Pintando la picaresca: Lazarillo de Goya la (re)construcción del pícaro y el moldear de los personajes literarios (original) (raw)
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«Cuidadoso descuido»: los pícaros, la mentira y el teatro en la narrativa picaresca
Hipogrifo. Revista de literatura y cultura del Siglo de Oro, 2015
Resumen. Este trabajo explora la utilización de la frase nominal «cuidadoso descuido» en episodios de seducción de textos picarescos. El origen de la frase se encuentra, por un lado, en los tratados cortesanos, en los que «descuido» es traducción de sprezzatura, y en textos sobre preceptiva dramática, donde «cuidadoso descuido» expresa la naturalidad con la que se debe actuar. Los textos picarescos analizados subvierten aquel doble origen, tanto cortesano como teatral, y convierten «cuidadoso descuido» en un eufemismo problemático para referirse a actos delictivos que involucran mentira y disimulación. Palabras clave. Cuidadoso descuido, novela picaresca, teatro, Mateo Alemán,
Los relatos de pícara protagonista y la poética picaresca
e-Humanista: Journal of Iberian Studies, 43 , 2019
Introducción La novela picaresca dejó de ser potestad exclusiva de protagonistas varones cuando, en 1605, se publica el Libro de entretenimiento de la pícara Justina. Con él, comenta J.L Alborg, "se llega a la plena aceptación de la mujer en el mundo de la picaresca" (Alborg, 475). Por primera vez en la novela picaresca, una mujer de baja extracción social asume el papel protagonista y narra su vida en primera persona. En oposición a la heroína idealizada de la narrativa caballeresca, bizantina y pastoril, Justina solo puede compararse con sus precursoras, Celestina o Lozana, por sus manchas, vida amoral y protagonismo. Las tres (alcahueta, ramera y mesonera) se mueven en el mismo submundo, pero el formato y estructura narrativa del Guzmán de Alfarache concibe que Justina cuente su vida. La novela de López de Úbeda, a quien se ha atribuido su autoría, 1 actúa como desencadenante del ciclo denominado picaresca femenina, 2 en cuya categoría, tratadistas del Siglo de Oro incluyen tres relatos más: La hija de Celestina (1612) de Salas Barbadillo, La niña de los embustes, Teresa de Manzanares (1632) y *Desarrollo en este artículo una temática tratada en un trabajo anterior (2016). 1 Aunque en la portada de la edición príncipe se lee que el libro fue compuesto por el licenciado Francisco López de Úbeda, la autoría de la obra empezó a ponerse en cuestión cuando Cervantes, en un pasaje no parco de ambigüedades del Viaje del Parnaso (1614), alude al autor de La pícara Justina como eclesiástico. Varios han sido los candidatos propuestos por la crítica a lo largo de la historia como autores de La pícara Justina: La figura del religioso Andrés Pérez se consideró la más plausible hasta que, en 1895, Pérez Pastor documentó la existencia del licenciado Francisco López de Úbeda, médico, natural de Toledo. Sin embargo, la exhumación de unos documentos del Archivo Histórico Provincial de Valladolid, en 2004 por Anastasio Rojo Vega, ha cambiado el rumbo de la autoría del libro. El legajo recoge un acta notarial fechada el 18 de abril de 1605, en el que se transcribe la cesión de la compra y venta del libro titulado La pícara e incluye la compra realizada anteriormente por Diego Pérez a Fray Baltasar Navarrete, antiguo propietario del libro, ante Cristóbal de Santiago. La relación existente entre el libro de La pícara y Baltasar Navarrete ha llevado a investigadores como Rojo Vega, 2004 y Navarro Durán, 2007 a apostar por la figura del dominico como la opción más plausible. Mañero Lozano vincula a "Úbeda" con el "grupo de escritores toledanos que gravitó en torno a la figura de Lope" (Lozano, 52) y anota algunos puntos en común con el autor de la Elocuencia española en arte, Jiménez Patón. 2 No consideramos bajo este marbete los personajes de una acción dramática, o que se integran en novelitas cortesanas que forman parte de una colección. A esta sazón, Pablo J. Ronquillo 1980 ha contabilizado hasta doce pícaras entre las que se encuentran las cuatro objeto de este estudio, y las protagonistas de las novelitas: El escarmiento del viejo verde (1615), La niña de los embustes (1615), La dama del perro muerto (1615), El coche mendigón (1620), La sabia Flora Malsabidilla (1621), todas de Salas Barbadillo, y Las harpías en Madrid (1631) de Castillo Solórzano. También Van Pragg, 1936, incluye en la nómina a Cristina (El coche mendigón), Teodora (La dama del perro muerto) y a Flora (La sabia Flora malsabidilla). Por el contrario, Rey Hazas, 1986, y siguiendo su criterio, incluye en la lista solo a las cuatro féminas objeto de este estudio porque: "se integran en formas novelescas muy diferentes a las picarescas, aunque sus rasgos, a veces, sean coincidentes. Porque la descripción de una verdadera pícara necesita obligadamente el desarrollo de una vida según los cánones constructivos del género picaresco" (Hazas, 92). son de la misma opinión: Justina, Elena, Teresa y Rufina son las máximas exponentes de la modalidad femenina, solo son estas cuatro pícaras las que se pueden encuadrar en esta tradición. No se puede incluir a La Lozana andaluza o La Gitanilla por utilizar un esquema narrativo muy diferente. Otra cuestión es si estas narraciones son auténticas novelas picarescas, controversia muy debatida, que también puede extenderse no únicamente a los relatos de pícara protagonista, sino también a los de protagonista masculino.
