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Papers by alberto aguilar
El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin e... more El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin embargo, si consideramos las circunstancias que han determinado la formación de nuestra sociedad, nos parece posible que existan entre nosotros seres semejantes al autor de este diario. Mi propósito es presentar al público, subrayando un poco los rasgos, uno de los personajes de la época que acaba de trans currir, uno de los representantes de la generación que hoy se está extinguiendo. En esta primera parte, titulada Memorias del subsuelo, el personaje se presenta al lector, expone sus ideas y trata de explicar las causas de que haya nacido en nuestra sociedad. En la segunda parte relata ciertos sucesos de su vida.
Señores: La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante, comedia rota del que quiere ara... more Señores: La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante, comedia rota del que quiere arañar a la luna y se araña su corazón, El amor, lo mismo que pasa con sus burlas y sus fracasos por la vida del hombre, pasa en esta ocasión por una escondida pradera poblada de insectos donde hacía mucho tiempo era la vida apacible y serena. Los insectos estaban contentos, sólo se preocupaban de beber tranquilos las gotas de rocío y de educar a sus hijuelos en el santo temor de sus dioses. Se amaban por costumbre y sin preocupaciones. El amor pasaba de padres a hijos como una joya vieja y exquisita que recibiera el primer insecto de las manos de Dios. Con la misma tranquilidad y la certeza que el polen de las flores se entrega al viento, ellos se gozaban del amor bajo la hierba húmeda. Pero un día... hubo un insecto que quiso ir más allá del amor. Se prendó de una visión de algo que estaba muy lejos de su vida... Quizá leyó con mucha dificultad algún libro de versos que dejó abandonado sobre el musgo un poeta de los pocos que van al campo, y se envenenó con aquello de «yo te amo, mujer imposible». Por eso, yo os suplico a todos
LA MUERTE (como mendigo). LEÑADORES. MOZOS. ACTO PRIMERO CUADRO PRIMERO Habitación pintada de ama... more LA MUERTE (como mendigo). LEÑADORES. MOZOS. ACTO PRIMERO CUADRO PRIMERO Habitación pintada de amarillo. NOVIO.-(Entrando.) Madre. MADRE.-¿Qué? NOVIO.-Me voy. MADRE.-¿Adónde? NOVIO.-A la viña. (Va a salir.) MADRE.-Espera. NOVIO.-¿Quiere algo? MADRE.-Hijo, el almuerzo. NOVIO.-Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja. MADRE.-¿Para qué? NOVIO.-(Riendo.) Para cortarlas. MADRE.-(Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja. .. Malditas sean todas y el bribón que las inventó. MADRE.-Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo. NOVIO.-¿ Y yo, madre? MADRE.-¿ Tú, qué? NOVIO. -¿Necesito decírselo otra vez? MADRE.-(Seria.) ¡Ah! NOVIO.-¿Es que le hace mal? MADRE.-No. NOVIO.-¿Entonces? MADRE.-No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente. NOVIO.-Tonterías. MADRE.-Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas. NOVIO.-Pero usted vendrá con nosotros. MADRE.-No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia. NOVIO.-(Fuerte.) Vuelta otra vez. MADRE. -Perdoname. (Pausa.)¿Cuánto tiempo llevas en relaciones? NOVIO.-Tres años. Ya pude comprar la viña. MADRE.-Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no? NOVIO.-No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan. MADRE.-Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está. NOVIO.-Usted sabe que mi novia es buena. MADRE.-No lo dudo. De todos modos siento no saber cómo fue su madre. NOVIO.-¿Qué mas da? MADRE.-(Mirándolo.) Hijo. NOVIO.-¿Qué quiere usted? MADRE.-¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida? NOVIO.-(Alegre) ¿Le parece bien el domingo? MADRE.-(Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son anti.guos, y tú le compras. .. NOVIo.-Usted entiende más. .. MADRE.-Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes. .. ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti! NOVIO.-Me voy. Mañana iré a verla. MADRE.-Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí. NOVIO.-El primero para usted. MADRE.-Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila. NOVIO.-Estoy seguro de que usted querrá a mi novia. MADRE.-La querré. (Se dirije a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea. NOVIO.-Me voy. MADRE.-Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada. NOVIO.-¡Lo dicho! MADRE.-Anda con Dios. (Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.) Pasa. VECINA.-¿Cómo estás? MADRE.-Ya ves. VECINA.-Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!. .. MADRE.-Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle. VECINA.-Tú estás bien. MADRE.-¿Lo crees? VECINA.-Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por la máquina. (Se sienta.) MADRE.-¿A Rafael? VECINA.-Sí. y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles. MADRE.-Calla. Todo eso son invensiones, pero no consuelo. VECINA.-jAy! MADRE.-¡Ay! (Pausa.) VECINA.-(Triste.) ¿ y tu hijo? MADRE.-Salió. de los laureles! (Se oyen unos aldabonazos.) NOVIA.-¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra. La CRIADA abre sorprendida.) CRIADA.-¿ Tú? LEONARDO.-Yo. Buenos días. CRIADA.-¡El primero! LEONARDO.-¿No me han convidado? CRIADA.-Sí. LEONARDO.-Por eso vengo. CRIADA.-¿Y tu mujer? LEONARDO.-Yo vine a caballo. Ella se acerca por el camino. CRIADA.-¿No te has encontrado a nadie? LEONARDO.-Los pasé con el caballo. CRIADA.-Vas a matar al animal con tanta carrera. LEONARDO. -iCuando se muera muerto está! ( Pausa.) CRIADA.-Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie. LEONARDO.-¿Y la novia? CRIADA.-Ahora mismo la voy a vestir. LEONARDO.-¡La novia! ¡Estará contenta! CRIADA. -(Variando de conversación.) ¿ Y el riiño? LEONARDO.-¿Cuál? CRIADA.-Tu hijo. LEONARDO.-(Recordando como soñoliento.) ¡Ah! CRIADA.-¿Lo traen? LEONARDO.-No. (Pausa. Voces cantando muy lejos.)
