2023. "El reclutamiento de marineros en la Armada durante el siglo XVIII", La Armada Española (VI). El renacimiento de la Marina 1700-1754, Desperta Ferro, número especial XXXIV, pp. 24-28. (original) (raw)
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Para paliar la carencia de marinos profesionales competentes en la guerra naval después de la Guerra de Sucesión española (1700-1715), Felipe V permitió que muchos caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén pasaran a integrar el Cuerpo General de oficiales de guerra de su nueva Real Armada. Muchos de estos sanjuanistas pudieron incorporarse a la Armada sin pasar previamente por la Academia de Guardias Marinas, creada para formar oficiales, gracias a su formación militar, náutica y marinera recibida en Malta, primero en la Escuela de Náutica y luego "corriendo carabanas" en las escuadras de galeras y navíos de línea de la Orden. Estos hombres traspasaron a la Armada española sus conocimientos de navegación, de construción naval, táctica y estrategia naval, y muy pronto se encontraron al mando de los buques y escuadras con los que la Monarquía ejerció su poder naval. Estos marinos competentes alcanzaron los principales mandos en las expediciones emprendidas por Felipe V y se consolidaron como grupo de poder dentro del organigrama de la Armada, tejiendo una red solidaria. Durante los ministerios del marqués de la Ensenada y de Julián de Arriaga (él mismo baylío de la Orden) muchos sanjuanistas formaron parte de las juntas consultivas convocadas por estos ministros de Marina, llegando a ostentar los principales cargos en la administración y dirección de la institución. La influencia de estos marinos llegó a su cumbre durante el ministerio de Julián de Arriaga, quien los situó al frente de la Casa de la Contratación y de los virreinatos de Nueva Granada, Perú y México.
Revista de Historia Naval nº 30, 1990
Aunque fundada en el siglo XI, la Orden de Malta no adquirió su carácter naval hasta finales del siglo XIII. Durante los siglos que siguieron a este último, las fuerzas navales Gerosolomitanas llegaron a tener cierto renombre. En 1572 Don Juan de Austria, vencedor de Lepanto, comentó, respecto a las galeras de Malta: Yo mucho me holgaría de no perder estas tres galeras, porque están muy bien armadas y con muy buena gente. No toda esta gente era natural de la isla, pero, con el paso de los años, su peso aumentaba como también la tradición de navegar. No es, por tanto de extrañar, que el Almirante de Castilla escribiera al Gran Maestre Lascaris el 10 de abril de 1642 pidiendo permiso para reclutar 150 marineros para intentar paliar la escasez de marinería que siempre padecía España. El Gran Maestre contestó que era imposible encontrar tantos marineros a tan corto plazo, pero que lo intentaría. Las dificultades que tenía el Gran Maestre para atender a este pedido se entienden porque el siglo XVII se caracterizó por una gran actividad marítima en Malta y fueron muchos los hombres que trabajaban en la mar. Bloet calcula que había nada menos que 4.000 corsarios a bordo de buques con base en Malta y, aunque no todos eran malteses, es probable que muchos si lo fueran. Además de corsarios, había marineros en la Armada de la Orden y a bordo de unas cien embarcaciones mercantes. Es posible que una proporción muy alta de los varones de las ciudades y pueblos cerca del puerto tuvieran alguna experiencia de navegar. Resumiendo, se puede decir que la guerra de corso, llevada a cabo por la propia Orden y por particulares, acaparó la atención de la gente de mar maltesa, indudablemente atraída por las promesas de riquezas. No parece que sobrara gente para servicio fuera de las islas.
Las tripulaciones de la Armada Española del siglo XVIII: matriculados y otros recursos
2020
A large sample of crew lists of the Armada is yet to be examined; however there is a suggestion that in the first third of the 18 th century a significant contribution was made by foreigners. As of 1737, with the establishment of a compulsory registry for seamen, the bulk of mariners of the Spanish war fleet, probably around 80%, came to be formed for the majority by registered mariners; these were mainly fishermen who were organised in shifts. During the military conflict at the end of the century, to overcome the shortage of registered mariners with military background, it became necessary to enrol convicts, and especially volunteers which joined in thousands attracted by the prospect of incentives. Such circumstances reflected a high tendency to desertion and poor naval training, which proved to be detrimental to the operability of the Spanish naval forces.
