Eduardo Ovejero Maury 1871-1939 (original) (raw)
Profesor de filosofía de la Universidad Central de España. Impulsor y director de la Biblioteca de Filósofos Españoles que, entre 1928 y 1935, publicó en Madrid quince volúmenes con obras de Séneca, Lulio, Vives, Huarte, Quevedo, Gracián, Molinos, Jovellanos, Cabarrús y Balmes. Fecundo traductor a la lengua española de obras de filósofos (Leibniz, Kant, Fichte, Hegel, Schopenhauer, Stuart Mill, Nietzsche, Bergson…) y de autores de prosa filosófico científica (Juan Enrique Pestalozzi, Emilio Saisset, Alberto Schwegler, Alfredo Russel Wallace, Ernesto Mach, Augusto Sabatier, Rodolfo Eucken, Hugo Riemann, Teodoro Lipps, Edmundo Goblot, Enrique Lhotzky, Juan Lagorgette, Fausto Squillace…), directamente del alemán, del inglés y del francés, en versiones que siguen siendo leídas, citadas y reeditadas, y que, en bastantes casos, a pesar de ir ya siendo centenarias, no desmerecen de las nuevas que se van sucediendo en la productiva y efímera industria académico editorial. En su juventud tradujo también al español cientos de páginas de literatura jurídica, sobre todo del italiano.
No deja de sorprender que un profesor, editor y traductor de ilustres filósofos como lo fue Eduardo Ovejero Maury haya sido tan marginado por los cuentistas, historiadores y cronistas especializados. Se olvidaron de cuando nació y murió, y le condenaron al iconoclasmo. Le confunden con el catedrático de literatura Andrés Ovejero Bustamante (1871-1954), socialista, procesado y encarcelado unos días en la Modelo tras un mitin en la Casa del Pueblo en octubre de 1910 donde fomentó la indisciplina en el Ejército [en julio de 1939 «el catedrático socialista Andrés Ovejero se retracta de sus errores religiosos y políticos: el liberalismo, el socialismo y el comunismo son tres fases o ciclos de tres errores cometidos por tres generaciones… su rúbrica será en lo sucesivo una cruz…» y mantuvo su cátedra]: «habría que citar al amplio grupo de intelectuales que entonces [1914] se acercaron al Partido Socialista; ahí están nombres como los de Manuel Núñez de Arenas, Andrés Ovejero y Maury, Leopoldo E. Palacios [¿? nació en 1912]…» (Abellán, Historia crítica…, Madrid 1991, tomo 5/III, pág. 141), o simplemente le ignoran: HDFE (1998 VI: O-R). Como es natural, y era de esperar, no dedica una sola línea a Eduardo Ovejero Maury (tampoco a su padre) el rancio Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia (tomo XXXIX, Madrid 2012).
Su padre, el fecundo compositor y famoso organista Ignacio Ovejero Ramos (Madrid 1828-1889; hijo de Pedro Ovejero, notario mayor de la vicaría eclesiástica, y de Carmen Ramos Napoli; escribió a los dieciocho años la ópera italiana Hernando Cortés o La Conquista de Messico, cantada en el teatro del Circo el 18 de marzo de 1848, en presencia de Isabel II y Francisco de Asís; al fallecer era maestro compositor y profesor de la Escuela Nacional de Música y declamación, organista de la parroquia de San Ginés), tuvo cuatro hijos que no fueron mortichuelos: José María Ovejero de los Cobos, con Matilde de los Cobos (†1860), y tres con Emilia Maury de las Heras [hija de Eduardo Maury Vara, oficial del Ministerio de Hacienda], su segunda esposa: Eduardo, Encarnación y Mariano Ovejero Maury.
Alumno brillante en el colegio de los padres escolapios
Nacido en febrero de 1871, al final del curso 1885-86 es ya un joven que, premiado en la asignatura de Francés, amerita ver impreso su nombre. En efecto, alumno del Real Colegio de Escuelas Pías de San Antonio Abad, del Colegio de San Antón de los padres escolapios, hijos de San José de Calasanz, no sólo figuró entre los 121 condiscípulos que obtuvieron sobresaliente ese curso, sino que «concurriendo con los alumnos de los demás Colegios de esta corte incorporados al Instituto del Cardenal Cisneros, y con los alumnos de este centro oficial de enseñanza, han obtenido los siguientes premios»:
1886 «Latín y castellano, D. José Madariaga Arnaiz, D. Alejandro Portero y Ferrer, D. Juan Amorilla y Canaleta, D. Manuel Nora y Atristain. Geografía, D. Gustavo Armas y Fernández. Geometría y Trigonometría, D. Fernando Alberti y Barceló, D. Carlos Mendoza y Sáenz de Argandoña. Francés, D. Manuel López Avilés, D. Eduardo Ovejero y Mauri, D. Enrique Gesta y García, D. Carlos Mendoza y Sáenz de Argandoña. Historia de España, D. Gabino Gaitan y Talavera, D. Manuel García Barzanallana y Salomón, D. Enrique Sirón y Ayuso, D. Manuel López Aviles y D. Manuel Nora y Atristain. Además, también en pública oposición han obtenido 25 menciones honoríficas, que hacen en todo un total de 41 premios en favor de los alumnos sobresalientes del colegio de San Antonio Abad. Nuestra más entusiasta y cordial felicitación por tan brillante resultado.» (La Unión [La Unión Católica], Madrid, miércoles 21 de julio de 1886, pág. 2.)
Tres de esos doce compañeros de Ovejero obtuvieron dos premios: Manuel López Avilés (cubano de Caibarien, se licenció en 1895 en Derecho), Carlos Mendoza y Sáez de Argandoña (1872-1950, ingeniero de caminos en 1896) y Manuel Nora Atristain (ingeniero de caminos en 1897); entre los otros Alejandro Portero Ferrer (ingresó en 1896 como paisano y con sobresaliente en la plantilla del personal auxiliar de oficina del Material de Artillería con destino en la isla de Cuba; vicedirector en 1922 de la cubana Escuela Normal de Santa Clara), Enrique Gesta García (estrenó en 1890, en función dada por alumnos de Derecho, su drama ¡Expiación!; teniente auditor de guerra de segunda, firma en 1909 su dictamen como asesor del Consejo de guerra contra Francisco Ferrer Guardia), Enrique Sirón Ayuso (designado en junio de 1931 para formar parte de una mesa electoral del distrito Congreso de Madrid capital), Fernando Alberti Barceló (1870-1950, pintor y cartelista con obra en el Museo del Prado), Gabino Gaitan Talavera (≈1873-1953, del cuerpo de prisiones, subdirector de la de Zamora ascendió en 1934 a director de la Prisión Provincial de Cádiz hasta su excedencia forzosa en 1941), Gustavo Armas Fernández (recibió premios similares también en 1887 y 1888), y Manuel García-Barzanallana Salomón (†1935, hijo del exministro de Hacienda don José; en 1890 disertó sobre La batalla de Guadalete en el Ateneo Hispano-Portugués, gobernador civil de Segovia en 1917, jefe de administración de Hacienda).
1887 «En el Instituto del Cardenal Cisneros acaban de obtener premios y menciones honoríficas por el curso de 86-87 los señores siguientes: […] Retórica y Poética. Premios: D. Enrique Maldonado Brau y don Eduardo Ovejero y Mauri. Menciones: D. José Barrientos Prieto, Alberto Langa Verdejos, Miguel Bustamante, Jorge Sickles, Luis Real Arias y Carlos Martín Bosch.» (La Correspondencia de España, Madrid, sábado 9 de julio de 1887, pág. 2.)
«En el Instituto del Cardenal Cisneros acaban de obtener premios y menciones honoríficas por el curso de 86-87 los señores siguientes: […] Retórica y Poética. Premios: D. Enrique Maldonado Brau y don Eduardo Ovejero y Mauri. Menciones: D. José Barrientos Prieto, Alberto Langa Verdejos, Miguel Bustamante, Jorge Sickles, Luis Real Arias y Carlos Martín Bosch. […] Lengua francesa. Segundo curso. Premios: D. Alfredo Marqueríe Ruiz Delgado, José Arranz de Arce, Enrique Maureta Marti, José Gascón Martín, Crisanto Berlín Casamitjana, José María Pietrí y Mariani, José María Piñuelas Sánchez y **Eduardo Ovejero Mauri.**» (La Unión. Diario católico-monárquico, Madrid, domingo 10 de julio de 1887, pág. 2.)
Tiene curiosidad la ceremonia del domingo 19 de abril de 1888, en el Colegio de San Antonio Abad, en la que el brillante alumno Eduardo Ovejero «leyó una escogida poesía de su composición» ante ochocientas personas que pudieron escuchar también los alegatos contra el filosofismo y el materialismo de su rector, el padre escolapio Tomás Sáez del Caño (1837-1894). Si el cronista de La Unión Católica no se dejó llevar por sus intereses, el catedrático de Historia natural y director del Instituto del Cardenal Cisneros (antes dicho del Noviciado), Manuel María José de Galdo (1825-1895), alcalde de Madrid en 1870 y varias veces senador por el Partido Progresista y el Liberal, habría llegado a decir que «en nombre del ministro de Fomento y en nombre de la enseñanza oficial, dice que éstos desean auxiliar y favorecer a la privada, hasta que llegue el caso de que desaparezca la oficial»:
1888 «La distribución de premios en las Escuelas Pías. Ayer tarde, desde las tres hasta las seis, se verificó una sesión solemne en el espacioso paraninfo de las Escuelas Pías de San Antón. La fiesta, que estuvo brillantísima, y a la cual concurrieron más de ochocientas personas, entre las que se hallaban bellas y distinguidas damas, tenía por objeto distribuir premios a los alumnos más aplicados. Los premios consistieron en libros instructivos y recreativos, lujosamente encuadernados. Bajo el dosel del estrado se ostentaba un lienzo de la Virgen Santísima con la advocación de las Escuelas Pías. […] Ocupó la presidencia el Sr. Galdo, quien notando la presencia en el salón del Sr. Maura, colocó a éste a su derecha, siguiendo después el Sr. Palou y el Sr. Suaña. A la izquierda estaba el Vicario general de los Escolapios. Tocóse en primer lugar, con mucho gusto y con gran sentimiento de armonía, la sinfonía de Guillermo Tell. Después el P. Rector, D. Tomás Saez del Caño, leyó un discurso nutrido de doctrina, mostrando que el único progreso verdadero es el progreso cristiano. En la imposibilidad de trasladar, ni siquiera en síntesis, los pasajes más fundamentales de su notable oración académica, vamos a reproducir la introducción de ella, según la encontramos en las notas que sacamos: […] “Ved por qué los jóvenes alumnos de nuestras aulas, al levantar sobre base tan sólida y racional los cimientos de su edificio moral y literario-científico, asientan las primeras piedras de su construcción sobre las inconcusas verdades católicas, no sobre la deleznable arena amasada por el filosofismo, que es la irreligión, la concentración de todos los errores, o por el materialismo, que es la negación de Dios, la postración del espíritu, único oscurantismo de los actuales tiempos.” […] (Un coro de 150 niños entonó con mucho sentimiento un himno a la ciencia.) El niño D. José Rendueles, sobrino de nuestro amigo el Sr. D. Alejandro Pidal, pronunció un bellísimo discurso en verso, dedicado a la Divinidad, como igualmente otro en latín el niño D. Luis Echarri. D. Eduardo Ovejero, leyó una escogida poesía de su composición. Se procedió luego a la distribución de premios a la primera sección, después de la cual un coro de niños entonó una barcarola. El niño D. Gabriel Maura, recitó admirablemente un soneto a San José de Calasanz; D. José Labat y Calvo, sobrino del Sr. Obispo de Cáceres, recitó muy bien una poesía latina. […] Después hizo uso de la palabra el Sr. Galdo, quien manifestó cuanto se honraba en pisar aquellas aulas […]. Prosiguió manifestando que la enseñanza oficial entiende que el principal apoyo lo encuentra en la enseñanza privada. En nombre del ministro de Fomento y en nombre de la enseñanza oficial, dice que éstos desean auxiliar y favorecer a la privada, hasta que llegue el caso de que desaparezca la oficial. […] El sentido general del discurso del Sr. Galdo, contra lo que era de esperar, fue aceptable, en cuanto combatió la enseñanza del error y defendió los fueros de la enseñanza privada. Después del discurso del Sr. Galdo se tocó la Marcha de las Antorchas, de Meyerbeer. […] El espectáculo hermoso que ayer ofreció el establecimiento de enseñanza que dirigen los PP. Escolapios, es un argumento práctico más de los muchos que confirman la bandera que venimos constantemente defendiendo en frente de la secularización de la educación y del monopolio docente del Estado.» (La Unión Católica, Madrid, lunes 20 de abril de 1888, págs. 2-3.)
Los escolapios, en su propaganda, reiteraban los nombres de sus alumnos premiados por el Instituto del Estado en cursos anteriores (del 86-87, y no del curso 85-86 como dice el anuncio):
«Los alumnos del real colegio de Padres Escolapios de San Antón, que por su buena conducta, aplicación y calificación de los exámenes ordinarios del curso de 1885-86, verificados en el instituto del Cardenal Cisneros, han obtenido premios y merecido ser colocados en el cuatro de honor, son: […] Retórica y poética. Don Eduardo Ovejero Mauri. […] Segundo curso de francés. Don Eduardo Ovejero Mauri.» (Diario Oficial de Avisos de Madrid, Madrid 4 mayo 1888, pág. 3.)
Por tercer año consecutivo obtiene premio Eduardo Ovejero Maury: en 1886 en Francés; en 1887 en Retórica y Poética, y en segundo curso de Lengua francesa; y en 1888 en Historia natural:
«En el Instituto del Cardenal Cisneros han obtenido premios por su brillante resultado en el curso último: […] Historia natural. Premios: D. José Gascón, Carlos Martín y **Eduardo Ovejero Maury.**» (La Correspondencia de España, Madrid, Lunes 27 de Agosto de 1888, pág. 3.)
«He aquí los alumnos del Instituto del Cardenal Cisneros, premiados en el curso anterior en las diferentes asignaturas que comprende la segunda enseñanza: […] Eduardo Ovejero y Maury.» (El mundo de los niños. La ilustración decenal infantil, Madrid 10 octubre 1888, nº 28, pág. 446.)
Bachiller y huérfano
Terminado el bachillerato procedía que la Universidad Central de España le abriese ya los expedientes correspondientes: «Eduardo Ovejero y Maury» (AHN, Universidad Central, Universidades 4540, Exp. 22, 1888/1890); «Expediente para la expedición del título de bachiller de Eduardo Ovejero y Maury, natural de Madrid, alumno del Instituto Cardenal Cisneros» (AHN, Universidad Central, Universidades 7306, Exp. 6, 1889-5-8/1889-5-21). [Su hermano era cinco años más joven: «Expediente para la expedición del título de bachiller de Mariano Ovejero y Maury, natural de Madrid, alumno del Instituto Cardenal Cisneros» (AHN, Universidad Central, Universidades 7306, Exp. 7, 1894-5-11/1894-5-21).]
Pero el 11 de febrero de 1889 muere el maestro Ovejero, el distinguido compositor de cientos de partituras (Saldoni, Efemérides de músicos españoles, 1868, 1:211-212), organista y profesor de música, y quedan huérfanos los tres hermanos Ovejero Maury, aunque con un hermanastro mayor, José María Ovejero de los Cobos, que también era algo músico (compuso El Arquero de Monterde, balada para canto y piano, letra de Juan Federico Muntadas, impresa en 1887) aunque registrador de la propiedad en Toledo (en 1878 se había iniciado como registrador en Ceuta; casado con María del Milagro Gante Villalba), donde ya había publicado una memoria premiada por la correspondiente Sociedad Económica de Amigos del País: Influencia de la mujer como hija, esposa y madre en el hogar doméstico y en la sociedad (Imprenta y Librería de Lara, Toledo 1888, 70 págs):
«Si la religión no nos dijera lo contrario; si no pensáramos con ella; si aplicáramos la lógica sin raciocinio, para explicarnos el origen de la mujer, tendríamos que decir que debiera ser anterior al hombre, por aquello de que preexiste la madre al hijo; pero coexisten el padre y la madre, y sin esta previa coexistencia, la vida no es posible; y de aquí la conveniencia de volver la vista a aquel Paraíso de Moisés, y buscar en la fe y en la tradición sagrada el origen divino, porque si la razón se pierde en los orígenes de las especies y aparece el diabólico ingenio de Darwin, la mujer saldría poco favorecida en su procedencia, y a fuer de castellanos, aunque de vulgares se nos tache, preferimos aceptarla hermosa y espontáneamente creada por la mano de Dios, a verla sufrir evoluciones indefinidas hasta llegar a un gorila perfecto, y por nuevas metamorfosis no interrumpidas, a ser paulatinamente mejorada hasta lograr la forma con que la admiramos.» (José María Ovejero de los Cobos, Influencia de la mujer…, 1888, Proemio, págs. 5-6.)
José María Ovejero, al poco de fallecer su padre, se convirtió en director propietario de Toledo, publicación quincenal ilustrada, que inauguró con su artículo «Las dos Romas» (nº 1, 1º abril 1889). No deja de ser curioso que la pequeña esquela donde el periódico recuerda al padre del director, en lugar de la consabida cruz haga figurar un búho, que quizá se pretendía pasar por lechuza. Un año antes había muerto una hija suya, «la señorita Dª Matilde Ovejero» (dice la esquela, «a los ocho años y medio de edad»), y el registrador de la propiedad decidió que su hermanastro Eduardo pasara ese verano unos días en su casa de la imperial ciudad. Tiene interés la sensible carta abierta que el huérfano bachiller escribe a su madre: «Perspectiva», publicada en el nº 12 de Toledo, el 4 de octubre, recién empezado el nuevo curso, quizá el primer texto impreso del atribulado Eduardo.