El Quijote y un género velado: el Lazarillo y el
Criticón, 2007
El Quijote y un género velado: el Lazarillo y el Guzmán frente a frente J u an Diego V ila Universidad de Buenos Aires-I-¿Cuál es el lugar de la picaresca en la génesis del Quijote? ¿Qué indicios existen, en el texto cervantino, de una tal interacción? ¿Es lícito plantear este vínculo y, de ahí en más, postular las marcas de una lectura y una intervención cervantina en la materia? Estas preguntas y tantas otras podrían oficiar de perfecto pórtico a la hipótesis de lectura que pretendo ofrecer a este número monográfico centrado en la interacción Cervantes-Alemán en los albores de la novela moderna española. Hipótesis que parte, voluntariamente, de un punto problemático cual sería, a todas luces, el de la copresencia de sendas escrituras en el territorio harto difuso, en tiempo de los autores, del género que hoy día denominamos, críticamente, picaresca 1. Un género cuyas variables regulatorias y leyes internas de la gramática de ese imaginario se han cimentado, tal como habitualmente sucede, por medio del prolijo hilván de semejanzas temáticas, identidades estructurales y presupuestos ideológicos entre el anónimo Lazarillo de Tormes y el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán 2. Un género para el cual el caso cervantino del Quijote 3 no cuenta puesto que, sin mayores suspicacias o cuestionamientos, se adhiere a las palabras del anónimo y despreocupado amigo del prólogo-quizás porque el mismo autor las hace parcialmente 1 Un estudio, que desde este ángulo, podría reconocerse como pionero es el de Francisco Márquez Villanueva, 1995. 2 Una puesta al día de la problemática del género en el territorio de la picaresca puede consultarse en Cabo Aseguinolaza, 1992. 3 El Quijote se cita siempre por la edición de 1983, indicando en todos los casos la parte en números romanos, el capítulo en arábigos y, a continuación, la indicación de la página.
Subjetividad, mujer y novela picaresca: el caso de las pícaras
1994
Journal af InLeTdisdplinary Literary Studies publishes studies examining Hispanic literary texts as part ,of the broader sphere of 'Ecfi toria[13oan{ Jour naIof Inte r-aisc iyfinary Literary Stuaies communications and cultural studies, exploring the economic, political, psychological, philosophical, linguistic, social, aesthetic trends or other factors that impact upon this literature.
Este trabajo se propone analizar la representación heterogénea y novedosa que plantea Fernández de Lizardi sobre la figura del pícaro como víctima amoral de la crisis político-social en las postrimerías del régimen colonial. Este personaje literario le permite a nuestro escritor plantear reformas y avizorar cambios en una sociedad en decadencia. Para llevar a cabo el análisis de esta hipótesis, se considerarán las distintas aproximaciones que Lizardi entabla con la figura del pícaro (“lépero”, “catrín” y “letrado colonial”) en sus novelas El Periquillo Sarniento, Don Catrín de la Fachenda y ciertos artículos de su periódico Alacena de frioleras.
El pícaro en la pintura barroca española
Anales De Historia Del Arte, 1989
Jesús CANTERA MONTENEGRO Es un hecho particularmente curioso el que un personaje tan característico de la sociedad española de los siglos XVI a XVIII, como es el pícaro, tenga una presencia sumamente limitada en la pintura de aquellos días.
De los usos del canon : el canon por venir y el Lazarillo desfigurado
Signa: Revista de la Asociación Española de Semiótica, 2009
Este ensayo propone una concepción «plástica» de canon en la que éste adopte la forma de una constante «por venir», un canon abierto por sus bordes en cuya confección participe un conjunto colectivo y democrático de agentes sociales en representación de las diferentes razas, géneros y clases que componen una comunidad determinada. Para ello es necesario ejercer una crítica tanto correctiva como radical. Sin embargo, igual de necesario es usar e interpretar las obras canónicas de acuerdo con los intereses de esas comunidad heterogénea. Ello supone emplear una forma de lectura como sabotaje que ponga de relieve las modelizaciones que lleva a cabo un texto. Con ese fin, este ensayo pone un ejemplo de ese tipo de lectura tomando como hilo conductor el Lazarillo de Tormes. La tesis que se defiende a este respecto es que el Lazarillo aporta un modelo de análisis político que contribuye al debate contemporáneo sobre la subalternidad.