Cortina gris. Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano. EL AUTOR. Respetabl... more Cortina gris. Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano. EL AUTOR. Respetable público... (Pausa.) No, respetable público no, público solamente, y no es que el autor no considere al público respetable, todo lo contrario, sino que detrás de esta palabra hay como un delicado temblor de miedo y una especie de súplica para que el auditorio sea generoso con la mímica de los actores y el artificio del ingenio. El poeta no pide benevolencia, sino atención, una vez que ha saltado hace mucho tiempo la barra espinosa de miedo que los autores tienen a la sala. Por este miedo absurdo y por ser el teatro en muchas ocasiones una finanza, la poesía se retira de la escena en busca de otros ambientes donde la gente no se asuste de que un árbol, por ejemplo, se convierta en una bola de humo o de que tres peces, por amor de una mano y una palabra, se conviertan en tres millones de peces para calmar el hambre de una multitud. El autor ha preferido poner el ejemplo dramático en el vivo ritmo de una www.infotematica.com.ar Llaman a la puerta.) ¿Quién es? (No responden y llaman otra vez.) ¿Quién es? (Enfurecida.) ESCENA II La Zapatera y el Niño. NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz. ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y conmovida.) NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando? ZAPATERA. No, es que un mosco de esos que hacen piiiiii, me ha picado en este ojo. NIÑO. ¿Quiere usted que le sople? ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?
años.Mujeres de luto.Mujer 4 Adela, (hija), 20 años.Muchacha
Por fin estaba de regreso, después de dos semanas de ausencia.
PRIMERA PARTE CAPITULO PRIMERO Sin resistir más, empiezo (1) a escribir esta historia de mis prim... more PRIMERA PARTE CAPITULO PRIMERO Sin resistir más, empiezo (1) a escribir esta historia de mis primeros pasos en la carrera de la vida. Y sin embargo, muy bien podría pasarme sin esto. Una cosa es segura: que ya nunca más escribiré mi autobiografía, aunque tenga que vivir cien años. Hay que estar prendado muy bajamente de uno mismo para hablar así sin avergonzarse. La sola excusa que me doy, es que no escribo por el mismo motivo que todo el mundo, es decir, para obtener las alabanzas del lector. Si de repente se me ha ocurrido anotar palabra por palabra todo to que me ha pasado desde ei año anterior, es por una necesidad íntima: ¡tan impresionado me he quedado por los hechos acaecídos! Me limito a registrar los acontecimientos, evitando con todas mis fuerzas lo que les es ajeno, y sobre todo los artificios literarios; un literato se lleva escribiendo treinta años, y al final ignora por qué ha escrito tanto tiempo. No soy literato ni quiero serlo. Arrastrar la int imidad de mi alma y una bonita descripción de mis sentimientos por el mercado literario sería a mis ojos una inconveniencia y una bajeza. Preveo no obs tante, no sin disgusto, que será probablemente imposible evitar del todo las descripciones de sentimientos y las reflexio nes (quizás incluso vulgares): ¡tanto desmoraliza al hombre todo trabajo literario, hasta el emprendido únicamente para sí! Y estas reflexiones pueden aún ser muy vulgares, porque to que uno estima puede muy bien no tener valor alguno para un extraño. Pero quede diçho todo esto entre paréntesis. He aquí hecho mi prefacio: no habrá nada más por el estilo. ¡Manos a la obra! Aunque no haya nada más embarazoso que emprender una obra, y quizás el poner manos a la obra en general. II Comienzo; es decir, querría comenzar mis memorias en la fecha del 19 de septiembre del año pasado (2), o sea precisamente el día en que por primera vez me encontré con... Pero explicar con quién me encontré, así como así, de bue nas a primeras, cuando nadie sabe nada, será una vulgaridad; este tono mismo, a mi parecer, es ya vulgar: después de ha berme jurado evitar los adornos literarios, he aquí que caigo en ellos desde la primera línea. Además, para escribir de ma nera sensata, no basta con quererlo. Haré notar también que no hay, estoy convencido, una sola lengua europea que sea tan difícil para escribir como el ruso. Acabo de releer lo que he escrito hace un instante, y veo que soy mucho más inteligente que lo que ha quedado escrito. ¿Cómo puede suceder esto de que las cosas enunciadas por un hombre inteligente sean infínitamente más estúpidas que lo que se queda en su cerebro? Lo he notado más de una vez en mí y en mis relaciones orales con los demás hombres durante todo este último año fatal, y me he sentido bien atormentado por eso. Aunque comience en la fecha del 19 de septiembre, diré sin embargo en dos palabras quién soy, dónde he estado antes de esa fecha y por añadidura lo que yo podía tener en la cabeza, a lo menos parcialmente, en aquella mañana del 19 de septiembre, para que todo sea más inteligible al lector, y quizás a mí mismo también.
