Enrique Ciro Bianchi | Pontificia Universidad Católica Argentina (original) (raw)
Artículos by Enrique Ciro Bianchi
Revista Teología, 2024
La teología pastoral busca discernir cursos de acción que colaboren con el obrar salvífico de Dio... more La teología pastoral busca discernir cursos de acción que colaboren con el obrar salvífico de Dios. Se elabora a partir de la experiencia creyente de sujetos concretos, que siempre son miembros de un pueblo y que están atravesados por una historia y una cultura común. En América Latina, la historia muestra que la Virgen María ha sido una protagonista de primer orden en el proceso por el que se fue inculturando la fe. Tanto, que se ha vuelto parte del ADN cultural del Continente y su presencia marca la vida cristiana de enormes mayorías.
En este artículo se exploran las raíces histórico culturales de este cristianismo de rostro mariano, tomando al acontecimiento guadalupano como hito arquetípico de lo que será la presencia y la acción de María en el pueblo naciente. El hilo conductor lo marca la lectura teológica sobre la evangelización fundante de América Latina que desarrolla el teólogo argentino Rafael Tello, que entiende que con la aparición del cristianismo popular latinoamericano se despliegan nuevas riquezas de la Revelación en la historia. Una de estas nuevas riquezas es una mayor comprensión del misterio de la Madre de Dios y su lugar en la redención.
Teología, 2022
En Argentina, una humilde Imagen de la Pura y Limpia Concepción que se quedó a orillas del río Lu... more En Argentina, una humilde Imagen de la Pura y Limpia Concepción que se quedó a orillas del río Luján, ha atraído multitudes en sus casi cuatro siglos de historia. En este artículo presentaremos un bosquejo del proceso histórico de estas peregrinaciones.
Comenzaremos con una breve referencia a las romerías del siglo XVIII.
Luego pasaremos al fenómeno verdaderamente multitudinario que comenzó con la llegada del ferrocarril a Luján. La etapa de las grandes peregrinaciones comienza en 1871, con la Primera Peregrinación General de los Católicos al Santuario de Luján.
En este recorrido merece nombrarse también la peregrinación de los gauchos que comienza a mediados del siglo XX. Por último presentaremos la peregrinación juvenil que lleva casi medio siglo de desbordante vitalidad.
Vatican News, 2022
A primera vista, la afirmación de que los pobres son capaces de evangelizarnos podría parecer una... more A primera vista, la afirmación de que los pobres son capaces de evangelizarnos podría parecer una concesión indulgente, fundada en la misericordia que nos inspiran y en la humildad de sentirnos en la necesidad de ser siempre evangelizados. Es sabido que por lo general los pobres, ocupados permanentemente en sobrellevar los desafíos y sufrimientos propios de la pobreza, no tienen tiempo para dedicarse explícitamente a la evangelización. Por otra parte, al hablar de sujetos evangelizadores instintivamente nos viene a la mente la caracterización de un agente de pastoral comprometido y versado en la doctrina cristiana y nos resulta difícil conjugarla con los pobres concretos, que en su gran mayoría –a pesar de su fe firme– no saben hilvanar las proposiciones del Credo (cf. Evangelii Gaudium 125).
Sin embargo, la invitación a dejarnos evangelizar por ellos tiene fundadas razones. Lo primero que puede ayudarnos a entenderla es tener en cuenta que la evangelización se realiza ante todo con el testimonio de vida. En una ocasión San Francisco envió a predicar a sus hermanos con esta exhortación: “prediquen el Evangelio en todo momento y si es necesario usen las palabras”. Sin negar la necesidad de un anuncio explícito de parte de la Iglesia, debemos reconocer que toda acción evangelizadora se funda en un testimonio. Evangelizar es invitar a creer y creer es tomar como verdadero algo de lo que no tenemos evidencia empírica pero a lo que asentimos porque le damos fe a quien lo propone. Sólo creemos si el testigo es creíble. Nuestra fe se funda en el testimonio que Cristo dio del amor del Padre. Él se comprometió en esa tarea al punto de dar su vida y se convirtió para nosotros en un “testigo digno de fe” (Apoc 1,5). Los apóstoles fueron testigos de estos hechos salvíficos y ofrecieron –también con su vida entregada– un testimonio que la Iglesia transmite hasta nuestros días bajo el impulso del Espíritu Santo. El Evangelio es anunciado no sólo en las tareas pastorales sino también en la medida en que los cristianos lo encarnan en sus vidas. Este anuncio vital tiene especial relevancia en nuestros días en que –según la feliz expresión de San Pablo VI– se “escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, y si se escucha a los que enseñan es porque dan testimonio” (Evangelii Nuntiandi 41).