En enero de 1893 La Gaceta publica una real orden de Gracia y Justicia por la que José María Ovejero, registrador de la Propiedad de Toledo, pasa en comisión de servicio a la Dirección general de los Registros en Madrid. Al poco publica su poema Selenita (53 páginas), del que, a principios de mayo, un tolerante gacetillero de La Unión Católica admira su forma aunque reprueba el fondo: «Juzgamos la forma, no el argumento del poema, porque no estamos, ni podemos estar conformes con las ideas que defiende en su composición; pero si el fondo es falso y peligroso, la forma es muy hermosa y bien merece el Sr. Ovejero el buen nombre que ha sabido conquistar con sus producciones literarias.» Pero sólo unos días después el mismo «diario religioso, político y literario» tiene que dar la noticia del fallecimiento de José María Ovejero de los Cobos, víctima de un colapso cardiaco, el domingo 21 de mayo de 1893. Eduardo Ovejero y sus hermanos huérfanos se quedan también sin su hermanastro mayor, importante sostén para la familia. Rafael de la Escosura, director de La Reforma Legislativa, solo una semana después inicia una suscripción pues, como dice la prensa, el joven escritor fallecido «deja cinco hijos y su viuda en situación precaria.»
[Sobrinos de Eduardo Ovejero Maury. Jesús Ovejero Gante recibe de la Asociación Benéfica, como «huérfano civil», plaza gratuita para estudiar, según informa El Correo Militar en septiembre de 1896. Alberto Ovejero de Gante aprueba en 1904 las oposiciones al cuerpo auxiliar de estadística: según La Correspondencia Militar en 1924 acompaña a su madre «doña Milagros de Gante, viuda de Ovejero» a una boda; en 1925 es oficial primero del cuerpo de ayudantes de estadística. «José María Ovejero de Gante, del partido comunista, agente de policía, fue el organizador del Control de Nóminas, dependencia que centralizaba todos los ficheros de las personas de derechas; era el que mandaba las listas de candidatos a la muerte; estuvo más tarde a las órdenes de la GPU rusa instalada en el hotel Gaylord's», condenado en abril de 1940 en el consejo de guerra contra algunos miembros de la sangrienta checa oficial instalada en el Círculo de Bellas Artes desde el 4 de agosto de 1936…]
Abogado, casado y oficial de Hacienda
Poco sabemos de Eduardo Ovejero durante el periodo 1890-1899. Hacia 1893 o 1894 se habría licenciado en Derecho. Quizá se casó con Isabel Bretón de los Herreros (en una gacetilla desde Autol publicada por La Rioja el 26 de septiembre de 1901 se dice: «El mismo día, en el correo de la tarde, regresó a Madrid doña Isabel Bretón, distinguida esposa de don Eduardo Ovejero, que adelantó el viaje unos días por haberse terminado la licencia que disfrutaba»). [En 1893 se anuncia sin entregar un telegrama remitido desde Logroño por Isabel Bretón a la calle Fuencarral 135 segundo. El Imparcial de abril de 1907 dice que Isabel Bretón de los Herreros fue asistida en la Casa de Socorro, distrito Hospicio, por intoxicación «al tomar un cortadillo de lejía, creyendo que era un purgante».]
Se anuncia como abogado: en el Anuario del Comercio de 1897: «Ovejero (Eduardo), abog. Luisa Fernanda, 8.» (pág. 242); en el de 1901: «Abogados: Ovejero y Maury (Eduardo), San Martín, 6.» (pág. 328); en el de 1911: «Ovejero y Maury (Eduardo), abog. Fuencarral, núm. 53.» (pág. 548).
Parece que logra incorporarse en septiembre de 1899 como oficial al aparato burocrático del Estado. En efecto, en el novedoso Escalafón de Jefes y Oficiales dependientes del Ministerio de Hacienda correspondiente a 1904 (página 105, publicado en folletín por el Diario Oficial de Avisos, 2 de mayo de 1904), figura Eduardo Ovejero y Maury ocupando el número 457 de los Oficiales de quinta clase en activo. Se dice que lleva servidos 4 años, 3 meses y 4 días, en el destino Sección de impuestos sobre azúcares y alcoholes, y que tiene 32 años y 11 meses de edad. Ajustado ese escalafón al primero de enero de 1904, habría nacido entonces Ovejero en febrero de 1871, y su ingreso como oficial se habría producido el 26 de septiembre de 1899, si no sufrió ningún cese intermedio o excedencia.
Coetáneo de Ovejero, Pío Baroja (nacido a finales de 1872) dejó escrito sobre aquella generación:
«Nuestra generación. Yo he intentado, si no definir, caracterizar lo que era esta generación nuestra, que se llamó de 1898, y que yo creo que podía denominarse, por la fecha de nacimiento de la mayoría de los que la formaban, de 1870, y por su época de iniciación en la literatura ante el público, de 1900. Fue una generación excesivamente libresca. No supo, ni pudo, vivir con cierta amplitud, porque era difícil en el ambiente mezquino en que se encontraba. En general, sus individuos pertenecían, en su casi totalidad, a la pequeña burguesía, con pocos medios de fortuna. Yo creo que en épocas anteriores a la nuestra no se constituía algo parecido a una generación hostil, porque el elemento bien situado iba dando la mano y aupando a la gente joven que se presentaba ante él. En nuestro tiempo, la juventud aspirante era, sin duda, muy numerosa, y los destinos por la pérdida de las colonias habían disminuido; así, que no había mercedes fáciles que otorgar, y los descontentos eran muchos. La época puso a la juventud literaria en esta alternativa dura: o la cuquería y la vida maleante, o el intelectualismo, con la miseria consecutiva. En la gente de este tiempo, la parte oscura, quizá, fue más interesante que la que llamó después algo la atención. Inadaptada por instinto, se lanzó al intelectualismo, se atracó de teorías, de utopías, que fueron alejándose de la realidad inmediata. El camino de la vida pública no estaba abierto más que para los hijos, para los yernos y para los criados de los políticos. En un mundo en el cual el único valor era la oratoria, atrincherado por hijos, amigos y sirvientes, era imposible, o, por lo menos, muy difícil penetrar. Rechazados en casi todos los órdenes de la vida pública y de la vida práctica, los jóvenes de profesiones liberales de este tiempo tendieron en su mayor parte a refugiarse en la vida privada y en la literaria. La mayoría de los que formamos esta generación habíamos estudiado mal con profesores arbitrarios cuando no estúpidos; pero al dejar las clases, nos quedó a muchos cierta curiosidad, cierto deseo de volver a lo que no habíamos aprendido. Se pretendía ir a los problemas con entusiasmo y con buena fe. Había gente que intentaba salir a flote con la energía propia y sin auxilio de nadie, aventura poco prudente; había el tipo de joven que compra libros y aprende en la soledad y se hace una cultura de especialistas un tanto absurda, que luego no puede aprovechar. Los caracteres morales de esa época fueron, al menos entre los mejores individuos del grupo, la preocupación de la justicia social, el desprecio por la política, el hamletismo, el análisis y el misticismo. Las teorías positivistas comenzaban a estar en plena decadencia y apuntaban otras ideas antidogmáticas. En política se marchaba a la crítica de la democracia, se desdeñaba el parlamentarismo por lo que tiene de histriónico y se comenzaba a dudar, tanto de los dogmas antiguos como de los modernos. En este tiempo, parte por timidez y parte por haber sido rechazada de las pequeñas sinecuras antiguas, cierta parte de juventud tendió al germanismo, a un apartamiento del espíritu latino. Se dio el caso del joven en Madrid y en provincias que hizo un libro o dos bien orientados, como promesa, y que, sin embargo, quedó en la oscuridad sin intentar el reclamo o el ruido. Estos tipos de solitarios, con opiniones arraigadas, contrastaban con la audacia de charlatanes de feria de la generación anterior.» (Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Biblioteca Nueva, Madrid 1945, tomo III, págs. 7-9; Planeta, Barcelona 1970, tomo 1, págs. 431-432.)
El licenciado Pedro Gotór de Burbáguena se da a conocer en 1900
Eduardo Ovejero Maury, «por su época de iniciación en la literatura ante el público» se dio a conocer precisamente en 1900, aunque bajo el pseudónimo «Licenciado Pedro Gotór de Burbáguena», con un libro titulado Nuestras costumbres (Imprenta de Ricardo Rojas, Campomanes 8, teléfono 316, Madrid; 401 páginas, 153×235 mm). En la contracubierta se dice: «De venta en las principales librerías al precio de 8 pesetas. Los pedidos, giros y correspondencia se dirigirán a D. Leopoldo Martínez, Correo, 4, tercero (teléfono 791), Madrid.» [En 1899 «Leopoldo Martínez, Correo, 4 tercero» publicaba el tercer año del Boletín bibliográfico español; desde 1903 «Librería Editorial de Leopoldo Martínez. Correo, 4. Teléfono 791.»]
En cubierta y portada dos frases significativas de las que podrá servirse el hermeneuta psicoanalista para barruntar la plataforma en la que buscaba situarse el autor o su pseudónimo, o el estado de ánimo que pretendía afectar: «Cuando una verdad llega al mundo, siempre es con el título de bastarda, con vergüenza del que la engendra, hasta que el tiempo, que no es padre, sino partero de la verdad, declara al hijo legítimo y vierte sobre su cabeza la sal y el agua (Milton, Defensa del divorcio).» «No es el placer, no es la naturaleza, no son los sentidos los que nos corrompen, sino los cálculos a que nos acostumbra la sociedad (Benjamín Constant).»
Índice: Introducción. Libro primero: Condición de la mujer. Capítulo I. Lo que ha sido y lo que es, II. Su esclavitud, III. Su tiranía, IV. Su pretendida inferioridad, V. Su efectivo envilecimiento, VI. Bazar de novias, VII. La mujer honrada, VIII. La mujer libre, IX. Su delito y su pena, X. La mujer vieja. Libro segundo: El matrimonio. Capítulo I. El amor, II. El ideal de las mujeres y el ideal de los maridos, III. Lo que nos lleva al matrimonio, IV. Ley fatal, V. La primera piedra, VI. Progresos del monstruo, VII. Sistemas perniciosos, VIII. El secreto del matrimonio, IX. Los hijos, X. El vicio conyugal. Libro tercero: La familia. Capítulo I. Origen de la familia, II. La familia, coarta la libertad del espíritu, III. El principio de autoridad, IV. La educación, V. Los colegios, VI. La verdadera educadora, VII. La fuerza de la sangre, VIII. Los parientes pobres, IX. Los sirvientes, X. La gran familia. Libro cuarto: El catolicismo. Capítulo I. Opresión espiritual, II. No somos católicos, III. Contradicciones de la vida moderna, IV. Las órdenes religiosas, V. Lo que perpetúa el culto católico, VI. La moral católica, VII. Virtud educativa, VIII. La justicia de Dios, IX. Apoteosis del dolor, X. La religión del porvenir. Libro quinto: El dinero. Capítulo I. Carácter del siglo, II. La limosna, III. Sus efectos, IV. La predicación del pillaje, V. La desigualdad de fortuna, VI. La propiedad, VII. Su fundamento racional, VIII. Sus restricciones, IX. Sus efectos. Resumen y conclusión.
El primer recibimiento público del libro seguramente no le hizo mucha gracia a su autor, aunque el «semanario satírico» Gedeón propagase su existencia (desde la sección ¡El papel vale más!):
1900 «Pues, por si esto fuera poco, aún hay señores que se lanzan a publicar tomos de 400 páginas, en 4º, con un seudónimo y todo, como el Licenciado Pedro Gotor de Burbáguena, autor del libro Nuestras costumbres. Abre usted ese libro por cualquier lado, e indefectiblemente tropieza usted con algo que había leído previamente, por muy poco lector que usted sea. –Esto lo he leído yo en Los lunes de El Imparcial, exclama uno, como el personaje de Hija única, al terminar cada una de las cuatrocientas páginas del licenciado Pedro Gotor de Burbáguena. Total: que a los cuatro o cinco descubrimientos de ese calibre que usted hace, experimenta usted un gratísimo placer: el de dejar el libro para mejor ocasión, o, lo que aún es más sabio, ponerlo en la mesa de noche. Nosotros lo hemos experimentado, y, en tal sentido, no vacilamos en recomendar a nuestros lectores la obra del licenciado Gotor. Se duerme muy bien con ella: cuando ya no sirven el cloral, ni el trional, ni la Ilustración Española y Americana, debe recurrirse al libro de Burbáguena… y es probado.» (Gedeón, Madrid 6 de junio de 1900, pág. 6.)
El popular escritor y celebrado humorista Juan Pérez Zúñiga le dedica entrada en su Chismografía:
«El licenciado Pedro Gotor de Burbáguena acaba de publicar un libro con el título de Nuestras costumbres, muy interesante, por cierto, y que recomiendo a ustedes (aunque no trata de astilleros, pilotos ni dragas), porque, aparte del mérito de la obra, no sé por qué se me figura que el misterioso autor es un amigo mío, / que al libro envía las galas / de su ingenio a manos llenas. / Nuestras costumbres son malas, / pero las suyas son buenas.» (Juan Pérez Zúñiga, «Chismografía», El Mundo Naval Ilustrado, nº 15, 10 junio 1900, suplemento Variedades.)
Y Madrid Cómico tampoco deja de acusar recibo, entre otros Libros recibidos:
«nuestras costumbres. El Licenciado Pedro Gotor de Burbáguena, pseudónimo bajo el cual se oculta el nombre de un escritor muy culto, muy ilustrado y que piensa muy bien, acaba de publicar un libro de más de 400 páginas en 4º, cuya lectura recomendamos con el mayor empeño, porque realmente lo merece. Demuestra el autor un exquisito espíritu de observación de la sociedad; y las consideraciones que esta observación le sugiere son tan acertadas e interesantes, que dejan honda impresión en el ánimo del lector, tanto en lo referente al Catolicismo y al Dinero, como a la Mujer, el Matrimonio y la Familia, partes de que consta la obra. Este notable libro del señor… Licenciado no debe, pues, faltar en ninguna buena biblioteca.» (Madrid Cómico, 16 junio 1900.)
Tampoco parece que Ovejero buscase ocultar mucho su nombre, pues lo desvela Francisco Maceín en esta paternal nota de bienvenida (aunque fuera algo más joven: Maceín tenía 31 años cuando murió en 1903) con la que un luchador veterano celebra la llegada de otro joven primerizo propagador:
«gente que llega. Nuestras costumbres es un libro que acaba de publicar el Licenciado Pedro Gotor de Burbáguena. El libro, que consta de 400 páginas, es todo él una protesta viva contra la tiranía religiosa y la reacción política, contra la autoridad en todas sus manifestaciones y contra la moral católica. Es decir, contra la moral católica no va, por la sencilla razón de que ésta no existe. Si fuese contra la inmoralidad católica… El estilo, ¿por qué no decirlo, aunque se trate de un libro recomendable y simpático es ampuloso. Hay en Nuestras costumbres superabundancia de palabras. Pero estos defectos, muy propios en los jóvenes y más disculpables aún en quien, como Gotor de Burbáguena, no ha pasado por redacción alguna de periódico, irán corrigiéndose con el tiempo. El autor es joven, estudioso, trabajador y posee un gran espíritu de observación. Puede, por lo tanto, ofrecernos buenas cosas, aunque para ser primerizo no es poco lo hecho. De todos modos y sólo por contribuir a la difusión de ideales que nosotros venimos propagando desde que éramos unos mocosos, Eduardo Ovejero, que este es el nombre del autor, merece nuestro aplauso. Es un nuevo luchador que llega hoy a nuestro campo y no hemos de negarle nuestras simpatías. Francisco Maceín. Madrid, junio 1900.» (La Autonomía. Diario republicano. Defensor del partido único, Reus, sábado 23 de junio de 1900, pág. 2.)
Este recibimiento de Francisco Maceín Escalona, hijo del veterano «revolucionario federal pactista» Víctor Maceín Muñoz, de Pozuelo de Alarcón, nos permite situar un entorno al que no era ajeno del todo Eduardo Ovejero. Maceín se había puesto en noviembre de 1894 al servicio de Fernando Lozano desde Pozuelo de Alarcón: «me ha cabido la altísima honra de ser el que ha levantado la bandera del librepensamiento en este pueblo contra el pernicioso clericalismo» («Librepensamiento en acción», Las Dominicales del Libre Pensamiento); en 1896 funda La República Social con Ernesto Bark y Ricardo Yesares; en 1897 forma con Bark el consejo de redacción de la revista ilustrada Germinal; en junio de 1899 es detenido por disparar una noche contra Juan Calderón Hidalgo; en 1900 firma en _El Motín_…
Mes y medio después El Socialista («Un buen libro») ofrece noticia y recomienda el libro de Pedro Gotor, «seudónimo bajo el que se oculta un nombre que no estamos autorizados para revelar»:
«En cinco libros divide el autor su obra: “Condición de la mujer”, “El matrimonio”, “La familia”, “El Catolicismo” y “El dinero”, y todos ellos son una crítica despiadada de la sociedad actual. No consienten las dimensiones de el socialista dar gran extensión a esta que sólo podemos llamar noticia bibliográfica; así que hemos de limitarnos forzosamente a señalar algunas de las materias de que la obra trata, como ligera muestra del fino espíritu de observación que el autor posee y el concienzudo estudio que de la actual organización social ha hecho. En el libro primero el autor arremete briosamente contra los enemigos de la emancipación de la mujer, rebatiendo los argumentos que el Dr. Mariscal aduce en su Higiene de la inteligencia (libro por lo demás muy digno de estima y de figurar en la biblioteca de todo hombre estudioso). No niega el autor que la mujer sea frívola, insustancial, coqueta, pero justifica estos defectos y los atribuye muy cuerdamente a la viciosa educación que recibe. […] Resumiendo: Nuestras costumbres, como obra de crítica social, es superior a Las mentiras convencionales, de Max Nordau; de ella salen hechas trizas todas las instituciones que contribuyen a sostener esta absurda y antinatural organización social. Es, pues, obra demoledora la que el autor ha hecho, y en ese sentido la recomendamos a nuestros lectores.» («Un buen libro», El Socialista. Órgano Central del Partido Obrero, Madrid, 10 de agosto de 1900.)
