Ismael Carvallo Robledo, 1808 visto desde la Ciudad de México, El Catoblepas 68:4, 2007 (original) (raw)

El Catoblepas, número 68, octubre 2007
El Catoblepasnúmero 68 • octubre 2007 • página 4
Los días terrenales

Ismael Carvallo Robledo

El Gobierno del Distrito Federal constituye la Comisión para las Celebraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución en la Ciudad de México e inaugura la Puerta 1808

Puerta 1808, del escultor zacatecano Manuel Felguérez, Ciudad de México;
Ciudad de México: Puerta 1808, del escultor zacatecano Manuel Felguérez,
inaugurada en Octubre de 2007 por el Jefe de Gobierno del Distrito Federal,
Marcelo Ebrard Casaubon

I

El Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, nombró recientemente al Dr. Enrique Márquez Jaramillo para que tome las riendas de la Comisión para las Celebraciones del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución en la Ciudad de México.

Hace poco menos de una semana, en el marco de tales celebraciones, y en la puesta en marcha de una acelerada y nutrida agenda de actividades, el Jefe de Gobierno y el Comisionado inauguraron la Puerta 1808, una escultura del artista zacatecano Manuel Felguérez que ha quedado emplazada en el cruce de avenida Juárez y avenida Reforma, con dirección al Zócalo del Centro Histórico. Esta puerta es el símbolo y realidad de una nueva época política, de una nueva ratio política, tanto para la Ciudad de México como para el mismo Centro Histórico, pues tal emplazamiento obedece al hecho de que el límite de su cuadro principal será desplazado del Eje Central Lázaro Cárdenas hacia avenida Reforma.

La escultura está dedicada a los miembros del Ayuntamiento de México que en 1808, encabezados por Francisco Primo de Verdad y Ramos, a la sazón Síndico del Común, puso en práctica en suelo novohispano el racionalismo político moderno que hacía de la soberanía popular su divisa ideológica fundamental; una divisa que, acuñada en las juntas españolas organizadas a raíz de las abdicaciones de Bayona y de la invasión del imperialismo francés, perfiló en la historia, en una única dialéctica general que trabajó a ambos lados del Atlántico, la segunda generación histórica de la izquierda: la izquierda liberal hispanoamericana.

Francisco Primo de Verdad y Ramos nació el 9 de junio de 1760 en la parroquia de Aguascalientes de la Hacienda de Purísima Concepción Ciénaga de Mata, hoy Ojuelos Jalisco, y pertenece a esa generación de libertadores y liberales hispanoamericanos, que, situándose en el epicentro político e ideológico de su tiempo, asistió, intervino y, en casos excepcionales, condujo la fragmentación del Antiguo Régimen hispánico en una multiplicidad de naciones políticas hispánicas que, en 1812, en Cádiz, fueron formalmente una única nación política en el sentido moderno.

Diez años antes, en 1750, nacía en Caracas, Venezuela, Francisco de Miranda, precursor indiscutible de la independencia americana; en 1753, en la hacienda de Corralejo, próxima al pueblo de Pénjamo Michoacán, nació Miguel Hidalgo y Costilla; el 28 de octubre de 1763, en la parroquia de Monterrey del Nuevo Reino de León de la Nueva España, veía la luz Servando Teresa de Mier; dos años después, en 1765, nacía en Valladolid, capital de Michoacán, José María Morelos y Pavón; en San Miguel el Grande, el 21 de enero de 1769, llegaba al mundo quien llevó por nombre Ignacio José de Jesús Pedro Regalado de Allende y Unzaga, Ignacio Allende; el 28 de octubre de 1769, en Caracas, Venezuela, nacía Simón Rodríguez, mentor ideológico y político de Simón Bolívar, quien, a su vez, vio la luz, también desde Caracas, Venezuela, el 24 de julio de 1783; ese mismo año, el 27 de septiembre, en Valladolid, nacía Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu; el 1 de diciembre de 1789, en Otano Navarra, España, nacía Francisco Javier Mina, el guerrillero navarro que peleó por igual contra el imperialismo francés como contra el absolutismo que Fernando VII trajo consigo en 1814 al restaurarse en el poder, en España, como contra el absolutismo virreinal americano, en México.

Porque del mismo modo que Robespierre y los jacobinos no peleaban contra los franceses sino contra el absolutismo y el Antiguo Régimen; o del modo en que Lenin y los bolcheviques no peleaban tanto contra los rusos sino contra el absolutismo zarista y el imperialismo; Mina, alrededor de 1816 y 1817, cuando, poco antes de pisar suelo novohispano, le fue ofrecido en Nueva Orleáns dinero, armas y municiones para apoderarse de Panzacola, en la Florida, se percató de que lo que se pretendía no era otra cosa que encontrar un nuevo asilo de piratas contra el comercio español y, al rechazar la oferta, aclaró también sus propósitos a los oferentes cuando les dijo: «yo hago la guerra al tirano de España y no a _los españoles_».

Francisco Javier Mina es hoy considerado héroe nacional de México, y en él cristaliza, a juicio nuestro, esa dialéctica general que trajo consigo a la generación histórica de la izquierda liberal hispanoamericana; una tradición de la que, desde esta sección de Los días terrenales, nos consideramos, con humildad, pero sin complejos, herederos.

II

2008 se nos ofrece entonces como un año crucial para el presente hispanoamericano, pues queda abierta la posibilidad de plantearse nuevamente, a doscientos años de distancia, el significado histórico, político e ideológico de los acontecimientos de 1808 para toda la hispanidad. Ese año marca la bifurcación histórica de un único momento político con repercusiones esenciales a ambos lados del Atlántico: la bifurcación que produjo, de un lado, la Guerra de Independencia de España (1808-1814), y, del otro, las Guerras de Independencia americanas (1810-1824). Ambas inmersas objetivamente en una compleja dialéctica de imperios y de clases.

Esa bifurcación es la que define, en su más alto grado de significación filosófica, el problema americano como parte atributiva del problema de España. Desde Los días terrenales, desde México y desde las coordenadas filosóficas materialistas de las Tesis de Gijón, quien esto escribe dedicará entregas sucesivas al abordaje filosófico de tan fascinante, compleja y polémica cuestión, porque España y, por su través, México, Venezuela, Argentina, Brasil, &c., no son temas de nuestro tiempo, sino genuinos problemas de filosofía y de historia universal; son problemas, por tanto, de filosofía de la historia.

Defendemos también, desde un decidido punto de vista dialéctico y realista, y no armonista e idealista, ajenos ambos a todo materialismo, a la hispanidad entendida como una comunidad de aproximadamente cuatrocientos millones de hispanohablantes a ambos lados del Atlántico, con todo lo que esto implica en términos históricos, filosóficos, culturales y políticos.

No nos es ajeno, por tanto, ni el separatismo vasco o catalán, ni la xenofobia contra hermanos hispanoamericanos que son golpeados y vejados en los metros de Barcelona o de Madrid, ni los intentos de fragmentación política que, en América, siguiendo al pie de la letra, acaso sin consciencia de ello, el clásico dictum imperialista del «divide y vencerás», quieren llevarse a cabo desde coordenadas indigenistas o prehispánicas. En todos estos casos, la cuestión no es tanto la metafísica autodeterminación, sino la negación tácita de una gran plataforma histórica de personas que compartimos un bagaje cultural, histórico, político y filosófico que, lejos de debilitarnos, se nos ofrece hoy como una sólida plataforma, y acaso la última salida digna, para encarar al mundo.

El Catoblepas
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