En el caso de los pobres, ellos –sin necesidad de hablar de Dios– nos dan testimonio de la cruz de Cristo. Cuando Francisco nos dice que “en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente” nos invita a contemplar un misterio al que debemos acercarnos con respeto y veneración. Siempre que hablamos del dolor ajeno debemos velar por no profanarlo con palabras huecas. Aun así, desde la Revelación podemos decir que hay una misteriosa conexión entre el sufrimiento humano y la Pasión redentora de Cristo. San Juan Pablo II, en su profunda Carta sobre el valor salvífico del dolor, nos recuerda que “a través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial” (Salvifici Doloris 23). Las multitudes de descartados por nuestras sociedades, con sus enormes cargas de dolor, comparten de un modo misterioso y profundo la Pasión de Cristo. Esta asociación no depende de que los pobres tengan consciencia de ella. Basta que sufran para que estén atados a la suerte de Cristo. Como Lázaro, que recibió el consuelo de la salvación no por su conducta sino porque “en esta vida recibió males” (Lc 16,25). En esta línea, el teólogo argentino Rafael Tello afirma: “a la convicción de que los pobres son los preferidos de Dios, se ha de añadir que ellos se salvan principalmente por lo que tienen que sufrir, más que por lo que tienen que hacer” (Pobres y pobreza hoy, 21).
Los pobres viven y anuncian el Evangelio del sufrimiento (cf. Salvifici Doloris VI). En ellos se continúa la Pasión de Cristo, fuente de la que procede todo perdón de los pecados. Las vidas de quienes participan de esta forma de la cruz de Cristo tienen una especial fuerza salvífica que Francisco nos llama a reconocer y a través de la cual Dios quiere comunicarnos una misteriosa sabiduría (cf. Evangelii Gaudium 198). En la medida en que nuestro amor cristiano replica la preferencia de Dios por los pobres, en la medida en que nos acercamos amorosamente a compartir sus vidas y curar sus heridas, podremos ir captando dimensiones del misterio de Cristo a las que difícilmente accede la teología. Hay cosas que sólo se pueden conocer amando. Amar a los pobres como Dios los ama es un fecundo camino para obtener la mejor de las riquezas: el encuentro con Aquél que “siendo rico se hizo pobre” (2Co 8,9). Entre los pobres siempre es más lo que recibimos que lo que damos.
Teología, 2021
El presente artículo intenta establecer un diálogo entre dos corrientes de estudios históricos so... more El presente artículo intenta establecer un diálogo entre dos corrientes de estudios históricos sobre la Virgen de Luján. Por una parte tenemos las investigaciones surgidas en el seno de la Iglesia, entre las que se destacan los trabajos de Salvaire, Presas y Durán. Pero -sobre todo a partir de la década de 1980- han aparecido estudios que abordan la historia de la Iglesia desde una óptica no confesional. Estos investigadores también se interesaron en el fenómeno de Luján y algunas de sus interpretaciones entran en conflicto con la tradición eclesial. Creemos que puede ser muy enriquecedor establecer un diálogo entre ambas miradas. Para poder hacerlo, necesitamos pautas metodológicas y en este trabajo intentamos delinearlas a partir de la propuesta de Bernard Lonergan. Luego, a modo de ejemplo, aplicamos ese método en un diálogo dialéctico alrededor de dos tópicos: el origen religioso de la Villa de Luján y las motivaciones para la construcción de la Basílica.
Medellín, 2020
Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trab... more Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trabajo pastoral a futuro. También nos ofrece un marco hermenéutico para leer la historia de la evangelización de nuestro continente y una guía para buscar caminos de profundización. Más allá de las intenciones y los discernimientos pastorales de quienes trajeron la fe cristiana a América lo cierto es que esta prendió en el corazón del nuevo pueblo: se hizo cultura. En nuestras tierras se vivió-y se vive-un verdadero proceso de inculturación de la fe.
Por eso nos proponemos pensar cómo es este proceso de inculturación del kerygma cristiano en la cultura popular latinoamericana. Para ello intentaremos una presentación en cuatro apartados y luego tres ideas a modo de conclusión. En el primero punto, a modo de cimiento, recordaremos algo que está en la raíz de toda reflexión pastoral: la inculturación la hace Dios (1). Luego resaltaremos la importancia pastoral que tiene pensar teológicamente en clave de cultura y el uso específico que hace Francisco de esa noción en Evangelii Gaudium (2). El tercer punto será sobre la conformación de la cultura popular latinoamericana (3). Y en el cuarto diremos algo sobre dos temas en los que puede verse cómo el pueblo recibió y vive el kerygma: el valor que les da a la Virgen y al bautismo (4). A modo de conclusión, comentaremos tres cosas a tener en cuenta para profundizar el kerygma en el mundo de los pobres de América Latina.