A Ana Grigorievna Dostoiewski «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo caído en la ... more A Ana Grigorievna Dostoiewski «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo caído en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce fruto.» San Juan 12, 24-25 INDICE Prefacio. PRIMERA PARTE LIBRO PRIMERO HISTORIA DE UNA FAMILIA I. Fiodor Pavlovitch Karamazov II. Karamazov se desembaraza de su primer hijo III. Nuevo matrimonio y nuevos hijos LIBRO II UNA REUNIÓN FUERA DE LUGAR I. La llegada al monasterio II. Un viejo payaso III. Las mujeres creyentes IV. Una dama de poca fe V. ¡Así sea! VI. ¿Por qué existirá semejante hombre? VII. Un seminarista ambicioso VIII. Un escándalo LIBRO III LOS SENSUALES I. En la antecámara II. Isabel Smerdiachtchaia XIII. Un sofísta XIV. El jurado se mantiene firme EPÍLOGO I. Planes de evasión II. Mentiras sinceras III. El entierro de Iliucha. Alocución junto a la peña PREFACIO Al abordar la biografía de mi héroe, Alexei Fiodorovitch, experimento cierta perplejidad: aunque le llamo «mi héroe», sé que no es un gran hombre. Por lo tanto, se me dirigirán sin duda preguntas como éstas: «¿Qué hay de notable en Alexei Fiodorovitch para que lo haya elegido usted como héroe? ¿Qué ha hecho? ¿Quién lo conoce y por qué? ¿Hay alguna razón para que yo, lector, emplee mi tiempo en estudiar su vida?»
El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin e... more El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin embargo, si consideramos las circunstancias que han determinado la formación de nuestra sociedad, nos parece posible que existan entre nosotros seres semejantes al autor de este diario. Mi propósito es presentar al público, subrayando un poco los rasgos, uno de los personajes de la época que acaba de trans currir, uno de los representantes de la generación que hoy se está extinguiendo. En esta primera parte, titulada Memorias del subsuelo, el personaje se presenta al lector, expone sus ideas y trata de explicar las causas de que haya nacido en nuestra sociedad. En la segunda parte relata ciertos sucesos de su vida. FEDOR DOSTOYEVSKI MEMORIAS DEL SUBSUELO I Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele. Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré má s todavía. Hace ya mucho tiempo que vivo así; veinte años poco más o menos. Ahora tengo cuarenta. He sido funcionario, pero dimití. Fui funcionario odioso. Era grosero y me complacía serlo. Ésta era mi compensación, ya que no tomaba propinas. (Esta broma no tiene ninguna gracia pero no la suprimiré. La he escrito creyendo que resultaría ingeniosa, y no la quiero tachar, porque evidencia mi deseo de zaherir.) Cuando alguien se acercaba a mi mesa en demanda de alguna información, yo rechinaba los dientes y sentía una voluptuosidad indecible si conseguía mortificarlo. Lo lograba casi siempre. Eran, por regla general, personas tímidas, timoratas. ¡Pedigüeños al fin y al cabo! Pero también había a veces entre ellos hombres presuntuosos, fanfarrones. Yo detestaba especialmente a cierto oficial. Él no quería someterse, e iba arrastrando su gran sable de una manera odiosa. Durante un año y medio luché contra él y su sable, y finalmente salí victorioso; dejó de fanfarronear. Esto ocurría en la época de mi juventud. Pero ¿saben ustedes, caballeros, lo que excitaba sobre todo mi cólera, lo que la hacía particularmente vil y estúpida? Pues era que advertía, avergonzado, en el momento mismo en que mi bilis se derramaba con más violencia, que yo no era un hombre malo en el fondo, que no era ni siquiera un hombre amargado, sino que simplemente me gustaba asustar a los gorriones. Tengo espuma en la boca; pero tráiganme ustedes una muñeca, ofrézcanme una taza de té bien azucarado, y verán cómo me calmo; incluso tal vez me ent ernezca. Verdad es que después me morderé los puños de rabia y que durante algunos meses la vergüenza me quitará el sueño. Sí, así soy yo.
I Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe l... more I Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe la menor duda. Se comporta como si no necesitara de na die y, por el contrario, como si todos necesitaran de ella. Verdad es que nadie le tiene afecto, mejor aún, que muchos la detestan cordialmente; ello no quita que todos la teman, que es lo que ella quiere. Esto es ya señal de alta política. ¿Por qué, por ejemplo, Marya Aleksandrovna, que es aficionadísima a las habladurías y no pega ojo en toda la noche si la víspera no se ha enterado de algún chisme, por qué sabe conducirse, no obstante, de modo que quien la mire no sospechará que esta grave señora es la chismosa más grande del mundo o por lo menos de Mordasov? Se pensaría más bien que el chismorreo debiera desaparecer en su presencia, que los murmuradores debieran ruborizarse y temblar como escolares ante el señor maestro, y que la conversación debiera versar sólo sobre los temas más elevados. Por ejemplo, ella sabe de algunos vecinos de Mordasov cosas tan sorprendentes y escandalo sas que si las contara en ocasión oportuna y las demostrara como ella sabe demostrarlas provocaría en Mor dasov un terremoto como el de Lisboa. Sin embargo, es muy discreta en cuanto a esos secretos y los revela sólo en situaciones extremas y sólo a sus amigos mas íntimos. Ella se limita a dar sustos, insinúa que sabe algo y prefiere mantener a ese caballero o aquella dama en estado de terror constante a darles el golpe de gracia. ¡Esto es talento, esto es táctica! Marya Aleksandrovna siempre se ha destacado entre nosotros por su irreprochable comme il faut que todos toman por modelo. En lo tocante a comme il faut no tiene rival en Mordasov. Sabe , por ejemplo, destruir, despedazar, aniquilar a un rival con una sola palabra, de lo cual somos nosotros testigos, a la vez que finge no darse cuenta de lo que ha dicho. Sabido es que tal modo de obrar es propio de la más alta sociedad. Puede decirse que en tales ardides le lleva ventaja hasta al famoso nigromante Pinetti. Sus relaciones son incontables. Muchas de las personas que visitan Mordasov se marchan entúsiasmadas de la recepción que les hace y más tarde se cartean con ella. Hasta se ha dado el caso de que le escriban versos, y Marya Aleksandrovna los enseña con orgullo a todo el mundo. Un literato itinerante le dedicó una composición que yo leí en casa de ella durante una velada y que produjo una impresión suma mente agradable. Un científico alemán que vino de Karlsruhe con el propósito específico de estudiar una rara especie de gusano con antenas que se cría en nuestra provincia, y que había escrito cuatro tomos en cuarto sobre tal gusano, quedó tan encantado de la cordial acogida que le dispensó Marya Aleksandrovna que desde entonces mantiene con ella, desde Karlsruhe, una correspondencia respetuosa y edificante, Marya Aleksandrovna ha sido comparada en algún particular hasta con Napoleón. Esto, por supuesto, lo hacían en broma sus enemigos, má s con afán de caricatura que en aras de la verdad. Pero aun aceptando sin reservas lo desaforado de la
El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin e... more El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin embargo, si consideramos las circunstancias que han determinado la formación de nuestra sociedad, nos parece posible que existan entre nosotros seres semejantes al autor de este diario. Mi propósito es presentar al público, subrayando un poco los rasgos, uno de los personajes de la época que acaba de trans currir, uno de los representantes de la generación que hoy se está extinguiendo. En esta primera parte, titulada Memorias del subsuelo, el personaje se presenta al lector, expone sus ideas y trata de explicar las causas de que haya nacido en nuestra sociedad. En la segunda parte relata ciertos sucesos de su vida.