Mención aparte merece una autopropaganda del libro, obviamente agitada por Ovejero y sus pseudónimos desde «El Averiguador Popular» que publicaba El Liberal de Madrid, con la connivencia o no del responsable de tal sección, Tello Téllez (el conocido escritor y humorista Felipe Pérez González). Demasiado pronto, un mes antes de la recepción del libro por el resto de la prensa, un casado (Logroño) [recuérdese: Autol…] formula la que se publica como pregunta 380, sugerida por lo que habría leído en la página 280 del libro de Pedro Gotor… La primera respuesta tardó en llegar un mes, firmada por bruno r. acoste (Sevilla) [recuérdese: Isabel Bretón…], y se publicó dos días antes de que Gedeón valorase el libro. Tres semanas después otra larga y premiosa respuesta de un tal a. wékner (Barcelona) intenta sin éxito mantener vivo el asunto:
«380. el matrimonio y el celibato. Acaba de publicarse una obra interesantísima titulada Nuestras costumbres, y escrita por el licenciado Pedro Gótor de Burbáguena, y en la página 280 se hace esta pregunta, que bien merece contestación: “¿Por qué considerar el estado de virginidad y de celibato como superior al estado de matrimonio? ¿Cómo creer que es mejor un estado que si se generalizase destruiría el linaje humano? Si para defender o imponer el celibato se invocasen razones económicas o de otra cualquiera índole, cabría atenderlas y examinarlas; pero suponer que Dios prefiere a los que guardan castidad perpetua, es la mayor de las sinrazones, porque no os posible creer que estime como preferente una virtud que tiende a destruir su propia obra.” Dios ordenó terminantemente al hombre y a la mujer la reproducción de la especie con sus palabras: Creced y multiplicaos. Jesucristo instituyó el matrimonio como uno de los siete Sacramentos de la ley Evangélica; pero el Concilio tridentino, en la sesión 24 por el Canon X, decretó que sea excomulgado el que dijere que el estado del matrimonio debe preferirse al estado de virginidad o de celibato; y que no es mejor ni más feliz mantenerse en la virginidad o celibato que casarse. Yo, que deseo ilustrarme en todo lo posible y evitar el incurrir en excomuniones, pregunto a los doctos, para desvanecer mis dudas: ¿Cómo se compagina el terminante divino mandato con el canon del Concilio? ¿Cómo Dios ordenó la propagación de la especie y no la virginidad y celibato, siendo mejor y más feliz, como yo creo firmemente, desde que he leído lo determinado en el Concilio de Trento? un casado (Logroño).» (El Averiguador Popular, El Liberal, Madrid 8 de mayo de 1900.)
«380. el matrimonio y el celibato. Con el propósito de aportar noticias referentes a la pregunta hecha por un casado, de Logroño, y a las dudas expuestas por el Lcdo. Gotor de Burbáguena en su obra titulada Nuestras costumbres, voy a copiar lo que el maestro Fr. Luis de León escribió a doña María Varela Osorio en la «Introducción» a su hermoso libro La perfecta casada: «Porque, a decir verdad, aunque el estado del matrimonio en grado y perfección es menor que el estado de los continentes o vírgenes; pero por la necesidad que hay del en el mundo para que se conserven los hombres y para que salgan dellos los que nascen para ser hijos de Dios y para honrar la tierra y alegrar el cielo con gloria, fue siempre muy honrado y privilegiado por el Espíritu Santo en las letras sagradas. Porque dellas sabemos que este estado es el primero y más antiguo de todos los estados; y sabemos que es vivienda no inventada después que nuestra naturaleza se corrompió por el pecado y fue condenada a la muerte, sino ordenada luego en el principio, cuando estaban los hombres enteros y bienaventuradamente perfectos en el Paraíso. Ellas mismas nos enseñan que Dios por su persona concertó el primer casamiento que hubo y que los juntó las manos a los dos primeros casados, y los bendijo, y fue juntamente como si dijésemos el casamentero y el sacerdote. Allí vemos que la primera verdad que en ella se escribe haber dicho Dios para nuestro enseñamiento y la doctrina primera que salió de su boca, fue la aprobación de este ayuntamiento diciendo: No es bueno que el hombre esté sólo (1). Y no sólo en los libros del Viejo Testamento, en donde el ser estéril era maldición, sino también en los del Nuevo, en los cuales se aconseja, y como apregona generalmente la continencia y virginidad, al matrimonio le son hechos nuevos favores. Cristo, nuestro bien, con ser la flor de la virginidad y sumo amador de la virginidad y limpieza, es convidado a unas bodas, y se halla presente a ellas, y come en ellas y las santifica, no solamente con la majestad de su presencia, sino con uno de sus primeros y señalados milagros (2). El mismo, habiéndose enflaquecido la ley conyugal, y como aflojádose en cierta manera el estrecho nudo del matrimonio, y habiendo dado entrada los hombres a muchas cosas ajenas de la limpieza y firmeza y unidad que se le debe, así que habiéndose hecho el tomar un hombre mujer, poco más que recibir una moza de servicio a soldada por el tiempo que bien le estuviere, el mismo Cristo, entre las principales partes de su doctrina y entre las cosas para cuyo remedio había sido enviado de su Padre, puso también el reparo deste vínculo santo, y así le restituyó en el antiguo y primero grado. Y lo que sobre todo es, hizo del casamiento que tratan los hombres entre sí, significación y Sacramento Santísimo del lazo de amor con que él se ayunta a las almas, y quiso que la ley matrimonial del hombre con la mujer fuese como retrato e imagen viva de la unidad dulcísima y estrechísima que hay entre él y su Iglesia (3); y así ennobleció el matrimonio con riquísimos dones de su gracia y de otros bienes del cielo. De arte (equivale a «de modo ó manera») que el estado de los casados es estado noble y santo y muy preciado de Dios, y ellos son avisados muy en particular y muy por menudo de lo que les conviene en las sagradas letras por el Espíritu Santo, el cual, por su infinita bondad, no se desdeña de poner los ojos en nuestras bajezas, ni tiene por vil o menuda ninguna cosa de las que a nuestra provecho hacen.” Dios ordenó al hombre y a la mujer el matrimonio cuando se hallaban en estado de perfección; luego es estado de perfección el matrimonio. Esto es lo primero que resulta evidente. ¿Podría citarse igualmente algún mandato divino para que permanezcan célibes? bruno r. acoste (Sevilla.)» (El Averiguador Popular, El Liberal, Madrid 4 de junio de 1900.)
«380. el matrimonio y el celibato. El dogma que dice El matrimonio es bueno, el celibato es mejor, fue corroborado por el Tridentino contra los protestantes, pero es anterior a dicho Concilio. Joviniano, en el siglo IV, lo negó, afirmando que celibato y matrimonio son de igual mérito ante Dios. […] Con esto quedan, bien o mal, contestadas las preguntas de Un casado. Pero esa cuestión es complicadísima y da ocasión a muchas otras como estas. […] Estas cuestiones se han tratado con inaudito furor y crasa ignorancia, así por impíos y protestantes como por católicos romanos. El autor de Nuestras costumbres copia el estúpido argumento de Warburton y Rousseau, ya refutado en el siglo XIII por Santo Tomás. En cambio, De Maistre y Balmes ensalzan las doctrinas falsas y corruptoras de Malthus, y en varios lugares insultan brutalmente a la mujer y al matrimonio. Por ambos bandos se han esgrimido armas de mala ley, desde el sarcasmo y la sátira, hasta el sofisma y la calumnia, ¿Cuándo caerá esa torre de Babel, construída por la impiedad y el fanatismo? a. wékner (Barcelona).» (El Averiguador Popular, El Liberal, Madrid 27 de junio de 1900.)
En todo caso el espaldarazo más vigoroso que recibió el libro vino de la mano de Adolfo Bonilla y San Martín, en enero de 1901, nada menos que en La España Moderna: «Nuestras costumbres: por el Licenciado Pedro Gotór de Burbáguena». Compara Bonilla a Pedro Gotor con «el malogrado Angel Ganivet» y le encuentra más certero, dice que «el autor tiende en cierta manera al mis-arquismo de Nietzsche, y más aún al egoísmo de Max Stirner», «que se inclina a la tesis de Schopenhauer»…
Bonilla tenía entonces 26 años y es obvio que conocía a Gotor-Ovejero (seguramente tampoco fue ajeno Bonilla a la broma de El Averiguador Popular). Les unía cierto entorno musical: la madre de Bonilla era sobrina de Emilio Arrieta, padrino de Bonilla; Ovejero, hijo del maestro Ovejero, se habría casado con Isabel Bretón de los Herreros… En la colección de manuscritos autógrafos de Arrieta, que hoy guarda la Biblioteca Nacional, no faltan los de Ignacio Ovejero…
Activo socio del Ateneo de Madrid desde 1901 a 1905
Como el autor de Nuestras costumbres además de oficial de Hacienda no es un misántropo, y parece decidido a labrarse un porvenir literario, se hace socio del Ateneo de Madrid e incluso resulta elegido, un año después de la aparición del libro, en la junta general extraordinaria del sábado 15 de junio de 1901, entre los miembros de la mesa de la Sección de Literatura para el curso 1901 a 1902. Seguramente tampoco fue ajeno Adolfo Bonilla, que ya en 1898 era secretario de una sección del Ateneo, al acercamiento de Ovejero a la docta casa:
1901 «Ateneo de Madrid… Literatura: Presidente, D. Miguel Ramos Carrión; vicepresidente, D. Francisco López Acebal; secretario 1º don Luis de Terán, ídem 2º D. Eduardo Ovejero, ídem 3º D. Enrique de Mesa, ídem 4º D. Isaac López Mendizábal.» (Heraldo de Madrid, 18 junio 1901.)
«Ateneo de Madrid… Sección de Literatura… Secretario segundo. D. Eduardo Ovejero. San Bernardo, 70.» (Guía oficial de España, 1902, pág. 723.)
No sólo es Eduardo Ovejero autor con pseudónimo, ateneísta y opositor a la tiranía religiosa y a la reacción política, sino que también es opositor al Cuerpo de abogados del Estado:
1902 «opositores llamados. Con objeto de subsanar defectos de la documentación presentada, la Dirección de lo Contencioso del Estado llama a los siguientes opositores al Cuerpo de abogados del Estado: [siguen 69 nombres…] Eduardo Ovejero y Maury. Los citados señores deberán presentarse en dicho Centro antes del día 20 del actual.» (Heraldo de Madrid, 13 abril 1902.)
«abogados del estado. Con objeto de que subsanen defectos de la documentación presentada, la Dirección de lo Contencioso del Estado llama a los siguientes opositores al cuerpo de abogados del Estado: [siguen 69 nombres…] Eduardo Ovejero y Maury. Los citados señores deberán presentarse en dicho Centro antes del día 20 del actual.» (El Imparcial, 14 abril 1902.)
Opositor, pero excluido (volverá a sucederle en 1929), por no completar la documentación requerida:
«…los señores que tenían los números: […] 352 D. Eduardo Ovejero Mauri […] quedan excluidos de la lista por no haber presentado los justificantes precisos, y pueden recurrir en alzada ante el Tribunal de oposiciones dentro del término de tres días […]. Madrid, 21 de abril de 1902. El Director general, Antonio Fidalgo.» (Gaceta de Madrid, 23 abril 1902.)
En el Ateneo vuelve a ser elegido para repetir cargo durante el curso siguiente:
«Ateneo de Madrid. Esta docta Sociedad, en junta general extraordinaria celebrada el domingo 15 del corriente, ha elegido para formar las mesas de las secciones que han de actuar durante el próximo curso de 1902 a 1903, a los señores siguientes: […] Literatura. Presidente, D. Miguel Ramos Carrión. Vicepresidente, D. Francisco López Acebal. Secretario primero, D. Luis de Terán. Secretario segundo, D. Eduardo Ovejero. Secretario tercero, D. Enrique de Mesa. Secretario cuarto, D. Luis de Gorostizaga.» (La Correspondencia de España, 19 junio 1902.)
1903 «Ateneo de Madrid… Sección de Literatura… Secretario 2º. D. Eduardo Ovejero.» «Socios… 7.054. Ovejero (D. Eduardo). Abogado. San Bernardo, 70.» (Ateneo científico, literario y artístico de Madrid. Lista de señores socios. Marzo de 1903, Madrid 1903, págs. 7 y 65.)
El 4 de febrero de 1903, como secretario de la sección de literatura, lee en el Ateneo una Memoria titulada La novela y el movimiento social (Viuda e Hijos de Tello, Madrid 1903, 20 págs.).
«En aquella mansión del Arte, de la Ciencia y de la Literatura, se comparten las veladas musicales en las que se tributa honor al genio de Beethoven con las discusiones acerca de la Novela y su influencia en la sociedad, cuya Memoria, original de D. Eduardo Ovejero, Catedrático de literatura en uno de los Institutos de la Corte, sirve de pretexto para oír notables disertaciones, en las que intervienen lo más florido de la juventud ateneísta de nuestros días, los Sres. Terán, González, Blanco, Zancada, y otros varios, que se escapan a la memoria del cronista.» («Ateneo de Madrid», Arquitectura y Construcción, Barcelona, marzo 1903, p. 87.)
«Los jóvenes del Ateneo son trabajadores de suyo, y vieron con muy malos ojos aquello de que se les privara de dedicar las noches de los miércoles a averiguar si tienen algo que ver la novela, y el movimiento social. Y como no pueden estarse callados, se ha decidido hablar de algo. Este algo va a ser, y en buena hora sea dicho, más interesante que la Memoria de D. Eduardo Ovejero. Mi muy querido amigo José Ortega y Gasset leerá el próximo miércoles unas cuartillas, anunciando la siguiente cuestión: ¿Influyen en los intelectuales españoles contemporáneos los autores extranjeros más que los nacionales? Todos los ateneístas que lo deseen y las personalidades que a ello sean particularmente invitadas, podrán responder a esta pregunta, no tratándose realmente de una Memoria que se presenta y discute, sino de una verdadera enquete interesantísima por las tristes verdades que se han de escuchar en sus confidencias.» (El Globo, diario liberal independiente, Madrid 20 de marzo de 1903.)
Esos días, quienes conocieran a Eduardo Ovejero quedarían sorprendidos al verle convertido en número tres de la recién constituida Juventud Democrática, satélite de José Canalejas Méndez:
«juventud democrática. En el Centro democrático establecido en la calle de Tetuán se verificó anoche una importante reunión para constituir la agrupación denominada Juventud Democrática. Entre los concurrentes, que pasaron de un centenar, figuraban valiosos elementos del Ateneo, Academia de Jurisprudencia, Círculo de la Unión Mercantil y otras importantes sociedades. Expuesto por el diputado Sr. Armiñán, en elocuente y sencillo discurso, el objeto de la reunión, quedó constituída la Agrupación de la Juventud, reconociendo el programa político del Sr. Canalejas y su jefatura. Por unanimidad fue aprobado el Reglamento, cuyas bases principales son: La propaganda en todos los Centros y Sociedades de carácter político-social de las ideas en dicho programa consignadas. Los trabajos políticos que exigen las luchas electorales, realizando las manifestaciones públicas, mitins y conferencias que las circunstancias exijan. La propaganda e intervención en los Centros constituidos por obreros, con el objeto de conquistar, para la causa del partido, a las agrupaciones de carácter social, puesto que la coincidencia en muchas de nuestras aspiraciones da derecho a contar con el mutuo auxilio. La Juventud Democrática se dedicará, sin pérdida de momento, a la fundación en Madrid de una Universidad de carácter popular, con el objeto de difundir la cultura y de hacer viables las conquistas de la democracia. Seguidamente se procedió al nombramiento de la Junta directiva, que quedó constituída en la forma siguiente: Presidente honorario, D. José Canalejas y Méndez. Presidente efectivo, D. Javier Gómez de la Serna. Vicepresidentes: D. Eduardo Ovejero, don Gabriel España y D. Melitón Quirós. Vocales: D. Práxedes Zancada, D. Isidro Zapata, D. Enrique Sánchez Pastor, D. Julián Fernández Moreno, D. Francisco Colomer, D. José Campos Castellano, D. Manuel Valdemoro, D. Eduardo María de la Cámara, D. Juan José López Serrano, D. Juan Donoso Cortés y D. César Peñaranda. Secretario, Sr. Ponce de León. Vicesecretarios: Sres. Ballesteros y Alonso Bayón. El iniciador de la Agrupación, Sr. Armiñán, fue muy felicitado por todos, por el desinterés demostrado negándose a admitir el cargo de presidente, para el que por aclamación fue designado. Antes de terminar la reunión, el presidente, Sr. Gómez de la Serna, dio las gracias por la designación tan honrosa de que había sido objeto, y pronunció un notable discurso analizando el programa democrático y reflejando los beneficios que puede reportar a la patria una agrupación tan brillante de jóvenes, cuyas energías e inteligencias se han de dedicar al estudio y desarrollo de los graves problemas pendientes. El domicilio de la agrupación de la Juventud Democrática, será el Círculo democrático instalado en la calle Mayor, núm. 6.» (Heraldo de Madrid, 14 febrero 1903, pág. 3.)
