Aristóteles Moral a Nicómaco 3:10 Estimación del valor (original) (raw)

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Moral a Nicómaco · libro tercero, capítulo X

Bien que el valor se refiera al miedo y a la confianza, no está, sin embargo, en la misma relación con estos dos sentimientos. Se manifiesta más en los casos en que hay que temer. En efecto, el hombre que en estas circunstancias conserva la sangre fría y permanece en frente del peligro como es debido, es más valiente que el que sólo tiene el mérito de distinguir bien los motivos que existan para estar tranquilo. Así, pues, cuando se soportan, como queda dicho, penas y dolores, entonces puede llamarse un hombre valiente; y de aquí que siendo el valor una cosa muy dura, el elogio que de él se hace es perfectamente justo; porque es más difícil sufrir el dolor que abstenerse del placer. Sin embargo, debe tenerse entendido que el fin del valor es siempre una cosa muy dulce, cuyo poderoso atractivo nos ocultan las circunstancias que rodean a aquel. Puede observarse fácilmente un fenómeno semejante en los combates de la gimnástica. El fin que se proponen los luchadores es ciertamente muy halagüeño: es el premio, son los honores lo que ellos ambicionan; pero los golpes que reciben son dolorosos, porque, sea como quiera, los luchadores son de carne y hueso. El trabajo que se toman no deja de ser muy penoso; y como son muchos los inconvenientes y el fin que se proponen de poca monta, parece que en todo esto no debe haber nada de seductor. Siendo esto así, y si puede decirse otro tanto del valor, la muerte y las heridas serán para el hombre valiente cosas penosas; y no se expondrá a las mismas sino forzado. Las arrostrará, porque es honroso hacerlo y el no hacerlo cosa indigna; pero [82] cuanto más perfecta sea su virtud, y por consiguiente más completa su felicidad, tanto más sentirá la muerte; porque para un hombre semejante la vida tiene todo su valor; como que se va a ver privado de los bienes más preciosos sabiendo todo lo que valen, y este es un dolor muy vivo. Y sin embargo, no por esto es menos valiente; quizá lo es más, porque prefiere a todos estos bienes el honor que se adquiere en los combates. Por lo demás, en el ejercicio de todas las otras virtudes la acción está muy lejos de proporcionar tampoco placer; y sólo puede tener cabida este en cuanto se fija la consideración en el objeto final.

Nada impide, y téngase así entendido, que los soldados que no se mueven por tales sentimientos sean los más temibles y los más fuertes, siendo menos valientes y no teniendo ninguna otra cualidad; pues tales gentes están dispuestas a despreciar todos los peligros y ofrecer su vida por un pobre salario.

He aquí lo que teníamos que decir acerca del valor; y con lo que se puede sin gran dificultad formar idea bastante exacta de lo que es.