Señores: La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante, comedia rota del que quiere ara... more Señores: La comedia que vais a escuchar es humilde e inquietante, comedia rota del que quiere arañar a la luna y se araña su corazón, El amor, lo mismo que pasa con sus burlas y sus fracasos por la vida del hombre, pasa en esta ocasión por una escondida pradera poblada de insectos donde hacía mucho tiempo era la vida apacible y serena. Los insectos estaban contentos, sólo se preocupaban de beber tranquilos las gotas de rocío y de educar a sus hijuelos en el santo temor de sus dioses. Se amaban por costumbre y sin preocupaciones. El amor pasaba de padres a hijos como una joya vieja y exquisita que recibiera el primer insecto de las manos de Dios. Con la misma tranquilidad y la certeza que el polen de las flores se entrega al viento, ellos se gozaban del amor bajo la hierba húmeda. Pero un día... hubo un insecto que quiso ir más allá del amor. Se prendó de una visión de algo que estaba muy lejos de su vida... Quizá leyó con mucha dificultad algún libro de versos que dejó abandonado sobre el musgo un poeta de los pocos que van al campo, y se envenenó con aquello de «yo te amo, mujer imposible». Por eso, yo os suplico a todos
LA MUERTE (como mendigo). LEÑADORES. MOZOS. ACTO PRIMERO CUADRO PRIMERO Habitación pintada de ama... more LA MUERTE (como mendigo). LEÑADORES. MOZOS. ACTO PRIMERO CUADRO PRIMERO Habitación pintada de amarillo. NOVIO.-(Entrando.) Madre. MADRE.-¿Qué? NOVIO.-Me voy. MADRE.-¿Adónde? NOVIO.-A la viña. (Va a salir.) MADRE.-Espera. NOVIO.-¿Quiere algo? MADRE.-Hijo, el almuerzo. NOVIO.-Déjelo. Comeré uvas. Deme la navaja. MADRE.-¿Para qué? NOVIO.-(Riendo.) Para cortarlas. MADRE.-(Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja. .. Malditas sean todas y el bribón que las inventó. MADRE.-Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo. NOVIO.-¿ Y yo, madre? MADRE.-¿ Tú, qué? NOVIO. -¿Necesito decírselo otra vez? MADRE.-(Seria.) ¡Ah! NOVIO.-¿Es que le hace mal? MADRE.-No. NOVIO.-¿Entonces? MADRE.-No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente. NOVIO.-Tonterías. MADRE.-Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas. NOVIO.-Pero usted vendrá con nosotros. MADRE.-No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia. NOVIO.-(Fuerte.) Vuelta otra vez. MADRE. -Perdoname. (Pausa.)¿Cuánto tiempo llevas en relaciones? NOVIO.-Tres años. Ya pude comprar la viña. MADRE.-Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no? NOVIO.-No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan. MADRE.-Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está. NOVIO.-Usted sabe que mi novia es buena. MADRE.-No lo dudo. De todos modos siento no saber cómo fue su madre. NOVIO.-¿Qué mas da? MADRE.-(Mirándolo.) Hijo. NOVIO.-¿Qué quiere usted? MADRE.-¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida? NOVIO.-(Alegre) ¿Le parece bien el domingo? MADRE.-(Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son anti.guos, y tú le compras. .. NOVIo.-Usted entiende más. .. MADRE.-Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes. .. ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti! NOVIO.-Me voy. Mañana iré a verla. MADRE.-Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí. NOVIO.-El primero para usted. MADRE.-Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila. NOVIO.-Estoy seguro de que usted querrá a mi novia. MADRE.-La querré. (Se dirije a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea. NOVIO.-Me voy. MADRE.-Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada. NOVIO.-¡Lo dicho! MADRE.-Anda con Dios. (Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.) Pasa. VECINA.-¿Cómo estás? MADRE.-Ya ves. VECINA.-Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!. .. MADRE.-Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle. VECINA.-Tú estás bien. MADRE.-¿Lo crees? VECINA.-Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos cortados por la máquina. (Se sienta.) MADRE.-¿A Rafael? VECINA.-Sí. y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles. MADRE.-Calla. Todo eso son invensiones, pero no consuelo. VECINA.-jAy! MADRE.-¡Ay! (Pausa.) VECINA.-(Triste.) ¿ y tu hijo? MADRE.-Salió. de los laureles! (Se oyen unos aldabonazos.) NOVIA.-¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra. La CRIADA abre sorprendida.) CRIADA.-¿ Tú? LEONARDO.-Yo. Buenos días. CRIADA.-¡El primero! LEONARDO.-¿No me han convidado? CRIADA.-Sí. LEONARDO.-Por eso vengo. CRIADA.-¿Y tu mujer? LEONARDO.-Yo vine a caballo. Ella se acerca por el camino. CRIADA.-¿No te has encontrado a nadie? LEONARDO.-Los pasé con el caballo. CRIADA.-Vas a matar al animal con tanta carrera. LEONARDO. -iCuando se muera muerto está! ( Pausa.) CRIADA.-Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie. LEONARDO.-¿Y la novia? CRIADA.-Ahora mismo la voy a vestir. LEONARDO.-¡La novia! ¡Estará contenta! CRIADA. -(Variando de conversación.) ¿ Y el riiño? LEONARDO.-¿Cuál? CRIADA.-Tu hijo. LEONARDO.-(Recordando como soñoliento.) ¡Ah! CRIADA.-¿Lo traen? LEONARDO.-No. (Pausa. Voces cantando muy lejos.)