Pero resulta que… habían confundido su nombre con el de su coetáneo Andrés Ovejero Bustamante, que ya desde 1902 era catedrático de Literatura en la Universidad Central. Confusión de la que no parecieron enterarse jóvenes tan demócratas, pues diez meses después, cuando ya habían evolucionado a demócratas-radicales, reeligieron vicepresidente otra vez por error a Eduardo Ovejero:
«El vicepresidente de la juventud democrática, a quien designamos, al publicar la lista, con el nombre de D. Eduardo Ovejero, es don Andrés Ovejero, catedrático de la Universidad Central.» (Heraldo de Madrid, 17 febrero 1903, pág. 3.)
«juventud democrático-radical. Celebrada con extraordinaria concurrencia por esta Juventud, en su local de la calle Mayor, número 6, la reunión general, anunciada para el día 31 del pasado, al objeto de nombrar la Junta directiva, por unanimidad resultó reelegida casi en su totalidad la anterior, quedando constituida en la siguiente forma: Presidente: D. Javier Gómez de la Serna. Vicepresidentes: D. Eduardo Ovejero, don Gabriel R. España y D. Melitón Quirós. Vocales: D. Práxedes Zancada, D. Isidro Zapata, D. Manuel Valdemoro, D. Enrique Sánchez Pastor, D. Julián Fernández Moreno, D. Francisco Colomer, D. José Campos Castellano, D. Juan José López Serrano, D. Juan Donoso Cortés, D. César Peñaranda y D. Angel Antonio Tabernillas. Secretarios: D. José Ponce de León, don José Canosa y D. Manuel Alonso Bayón. Terminada la elección de la Junta directiva, la general acuerda que ésta pase a saludar al jefe del partido, Sr. Montero Ríos.» (El Liberal, Madrid, 3 enero 1904.)
Durante el curso 1904-1905 del Ateneo pudo ser uno de los 28 alumnos matriculados en el curso pionero de «Historia de la Filosofía española» que en esa institución privada ofreció su amigo Adolfo Bonilla y San Martín, algo más joven pero más precoz que Eduardo Ovejero. Bonilla, catedrático de Historia de la Filosofía en Madrid desde 1905, inducirá cinco años después a Ovejero para que traduzca a Schopenhauer, con destino a su Colección de Filósofos españoles y extranjeros (en la que no llegó a incorporar ningún autor español): muerto Bonilla relativamente joven en 1926, será Eduardo Ovejero quien impulse en 1928 la Biblioteca de Filósofos Españoles que mantuvo activa hasta 1935.
1904 «Por eso, cuando yo veo un escritor de verdadera enjundia y de propio pensar, siquiera sea tabarroso y cansado como Ángel Ganivet, o descuidado e incorrecto como Pedro González y García (1. Véase su original trabajo, Esbozo de una tecnogenia, Valladolid, Montero, 1901. Un folleto de 116 páginas en 8º), o cadavérico como Eduardo Ovejero (2. Nuestras costumbres, por el Licenciado Pedro Gotor de Burbáguena, Madrid 1900. Un tomo de 397 páginas en 4º. Es uno de los libros más valientes y sinceros que se han publicado en España durante estos últimos años), o contradictorio como Miguel de Unamuno, u obscuro como José R. Lomba y Pedraja (3. Vida y Arte. Esbozo de psicología literaria, Madrid, 1902. Un tomo de 119 páginas en 8º. No es novela, como su autor reconoce; es un hábil y curiosísimo estudio de la virtud imaginativa, única que nos va quedando a los españoles, como el usía al coronel de marras), pongo sus obras sobre mi cabeza, y me lleno de júbilo al pensar que no todo son en España imitaciones del francés, o traducciones del italiano o corrugaciones del inglés.» («Crónica contemporánea», Anales de la Literatura Española publicados por Adolfo Bonilla y San Martín (Años 1900-1904), Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid 1904, pág. 270.)
«Ateneo de Madrid… Sección de Música… Vicepresidente. D. Eduardo Ovejero. San Bernardo, 70.» (Guía oficial de España, 1904, pág. 772.)
«Ateneo de Madrid… Sección de Música… Vicepresidente. D. Eduardo Ovejero. San Bernardo, 70.» (Guía oficial de España, 1905, pág. 544.)
El tránsito de Eduardo Ovejero por el Ateneo de Madrid fue más bien efímero: su nombre ya no figura en la lista de socios de abril de 1909 (ni en la de 1914, ni en la de 1922).
Oficial excedente del Ministerio de Hacienda en 1905
Parece que 1905 lo comenzó Eduardo Ovejero como excedente del puesto de oficial de Hacienda que mantenía al menos desde 1899. En el Escalafón de Jefes y Oficiales dependientes del Ministerio de Hacienda correspondiente a 1905 (página 175, publicado en folletín por el Diario Oficial de Avisos, 22 de abril de 1905), figura Eduardo Ovejero y Maury ocupando el número 12 de los Oficiales de quinta clase excedentes. Se dice que lleva servidos 5 años, 3 meses y 4 días, en el destino Impuestos azúcares Dón. Aduanas, y que tiene 33 años y 11 meses de edad. Como en el escalafón de 1904 tenía como antigüedad justo un año menos, cabe deducir que pasó a excedente al terminar 1904.
El Ministerio de Hacienda de España conoció entre 1904 y 1907 nada menos que diez ministros, seis en la segunda etapa del partido liberal, que se turnaba con el partido conservador cuando Alfonso XIII:
Presidente | Ministro de Hacienda | nombrado | cesado | días |
---|---|---|---|---|
Antonio Maura | Guillermo de Osma Scull | 19031205 | 19041216 | 377 |
Marcelo Azcárraga | Tomás Castellano Villarroya | 19041216 | 19050127 | 42 |
Raimundo Fdez Villaverde | Antonio García Alix | 19050127 | 19050623 | 147 |
Eugenio Montero Ríos | Ángel Urzáiz Cuesta | 19050623 | 19050718 | 25 |
Eugenio Montero Ríos | José Echegaray Eizaguirre | 19050718 | 19051201 | 136 |
Segismundo Moret | Amós Salvador Rodrigáñez | 19051201 | 19060706 | 217 |
José López Domínguez | Juan Navarro Reverter | 19060706 | 19061130 | 147 |
Segismundo Moret | Eleuterio Delgado Martín | 19061130 | 19061204 | 4 |
Antonio Aguilar Correa | Juan Navarro Reverter | 19061204 | 19070125 | 52 |
Antonio Maura | Guillermo de Osma Scull | 19070125 | 19080223 | 394 |
Seis días después del nombramiento como ministro de Hacienda del matemático y dramaturgo José Echegaray (quien ya había recibido el premio Nobel de Literatura en 1904) fecha Eduardo Ovejero una carta abierta a su hermano Mariano, «Crónica madrileña», que publica el primero de agosto La Región Extremeña, diario republicano de Badajoz. Crónica madrileña que es una apología de Echegaray, que tendría por interesada quien supiera que su autor era oficial de quinta clase excedente del ministerio…
En el Escalafón de Hacienda correspondiente a 1907 (página 166, publicado en folletín por el Diario Oficial de Avisos, 24 de abril de 1907), sigue figurando Eduardo Ovejero y Maury ocupando el número 12 de los Oficiales de quinta clase excedentes. Se dice que lleva servidos 5 años, 4 meses y 2 días, en el destino Intervención Hacienda de Murcia, y que tiene 35 años y 11 meses de edad. Adviértase, respecto del Escalafón de 1905, que ha servido un mes más, menos dos días… en Murcia, destino que habría cumplido en 1905 o en 1906.
En 1906 comienza a traducir para la revista La España Moderna de José Lázaro Galdiano
Hasta 1906 sólo se conocen dos publicaciones de Ovejero, el libro firmado en 1900 como Pedro Gotor y la breve memoria leída en el Ateneo, que impresa en 1903 ocupa 20 páginas. Ya sabemos que en sus años de instituto había ganado premios y menciones en lengua francesa, pero seguramente cuando en 1906 comienza a traducir para la revista La España Moderna no podía imaginar que las artes del trujamán habían de convertirse en su actividad principal, y que llegaría a verter al español varios miles de páginas directamente del alemán, el italiano, el inglés o el francés. El impulsor, propietario y director de La España Moderna fue el brillante especulador financiero José Lázaro Galdiano, que llegó a ser una de las personas más ricas de España y dedicó parte de sus excedentes a coleccionar obras de arte y a impulsar empresas editoriales de dudosa rentabilidad (bienes que legó al Estado al morir en 1947 y conforman desde 1951 el Museo Lázaro Galdiano). Quienes custodian ese patrimonio, que incluye varias obras de Velázquez, ensalzan de él como coleccionista: «Por otra parte, como director de la revista La España Moderna, es mérito particular de Lázaro la publicación en entregas mensuales, desde julio de 1906 a octubre de 1908, de la primera versión española del Diego Velázquez und sein Jahrundert de Carl Justi, reeditado posteriormente, ya en forma de libro, en la editorial homónima.» Pues bien, traduciendo precisamente a Carlos Justi se estrenó en esas tareas Eduardo Ovejero, hay que suponer que a sueldo de Lázaro Galdiano, en entregas que la revista fue publicando mensualmente desde julio de 1906 hasta octubre de 1908. Cinco meses antes de terminar de aparecer el estudio de Carlos Justi (1832-1912) en La España Moderna, ya comienza a publicar la misma revista otra traducción de Ovejero, también del alemán, que había de dar para doce entregas (de mayo de 1908 hasta abril de 1909: «El suplicio del silencio» del novelista y teórico literario Federico Spielhagen, 1829-1911). Y después el «Goya» de Valeriano de Loga (1861-1918), conservador del Museo de Berlín (publicado de junio a noviembre de 1909). Tres textos artísticos acordes a los gustos del mecenas.
¿Dónde y cómo aprendió Ovejero la lengua alemana y las otras lenguas que fue dominando? Ignoramos los detalles, pero sin duda en el entorno de Ernesto Bark, el socio de Francisco Maceín (recuérdese, el desvelador en junio de 1900 del pseudónimo Pedro Gotor) y autor de su necrológica en 1903. El agente Bark (nacido en 1858 en el seno de una familia germano-estonia) se formó en Berlín al servicio del Kulturkampf y se asentó en España en 1884 (donde matrimonió con Matilde Cabello García, con la que engendró seis hijos) dedicado al activismo ideológico político con la fachada de la enseñanza de las lenguas. Ya en 1895 era Bark director en Madrid del Instituto Políglota («las discusiones familiares del Instituto políglota adquieren de día en día mayor importancia […] y en la causserie familiar tomaron parte muchos extranjeros y algunos distinguidos literatos y periodistas madrileños […] disertó elocuentemente acerca del modernismo en Francia y de la supremacía de la literatura francesa […] la matrícula continúa abierta en el local del Instituto políglota, Alcalá 19, entresuelo») y se encarga de los internos de la Nueva Academia especial de preparación para el ejército y la armada abierta en Alcalá 4, segundo derecha… En 1907 se anuncia con frecuencia en la prensa, con reclamos convencionales («Francés, inglés, alemán, ruso, 10 pts. Trad. y lecc. a máquina. Mr. Bark. Alcalá 12, 2º») o informando de las actividades que realizan, sin grandes disimulos por ocultar su afinidades ideológicas:
«Esta noche a las nueve hablará Mr. Tunis en el “Cercle Polyglotte”, Alcalá 12, en francés, y el domingo presentará el Sr. Bark la Memoria en alemán sobre “Deutschland's Weltstellung” (Posición Mundial de Alemania), que será discutida los miércoles. El “Cercle” aspira a acercar las diferentes naciones por el trato amistoso y facilitar a los españoles el medio de oír y practicar idiomas.» (El Imparcial, Madrid, 1º marzo 1907.)
Celebrando por ejemplo el cumpleaños de Spielhagen, a quien Ovejero traducía en La España Moderna:
«Reuniones y sociedades. Los admiradores del más grande de los novelistas alemanes, Federico Spielhagen, quieren unir su aplauso al de los países germánicos, donde se festejará el 24 del corriente, como día en que el glorioso anciano cumplirá ochenta años. El “Cercle Polyglotte” (Alcalá, 12) celebrará aquel día una velada, para la cual han prometido su concurso los germanófilos señores Lickefeldt, Ovejero (D. Eduardo), Villar (D. Emilio H. del) y Bark, que hablarán en castellano y alemán, y los Sres. Germaix y Harmar, en representación de las letras francesas e inglesas.» (El Imparcial, Madrid, 21 febrero 1909.)
En agosto de 1908, dos años después de comenzar su colaboración como traductor en La España Moderna, firma Ovejero su primer artículo como autor en esa revista: «La crítica pseudo-clásica» (nº 346, págs. 30-53), donde expone «aquella desbordante irrupción de estudios clásicos que invadió toda Europa; porque aun cuando se considere el pseudo clasicismo como un fenómeno literario localizado más especialmente en Francia, y son los caracteres de generalidad suficiente para definirle como un período común a toda la historia literaria de los siglos XVI y XVII de Europa, siendo allí endémico y en otros países esporádico, siempre será la literatura francesa de dicho tiempo la expresión más perfecta de un ideal que latía en todos los países, la síntesis de una labor reconstructiva en que se ocupó, más o menos intensamente en unos puntos que en otros, toda la civilización de aquellos siglos».
En 1909 comienza a traducir libros para La España Moderna de José Lázaro Galdiano
Seguramente porque los textos de arte y literatura no daban más de sí, hubo de comenzar Ovejero a traducir de pane lucrando lo que pudiera brindarle La España Moderna para su pujante Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, de manera que entre 1909 y 1910 traduce nada menos que 13 tomos, todos desde el italiano, de sociología y derecho: la Sociología jurídica (1907) del Carlos Nardi-Greco (1884-1971), ocho tomos del clásico manual de Francisco Ricci (1843-1891), Derecho civil teórico y práctico; dos tomos de las Instituciones de Derecho procesal civil de Luis Mattirolo (1838-1904) y otros dos tomos de Las doctrinas sociológicas de Fausto Squillace (1878-1920).
En 1910 suceden curiosas transformaciones en la personalidad de Ovejero
Por las razones que fueran, y no habría que desconsiderar la mera saturación o empacho de tanto traducir literatura jurídica italiana, en 1910 se gestaron curiosas transformaciones en la personalidad de Ovejero, que habían de cristalizar en varias novedades vitales que le sucedieron durante 1911.
En junio de 1910, casi tres años después de la promulgación de la encíclica Pascendi, contra el modernismo, publica en La España Moderna el artículo «El catolicismo liberal inglés», donde glosa laudatoriamente la personalidad del cardenal Newman (1801-1890) y de su continuador el jesuita Tyrrel (1861-1909), los dos antiguos protestantes devenidos católicos, Tyrrel suspendido a divinis por oponerse a la Pascendi (parece que Ovejero no sabe aún que George Tyrrell ya se había muerto):
«Estos son, a grandes rasgos, los caracteres del modernismo inglés, que otros llaman Catolicismo liberal de Inglaterra. Manning señalaba a Newman como un innovador peligroso. Otros llegan a considerarle como un precursor de Darwin, pues antes que éste, pronunció la palabra “développement”. Lo cierto es que en su obra se encuentran las principales afirmaciones del modernismo: autonomía de la fe; principio de la evolución opuesto a la inmutabilidad; interpretación simbólica de la Biblia, reemplazando a la interpretación, literal, e inmanencia substituida a la transcendencia en la concepción del fenómeno religioso. En un próximo estudio veremos secundado este movimiento por hombres de raza latina que han lanzado sus doctrinas, imprimiendo en ellas el carácter personal de su temperamento y de su disciplina mental, pero sin desmentir en el fondo el impulso inicial que los mueve y los inspira. Sin embargo, no se espere un trabajo de sistematización, pues volvemos a recordar las palabras del sacerdote inglés: querer encerrar el modernismo en un sistema, sería como querer fotografiar el vuelo de un ave o el galope de un caballo.»«El catolicismo liberal inglés».
Y en noviembre Eduardo Ovejero, que aparenta sintonía con el modernismo y estar fuera del templo católico, decide que quiere dejar de ser profano y, atraído por lo que le pudiera ofrecerle un taller masónico, solicita iniciarse en la logia Ibérica nº 7 de los Valles de Madrid:
«Movimiento en los talleres. Han solicitado iniciación: En las RResp∴ Llog∴ Ibérica, núm. 7, de los VVall∴ de Madrid, los pprof∴ Eduardo Ovejero y Maury, de 38 años, casado, abogado y escritor; Ricardo Villamor y Turpín, de 57 años, casado, médico; Luis Arévalo y Marco, de 37 años, casado, abogado y empleado; Javier Valcarce García, de 25 años, soltero, escritor; Alberto García Minaya, de 42 años, casado, asegurados; Fernando Lázaro Lacostena, de 24 años, soltero, escritor; Antonio España Jaramillo, de 50 años, casado, empleado en ferrocarriles.» (Boletín Oficial del Grande Oriente Español, Madrid, 26 noviembre 1910, nº 223, págs. 182-183.)
En 1911 de aprendiz a compañero y luego maestro masón en once meses
«Noticias generales. Mañana, a las nueve y media de la noche, continuará D. Alvaro Calzado, en el Círculo Radical, Príncipe, 12, su curso de «Economía política y social», y los Sres. García Prieto, La Torre, Pujes, Bark (Otelo) y Ovejero (don Eduardo) iniciarán una discusión sobre «Jacinto Benavente y su teatro». El viernes continuará la discusión sobre «Patriotismo, socialismo y separatismo», en la que tomarán parta el Sr. López Múgica, Vega de la Iglesia y Pujes, y el domingo próximo, sobre «Los crímenes de la sociedad, la delincuencia por la miseria e ignorancia, la de los menores y el problema de la educación de los niños atrasados». Hay tribuna libre y se invita a las señoras.» (Heraldo de Madrid, miércoles 18 de enero de 1911.)
