es el gran error que a veces muchos representantes del mundo judío cometéis.»
Y defendió aun que el presidente Zapatero luciera una manta típicamente árabe durante un congreso partidario mientras su partido calificaba a Israel de «genocida». Concluyó al respecto: «es como ponerse una kipá» –el solideo con el que los judíos se cubren la cabeza en la sinagoga–.
El símil es irreflexivo: la insignia árabe le había sido entregada a Zapatero por un grupo antiisraelí como prenda de identificación, y los símbolos y su oportunidad son muy importantes.
Recuerda el hecho de que Israel fue durante más de medio siglo y hasta hace muy poco el único país al que se le negaba incluso la admisión a la Cruz Roja Internacional. Cuando se le preguntó al director del Comité Internacional de la Cruz Roja, Cornelio Sommaruga, sobre cuál era el impedimento para aceptarnos, se limitó a responder: «El problema es el símbolo que se utiliza en ese país. Si vamos a permitir que se utilice la estrella de David ¿por qué no debemos aceptar también la cruz esvástica?». Sommaruga jamás se rectificó, ninguna autoridad le contradijo (ni qué hablar de disculparse) y ningún medio europeo cuestionó la igualación. El ágil comparador fue incluso promovido a delegado de las Naciones Unidas para investigar «la masacre de Yenín» –que no fue masacre–.
Otro símbolo significativo despertó polémicas hace unas semanas. Durante el campeonato mundial de fútbol en Alemania el jugador nº 15 de Ghana, John Paintsil, festejó el gol que hizo frente a la selección de la República Checa (17-6-06). Ghana se impuso por 2 a 0 y Paintsil –que juega en el equipo israelí Hapoel de Tel Aviv– hizo relucir una bandera israelí porque le pareció muy natural saludar con los colores del país que lo había acogido. Los medios, aunque dedicaban extensos suplementos al mundial, no reportaron el episodio, no vaya a ser que la bandera hebrea pudiera cobrar ribetes de humanidad para el lector desprevenido.
Las protestas contra la delegación de Ghana obligaron a su portavoz Randy Abbey a disculparse y el jefe de la Federación del Fútbol Ghanés declaró que «nunca debería haberlo hecho». Oh horror insinuar cariño por los israelíes. Menos mal que los diarios europeos nos protegieron de la obscena información.
La pregunta que cabe a Moratinos es: ¿y cuándo se puso Zapatero una kipá? ¿Cuándo se fotografió con un símbolo judío durante una manifestación de simpatía a Israel? Moratinos echa mano a la hipotética eventualidad de una kipá sobre Zapatero para justificar la efectiva utilización de una manta árabe en un contexto agresivo.
Zapatero nunca usó kipá, pero su mentor Felipe González fue más lejos: se negó a usarla. Cuando hace una década el entonces presidente González visitó Yad Vashem (el Museo del Holocausto en Jerusalén) rehusó cubrirse la cabeza con el solideo judío (como hacen todos los visitantes en señal de respeto) y optó por un gorro de béisbol, obviando que una de las formas más habituales de negación de la Shoá es simplemente su banalización.
Moratinos no está solo, ya que varios gobernantes nos retaron en estos días: Ahmediyad advierte que la acción israelí en el Líbano es el prólogo al «exterminio de los sionistas» y Chávez arguyó que «los israelíes traemos un nuevo Holocausto». El canciller español ha obviado toda «crítica leal» a estos colegas suyos: frente a los peores regímenes del planeta, su única lealtad es el silencio.