La deserción en la Marina española del siglo XVIII
Revista de Historia Nava nº 35, 1991
El deseo de los Barbones de devolver a España su prestigio en el concierto europeo pasaba por la reorganización y reestructuración de la Marina, indispensable, por otra parte, a una potencia que poseía todavía enormes posesiones en Ultramar. Desde 1714, en que por Real Cédula del 14 de febrero se suprimen las escuadras de los reinos y sus propias denominaciones por la Armada Real, son numerosas las disposiciones dirigidas a esta reorganización. De la época de Alberoni datan el Colegio Naval de Cádiz, los reglamentos de reclutamiento y los astilleros de Galicia y Cataluña. Patiño, desde el momento en que es nombrado intendente general de Marina en 1717 y, posteriormente, secretario de Marina, y más tarde Ensenada, continuarán esta política. Durante todo el siglo XVIII fue creciendo el número de barcos que integra ban la Armada y, como consecuencia, se incrementaron simultáneamente las necesidades, tanto financieras como humanas. La recluta forzosa de la marinería aumenta el porcentaje de deserciones, especialmente cuando son mayores las dificultades monetarias, mientras no se establece una marinería militar. Más que una acción propiamente dicha, la deserción era un delito de omisión, una oposición a prestar un servicio en teoría voluntario, generado por la aún deficiente organización naval, que aunque se siga dando posteriormente no tiene la amplitud ni el carácter de este momento.
Aunque el debate sobre la Revolución Militar, definida tiempo atrás por Geoffrey Parker, ha llenado cientos de páginas, no es el caso de las operaciones anfibias de las que, algunos autores, piensan que parecen sumidas en un verdadero “agujero negro”. Y, más concretamente, el vacío historiográfico es más que visible en la cuestión de la logística de las operaciones de desembarco. Dicho de otra forma, la importancia de los desembarcos y las operaciones combinadas reclama un papel esencial en la forma de explicar el desarrollo de la guerra a lo largo de los tiempos. Específicamente, para el caso de los siglos XVI a XVIII la acción anfibia fue el mayor descubrimiento de los imperios y las repúblicas navales de la Edad Moderna. Fueron un referente válido para conseguir el fin último del control del comercio enemigo, destacando dichas operaciones combinadas como la herramienta táctica más evidente. La oportunidad de operar sobre el territorio del rival, en determinados puntos estratégicos, permitía negar el tráfico mercante marítimo o fluvial y el tránsito de personas y mercancías por vía terrestre pero, esencialmente, destruía u obstaculizaba su acción política; lo que consolida el concepto de que la guerra anfibia se convirtió en la «quintaesencia bélica del imperialismo europeo». Hemos pretendido consolidar la idea de que la defensa del imperio se propuso desde la acción directa sobre los territorios de interés para la Monarquía. Abrimos, también, la puerta a que próximas pesquisas vayan llenando este hueco historiográfico enmarcado en el debate imperial y en el del estado fiscal-militar de España en la Edad Moderna. Ofrecemos un marco de análisis confrontando los debates abiertos respecto a las operaciones anfibias y aportando nuevas perspectivas para aclarar el papel de la guerra a partir de su relación con el estado y de la sociedad que la sostienen.
Revista de Historia Naval nº 146-Supl. 30, 2019
Ttratan las siguientes líneas de aportar algunos datos relativos a la Matrícula de Mar, inserta en la ordenanzas generales de la armada de 1748, en una comarca gallega (Ortegal-a Mariña) alejada geográfica e históricamente de todo, incluso de la historiografía. en el cabo de Ortegal se juntan las aguas del Atlántico con las del Cantábrico, en un punto donde se derrota de un mar hacia otro, encrucijada aprovechada cotidianamente por los buques corsarios para cortar el comercio español y gallego procedente del sur con el norte. La Matrícula supuso el alistamiento en los «reales bageles de su Magestad» de todas aquellas personas dedicadas al mundo del mar (marineros, pescadores, toneleros, fareros, calafateadores…) cuya edad estuviese comprendida, en principio, entre los catorce y los sesenta años. ello en un momento (siglo XVIII) en que las guerras con Inglaterra se sucedían y los fomentadores catalanes de la pesca se asentaban en las costas gallegas. Servicio en la armada, conflicto con los catalanes por el uso de la jábega, amén de los mantenidos con las autoridades gremiales y municipales y con el clero por la percepción de determinados impuestos por parte de estos últimos, llevarán a los pescadores y marineros gallegos y en particular lucenses a una situación límite, toda vez que las costas galaicas se quedan sin brazos que faenen en las lanchas en busca de la pesca necesaria para vivir. Por añadidura, la desprotección costera ante el corso o la Marina británica se manifestará en los continuos ataques a estas aguas, que apenas pueden ser repelidos por inválidos o jubilados cuyas únicas armas son cañones de pequeño calibre y fusiles en mal estado, cuando no piedras. con ello, durante el siglo XVIII, el hambre y la desgracia llegadas del mar serán la tónica en una comarca huérfana de hombres y pesca. aquí aparecen nombres de hombres reclutados para servir en la armada, y de sus parroquias de procedencia y sus familias, y también se habla de los procesos de las levas y de todos aquellos inconvenientes que suponía entrar en el cupo de la Matrícula