Relanza en 1911 Ovejero su libro (Pedro Gotór, Nuestras costumbres, 1900) como segunda edición bajo su nombre y nuevo título, Antes de la revolución. Pero sospechamos que ni siquiera es facsímil exacto del anterior, sino mera reencuadernación de los ejemplares invendidos idénticos:
Índice: Introducción. Libro primero: Condición de la mujer. Capítulo I. Lo que ha sido y lo que es, II. Su esclavitud, III. Su tiranía, IV. Su pretendida inferioridad, V. Su efectivo envilecimiento, VI. Bazar de novias, VII. La mujer honrada, VIII. La mujer libre, IX. Su delito y su pena, X. La mujer vieja. Libro segundo: El matrimonio. Capítulo I. El amor, II. El ideal de las mujeres y el ideal de los maridos, III. Lo que nos lleva al matrimonio, IV. Ley fatal, V. La primera piedra, VI. Progresos del monstruo, VII. Sistemas perniciosos, VIII. El secreto del matrimonio, IX. Los hijos, X. El vicio conyugal. Libro tercero: La familia. Capítulo I. Origen de la familia, II. La familia, coarta la libertad del espíritu, III. El principio de autoridad, IV. La educación, V. Los colegios, VI. La verdadera educadora, VII. La fuerza de la sangre, VIII. Los parientes pobres, IX. Los sirvientes, X. La gran familia. Libro cuarto: El catolicismo. Capítulo I. Opresión espiritual, II. No somos católicos, III. Contradicciones de la vida moderna, IV. Las órdenes religiosas, V. Lo que perpetúa el culto católico, VI. La moral católica, VII. Virtud educativa, VIII. La justicia de Dios, IX. Apoteosis del dolor, X. La religión del porvenir. Libro quinto: El dinero. Capítulo I. Carácter del siglo, II. La limosna, III. Sus efectos, IV. La predicación del pillaje, V. La desigualdad de fortuna, VI. La propiedad, VII. Su fundamento racional, VIII. Sus restricciones, IX. Sus efectos. Resumen y conclusión.
Comienza también a traducir para Victoriano Suárez, en la Colección de Filósofos españoles y extranjeros dirigida e iniciada precisamente por Adolfo Bonilla San Martín en 1910 (con el Cuzary. Diálogo filosófico de Yehuda ha-Leví). Esta colección publicará nueve tomos entre 1910 y 1918, de los que cinco fueron traducciones de Eduardo Ovejero. Inducido por Bonilla, en 1911 aparece su versión de Schopenhauer, La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente. En 1913 traduce a Fichte, El destino del hombre y El destino del Sabio, y en 1917-1918 a Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas (los otros tres tomos ofrecen obras de Kant, traducido por Manuel García Morente).
Desde 1911 traducirá sobre todo libros relacionados directamente con la filosofía. Así, para La España Moderna, a Emilio Saisset, Descartes, sus precursores y sus discípulos. Y tras cinco años de trabajar sólo para la editorial de Lázaro Galdiano, comienza a traducir también para Daniel Jorro y su Biblioteca científico-filosófica, tres obras en 1911: El mundo de la vida de Alfredo Russel Vallace, El fundamento del Derecho de Juan Lagorgette, y Ensayo de una filosofía de la religión de Augusto Sabatier.
En La España Moderna (mayo 1911) aparece el artículo anunciado el año anterior: «La crisis de la Iglesia romana», que en una larga nota ofrece las 65 proposiciones de la Pascendi.
Toda esta actividad sorprendente la desarrolla mientras progresa imparable su aprendizaje masónico. ¿Por qué decide acercarse a la masonería? ¿Fue antes o después de traducir La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente? (ningún vínculo encontramos, por ejemplo, entre Bonilla y la masonería). ¡Qué tribulaciones acongojaban a Ovejero que le arrastraron a desaguar entre mandiles ridículos, simbolismos estúpidos, patéticos idealismos e infantiles puntitos! ¿O acaso estaría infiltrado?
Por su parte, los masones se apresuran en salvar al profano, y sólo dos meses después de haberlo solicitado el Grande Oriente Español ya le tiene por convenientemente iniciado:
«Han sido iniciados: en la RResp∴ Llog∴ […] Ibérica, núm. 7, de los VVall∴ de Madrid, Luis Arévalo Marco; Eduardo Ovejero y Maury; José María Albiñana; Francisco Rivera Pastor.» (Boletín Oficial del Grande Oriente Español, Madrid, 27 enero 1911, nº 225, pág. 6.)
Y el 13 de abril de 1911 (veintitrés años después de aquella solemne ceremonia de 1888, la de distribución de premios en las Escuelas Pías de San Antón en que leyó una poesía de su composición poco después de que el padre escolapio Sáez del Caño adoctrinara a los ochocientos asistentes con sus advertencias contra el filosofismo y el materialismo), un pretencioso Heráclito revestido de modestia lee solemnemente su trabajo reglamentario del Grado de Aprendiz, que Eduardo Ovejero había firmado «en los valles de Madrid a 31 de marzo de 1911»:
«En efecto; mi ciencia masónica es escasa. Sólo alcanzo a vislumbrar vagamente la oculta significación de algunos símbolos, y aun esto en la mayoría de los casos, o porque lo aprendí de labios ajenos o de libros de exégesis, o porque su sentido es tan claro y manifiesto, que no es maravilla el penetrarlo. Ya sé que así debe ser; que yo, en el grado ínfimo, en la categoría mínima que ocupo, no puedo ni debo conocer toda la verdad, cuyo resplandor vivísimo me cegaría, sino tan sólo algo de la verdad, y aun ésta velada en símbolos, cubierta por el velo de la alegoría.» (Trabajo reglamentario del Gr∴ de Aprendiz leído en la Resp∴ Log∴ Ibérica, núm. 7, en su ten∴ del 13 de Abril de 1911, por el h∴ Eduardo Ovejero.)
Inmediatamente el aprendiz masón Eduardo Ovejero interviene en la fundación de la Liga Anticlerical Española y firma el 10 de mayo de 1911 sus Estatutos junto con otro masón que no era un cualquiera, sino el Gr∴ Maest∴ Presidente del Cons∴ de la Orden, Dr. Miguel Morayta, gr∴ 33. Tal prueba de confianza merecía sin duda un reconocimiento:
«Exaltaciones en las logias. Han sido exaltados al gr∴ de Compañero: En la RResp∴ Llog∴ […] Ibérica, núm. 7, de los VVall∴ de Madrid, el h∴ Eduardo Ovejero y Maury (simb∴ Heráclito).» (Boletín Oficial del Grande Oriente Español, 28 junio 1911, nº 230, pág. 85.)
El ya compañero Eduardo Ovejero firma el 25 de Junio el manifiesto de la «Liga Anticlerical Española», cuya Comisión ejecutiva preside Miguel Morayta Sagrario, Luis Morote (otro masón que se sirve del alias Schopenhauer, precisamente) como vicepresidente, Eduardo Ovejero de secretario, y Santiago Arimón, Augusto Barcia, Francisco Escola y Ricardo Villamor como vocales. Esta Liga se proponía: «como fin remoto, separar para siempre los dos poderes, civil y religioso, ya separados en la conciencia de todo hombre culto, hasta llegar al completo laicismo de la vida civil.»
El manifiesto de la Liga anticlerical española se difunde por todo España: en primera página lo publica El Popular, diario republicano de Almería (el sábado 15 de julio); al día siguiente El Pueblo de Valencia, o La Palabra Libre, periódico republicano de cultura popular, de Madrid (nº 32). Este periódico, cinco meses después, se convierte en su portavoz: «La Liga Anticlerical Española y la palabra libre» (nº 50, 10 diciembre), añadiendo como subtítulo «Órgano de la Liga Anticlerical Española».
«Exaltaciones en las logias. Han sido exaltados al gr∴ de Maestro Masón: En la RResp∴ Llog∴ […] Ibérica, núm. 7, de los VVall∴ de Madrid, los hh∴ Luis Arévalo Marco (simb∴ Kant); Carlos Enrique Kirst (simb∴ Dantón); Eduardo Ovejero Maury (simb∴ Heráclito); Luis Balmes Ovalle (simb∴ Bailén).» (Boletín Oficial del Grande Oriente Español, 28 dic 1911, nº 236, pág. 213.)
«Ensayo de una filosofía religiosa. Esta notable obra del ilustre catedrático francés Augusto Savatier, justamente loada por la crítica de todos los países, ha encontrado en D. Eduardo Ovejero un atildado y culto traductor. Parécenos inútil decir la gran importancia que para bibliófilos y eruditos tiene tan admirada como conocida obra.» (ABC, Madrid, 14 enero 1912.)
El reciente maestro masón Eduardo Ovejero anima sin cesar con sus artículos el órgano de la Liga Anticlerical Española: «La Iglesia, según Kant», «Los periodistas herejes. Comentarios a una carta de D. Miguel Unamuno», «La Iglesia y el pueblo», «Misticismo y locura», «Hisopazos a Costa», «¡Adiós al profeta!», «La mujer, la Iglesia y la religión», «Canibalismo religioso»… pero sólo cuatro meses después cierra el periódico La Palabra Libre, que se despide el 20 de abril de 1912. El País, El Liberal y otros diarios no dejaban de anunciar los sucesivos números del órgano anticlerical, e incluso reprodujeron algún que otro articulito de Ovejero: por ejemplo «La mujer, la Iglesia y la religión» apareció también en El Radical (22 de marzo) y en El Motín (9 de mayo 1912).
Eduardo Ovejero incorporado a la clase de los intelectuales abajofirmantes
«Campaña anticlerical. La reunión de ayer. Convocada por la Liga Anticlerical Española, se verificó ayer, a las siete de la tarde, en la redacción de El País, la reunión preparatoria de los actos anticlericales que se han de celebrar en toda España, a favor de la libertad de conciencia, y para contrarrestar la capciosa propaganda de los fanáticos elementos católicos, enemigos por sistema de toda reforma racional. Presidió el ilustre doctor Simarro, y asistieron los Sres. Nakens, Castrovido, Besteiro (D. Julián), Morote, Pey Ordeix, Fuente (D. Ricardo), Barriobero, Oviedo, Casarrubios, Gallego (D. Víctor), Sánchez Ocaña, Barea, Matas de Grado, Horcajada, Jaramillo (D. Enrique), Anguiano, Escola, Barcia, Calzada (D. Carlos), Rey (D. Amalio), Blanco Soria, Dorado (D. Facundo), Villa (D. Antonio), Álvares Angulo, Ovejero y Maury, García Gómez, Ruigómez, Araujo, Camacho, Martínez Sol, Cortabarría, &c., &c., todos los cuales llevaban representaciones de distintas agrupaciones y Sociedades. Estaban representados los Sres. Vicenti, Menéndez Pallarés, Salillas y el ilustre doctor Morayta, que se encuentra en Sevilla. Conformes en lo esencial, procedieron los reunidos a discutir lo que sería más conveniente al objeto que se persigue, y, dejando aprobados los actos de la semana anticlerical, que consisten en lecturas dadas en distintos Círculos, convinieron en celebrar en Madrid un gran meeting. En este comicio se abogará por la libertad de conciencia y la completa neutralidad de la escuela, tomando parte en él distinguidos oradores. Su celebración se ha fijado para el domingo 23 del actual. Para la organización de este acto quedó nombrada una amplia Comisión y una subcomisión ejecutiva, las cuales se reunirán todas las tardes, de seis a ocho, en el Círculo Federal de la calle Horno de la Mata. Oportunamente daremos cuenta de la Comisión organizadora y de los trabajos que realice. Quedó ratificado el acuerdo de dirigirse a provincias recomendando la celebración de actos análogos.» (El Liberal, Madrid, martes 11 marzo 1913.)
Ovejero se va convirtiendo en personaje público y su nombre forma con los de otros intelectuales y abajofirmantes, por el ramo anticlerical masón. No pudieron celebrar el mitin que habían urdido para el 23 de marzo, ni aún posponiéndolo una semana, por no disponer de local, pero la prensa amiga aireó en primera página la protesta de la Comisión organizadora (en la que estaba Ovejero) y las adhesiones que recibieron de todos los disidentes de España («a saber: los evangélicos, protestantes, israelitas, librepensadores, masones, liga anticlerical, Sociedad de Amigos del Progreso, Asociación de Maestros laicos, Sociedad de Maestros racionalistas, &c.») y de parte del extranjero, el mismo domingo 30 de marzo de 1913: El Liberal bajo el curioso rótulo ideológico «El avance de las izquierdas», El País bajo el título: «Comicio por la libertad de conciencia y la neutralidad de la escuela».
En julio de 1913 Ovejero figura entre quienes promueven la Liga española para la defensa de los derechos del hombre que, entre otras cosas, pretende «europeizar nuestra España, incorporándola a la vida moderna de Europa, no entendida como expresión geográfica sino de cultura y civilización».
Tanto anticlericalismo no supone en Ovejero irrespeto por la tradición católica: en septiembre de 1913 aparece en La España Moderna un largo comentario suyo sobre «El “Criticón” de Baltasar Gracián», inspirado por la edición de esa obra, con prólogo de Julio Cejador, recién publicada por Renacimiento. (El interés de Ovejero por Gracián aumentará pasados los años: en 1929, 1930 y 1934, dedicará tres volúmenes de su Biblioteca de Filósofos Españoles a publicar otras obras del gran jesuita aragonés.) No deja de ser curiosa la distancia que Ovejero muestra en este artículo hacia «el misógino de Dantzig», sólo dos años después de traducir La cuádruple raíz… de Schopenhauer, por la interpretación torcida que habría hecho de Gracián («Sobre el pesimismo de Gracián mucho se ha dicho, y el favor que le otorgó Schopenhauer ha contribuido a catalogarle con esta significación; cuando, a mi entender, sólo con violencia de la verdad, podríamos definirle como pesimista sistemático») y más cosas («Así Schopenhauer hubo de incurrir en la alucinada y errónea afirmación de que sólo el dolor es positivo, no siendo el placer sino la ausencia del dolor»).
Queriendo referirse al otro Ovejero algunos seguirán confundiéndose y diciéndole Eduardo, incluso en El País, donde le atribuyen una carta de adhesión incondicional a la conjunción de Pablo Iglesias y Roberto Castrovido («¡Viva la Candidatura de Conjunción republicano-socialista!», 28 febrero):
«Una aclaración. En la carta que ayer publicamos, y que fue leída en el mitin de Lo Rat Penat, aparece la firma de D. Eduardo Ovejero. Todos habrán comprendido que el autor de la carta es el ilustre catedrático de la Central y caracterizado radical D. Andrés. No obstante, hacemos la aclaración.» (El País, domingo 1 marzo 1914.)
Estudiante de Filosofía en la Universidad Central se licencia en 1914
El veterano abogado, traductor y maestro masón Eduardo Ovejero decide entonces volver como estudiante, ya cuarentón, a la Universidad Central, esta vez a la Facultad de Filosofía y Letras (AHN, Universidad Central, Universidades 6724, Exp. 2, 1912/1916). En dos años culmina esa licenciatura, el curso 1913-1914, obteniendo además el premio correspondiente al grado de licenciado en Filosofía. Como correspondía, el primero de octubre de 1914 (se había desencadenado hacía dos meses otra «guerra europea» que iba tomando cuerpo), en la ceremonia de apertura del nuevo curso en la Universidad Central, presidida por el ministro de Instrucción pública, recibe el diploma que le acreditaba como alumno premiado el curso anterior. Se da la circunstancia de que el tradicional discurso de apertura de curso lo pronunció ese día precisamente Adolfo Bonilla San Martin; y que en la misma ceremonia, pero en el grado de doctor, recibieron también su premio Eugenio d'Ors y Julio Palacios.
«Solemnidad académica. La apertura del curso en la Universidad Central. El acto. Con la solemnidad de costumbre se verificó ayer el acto de apertura oficial del curso académico de 1914 a 1915 en la Universidad Central. El amplio paraninfo estaba ocupado por numerosa y selecta concurrencia. Ocupó la presidencia el ministro de Instrucción pública, Sr. Bergamín, que lucía la muceta roja y el birrete de doctor en Derecho. A sus lados tomaron asiento el vicerrector de la Universidad, Sr. Montejo, y los señores Ureña, Carracido, Tormo, Criado y Antón, decanos de las Facultades de Derecho, Farmacia, Filosofía y Letras, Medicina y Ciencias, respectivamente. Ocupaban los estrados los restantes profesores de la Universidad. Discurso del Sr. Bonilla San Martín. El docto catedrático y académico Sr. Bonilla San Martín dio lectura al discurso inaugural, desarrollando el tema “La vida corporativa de los estudiantes españoles en sus relaciones con la historia de las Universidades”. […] El discurso del Sr. Bonilla San Martín fue interrumpido varias veces con entusiastas aplausos. Los premios. Procedióse a continuación al reparto de premios, haciendo entrega de los diplomas el ministro de Instrucción pública. Los premios otorgados son los siguientes: En el grado de doctor: Facultad de Filosofía y Letras: Don Manuel Bermúdez y Devós, D. Francisco Mendizábal y García y D. José María Ramos, en la Sección de Historia, y D. Eugenio Ors y Rovira, en la Sección de Filosofía. Facultad de Ciencias: Don Julio Palacios y Martínez, en la Sección de Físicas; D. Antonio García y Banús, en la Sección de Químicas, y D. Manuel Bordás y Celma, en la Sección de Naturales. […] En el grado de licenciado: Facultad de Filosofía y Letras: Don Eduardo Ovejero y Maury y D. Claudio Sala y Pons, en la Sección de Filosofía; D. Claudio Sala y Pons y D. Agustín Millares y Carló, en la Sección de Letras, y D. Aurelio Viñas y Navarro y D. Salvador Galindo y López, en la Sección de Historia.» (El Imparcial, Madrid, viernes 2 octubre 1914.)