Cortina gris. Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano. EL AUTOR. Respetabl... more Cortina gris. Aparece el Autor. Sale rápidamente. Lleva una carta en la mano. EL AUTOR. Respetable público... (Pausa.) No, respetable público no, público solamente, y no es que el autor no considere al público respetable, todo lo contrario, sino que detrás de esta palabra hay como un delicado temblor de miedo y una especie de súplica para que el auditorio sea generoso con la mímica de los actores y el artificio del ingenio. El poeta no pide benevolencia, sino atención, una vez que ha saltado hace mucho tiempo la barra espinosa de miedo que los autores tienen a la sala. Por este miedo absurdo y por ser el teatro en muchas ocasiones una finanza, la poesía se retira de la escena en busca de otros ambientes donde la gente no se asuste de que un árbol, por ejemplo, se convierta en una bola de humo o de que tres peces, por amor de una mano y una palabra, se conviertan en tres millones de peces para calmar el hambre de una multitud. El autor ha preferido poner el ejemplo dramático en el vivo ritmo de una www.infotematica.com.ar Llaman a la puerta.) ¿Quién es? (No responden y llaman otra vez.) ¿Quién es? (Enfurecida.) ESCENA II La Zapatera y el Niño. NIÑO. (Temerosamente.) Gente de paz. ZAPATERA. (Abriendo.) ¿Eres tú? (Melosa y conmovida.) NIÑO. Sí, señora Zapaterita. ¿Estaba usted llorando? ZAPATERA. No, es que un mosco de esos que hacen piiiiii, me ha picado en este ojo. NIÑO. ¿Quiere usted que le sople? ZAPATERA. No, hijo mío, ya se me ha pasado... (Le acaricia.) ¿Y qué es lo que quieres?
años.Mujeres de luto.Mujer 4 Adela, (hija), 20 años.Muchacha
Por fin estaba de regreso, después de dos semanas de ausencia.
PRIMERA PARTE CAPITULO PRIMERO Sin resistir más, empiezo (1) a escribir esta historia de mis prim... more PRIMERA PARTE CAPITULO PRIMERO Sin resistir más, empiezo (1) a escribir esta historia de mis primeros pasos en la carrera de la vida. Y sin embargo, muy bien podría pasarme sin esto. Una cosa es segura: que ya nunca más escribiré mi autobiografía, aunque tenga que vivir cien años. Hay que estar prendado muy bajamente de uno mismo para hablar así sin avergonzarse. La sola excusa que me doy, es que no escribo por el mismo motivo que todo el mundo, es decir, para obtener las alabanzas del lector. Si de repente se me ha ocurrido anotar palabra por palabra todo to que me ha pasado desde ei año anterior, es por una necesidad íntima: ¡tan impresionado me he quedado por los hechos acaecídos! Me limito a registrar los acontecimientos, evitando con todas mis fuerzas lo que les es ajeno, y sobre todo los artificios literarios; un literato se lleva escribiendo treinta años, y al final ignora por qué ha escrito tanto tiempo. No soy literato ni quiero serlo. Arrastrar la int imidad de mi alma y una bonita descripción de mis sentimientos por el mercado literario sería a mis ojos una inconveniencia y una bajeza. Preveo no obs tante, no sin disgusto, que será probablemente imposible evitar del todo las descripciones de sentimientos y las reflexio nes (quizás incluso vulgares): ¡tanto desmoraliza al hombre todo trabajo literario, hasta el emprendido únicamente para sí! Y estas reflexiones pueden aún ser muy vulgares, porque to que uno estima puede muy bien no tener valor alguno para un extraño. Pero quede diçho todo esto entre paréntesis. He aquí hecho mi prefacio: no habrá nada más por el estilo. ¡Manos a la obra! Aunque no haya nada más embarazoso que emprender una obra, y quizás el poner manos a la obra en general. II Comienzo; es decir, querría comenzar mis memorias en la fecha del 19 de septiembre del año pasado (2), o sea precisamente el día en que por primera vez me encontré con... Pero explicar con quién me encontré, así como así, de bue nas a primeras, cuando nadie sabe nada, será una vulgaridad; este tono mismo, a mi parecer, es ya vulgar: después de ha berme jurado evitar los adornos literarios, he aquí que caigo en ellos desde la primera línea. Además, para escribir de ma nera sensata, no basta con quererlo. Haré notar también que no hay, estoy convencido, una sola lengua europea que sea tan difícil para escribir como el ruso. Acabo de releer lo que he escrito hace un instante, y veo que soy mucho más inteligente que lo que ha quedado escrito. ¿Cómo puede suceder esto de que las cosas enunciadas por un hombre inteligente sean infínitamente más estúpidas que lo que se queda en su cerebro? Lo he notado más de una vez en mí y en mis relaciones orales con los demás hombres durante todo este último año fatal, y me he sentido bien atormentado por eso. Aunque comience en la fecha del 19 de septiembre, diré sin embargo en dos palabras quién soy, dónde he estado antes de esa fecha y por añadidura lo que yo podía tener en la cabeza, a lo menos parcialmente, en aquella mañana del 19 de septiembre, para que todo sea más inteligible al lector, y quizás a mí mismo también.
