Manuel Godoy, ese gran olvidado (2001) (original) (raw)
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De memorias y olvidos: el Mendozazo (1972) y sus significados en el presente
XIV JORNADAS DE SOCIOLOGIA UBA 2021. SUR, PANDEMIA Y DESPUÉS, 2021
La movilización social de abril de 1972 ocurrida en la provincia de Mendoza, conocida como "Mendozazo", se produjo durante los últimos días del gobierno militar autodenominado "Revolución Argentina" (1966-1973) y significó el fin del gobernador conservador Francisco Gabrielli.Dentro de un marco de conflictividad social y crisis económica y política en todo el país, en la provincia de Mendoza, trabajadores de distintos sectores protagonizaron numerosos paros y multitudinarias movilizaciones que cuestionaron las políticas de la dictadura. La profundidad de estos reclamos y la enorme diversidad de los sectores que convergieron hacen de estas jornadas un hito en la historia del campo popular mendocino. El presente trabajo tiene como objetivo analizar la construcción de las memorias y los olvidos en torno al Mendozazo en la historia local reciente, a partir de identificar cuáles son las representaciones vigentes en nuestra provincia respecto a esta coyuntura y desde qué sectores se producen y se ponen en circulación las mismas. Para ello analizaremos qué se transmite del Mendozazo en los espacios académicos y en los medios de comunicación provinciales. Partimos del supuesto de que permanece vigente una política oficial que pretende imponer el olvido respecto a las luchas sociales en la provincia, dentro de la cual el Mendozazo aparece invisibilizado o tergiversado como hito histórico.
Revista de Historia Naval nº 24, 1989
El citar hoy día a Manuel Godoy como si se tratase de un desconocido, no sólo supondría un atrevimiento por nuestra parte, sino algo verdaderamente innecesario. No obstante, el recordar algunas fechas y datos biográficos nos parece de suma importancia para entender la rápida ascensión hasta el poder de este joven extremeño que, si bien recibió una formación cultural elevada gracias a los cuidados de sus padres, sumamente interesados en su educación, nunca había soñado con llegar a puestos de tanta responsabilidad. Nació nuestro protagonista en Badajoz, en mayo de 1767 y era hijo de don José Godoy y de doña María Antonia Alvarez de Faria (de origen portugués), ambos nobles aunque de fortunas modestas. Falleció en París en 1851; es decir a los 85 años. Teniendo sólo 17 años viene a Madrid e ingresa en el Real Cuerpo de Guardias de Corps (es la época de Carlos III). Como nota destacada se hace hincapié en el hecho de que en pocos años asciende y pasa sucesivamente por ser: Comendador de la Orden de Santiago, Ayudante de su Compañía, exento de guardias, Ayudante General del Cuerpo, Brigadier de los Reales Ejércitos, Mariscal de Campo, Gentilhombre de Cámara de S.M. con ejercicio, Sargento mayor de Guardias de Corps, Caballero Gran Cruz de Carlos III, Duque de Alcudia, Grande de España, Consejero de Estado, Superintendente general de correos y caminos y caballero del Toisón. En 1792, teniendo 26 años, se le nombra Ministro de Estado. España estaba en guerra con Francia; al firmarse con esta nación el conocido Tratado de Basilea se le confiere el título de Príncipe de la Paz (22 de julio de 1795).
Bojayá: Una historia de olvido
Revista Indisciplinas, 2020
El litigio estratégico, entendido como el manejo jurídico dado a un caso de alto impacto, con la finalidad de propiciar un cambio en la sociedad que vaya más allá del simple interés particular de quien ejerce la acción o hace uso de la respectiva institución jurídica, es una herramienta utilizada frecuentemente por las clínicas jurídicas con el propósito de mejorar las condiciones de un grupo poblacional que ha sido vulnerado en sus derechos. El presente artículo se propone entonces dar cuenta de la labor que está desarrollando el Grupo de Acciones Públicas (GAPI) en conjunto con el Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF), ambos de la Universidad Icesi, a partir del acercamiento de este último Centro con la población étnica afrodescendiente habitante del municipio de Bojayá y especialmente con el grupo de lideresas que habitan su cabecera municipal Bellavista, con la finalidad de otorgar voz y visibilidad a la comunidad directamente afectada por la masacre perpetrada en mayo del a...
La "Historia del cine chileno": vida y obra de Mario Godoy Quezada
Mario Godoy Quezada dedicó su vida a recopilar datos y a estudiar el cine chileno, en tiempos donde a nadie mucho le importaba recordar y valorar las viejas películas silentes, y menos a aquellos pioneros que acumulaban historias increíbles de aquellos años. Sin formación académica ni periodística, se propuso hacer el primer libro que reuniera toda la producción nacional (sobre todo la ficción) y así configurar una historia que parecía inexistente. Fue entonces en 1966 que salió publicado su "Historia del cine chileno". Una aventura que partió, curiosamente, tras ganar un concurso radial en donde demostró que era el que más sabía de cine chileno en el país, para luego publicar columnas en diarios y, sobre todo, en revista Ecran con su increíble sección "En la huella del cine chileno".