Ovejero estudiante de filosofía ha seguido traduciendo: con prólogo de Adolfo Bonilla la Historia general de la Filosofía de Alberto Schwegler (Daniel Jorro, Madrid 1912), y en la colección que dirige el mismo Bonilla, a Fichte, El destino del hombre y El destino del Sabio (Victoriano Suárez, Madrid 1913). El agustino Bruno Ibeas, ocho años más joven que Ovejero y al que su organización acaba de trasladar a Madrid como redactor de la revista España y América (más adelante también fue profesor de Historia de la Filosofía en la Universidad de Madrid), dedica más de cuatro páginas a informar de esta edición de Fichte («Dispénsenme mis lectores si he hecho de la obra de Fichte un resumen extenso. Fichte es poco conocido entre nosotros y merece conocerse; porque si incurre en errores condenables, piensa algo más de lo que algunos creen. Decir de él y de los filósofos alemanes que son locos, como afirma Cornoldi en sus Prolegomeni, es muy sencillo, pero no sé que tenga nada de filosófico. Si son nuestros adversarios, estúdieselos antes de combatirlos, y no se adquieran aires de superioridad para responder a razonamientos con gansadas») sin grandes concesiones hacia su anticlerical traductor, aunque parece que confunde al Ovejero estudiante (Eduardo) con el Ovejero catedrático (Andrés):
1914 «La traducción del Sr. Ovejero es rematadamente mala, como de un profesor del Instituto francés que hubiese pasado en España un par de meses. No hay derecho, Sr. Ovejero, a tenerse por intelectual escribiendo el patrio idioma peor que un alumno del tercer año del bachillerato! ¿“A qué bueno” (pág. 153) puede aspirar un profesor de la Central y prohombre científico si no es a hablar y escribir decentemente?» (P. B. Ibeas, «Libros. _El destino del hombre…_», España y América, julio 1914, año XII, tomo III, pág. 76.)
Auxiliar interino de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central
1916 «De Instrucción Pública. Disposiciones oficiales.[…] –Nombrando auxiliar interino de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central a don Eduardo Ovejero.» (La Acción, Madrid, 14 noviembre 1916.)
«Cosas de ellos. ¡Cómo anda la República! Parece que el señor Giner de los Ríos habló el otro día de los sueldos que cobraba su correligionario el señor Ayuso, y El Socialista dice a este propósito: «Como esperábamos y deseábamos, el diputado republicano señor Ayuso ha desmentido la especie propalada en los pasillos del Congreso por el señor Giner de los Ríos. Nos ha informado el representante conjuncionista de que por oposición ha sido varias veces catedrático en el escalafón de institutos, estando en la actualidad excedente. Lejos de haber cobrado nunca dos sueldos, ha devuelto a la Hacienda su gratificación de profesor excedente, sin perjuicio de seguir explicando la cátedra de Estética en el doctorado de Filosofía de la Universidad Central. Precisamente hace pocos días que por el ministro ha sido nombrado el doctor Ovejero y Maury substituto interino, con sueldo, del señor Ayuso. Nos dijo también que nunca se aprovechó, como otros, de las disposiciones que permiten cobrar el sueldo y hasta la residencia en Barcelona, siendo a la vez diputados en ejercicio. Quedan en el lugar que les corresponde los señores Ayuso y Giner de los Ríos. Que es lo que nos proponíamos.» Todo esto, como verán los lectores, es muy divertido. El señor Giner habla de los sueldos dobles del señor Ayuso; el señor Ayuso habla del sueldo y de la residencia del señor Giner en Barcelona, y a última hora entra en escena, con otro sueldo interino, el señor Ovejero, que, si no estamos equivocados, es socialista. Se va rehaciendo la Conjunción. ¡Qué diantre!» (La Acción, Madrid, 29 noviembre 1916.)
«Pensiones en el extranjero. Se han concedido las siguientes: […] A D. Eduardo Ovejero Maury, doctor en Filosofía, una de un año para hacer en la Universidad Harward, en Cambridge (Estados Unidos), estudios de Psicología y Filosofía general.» (Revista general de enseñanza y bellas artes, Madrid, 15 diciembre 1916, año VII, nº 180, pág. 4.)
1917 «Facultad de Filosofía y Letras […] Profesores Auxiliares. Numerarios. Sr. D. Rodrigo Amador de los Ríos, San Bernardo 87. Sr. D. Juan Gutiérrez Garijo, Ferraz 28. Sr. D. Alejo García Moreno, Palma 32. Sr. D. Manuel Hilario Ayuso e Iglesias, Fuencarral 22. Interinos. Sr. D. Luis García Guijarro, Prim 9. Sr. D. Cándido A. González Palencia, Santa Feliciana 14. Sr. D. Manuel Villarreal y Pérez, Guzmán el Bueno 14. Sr. D. Agustín Millares y Carló, Barquillo 1. Sr. D. Eduardo Ovejero y Maury, Pez, 16.» (Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, Universidad de Madrid. Anuario 1917, La Universitaria, Madrid 1917, pág. 12.)
Ya vimos como en la apertura del nuevo curso académico, el primero de octubre de 1914, Ovejero había recibido un premio al haberse licenciado en filosofía el curso anterior; tres años después, el primero de octubre de 1917, recibe premio por haber alcanzado el grado de doctor durante el curso 1916-17:
«Reparto de premios. Terminado el discurso de inauguración, dio comienzo el reparto de premios, que recibieron los alumnos de manos del ministro de Instrucción pública. Los premios son los siguientes: […] Premios extraordinarios del grado de doctor. Sección de Filosofía: Don Francisco Alcalde y Vilar, D. Eduardo Ovejero y Maury y D. Adán Alonso de Armiñán. Sección de Letras: Don Agustín Millares y Carlo y don Alfonso Mena y Uriarte. Sección de Historia, desierto.» (El Imparcial, Madrid, martes 2 de octubre de 1917.)
Y si en julio de 1914 la revista España y América, con la firma del Padre Ibeas, tachaba de rematadamente mala su traducción de Fichte (quizá con cierta animadversión al confundirle con el catedrático Andrés Ovejero), tres años después, en julio de 1917, la revista España y América, con la firma del Padre Valcarce, admira la tarea de Eduardo Ovejero como traductor de Hegel:
«Es la lógica de Hegel el esfuerzo supremo de la filosofía cartesiana, que muere para no resucitar jamás, como resucita en nuestros días la Escolástica enterrada por Cousin con un solemne y gozoso requiescat in pace, al elogiar en “Le cours sur le vrai, le beau et lo bien” al grande autor del Método. Réstame ahora admirar la obra de D. Eduardo Ovejero y Maury, que tan bien ha sabido traducir las intrincadas paradojas hegelianas, ilustrándolas con numerosas notas.» (Fr. Francisco Valcarce, «Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas…», España y América, 15 julio 1917, año XV, nº 14, pág. 169.)
Activista germanófilo durante los meses finales de la Gran Guerra
En diciembre de 1916 había recibido Eduardo Ovejero una pensión para estar un año en Harvard realizando «estudios de Psicología y Filosofía general», pero un mes después se conocía el famoso telegrama de Zimmermann azuzando para que México interviniese apoyando a los alemanes… y en abril de 1917 la Gran Guerra dejaba de ser europea tras sumarse los Estados Unidos a la causa de los aliados al declararse enemigo de los Imperios Centrales y atacarles. Harvard debería esperar…
¿Resultará extraño que el traductor de Schopenhauer, Fichte y Hegel fuese un activista germanófilo? –ya dijimos que El Imparcial le decía germanófilo en 1909–. En 1917 y 1918 la Colección de filósofos españoles y extranjeros dirigida por Bonilla publica en tres tomos su traducción de la Enciclopedia de las ciencias filosóficas de Hegel: I: Lógica, II: Filosofía de la Naturaleza y III: Filosofía del Espíritu.
Ovejero se incorpora además formalmente, en marzo de 1918, al cuerpo de redactores de Renovación Española, asumiendo desde el número 12 la sección de Filosofía de esa revista, que en agosto resumía su ideario con precisión lapidaria: «De Alemania salieron la filosofía, la ciencia y la música. De Inglaterra, el derecho del más fuerte, la opresión y el látigo. De Francia, la morfinomanía, el aborto y el volterianismo. De los Estados Unidos, la ley de Lynch». En Renovación Española militaron también Pío Baroja, Jacinto Benavente, Adolfo Bonilla, Eugenio D'Ors, Quintiliano Saldaña, Eloy Luis André, Edmundo González Blanco… (en el bando contrario, con Los aliados, militaban Galdós, Valle Inclán, Unamuno, Pérez de Ayala, Araquistain…).
«Entre los nuevos colaboradores de renovación española figuran, desde hoy, el ilustre sociólogo y catedrático de la Universidad Central, D. Severino Aznar; el notable filósofo don Eduardo Ovejero y Maury, de la misma Universidad, y el insigne economista D. Emilio Miñana y Villagrasa.» (Renovación Española, Madrid 26 de marzo de 1918, nº 9, pág. 4.)
En Renovación Española firmó Eduardo Ovejero: «Un traductor de Espinosa» (26 marzo), «Rogerio Bacon» (30 mayo) y «El demonio de Sócrates» (20 junio)… pero el 11 de noviembre de 1918 la derrotada Alemania hubo de aceptar el armisticio y tal revista dejó inmediatamente de aparecer.
La Gran Guerra demostró el carácter ideológico de la dialéctica de clases frente a la cruda realidad de la dialéctica de Estados: los proletarios de todos los países no tuvieron que desunirse para matarse entre ellos porque nunca habían estado unidos más allá de utópicas consignas, aunque muchos tardarían décadas en irse enterando. La Gran Guerra también sirvió para fragmentar unas infantiles logias masónicas que pregonaban la armonía universal humana pero cuyos cofrades pronto se dividieron en germanófilos y aliadófilos… El maestro masón Ovejero, seis años después, ya sabe que en las logias «sueñan en un Sócrates racionalista y librepensador» y escribe desde la distancia:
«Hay, sin embargo, una primera explicación conciliatoria, que es la del mismo Jenofonte en sus Memorables. Según ella, Sócrates consideraba impiedad consultar a los dioses sobre cosas que nosotros podemos conocer con el uso de nuestra razón. […] ¡Insensatos aquellos que no reconocen una providencia divina en todas las cosas! Habrá que acudir, pues, a la adivinación sobre aquellos asuntos que no podamos conocer directamente por nosotros mismos. Para los que sueñan en un Sócrates racionalista y librepensador, como pudiera surgir de nuestras logias masónicas, esta explicación no será bienquista. Mas los que se subroguen a las condiciones históricas y sociales en que vivió el filósofo, no podrían menos de rechazar como apócrifo un Sócrates desligado en absoluto del sobrenaturalismo de su tiempo…» (Eduardo Ovejero, «El demonio de Sócrates», 20 junio 1918.)
Eduardo Ovejero queda incorporado a obras enciclopédicas
Julio Cejador dedica un espacio a Ovejero en su Historia… (tomo XI, 1919), aunque con errores obvios en algunas fechas (el artículo El catolicismo inglés es posterior a la Pascendi de 1907, por lo que no puede ser de 1904, y se publicó en 1910, &c.), errores que serán heredados en 1932 por la Enciclopedia Espasa. Cejador y Ovejero comparten presencia en Renovación Española (1918), aunque Cejador figuró como colaborador sólo hasta el nº 11, al entrar en crisis su germanofilia.
1919 «Eduardo Ovejero y Maury, auxiliar en la Universidad Central, publicó en Madrid: Nuestras costumbres, 1900. La Novela y el movimiento social, 1902. Un Precedente del darwinismo en el siglo XIII, 1903. La Crisis de la Iglesia romana, 1904. El Catolicismo inglés, 1904. Baltasar Gracián, 1905. Antes de la revolución, 1910. La verdad estática y la verdad dinámica en la historia de la filosofía griega, 1919. Traducciones: Tratado de Derecho civil, de Ricci, 1905. Diego Velázquez y su siglo, de Justi, 1907. El Suplicio del silencio, de Spielhagen, 1907. Goya, de Loga, 1908. Instituciones de Derecho procesal civil, de Mattirolo, 1908. Ribera, de Meyer, 1909. Sociología jurídica, de N. Greco, 1909. Las Doctrinas sociológicas, de F. Squillace, 1909. La cuádruple raíz del principio de la razón Suficiente, de Schopenhauer, 1909. Misticismo y locura, del doctor Marie, 1909. La Función de la guerra, de Lagorguette, 1910. El Destino del hombre, de Fichte, 1910. Filosofía de la Religión, de P. Sabatier, 1910. Estética musical, de H. Riemann, 1911. Leonardo y Gertrudis, de Pestalozzi, 1911. El Mundo de la vida, de Wallace, 1911. El Fundamento del derecho y de la moral, de Lagorguette, 1911. Historia general de la Filosofía, de Swegler, 1911. Descartes, sus predecesores y sus discípulos, de Saisset, 1912. Lógica inductiva y deductiva, de Stuart Mill, 1917. Lógica, de Hegel, 1917. Filosofía de la Naturaleza, de Hegel, 1917. Filosofía del espíritu, de Hegel, 1918. Hegel y Schopenhauer, de B. Saint-Hilaire, 1918. Ensayo sobre el entendimiento humano, de J. Locke, 1920. Teoría de la visión, de Berkeley, 1920.» (Julio Cejador Frauca, Historia de la lengua y literatura castellana, Madrid 1919, tomo XI, págs. 307-308.)
1932 «ovejero y maury (eduardo). Biog. Escritor español contemporáneo, catedrático auxiliar de la Universidad Central, al que se deben, entre otras producciones: Nuestras costumbres (1900), La novela y el movimiento social (1902), Un precedente del darwinismo en el siglo XIX (1903), La crisis de la Iglesia romana (1904), El catolicismo inglés (1904), Baltasar Gracián (1905), Antes de la revolución (1910), La verdad estática y la verdad dinámica en la historia de la filosofía griega (1919), &c. Es autor también de las traducciones del Tratado de Derecho civil, de Ricci (1905); Diego Velázquez y su siglo, de Justi (1907); El suplicio del silencio, de Spielhagen (1907); Goya, de Loga (1908); Instituciones de Derecho procesal civil, de Mattirolo (1908); Ribera, de Meyer (1909); Sociología jurídica, de N. Greco (1909); Las doctrinas sociológicas, de F. Squillace (1909); La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente, de Schopenhauer (1909); Misticismo y locura, del doctor Marie (1909); La función de la guerra, de Lagorguette (1910); El destino del hombre, de Fichte (1910); Filosofía de la religión, de P. Sabatier (1910); Estética musical, de H. Riemann (1911); Leonardo y Gertrudis, de Pestalozzi (1911); El mundo de la vida, de Wallace (1911); El fundamento del Derecho y de la Moral, de Lagorguette (1911); Historia general de la Filosofía, de Swegler (1911); Descartes, sus predecesores y sus discípulos, de Saisset (1912); Lógica inductiva y deductiva, de Stuart Mill (1917); Lógica, de Hegel (1917); Filosofía de la Naturaleza, de Hegel (1917); Filosofía del espíritu, de Hegel (1918); Hegel y Schopenhauer, de B. Saint-Hilaire (1918); Ensayo sobre el entendimiento humano, de J. Locke (1920); Teoría de la visión, de Berkeley (1920), &c.» [EUI 1932 Ap 7:1450-1451]
Incansable traductor de filósofos alemanes
Bonilla se distancia de Victoriano Suárez al terminar la Gran Guerra y la Colección de filósofos españoles y extranjeros queda paralizada. Pero el imparable Bonilla se hace cargo en 1921 de la Biblioteca filosófica de autores españoles y extranjeros de Reus, que ese mismo año publica la traducción que Ovejero prepara de los Principios metafísicos de las ciencias naturales de Kant.
En 1925 y 1926 traduce Ovejero cinco importantes libros, alemanes por supuesto, que Jorro publica en su Biblioteca científico-filosófica: el Análisis de las sensaciones (1886) de Ernesto Mach (1838-1916), los Los problemas fundamentales de la Ética (1899) de Teodoro Lipps (1851-1914) y tres obras de Rodolfo Eucken (1846-1926), que aún estaba vivo: La lucha por un contenido espiritual de la vida (1896), El contenido de verdad en la Religión (1901) y El hombre y el mundo (1918) –en 1922 Santiago Valentí había escrito de Rodolfo Eucken: «Fue preciso que se otorgara al egregio escritor, en 1908, el premio Nobel de la Literatura para que trascendiera su fama más allá de las fronteras de la patria»–.
Aspirante a catedrático de Universidad
Adolfo Bonilla contrajo matrimonio el 21 de febrero de 1925 “con la señorita María Luisa Terson de Paleville y Espinosa, joven de singulares prendas personales y dotada de clarísima inteligencia», plena de vigor a sus 21 años… pero viuda antes de poder gozar el primer aniversario de su himeneo (de robusta salud, la efímera esposa de Bonilla vivió hasta noviembre de 2006, muriendo con 102 años).