A Ana Grigorievna Dostoiewski «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo caído en la ... more A Ana Grigorievna Dostoiewski «En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo caído en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce fruto.» San Juan 12, 24-25 INDICE Prefacio. PRIMERA PARTE LIBRO PRIMERO HISTORIA DE UNA FAMILIA I. Fiodor Pavlovitch Karamazov II. Karamazov se desembaraza de su primer hijo III. Nuevo matrimonio y nuevos hijos LIBRO II UNA REUNIÓN FUERA DE LUGAR I. La llegada al monasterio II. Un viejo payaso III. Las mujeres creyentes IV. Una dama de poca fe V. ¡Así sea! VI. ¿Por qué existirá semejante hombre? VII. Un seminarista ambicioso VIII. Un escándalo LIBRO III LOS SENSUALES I. En la antecámara II. Isabel Smerdiachtchaia XIII. Un sofísta XIV. El jurado se mantiene firme EPÍLOGO I. Planes de evasión II. Mentiras sinceras III. El entierro de Iliucha. Alocución junto a la peña PREFACIO Al abordar la biografía de mi héroe, Alexei Fiodorovitch, experimento cierta perplejidad: aunque le llamo «mi héroe», sé que no es un gran hombre. Por lo tanto, se me dirigirán sin duda preguntas como éstas: «¿Qué hay de notable en Alexei Fiodorovitch para que lo haya elegido usted como héroe? ¿Qué ha hecho? ¿Quién lo conoce y por qué? ¿Hay alguna razón para que yo, lector, emplee mi tiempo en estudiar su vida?»
El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin e... more El autor de este diario, y el diario mismo, pertenece evidentemente al campo de la ficción. Sin embargo, si consideramos las circunstancias que han determinado la formación de nuestra sociedad, nos parece posible que existan entre nosotros seres semejantes al autor de este diario. Mi propósito es presentar al público, subrayando un poco los rasgos, uno de los personajes de la época que acaba de trans currir, uno de los representantes de la generación que hoy se está extinguiendo. En esta primera parte, titulada Memorias del subsuelo, el personaje se presenta al lector, expone sus ideas y trata de explicar las causas de que haya nacido en nuestra sociedad. En la segunda parte relata ciertos sucesos de su vida. FEDOR DOSTOYEVSKI MEMORIAS DEL SUBSUELO I Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele. Ni me cuido ni me he cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad. Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si me pongo peor, me alegraré má s todavía. Hace ya mucho tiempo que vivo así; veinte años poco más o menos. Ahora tengo cuarenta. He sido funcionario, pero dimití. Fui funcionario odioso. Era grosero y me complacía serlo. Ésta era mi compensación, ya que no tomaba propinas. (Esta broma no tiene ninguna gracia pero no la suprimiré. La he escrito creyendo que resultaría ingeniosa, y no la quiero tachar, porque evidencia mi deseo de zaherir.) Cuando alguien se acercaba a mi mesa en demanda de alguna información, yo rechinaba los dientes y sentía una voluptuosidad indecible si conseguía mortificarlo. Lo lograba casi siempre. Eran, por regla general, personas tímidas, timoratas. ¡Pedigüeños al fin y al cabo! Pero también había a veces entre ellos hombres presuntuosos, fanfarrones. Yo detestaba especialmente a cierto oficial. Él no quería someterse, e iba arrastrando su gran sable de una manera odiosa. Durante un año y medio luché contra él y su sable, y finalmente salí victorioso; dejó de fanfarronear. Esto ocurría en la época de mi juventud. Pero ¿saben ustedes, caballeros, lo que excitaba sobre todo mi cólera, lo que la hacía particularmente vil y estúpida? Pues era que advertía, avergonzado, en el momento mismo en que mi bilis se derramaba con más violencia, que yo no era un hombre malo en el fondo, que no era ni siquiera un hombre amargado, sino que simplemente me gustaba asustar a los gorriones. Tengo espuma en la boca; pero tráiganme ustedes una muñeca, ofrézcanme una taza de té bien azucarado, y verán cómo me calmo; incluso tal vez me ent ernezca. Verdad es que después me morderé los puños de rabia y que durante algunos meses la vergüenza me quitará el sueño. Sí, así soy yo.
I Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe l... more I Marya Aleksandrovna Moskalyova es, por supuesto, la primera dama de Mordasov. De esto no cabe la menor duda. Se comporta como si no necesitara de na die y, por el contrario, como si todos necesitaran de ella. Verdad es que nadie le tiene afecto, mejor aún, que muchos la detestan cordialmente; ello no quita que todos la teman, que es lo que ella quiere. Esto es ya señal de alta política. ¿Por qué, por ejemplo, Marya Aleksandrovna, que es aficionadísima a las habladurías y no pega ojo en toda la noche si la víspera no se ha enterado de algún chisme, por qué sabe conducirse, no obstante, de modo que quien la mire no sospechará que esta grave señora es la chismosa más grande del mundo o por lo menos de Mordasov? Se pensaría más bien que el chismorreo debiera desaparecer en su presencia, que los murmuradores debieran ruborizarse y temblar como escolares ante el señor maestro, y que la conversación debiera versar sólo sobre los temas más elevados. Por ejemplo, ella sabe de algunos vecinos de Mordasov cosas tan sorprendentes y escandalo sas que si las contara en ocasión oportuna y las demostrara como ella sabe demostrarlas provocaría en Mor dasov un terremoto como el de Lisboa. Sin embargo, es muy discreta en cuanto a esos secretos y los revela sólo en situaciones extremas y sólo a sus amigos mas íntimos. Ella se limita a dar sustos, insinúa que sabe algo y prefiere mantener a ese caballero o aquella dama en estado de terror constante a darles el golpe de gracia. ¡Esto es talento, esto es táctica! Marya Aleksandrovna siempre se ha destacado entre nosotros por su irreprochable comme il faut que todos toman por modelo. En lo tocante a comme il faut no tiene rival en Mordasov. Sabe , por ejemplo, destruir, despedazar, aniquilar a un rival con una sola palabra, de lo cual somos nosotros testigos, a la vez que finge no darse cuenta de lo que ha dicho. Sabido es que tal modo de obrar es propio de la más alta sociedad. Puede decirse que en tales ardides le lleva ventaja hasta al famoso nigromante Pinetti. Sus relaciones son incontables. Muchas de las personas que visitan Mordasov se marchan entúsiasmadas de la recepción que les hace y más tarde se cartean con ella. Hasta se ha dado el caso de que le escriban versos, y Marya Aleksandrovna los enseña con orgullo a todo el mundo. Un literato itinerante le dedicó una composición que yo leí en casa de ella durante una velada y que produjo una impresión suma mente agradable. Un científico alemán que vino de Karlsruhe con el propósito específico de estudiar una rara especie de gusano con antenas que se cría en nuestra provincia, y que había escrito cuatro tomos en cuarto sobre tal gusano, quedó tan encantado de la cordial acogida que le dispensó Marya Aleksandrovna que desde entonces mantiene con ella, desde Karlsruhe, una correspondencia respetuosa y edificante, Marya Aleksandrovna ha sido comparada en algún particular hasta con Napoleón. Esto, por supuesto, lo hacían en broma sus enemigos, má s con afán de caricatura que en aras de la verdad. Pero aun aceptando sin reservas lo desaforado de la
I El Gun-Club Durante la guerra de Secesión de los Estados Unidos, se estableció en Baltimore, ci... more I El Gun-Club Durante la guerra de Secesión de los Estados Unidos, se estableció en Baltimore, ciudad del Estado de Maryland, una nueva sociedad de mucha influencia. Conocida es la energía con que el instinto militar se desenvolvió en aquel pueblo de armadores, mercaderes y fabricantes Simples comerciantes y tenderos abandonaron su despacho y su mostrador para improvisarse capitanes, coroneles y hasta generales sin haber visto las aulas de West Point,(1) y no tardaron en rivalizar dignamente en el arte de la guerra con sus colegas del antiguo continente, alcanzando victorias, lo mismo que éstos, a fuerza de prodigar balas, millones y hombres.
Cinco semanas en globo I El final de un discurso muy aplaudido. -Presentación del doctor Samuel F... more Cinco semanas en globo I El final de un discurso muy aplaudido. -Presentación del doctor Samuel Fergusson. -« Excelsior. » -Retrato de cuerpo entero del doctor. -Un fatalista convencido. -Comida en el Traveller's Club.
Esto no es una narración fantástica; es tan sólo una narración novelesca. ¿Es preciso deducir que... more Esto no es una narración fantástica; es tan sólo una narración novelesca. ¿Es preciso deducir que, dada su inverosimilitud, no sea verdadera? Suponer esto sería un error. Pertenecemos a una época donde todo puede suceder. Casi tenemos el derecho de decir que todo acontece. Si nuestra narración no es verosímil hoy, puede serio mañana, gracias a los elementos científicos, lote del porvenir, y nadie opinará que sea considerada como leyenda. Por otra parte, no se inventan leyendas a la terminación de este práctico y positivo siglo XIX; ni en Bretaña, la comarca de los montaraces korrigans. ni en Escocia, la tierra de los browNics y de los gnomos, ni en Noruega, la patria de los ases, de los elfos, de los silfos y de lis valquirias, ni aun en Transilvania, donde el aspecto de los Cárpatos se presta por sí a todas las evocaciones fantásticas. No obstante, conviene hacer notar que el país transilvano está todavia muy apegado a las supersticiones de los antiguos tiempos.
Creemos que es necesario advertir a nuestros lectores que esta narración no es una ficción. Todo ... more Creemos que es necesario advertir a nuestros lectores que esta narración no es una ficción. Todo los detalles han sido tomados de los anales marítimos de la Gran Bretaña. En algunas ocasiones, la realidad nos proporciona hechos tan maravillosos que ni la propia imaginación podría adicionarle más elementos a la historia.
En el año 1872, la casa número 7 de Saville-Row, Burlington Gardens --donde murió Sheridan en 181... more En el año 1872, la casa número 7 de Saville-Row, Burlington Gardens --donde murió Sheridan en 1814-estaba habitada por Phileas Fogg, quien a pesar de que parecía haber tomado el partido de no hacer nada que pudiese llamar la atención, era uno de los miembros más notables y singulares del ReformClub de Londres.