Córdoba del recuerdo [Español] (2012)
Revista proyectodiseño No. 79, 2012
Gracias al respaldo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano viajé a, y permanecí en, dicha ciudad entre el 14 y el 19 de mayo de 2012; allí departí con profesionales, profesores, investigadores, historiadores y estudiantes, ante algunos de quienes presenté mi ponencia: el diseño del progreso mediante el progreso del diseño. (https://www.academia.edu/8714106/26.\_El\_Progreso\_del\_Dise%C3%B1o\_desde\_el\_Dise%C3%B1o\_del\_Progreso\_Espa%C3%B1ol\_2012\_) Por ello, titulo esta columna del modo en que el literato cordobés Arturo Capdevila cantó a su patria chica. Recordar es retornar al corazón; muchas impresiones que me dejó el certamen
I Aquel año se organizaron numerosas partidas de caza, pero apenas si se llegó a descubrir rastro alguno; los alces parecían excepcionalmente tímidos aquella temporada y los chasqueados Nemrods regresaron al seno de sus respectivas familias formulando las mejores excusas que se les ocurrieron. El doctor Cathcart, como otros muchos, regresó sin un solo trofeo. Pero trajo, en cambio, el recuerdo de una experiencia que, según confiesa, vale por todos los alces cazados en su vida. Y es que Cathcart, de Aberdeen, aparte de los alces, estaba interesado en otras cosas; entre ellas, en las extravagancias de la mente humana. Sin embargo, esta singular historia no figura en su libro La Alucinación colectiva por la sencilla razón de que (así lo confesó una vez a un colega suyo) vivió los hechos demasiado de cerca para poder opinar con entera objetividad... Además de él y de su guía Hank Davis, iban el joven Simpson, su sobrino, que era estudiante de teología y visitaba por primera vez los apartados bosques del Canadá, y el guía de éste, Défago. Joseph Défago era un franco-canadiense que había huido de su originaria provincia de Quebec años antes, y había conseguido trabajo en Rat Portage, cuando el Canadian Pacific Railway estaba en construcción. Era un hombre que, además de sus incomparables conocimientos sobre bosques y monte bajo, sabía cantar viejas canciones de viajeros y narrar emocionantes historias de caza. Por otra parte, era profundamente sensible al encanto singular que posee la naturaleza salvaje y solitaria de ciertos parajes, y sentía por esa soledad una especie de pasión romántica que rayaba en lo obsesivo. La vida de los bosques le fascinaba. De ahí, sin duda, la certera perspicacia con que era capaz de desentrañar sus misterios. Fue Hank quien lo escogió para esta expedición. Hank lo conocía ya, y tenía plena confianza en él. Y él le correspondía del mismo modo, «como buen compadre». Tenía un vocabulario salpicado de juramentos pintorescos, aunque totalmente carentes de significado, y la conversación entre los dos fornidos cazadores a menudo subía de tono. Hank trataba de paliar esta riada de exabruptos por respeto a su viejo «patrón de caza», el doctor Cathcart-a quien llamaba «Doc», según costumbre del país-, y también porque sabía que el joven Simpson era ya « medio cura». Con todo, Défago tenía un defecto y solo uno, a juicio suyo, y era que, como franco-canadiense, daba muestras de lo que Hank definía como «un maldito carácter»; esto significaba, al parecer, que a veces se comportaba como genuino tipo latino y tenía arrebatos de sordo mal humor en los que nadie en el mundo era capaz de sacarle una palabra. Hay que decir que Défago era imaginativo y melancólico, y por lo general, las estancias demasiado largas en la «civilización» parecían originarle esos accesos, ya que le bastaban unos pocos días en despoblado para curarse por completo. Estos eran, pues, los cuatro expedicionarios que se encontraban en el campamento durante la última semana del mes de octubre de aquel «año de alces tímidos», en la región de selvática espesura que se extiende, abandonada y solitaria, al norte de Rat Portage. También estaba Punk, un cocinero indio que siempre había acompañado al doctor Cathcart y a Hank en sus cacerías de años anteriores. Su trabajo consistía únicamente en permanecer en el campamento, pescar y preparar las tajadas de carne de venado y el café. Iba vestido con las ropas usadas que le daban sus amos y, aparte su cabello negro y espeso y su tez oscura, con aquella indumentaria de ciudad se parecía tanto a un piel roja como un blanco disfrazado de negro a un africano auténtico. A pesar de eso, Punk poseía aún los instintos de su raza moribunda: su silencio reservado y su gran resistencia. Y también sus supersticiones. El grupo, sentado alrededor del fuego, se sentía desanimado aquella noche porque había pasado una semana sin descubrir un solo rastro de alce. Défago había cantado su canción y había comenzado uno de sus relatos. Pero Hank, de mal humor, le recordaba tan a menudo que «lo estás contando mal, no fue así», que el «francés» se hundió finalmente en un hosco silencio del que nada probablemente podría sacarle ya. El doctor Cathcart y su sobrino estaban cansados, después del día agotador. Punk estuvo fregando los platos y rezongando para sus adentros bajo el sombrajo de ramas, donde más tarde acabó por dormirse. Nadie se molestaba en reavivar el fuego que lentamente se consumía. Allá arriba, las estrellas brillaban en un cielo completamente invernal; y hacía tan poco viento, que comenzaban ya, solapadamente, a helarse