Vacante «la cátedra fundada por don Julián» resultaba conveniente cubrirla cuanto antes, resultando designado el joven sacerdote católico José Javier Zubiri Apalategui, responsable oficial del cultivo de la Historia de la Filosofía desde el 13 de diciembre del mismo año de 1926. Ovejero, rebautizado como Francisco por los hagiógrafos zubirianos, aspira sin posibilidades a suceder a su amigo en la cátedra:
«[Bonilla] encarnaba el tipo de intelectual erudito pero sin fuste filosófico, que Ortega quisiera no ver más en las facultades de Filosofía. Zubiri aparece como el mejor sustituto posible. En muy poco tiempo, mucho menos de lo acostumbrado en estos casos, Ortega consigue que se convoque la plaza de Bonilla. Don José, que tiene buenos contactos en las esferas del poder, influye para que todo discurra rápidamente; don Juan Zaragüeta, consejero de Instrucción Pública, le echa una mano. […] El 19 de junio de 1926 Zubiri firma las oposiciones para cubrir la cátedra de Bonilla. En julio se hace pública la lista de opositores: junto a él figuran Joaquim Xirau, J. Velasco García, Francisco Ovejero, H. Romero, A. Díez Blou y Joaquín Carreras Artau. Xirau se decide finalmente por la plaza de Lógica de Salamanca, para no estorbar al catedrático preferido de Ortega. Los demás opositores, al recibir la noticia de que Zubiri concurre a la oposición de Madrid, renuncian en cascada a presentarse. Su fama de sabio superdotado para la filosofía y su condición de candidato oficial les desanima de inmediato.» (Corominas & Vicens, Xavier Zubiri. La soledad sonora, Taurus, Madrid 2005, págs. 172-173.)
Inicia su colaboración con la Editorial Aguilar
Comienza por entonces Ovejero a traducir para Manuel Aguilar (1888-1965), quien había fundado su propia editorial en 1923, y así aparecen en 1928 sus versiones de El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer (tres tomos) y del Nuevo tratado sobre el entendimiento humano de Leibniz. Aunque no deja de atender a otros editores: en 1928 Jorro publica su versión de La energía espiritual de Bergson; en 1929 la Editorial Poblet la del Tratado de lógica de Edmundo Goblot; y de nuevo para Reus obras jurídicas: la Teoría de las personas jurídicas de Francisco Ferrara en 1929, y una parte del Tratado de derecho judicial civil de Luis Mattirolo en 1930.
La Biblioteca de Filósofos Españoles (1928-1935)
Eduardo Ovejero, cuyo trabajo principal era necesariamente el de traductor, sin duda su fuente de ingresos más importante, decide convertirse en editor y responsable de su propia colección, la Biblioteca de Filósofos Españoles, que inicia en 1928 y cuya distribución encomienda a Espasa-Calpe. Hacía dos años que había muerto Bonilla y tal parece que Ovejero hubiese querido abordar en serio la edición de clásicos españoles (algo que prometían pero que de hecho prácticamente incumplían las colecciones filosóficas dirigidas por Bonilla en las que él había colaborado: la Colección de filósofos españoles y extranjeros y la Biblioteca filosófica de autores españoles y extranjeros).
Durante ocho años, entre 1928 y 1935, publicó Ovejero en su Biblioteca de Filósofos Españoles trece entregas en quince volúmenes, asumiendo la edición y preparación de once de esas obras: «Estas obras se sirven al precio de 11 pesetas en tela y 10 en rústica, cada volumen, en todas las librerías de Madrid y su provincia, y en casa del Director-gerente: D. Eduardo Ovejero y Maury, Bocangel 5, Madrid.» Más detalles sobre esta colección en su página específica: filosofia.org/ave/001/a446.htm
Doce tomos de las obras completas de Nietzsche
En 1929 aspira Ovejero a la Cátedra de Lógica fundamental de la Universidad de Zaragoza, pero queda excluido de las oposiciones «por no justificar tener el título de Doctor en la Facultad o haber aprobado los ejercicios correspondientes al mismo grado, y por no estar cerrada ni certificada la hoja de servicios que ha presentado, careciendo ésta, por tanto, de todo valor legal» (Gaceta, 26 septiembre 1929).
Prepara ese año la edición de cuatro obras para su Biblioteca de Filósofos Españoles (Lulio, Séneca, Quevedo, Gracián) y en 1930 otras tres (Quevedo, Gracián, Jovellanos). Manuel Aguilar, que ya ha convertido su editorial en una de las más importantes de lengua española, ya proclamada la República decide abordar la edición de las Obras completas de Federico Nietzsche, «Traducidas al español, directamente de la edición A. Kroner alemana, por Eduardo Ovejero y Maury, catedrático de la Universidad Central». Las traducción de las obras de Nietzsche será el último gran servicio como traductor de Ovejero: en 1932 y 1933 aparecen los doce primeros tomos (desde el octavo se ha devuelto al traductor al sitio que realmente ocupaba en la universidad: «Traducidas al español, directamente del alemán, teniendo a la vista las ediciones A. Kroner y Musarium, por Eduardo Ovejero y Maury, profesor auxiliar honorario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central»).
Aunque en la contraportada del tomo XII [1933] se anuncian el Tomo XIII, La cultura de los griegos, y el Tomo XIV, Correspondencia, estos ya no fueron preparados por Ovejero (no los publicó Aguilar hasta 1955 y 1951 respectivamente, en edición de Felipe González Vicen, al reeditarse entre 1947 y 1955 estas Obras completas en 15 volúmenes, pues se desdobló en dos el tomo III inicial de Ovejero).
Ignoramos por qué Ovejero no llegó a culminar entonces esos dos tomos. Fecha el 7 de octubre de 1933 su estudio «Del misticismo y Miguel de Molinos», con el que se abre la edición de la Guía espiritual, última entrega de la Biblioteca de Filósofos Españoles, que aparece en 1935.
1935 «Ingreso en la Universidad. Obligatorio para poder matricularse en cualquier Facultad. Preparación completa a cargo de D. Eduardo Ovejero, profesor de la Universidad Central; D. Juan Tébar, licenciado en Filosofía y Letras; Dr. Ortiz Aragonés, y otros profesores competentísimos. Clases empiezan día 20. Instituto Samper. Avenida Eduardo Dato, 21. Madrid.» (ABC, Madrid, 15 junio 1935, pág. 59.)
Se pierde poco después la pista de Eduardo Ovejero Maury, a quién habría recibido Alcalá Zamora en junio de 1935, si no se confundieron de nombre en la nota de prensa:
«Informaciones del Palacio Nacional. Visitas. Han cumplimentado al presidente de la República, doña Concha Espina con su hijo D. Víctor de la Serna; ex ministro don Emilio Palomo; doña Carmen Piera viuda de Granda, con sus hijos doña Carmen y D. Antonio; doña Encarnación Mira, viuda de Vara, con su hermano político D. Deogracias Blasco; D. José Luis Pizarro, subdirector técnico de la Hidráulica Santillana; D. Eduardo Ovejero, profesor de la Facultad de Filosofía, de la Universidad Central; D. Luis y D. José Casuso; don Miguel Micó y D. Juan de Dios Serrano Roldán.» (ABC, Madrid, miércoles, 26 de junio de 1935.)
«Audiencias del presidente de la República. El presidente de la República recibió ayer en audiencia a doña Concha Espina, al exministro D. Emilio Palomo, al sub director técnico de la Hidráulica de Santillana, al profesor de la Facultad de Filosofía de la Central Sr. Ovejero y a otras personas.» (La Libertad, Madrid, miércoles, 26 de junio de 1935.)
«Madrid. Audiencia presidencial. El presidente de la República recibió esta mañana en audiencia a la ilustre escritora Concha Espina, al exministro señor Palomo, a don José Luis Guijarro, al catedrático don Eduardo Ovejero y a don José Casuso.» (Diario de Córdoba, miércoles, 26 de junio de 1935.)
«Información de la Presidencia del Consejo. Por telégrafo. Madrid, 25 4 tarde. El señor Alcalá Zamora recibió esta mañana entre otras numerosas visitas, a la escritora doña Concha Espina, al ex ministro señor Palomo, a don José Luis Quijano, subdirector de la Hidráulica de Santillana, al catedrático don Eduardo Ovejero y al Presidente del Tribunal industrial don Luis Casuso.» (La Independencia. Diario católico, miércoles, 26 de junio de 1935.)
Si fuera el autor de un editorial en El Mercantil Valenciano, habría quizá estado por Valencia en las últimas semanas de la República…
1939 «Comentarios de la Prensa valenciana. Valencia, 17. […] “El Mercantil Valenciano” publica como editorial un extenso trabajo periodístico de Eduardo Ovejero titulado “La guerra y los pecados del Papa”. Hace resaltar cómo Pío XI pudo evitar muchos males y censura su actitud política en nuestra contienda.» (La Libertad. Diario republicano independiente, órgano de expresión del Frente Popular, Madrid, 18 de febrero de 1939, pág. 2.)
* * *
2013 «–Schopenhauer fue uno de los primeros filósofos que leyó Fernando Savater y uno de los últimos que dejará de releer, según confiesa en El traspié. ¿Cómo fue esa primera lectura, en qué circunstancias, a qué edad…?
–Pues resulta que mi madre había estudiado filosofía antes de la guerra con don Eduardo Ovejero, un profesor importante de la época, que, además, era traductor de Schopenhauer. Cuando yo tenía poco más de 15 años ella encontró la edición antigua de Aguilar, con los tres volúmenes de El mundo como voluntad y representación, traducidos por Ovejero. Los compró y me los regaló. Yo entonces ya era un monstruito que leía muchas cosas (risas) y Schopenhauer tenía frente a otros autores la ventaja de ser muy claro y muy fácilmente entendible. Puede que precisamente por eso no tenga éxito en los ambientes docentes. Los profesores de filosofía vivimos de los autores difíciles, de esos que la gente no entiende y necesitan ser descifrados, pero como a Schopenhauer se le lee y se le entiende mejor que al profesor que quiere explicarlo, se le suele tener cierta tirria o se le deja un poco de lado. Yo no leí al completo esos tres volúmenes que me regaló mi madre, pero sí las partes que me parecieron más sustantivas, más interesantes. Con el tiempo llegué a Nietzsche porque precisamente era un autor que hablaba de Schopenhauer, al que dedicó un apartado de sus Consideraciones intempestivas.» (Emma Rodriguez conversa con Fernando Savater, Turia, Teruel 2013, nº 108, pág. 274.
Traducciones de Eduardo Ovejero Maury
1906 Carlos Justi, «Diego Velázquez y su siglo», en La España Moderna, tomo 211 a 238, julio 1906/octubre 1908.
1908 Federico Spielhagen, «El suplicio del silencio», en La España Moderna, tomo 233 a 244, mayo 1908/abril 1909.
1909 Valeriano de Loga, «Goya», en La España Moderna, tomo 246 a 251, junio/noviembre 1909.
Carlos Nardi-Greco, Sociología jurídica, La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 472), Madrid 1909, 583 págs.
1910 Francisco Ricci, Derecho civil teórico y práctico, La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia): Tomo XIII: De los contratos. De los cuasi-contratos. De los delitos y cuasi-delitos. Diversas clases de obligaciones (BJFH 479) Madrid 1910, 396 págs. Tomo XIV: Extinción de las obligaciones. De la prueba de las obligaciones y de su extinción (BJFH 480) Madrid 1910, 321 págs. Tomo XV: Del contrato del matrimonio. De la compraventa (BJFH 486) Madrid 1910, 475 págs. Tomo XVI: De la compraventa (continuación). De la permuta. De la enfiteusis (BJFH 491) Madrid 1910, 408 págs. Tomo XVII: Del arrendamiento (BJFH 493) Madrid 1910, 475 págs. Tomo XVIII: Del contrato de sociedad. Del mandato. De la transacción. De la constitución de renta. Del juego y de la apuesta. Del comodato. Del mutuo. Del depósito y del secuestro (BJFH 496) Madrid 1910, 450 págs. Tomo XIX: De la prenda; de la anticresis; de la fianza; de la inscripción; de los privilegios hipotecas; de los privilegios (BJFH 499) Madrid 1911, 455 págs. Tomo XX y último: De las hipotecas; de la publicidad de los registros y de la responsabilidad de los registradores (BJFH 519) Madrid 1911, 333 págs.
Luis Mattirolo, Instituciones de Derecho procesal civil («traducción por el Dr. Eduardo Ovejero»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 481), Madrid 1910, tomos I y II, 383 y 229 págs.
Fausto Squillace, Las doctrinas sociológicas, La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 488-489), Madrid 1910, 2 tomos, 280+332 págs.
1911 Emilio Saisset, Descartes, sus precursores y sus discípulos, La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 512), Madrid 1911, 408 págs.
Arturo Schopenhauer, La cuádruple raíz del principio de la razón suficiente. Disertación filosófica («Traducción directa del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Librería General de Victoriano Suárez (Colección de filósofos españoles y extranjeros, 2), Madrid 1911, 281 págs.
Biblioteca Nueva (Colección Academus), Buenos Aires 1943, 223 págs.
El Ateneo, Buenos Aires 1950. El Ateneo, Buenos Aires 1959.
Losada, Buenos Aires 2008, 241 págs.
Alfredo Russel Wallace, El mundo de la vida, considerado como manifestación de un poder creador, de una inteligencia directiva y de un propósito final («Traducción directa del inglés por Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1911, 488 págs.
Juan Lagorgette, El fundamento del Derecho y de la Moral. Función y génesis de las ideas de derecho y deber («Traducción de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1911, 384 págs.
Augusto Sabatier, Ensayo de una filosofía de la religión según la psicología y la historia («Traducido de la octava edición por Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1911, 372 págs. [anunciado a la venta el 7 diciembre 1911]
1912 Alberto Schwegler, Historia general de la Filosofía («Traducida directamente del alemán por Eduardo Ovejero y Maury. Con un prólogo de Adolfo Bonilla y San Martín»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1912, X+456 págs.
Marie, Misticismo y locura. Estudio psicología normal y patológica comparadas («Traducción de Eduardo Ovejero»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 535), Madrid 1912, 284 págs.
1913 J. G. Fichte, El destino del hombre y El destino del Sabio («Traducción directa del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Librería General de Victoriano Suárez (Colección de filósofos españoles y extranjeros, 4), Madrid 1913, 411 págs.
Juan Enrique Pestalozzi, Leonardo y Gertrudis. Libro para el pueblo («Traducción del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1913, VII+751 págs.
1914 Fausto Squillace, Los problemas constitucionales de la sociología, La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 561-562), Madrid 1914, 2 vols.
Carlos Justi, Estudio de arte español («Traducción por Eduardo Ovejero y Maury»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 567-577), Madrid 1914 [1915], 2 vols. 311+2h. págs.
Hugo Riemann, Elementos de estética musical («Traducción del alemán de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1914, 280 págs.
1915 Juan Lagorgette, La Guerra, estudio de sociología general («Traducción de Eduardo Ovejero y Maury»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 582-3), Madrid 1915, 2 vols., 412+388 págs.
A. Foucher de Careil, Hegel y Schopenhauer («Traducción de Eduardo Ovejero»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 597), Madrid 1915, 297 págs.
Juan Lagorgette, El fundamento del derecho y de la mora. Funciones y génesis de las ideas de derecho y de deber («Traducción de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1915, 348 págs.
1916 Enrique Lhotzky, El libro del matrimonio («Traducción del alemán de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1916, 248 págs.
1917 G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas. I: Lógica («Traducción del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Librería General de Victoriano Suárez (Colección de filósofos españoles y extranjeros, 7), Madrid 1917, 349 págs.
Stuart Mill, Sistema de Lógica inductiva y deductiva («Traducción directa del inglés por Eduardo Ovejero y Maury, doctor en filosofía, profesor en la Universidad Central»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1917, 960 págs.
1918 G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas. II: Filosofía de la Naturaleza («Traducción del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Librería General de Victoriano Suárez (Colección de filósofos españoles y extranjeros, 8), Madrid 1918, 280 págs.
G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas. III: Filosofía del Espíritu («Traducción del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Librería General de Victoriano Suárez (Colección de filósofos españoles y extranjeros, 9), Madrid 1918, 355 págs.
Editorial Studium, Madrid 1942, 359 págs.
Editorial Libertad, Buenos Aires 1944, 400 págs.
Instituto del Libro, La Habana 1968.
Editorial Claridad, Buenos Aires 1969, 303 págs.
Porrúa, México 1971. Porrúa, México 1973.
Editorial Claridad, Buenos Aires 1974, 303 págs.
Juan Pablos Editor, México 1974.
Editorial Claridad, Buenos Aires 1980, 314 págs.
Porrúa, México 1985. Porrúa, 6ª México 1990. Porrúa, 7ª México 1997.
1921 Manuel Kant, Principios metafísicos de las ciencias naturales («Traducción directa del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Editorial Reus (Biblioteca filosófica de autores españoles y extranjeros, 5), Madrid 1921, 249 págs.
1925 Ernesto Mach, Análisis de las sensaciones («Traducción directa del alemán de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1925, 352 págs.
Rodolfo Eucken, La lucha por un contenido espiritual de la vida. Nuevos fundamentos para una concepción general del mundo («Versión directa de la cuarta edición alemana por Eduardo Ovejero y Maury, Doctor en Filosofía, Profesor en la Universidad de Madrid»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1925, XVI+395 págs.
Rodolfo Eucken, El contenido de verdad en la Religión («Traducción directa del alemán de Eduardo Ovejero y Maury, Doctor en Filosofía, Profesor en la Universidad de Madrid»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1925, 482 págs.
1926 Rodolfo Eucken, El hombre y el mundo, seguido de Recuerdos de mi vida, del mismo autor («Versión directa de la tercera edición alemana por Eduardo Ovejero y Maury, Doctor en Filosofía, Profesor en la Universidad de Madrid»), Daniel Jorro, Madrid 1926, 538 págs.