La Pilgrim era una embarcación de cuatrocientas toneladas que pertenecía a James W. Weldon, armad... more La Pilgrim era una embarcación de cuatrocientas toneladas que pertenecía a James W. Weldon, armador de California, poseedor de una flotilla. La Pilgrim había sido construida en San Francisco y se la destinaba a la pesca mayor en los mares australes. Mandaba la goleta el capitán Hull quien sabía desenvolverse muy bien entre los hielos que en el verano derivaban hacia el cabo de Buena Esperanza o Nueva Zelanda. Se componía la tripulación, a las órdenes del capitán Hull, quien aparte de buen marino era uno de los más hábiles arponeros de la flotilla, de cinco marineros y un grumete, dotación harto escasa para la pesca de la ballena. No obstante, y aunque este menester precisa de bastante gente para maniobrar las embarcaciones y para el descuartizamiento de los mamíferos pescados, la falta de brazos la solucionaba el armador reclutando en el lugar de las operaciones los hombres necesarios, especialistas todos ellos, y de diversas nacionalidades, que llevaban a cabo su cometido a la perfección. Una vez terminado el trabajo, se les pagaba los salarios devengados y se les desembarcaba. Con ello el sistema resultaba más económico que embarcar en San Francisco una dotación completa. En aquella ocasión la estación no había sido muy afortunada, y el capitán de la Pilgrim, a comienzos de enero puso proa al Noroeste, en dirección a las Tierras de Nueva Zelanda, adonde llegaron el día 15 de enero. Cuando llegaron a Waitemata, puerto de Auckland, desembarcó a los pescadores contratados para la estación y que, debido a la poca pesca lograda, se habían insubordinado. El capitán trató de reunir un nuevo equipo, pero todos los marineros que habitualmente se contrataban estaban embarcados en otros balleneros, no quedándole otra solución que renunciar a completar el cargamento y abandonar definitivamente Auckland. Cuando se disponía a levar anclas recibió una petición de pasaje a la que no podía negarse. Era de la señora de Weldon, esposa del armador, su hijo Jack de cinco años, y uno de sus parientes -el primo Benedicto-que se encontraban en Auckland. Su presencia allí era debida a que Weldon se trasladaba con mucha frecuencia a Nueva Zelanda para atender operaciones de comercio, y en aquella ocasión había conducido allí a los tres para hacerles regresar a San Francisco, pero el pequeño Jack cayó enfermo, y su padre, reclamado por sus negocios, tuvo que partir de Auckland. En aquella época para volver a San Francisco era necesario ir a Australia para tomar un vapor que hacía el trayecto de Melbourne al istmo de Panamá, donde tendría que esperar la salida del steamer americano que rendía viaje a California, lo que daba lugar a retrasos y transbordos engorrosos. Por ello la señora Weldon no dudó, solicitando del capitán Hull un pasaje en la Pilgrim para ella, su hijo, el primo Benedicto y Nan, una vieja negra a su servicio. Aunque era necesario recorrer tres mil leguas marinas en un barco de vela, el capitán Hull aceptó de buen grado, ya que su barco estaba muy limpio y la estación era muy apacible. El comandante de la Pilgrim puso a disposición de la pasajera su propio La intención de los dos era arrastrarse hasta la escotilla, que aparecía abierta entre los pedazos de los dos mástiles; pero el perro, con sus ladridos, les indicaba otro camino. Le siguieron y trató de conducirles a la duneta, donde yacían cinco cuerpos. A la luz que entraba por la claraboya pudo observar el capitán que se trataba de negros. Dick Sand creyó ver que los infortunados aún vivían. El capitán Hull llamó a los dos marineros que cuidaban de la lancha, y entre todos sacaron a los náufragos. No sin trabajo y con la mayor rapidez, fueron subidos aquellos negros al puente de la Pilgrim, donde con algunas gotas de cordial y un poco de agua vieron de reanimarles. El perro les había acompañado.
El 13 de octubre de 1960, una parte de la población de París se reunía en las numerosas estacione... more El 13 de octubre de 1960, una parte de la población de París se reunía en las numerosas estaciones del ferrocarril metropolitano, y se dirigía por los distintos ramales hacia el antiguo emplazamiento del Campo de Marte.
El dorado disco del sol habíase ocultado tras los elevados picos de las cordilleras; pero a travé... more El dorado disco del sol habíase ocultado tras los elevados picos de las cordilleras; pero a través del transparente velo nocturno en que se envolvía el hermoso cielo peruano, brillaba cierta luminosidad que permitía distinguir claramente los objetos.
Era un animal grácil, de cuello largo y elegante curvatura, de grupa redonda, nerviosas y finas l... more Era un animal grácil, de cuello largo y elegante curvatura, de grupa redonda, nerviosas y finas las patas, los ijares entrados, el pelaje de color rojizo oteado de blanco, la cola corta, en penacho, muy luda. En aquellas tierras le llaman guanaco; en francés: guanaque. Vistos de lejos, estos rumiantes crean con frecuencia la ilusión de caballos montados y, más de un viajero confundido por esa apariencia, ha tomado una de sus manadas que galopan en el horizonte, por un grupo de jinetes.
La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el vo... more La línea consta de un número infinito de puntos; el plano, de un número infinito de líneas; el volumen, de un número infinito de planos; el hipervolumen, de un número infinito de volúmenes... No, decididamente no es éste, more geométrico, el mejor modo de iniciar mi relato. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.
-2-En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirn... more -2-En Londres, a principios del mes de junio de 1929, el anticuario Joseph Cartaphilus, de Esmirna, ofreció a la princesa de Lucinge los seis volúmenes en cuarto menor (1715-1720) de la Ilíada de Pope. La princesa los adquirió; al recibirlos, cambió unas palabras con él. Era, nos dice, un hombre consumido y terroso, de ojos grises y barba gris, de rasgos singularmente vagos. Se manejaba con fluidez e ignorancia en diversas lenguas; en muy pocos minutos pasó del francés al inglés y del inglés a una conjunción enigmática de español de Salónica y de portugués de Macao. En octubre, la princesa oyó por un pasajero del Zeus que Cartaphilus había muerto en el mar, al regresar a Esmirna, y que lo habían enterrado en la isla de Ios. En el Último tomo de la Ilíada halló este manuscrito.
10-Prolongan este vano mundo incierto En su vertiginosa telaraña; A veces en la tarde los empaña ... more 10-Prolongan este vano mundo incierto En su vertiginosa telaraña; A veces en la tarde los empaña El hálito de un hombre que no ha muerto.
Nadie lo vio desembarcar en la anónima noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango ... more Nadie lo vio desembarcar en la anónima noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas. El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los labradores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar. Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.