Teodoro Lipps, Los problemas fundamentales de la Ética («Traducción de la cuarta edición alemana de Eduardo Ovejero y Maury, profesor en la Universidad de Madrid»), Daniel Jorro, Madrid 1926, 325 págs.
1928 Arturo Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación («Traducido del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Aguilar, Madrid 1928, 3 vols., 1203 págs.
Biblioteca Nueva (Colección Academus), Buenos Aires 1942, 1014 págs.
Aguilar, Buenos Aires 1960, tres tomos: 236+337+256 págs.
[un tanto mutiladita:] Porrúa (Sepan Cuantos, 419), introducción de E. Friedrich Sauer, México 1983, xxxii+321 págs. México 1987, 322 págs. México 1997, 321 págs. 6ª: México 2000. 7ª: México 2003, 413 págs. 8ª: México 2005, 413 págs.
Orbis (Historia del Pensamiento, 70-71), Barcelona 1985, 160+224 págs.
Losada, Buenos Aires 2008, 2 tomos.
G. W. Leibniz, Nuevo tratado sobre el entendimiento humano («Traducción del alemán por Eduardo Ovejero y Maury»), Aguilar, Madrid 1928, VIII+494 págs.
Editorial de Ciencias Sociales (Clásicos de la filosofía), La Habana 1988, 456 págs.
Aguilar (Biblioteca de iniciación filosófica, 82), Buenos Aires 1970-71, tres tomos: I: De las Ideas innatas. II: De las Ideas. III: De las Palabras («Traducción del francés y prólogo Eduardo Ovejero y Maury»), 128+280+133 págs.
Henri Bergson, La energía espiritual. Ensayos y conferencias («Traducción española de Eduardo Ovejero y Maury»), Daniel Jorro (Biblioteca científico-filosófica), Madrid 1928, 324 págs.
1929 Edmundo Goblot, Tratado de lógica. Prefacio de Emilio Boutroux («traducida de la cuarta edición por Eduardo Ovejero y Maury»), Editorial Poblet, Madrid 1929, XXI+383 págs.
Francisco Ferrara, Teoría de las personas jurídicas («traducida de la segunda edición revisada italiana por Eduardo Ovejero y Maury»), Editorial Reus (Biblioteca jurídica de autores españoles y extranjeros, 134), Madrid 1929, 1035 págs.
1930 Luis Mattirolo, Tratado de derecho judicial civil («Traducción de la quinta edición italiana completamente revisada y aumentada por el Autor. Traducción de Eduardo Ovejero Maury, Constancio Bernaldo de Quirós, Manuel López-Rey y Arrojo, Ricardo Garrido Juan»), Editorial Reus (Biblioteca jurídica de autores españoles y extranjeros, 141-144), Madrid 1930-36), 4 tomos, 4119 págs.
1932 Obras completas de Federico Nietzsche. «Traducidas al español, directamente de la edición A. Kroner alemana, por Eduardo Ovejero y Maury, catedrático de la Universidad Central», M. Aguilar Editor, Madrid [1932].
Tomo I. El origen de la tragedia, Aguilar, Madrid [1932], XVI+416 págs.
Aguilar, Buenos Aires 1947, 419 págs. Aguilar, Buenos Aires 1951, 419 págs.
Espasa Calpe (Colección Austral, 356), 4ª, Madrid 1964, 143 págs.; 5ª, Madrid 1969, 143 págs.; 7ª, Madrid 1980, 143 págs.
Espasa Calpe (Colección Austral, 498), con introducción de Carlos García Gual, Madrid 1987, 178 págs.; 10ª, Madrid 2007, 178 págs.; 11ª, Barcelona 2013, 178 págs.
Tomo II. Consideraciones intempestivas. 1873-1875, Aguilar, Madrid [1932], 392 págs.
Tomo III. Humano, demasiado humano. 1874-1878, Aguilar, Madrid [1932], XV+685 págs.
Tomo IV. Aurora y una ojeada sobre el presente y el porvenir de los pueblos. Obra inédita encontrada entre sus papeles (1880-1881), Aguilar, Madrid [1932], XII+323 págs.
Tomo V. El eterno retorno (obra póstuma). El gay saber. La canción del Príncipe Vogelfrei. Poesías (inéditas, 1871-1888), Aguilar, Madrid [1932], 351 págs.
Tomo VI. Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para ninguno, Aguilar, Madrid [1932], 326 págs.
Tomo VII. Más allá del bien y del mal. La genealogía de la moral, Aguilar, Madrid [1932], 411 págs.
Obras completas de Federico Nietzsche. «Traducidas al español, directamente del alemán, teniendo a la vista las ediciones A. Kroner y Musarium, por Eduardo Ovejero y Maury, profesor auxiliar honorario de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central», M. Aguilar Editor, Madrid [1932-1933].
Tomo VIII. La voluntad de dominio. Ensayo de una transmutación de todos los valores, Aguilar, Madrid [1932], XV+417 págs.
Tomo IX. El crepúsculo de los Idolos. El Anticristo. Ditirambos dionisíacos y La voluntad de dominio (continuación), Aguilar, Madrid [1932], 413 págs.
Tomo X. Ecce Homo. Arte y artistas. El caso Wagner. Nietzsche contra Wagner, Aguilar, Madrid [1932], 318 págs.
Tomo XI. Tratados filosóficos, Aguilar, Madrid [1932], 249 págs.
Tomo XII. Filosofía general, Aguilar, Madrid [1933], 307 págs.
[Aunque en la contraportada del tomo XII [1933] se anuncian el Tomo XIII, La cultura de los griegos, y el Tomo XIV, Correspondencia, estos ya no fueron publicados por Ovejero, sino que aparecieron en Aguilar en 1955 y 1951 respectivamente, en edición de Felipe González Vicen, al reeditarse entre 1947 y 1955 estas Obras completas en 15 volúmenes (al desdoblarse en dos el tomo III inicial de Ovejero).]
Obras completas de Federico Nietzsche [en 5 tomos]. I. Consideraciones intempestivas. Humano demasiado humano. II. Aurora. Tratados filosóficos. Filosofía general. III. El eterno retorno. Así habló Zaratustra. Más allá del bien y del mal. IV. La voluntad de dominio. El ocaso de los ídolos. Ecce Homo. V. El origen de la tragedia y obras póstumas de 1869 a 1873. La cultura de los griegos. Correspondencia. «Traducción, introducción y notas de Eduardo Ovejero y Maury.» Aguilar, Buenos Aires 1962, cinco tomos: 699+609+704+728+675 págs. Aguilar, Buenos Aires / Madrid 1963. 6ª edición, Aguilar, Buenos Aires 1966-1967, cinco tomos: 699+609+704+728+675 págs. Aguilar, Buenos Aires 1969.
Traducciones de Mariano Ovejero Maury
Como en algunas relaciones se atribuyen a Eduardo Ovejero obras traducidas por su hermano Mariano Ovejero (por ejemplo en Raquel Asún, «La editorial _La España Moderna_», Archivum, Oviedo 1981-82, tomo 31-32, págs. 133-200), no sobrará mencionarlas aquí. Como ya ha quedado dicho Mariano Ovejero era unos cinco años más joven que Eduardo. En 1898 publica «La cabeza por adorno» (El Globo, 19 diciembre). Juez de primera instancia (con destino desde finales de 1906 en Cangas de Tineo, provincia de Oviedo; en 1909 en Piedrahíta, Ávila; en 1911 en Posadas, Córdoba; Santafé; Chinchilla; Gérgal, Almería en 1912; Valverde del Camino, Huelva en 1913: Utrera, Sevilla en 1915…, Bilbao), por los años en los que ejerció de traductor (de obras jurídicas, en La España Moderna, donde tanto colaboró su hermano) parece que estaba siendo objeto de expedientes internos a la judicatura por denuncias referentes a su vida privada:
«…que según los datos aportados, el juez de primera instancia e instrucción de Valverde del Camino, don Mariano Ovejero Maury, es un funcionario inteligente, probo y fiel, cumplidor de los deberes que su cargo le impone. Ha sido objeto de diversas denuncias referentes a su vida privada, afirmándose en ellas que vivía amancebado con una mujer joven que tiene a su servicio, siendo el expresado juez casado y actualmente separado de su mujer legítima. Seguidos dos expedientes con el objeto de depurar lo que podía haber de cierto en las referidas denuncias, ambas terminaron por archivarse, con arreglo a lo acordado por la Sala de gobierno de esta Audiencia, toda vez que no se había justificado la realidad de los hechos denunciados y sí, por el contrario, que las denuncias obedecían a malquerencias con el juez citado, de personas a quienes molestaba su recta e independiente gestión como juzgador. No consta en los antecedentes que haya sido corregido disciplinarmente. Dios guarde a V. E. muchos años, Sevilla, 19 de julio de 1915. Excmo. Sr. Ruperto Sánchez. Excmo. señor presidente del Tribunal Supremo.» (apud Johannes Michael-Scholz, Gerechtigkeit verwalten: die spanische Justiz im Übergang zur Moderne, Frankfurt 2003, vol. 1, pág. 1631.)
1913 Alfredo Rocco, La sentencia civil («Traducción de Mariano Ovejero y Maury»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 545), Madrid 1913, 203 págs.
M. C. Piepers, La reforma del derecho («Traducción de Mariano Ovejero y Maury. Juez de primera instancia»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 549-550), Madrid 1913, 2 tomos, 276+318 págs.
1914 V. E. Pepin & G. Ransson, La reforma de la magistratura y el arte de juzgar («Traducción de Mariano Ovejero y Maury»), La España Moderna (Biblioteca de jurisprudencia, filosofía e historia, 573), Madrid 1914, 326 págs.
No parece que Mariano Ovejero alcanzase el sosiego a través de sus traducciones:
1921 «Asamblea de procuradores. Bilbao 21. El Colegio de Procuradores reunido en Asamblea extraordinaria, acordó no seguir mostrándose parte en la causa que se instruye al juez D. Mariano Ovejero y al abogado D. Manuel Maury. La Directiva del Colegio, considerándose desautorizada, ha dimitido en pleno.» (ABC, Madrid, 21 noviembre 1921.)
1923 «Vista de una causa interesante en Bilbao. Esta mañana ha comenzado en la Audiencia la vista de la causa que ayer se suspendió contra el juez de primera instancia del distrito del Ensanche de Bilbao, el abogado D. Justo Mauri y una mujer apodada la “Bella Plenciana”. A la vista de la causa acudió enorme público, sobresaliendo el elemento de curia y judicatura. El fiscal leyó las conclusiones, que son éstas: Al letrado D. Mariano Ovejero y al abogado D. Justo Mauri les unía una gran amistad, dándose el caso de frecuentar casi siempre juntos los lugares de recreo. El abogado Sr. Mauri atribuye al señor Ovejero unas proposiciones a un demandante de conseguir un asunto o enviar a la cárcel al individuo que se negara a ello, mediante la entrega de cierta cantidad. Otro de los hechos es el que los señores Ovejero y Mauri fueron a una casa de lenocinio, exigiendo a la dueña la entrega de cierta cantidad, amenazándola con clausurarle la casa. Otro se refiere a una estafa cometida en el año 1919, por valor de 37.000 pesetas, en la Sociedad Marítima de Bilbao, figurando también como procesado don Faustino Harreche. También hay otro caso, mediante el cual el señor Ovejero había pedido a la “Bella Plenciana” que obtuviese la libertad condicional de un individuo mediante la fianza de 500 pesetas. El fiscal califica los hechos de tentativas de estafa y de cohecho. Al Sr. Mauri le acusa de dos tentativas de estafa; al Sr. Ovejero de dos tentativas de estafa y dos de cohecho, y a la mujer, de este último delito. Se suspendió la vista esta mañana, para continuarla esta tarde, con el desfile de varios testigos de los 180 que hay citados. Se calcula que la vista durará unos tres días.» (Heraldo de Madrid, 10 agosto 1923.)
«La causa contra el juez del Ensanche. Comentando el veredicto. Bilbao 15 (4 t.) Se ha comentado muy favorablemente el veredicto absolutorio dictado en el proceso seguido contra el juez señor Ovejero y el abogado señor Mauri. Se elogian, sobre todo, las intervenciones acertadísimas del presidente del Tribunal, Sr. Medina.» (El Sol, Madrid 16 agosto 1923.)
«El Presidente del Directorio Militar, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja. A propuesta del Jefe del Gobierno, Presidente del Directorio militar, y de acuerdo con éste, al efecto de cumplimentar la resolución dictada por la Junta inspectora del Personal judicial en 15 de Noviembre corriente, Vengo en destituir a D. Mariano Ovejero Maury, hoy cesante, del cargo de Juez de primera instancia e instrucción de la categoría de Término, como comprendido en el caso quinto del artículo 224 de la ley Orgánica del Poder judicial, debiendo en su virtud ser considerado como baja definitiva en el respectivo escalafón. Dado en Barcelona a primero de Diciembre de mil novecientos veintitrés. alfonso.» (Gaceta de Madrid, 3 diciembre 1923.)
Bibliografía de Eduardo Ovejero Maury
1900 Pedro Gotór de Burbáguena, Nuestras costumbres, Ricardo Rojas, Madrid 1900, 401 págs.
→ Un buen libro, El Socialista, 10 agosto 1900.
→ Adolfo Bonilla y San Martín, Nuestras costumbres, La España Moderna, enero 1901.
1903 La novela y el movimiento social. Memoria leída el día 4 de Febrero de 1903 en el Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid, por el Secretario de la Sección de Literatura D. Eduardo Ovejero y Maury. Est. tip. de la Viuda e Hijos de Tello, Madrid 1903, 20 págs.
1908 «La crítica pseudo clásica», La España Moderna, agosto 1908, 236:30-53.
1910 «El catolicismo liberal inglés», La España Moderna, junio 1910, 258:65-77.
1911 Antes de la revolución (Nuestras costumbres). Estudios crítico sociales acerca de la mujer, el matrimonio, la familia, el catolicismo, dinero y propiedad, Segunda edición, Imprenta de los Hijos de Tello, Madrid 1911, 401 págs. (En realidad no es una segunda edición, ni siquiera facsímil exacto de la primera, sino mera reencuadernación de restos de la edición de 1900, con cubierta, portada y pie de imprenta nuevos.)
«La crisis de la Iglesia romana», La España Moderna, mayo 1911, 269:96-116.
1912 «Un precedente del Darwinismo en la Edad Media», La España…, octubre 1912, 285:5-18.
1913 «El “Criticón” de Baltasar Gracián», La España Moderna, septiembre 1913, 297:5-27.
1919 La verdad estática y la verdad dinámica en la Historia de la Filosofía griega, El Mentidero, Madrid 1919, 118 págs.
1928 «Introducción. La filosofía de la Edad Media» (30 marzo 1928), en Raimundo Lulio, El libro del ascenso…, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1928, págs. V-LXXII.
1929 «Balmes. I. Su vida y sus obras. II. Su filosofía», en Balmes, El Criterio, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1929, págs. V-XXII.
«Baltasar Gracián. Resumen de su vida y juicio de sus obras» (1 abril 1929), en Gracián, Agudeza y Arte de Ingenio, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1929, págs. VII-XXII.
«Prólogo» (sep 1929) a Lulio, Blanquerna, Biblioteca de Filósofos Españoles, págs. I-VIII.
«Prólogo» (28 octubre 1929) a Séneca, Tratados filosóficos, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1929, págs. V-XIII.
1930 «La objetivación del pensamiento lógico», en Estudios eruditos in memoriam de Adolfo Bonilla y San Martín, Madrid 1930, tomo II, págs. 53-71.
«Prólogo» (8 febrero 1930) a Quevedo, Política de Dios y gobierno de Cristo, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1930, págs. III-XII.
«Prólogo» a Obras escogidas de Jovellanos, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1930, págs. I-XXIII.
1932 «Francisco Cabarrús y sus obras» (10 junio 1932), en Cabarrús, Cartas, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1932, págs. 1-8.
1934 «Baltasar Gracián y su influencia europea» (17 noviembre 1934), en Gracián, El Político, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1934, págs. III-XXIV.
1935 «Del misticismo y Miguel de Molinos» (7 octubre 1933), en Molinos, Guía Espiritual, Biblioteca de Filósofos Españoles, Madrid 1935, págs. VII-XXXI.
Textos de Eduardo Ovejero Maury en el proyecto Filosofía en español
1889 Perspectiva, Toledo. Publicación quincenal ilustrada, Toledo 4 octubre 1889, nº 12.
1905 Crónica madrileña, La Región Extremeña, Diario republicano, Badajoz 1 agosto 1905.
1910 El catolicismo liberal inglés, La España Moderna, Madrid junio 1910, nº 258.
1911 Trabajo del Gr∴ de Aprendiz, Boletín Oficial del Grande Oriente Español, 27 abril.
La crisis de la Iglesia romana, La España Moderna, Madrid mayo 1911, nº 269.
La Iglesia, según Kant, La Palabra Libre, Madrid 24 diciembre 1911, nº 52.
1912 Los periodistas herejes. Comentarios a una carta de D. Miguel Unamuno, La Palabra… nº 54.
La Iglesia y el pueblo, La Palabra Libre, Madrid 28 enero 1912, nº 57.
La mujer, la Iglesia y la religión, La Palabra Libre, Madrid 17 marzo 1912, nº 64.
1913 El “Criticón” de Baltasar Gracián, La España Moderna, Madrid septiembre 1913, nº 297.
1918 Un traductor de Espinosa, Renovación Española, Madrid 26 marzo 1918, nº 9, pág. 12.
Rogerio Bacon, Renovación Española, Madrid 30 mayo 1918, nº 18, pág. 4.
El demonio de Sócrates, Renovación Española, Madrid 20 junio 1918, nº 21, págs. 12-13.