Vatican News, 2021
Hace ya casi 400 años que eligió ese lugar en medio de las pampas argentinas para brillar irradia... more Hace ya casi 400 años que eligió ese lugar en medio de las pampas argentinas para brillar irradiando vida hacia los cuatro puntos cardinales. El sitio que eligió era muy humilde: el medio del campo, donde todo era peligroso en esos tiempos y apenas vivía un puñado de gente de vida muy sacrificada. Hizo detener junto al río Luján la carreta y se quedó allí para siempre Parrilla Podcast Allegro IGLESIA ARGENTINA TEOLOGÍA VIRGEN MARÍA protegiendo a todos los que vayan a cobijarse bajo su manto. Ella puso la ternura de sus ojos en esos humildes hijos suyos, miró con misericordia sus luchas cotidianas para vivir y quiso empezar algo muy grande desde esa pequeñez. Ella, con su mano de madre fue formando una patria con los hijos que venían a ponerse bajo su mirada.
Este año la irrupción de un pequeño virus puso al mundo en crisis. La amenaza de la muerte-siempr... more Este año la irrupción de un pequeño virus puso al mundo en crisis. La amenaza de la muerte-siempre presente-se ha hecho más actual que nunca en cada rincón del planeta. Superar este trance no será sólo buscar caminos para volver a lo que llamamos normalidad. La pandemia abrió una herida en la humanidad que necesita ser sanada. Sabemos los creyentes que el único de quien podemos esperar una sanación verdadera es de Dios. Con esa intuición, el Papa ha comenzado en agosto un nuevo ciclo de catequesis titulado: "Curar el mundo". Francisco nos invita a mirar a Cristo para buscar juntos un camino de salud. Como en el caso del paralítico de Cafarnaún, a quien los amigos descuelgan del techo y ponen frente a Jesús, la sanación que Él nos ofrece no es sólo física sino integral. En Cristo nuestra vida puede curarse desde su raíz. Podemos nacer de nuevo. Pero esta redención que realiza Cristo no llega a nosotros independientemente de nuestro compromiso con la historia. Los cristianos estamos llamados a continuar "su obra de curación y salvación".2 De aquí la pregunta con la cual Francisco nos interpela: "¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy?"3 La búsqueda de soluciones a esta crisis será un proceso complejo que escapa a la experticia de la Iglesia. Sin embargo, Francisco cree que puede ser útil en este contexto reflexionar sobre algunos principios de la vida social que se desprenden del mensaje evangélico. Por eso ofrece algunos y propone ir presentándolos en sucesivas catequesis relacionados con las virtudes de la fe, esperanza y caridad. Estos son: "el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común".4 Como podemos apreciar, uno de estos principios es la opción preferencial por los pobres. A éste lo relaciona con la virtud de la caridad y le dedica la tercera de sus catequesis de este ciclo. Allí repite y actualiza la enseñanza de la Iglesia presentando esta preferencia como una opción teológica. Debemos optar por los pobres porque Dios optó primero. Y no fue ésta una elección marginal en el plan de Dios. Dos veces en esa catequesis el Papa afirma que "la opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio".5 Para Francisco los caminos por los que busquemos curar al mundo tienen que estar marcados por un amor de preferencia hacia los que las sociedades relegan a las periferias. No intentaremos en estas reflexiones entrar en el terreno de las acciones posibles sino buscar la luz de la Revelación sobre el principio de la opción por los pobres que debe animarlas. La exposición tendrá dos partes. En primer lugar presentaremos el marco desde el que debe pensarse esta opción: la preferencia de Dios por ellos tal como se transmite en la Sagrada 1 En prensa. 2 Francisco, «Audiencia general. Catequesis-"Curar el mundo": 1. Introducción», 5 de agosto de 2020, acceso el 4 de octubre de 2020,
Vatican News, 2020
En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”.... more En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”. La pandemia ha abierto una herida en la humanidad que necesita ser sanada y Francisco nos invita a mirar a Cristo para buscar juntos un camino de salud. Como en el caso del paralítico de Cafarnaún, a quien los amigos descuelgan del techo y ponen frente a Jesús, la sanación que Él nos ofrece no es sólo física sino integral. En Cristo nuestra vida puede curarse desde su raíz. Podemos nacer de nuevo.
Si bien la redención es hecha por Cristo, no llega a nosotros independientemente de nuestro compromiso con la historia. Los cristianos estamos llamados a continuar su obra de sanación. De aquí la profética interpelación que Francisco nos presenta:¿cómo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? A modo de orientación ofrece algunos principios de la Doctrina Social de la Iglesia que irá desarrollando en sucesivos encuentros. Uno de ellos es la opción preferencial por los pobres, al que relaciona con la virtud de la caridad y le dedica la tercera de sus catequesis de este ciclo (19/8/20). Allí repite y actualiza la enseñanza de la Iglesia presentando esta preferencia como una opción teológica. Debemos optar por los pobres porque Dios optó primero. Y no fue ésta una elección marginal en el plan de Dios. Dos veces en esa catequesis Francisco afirma que “la opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio”.
Los caminos por los que busquemos curar al mundo tienen que estar marcados por un amor de preferencia hacia los que las sociedades relegan a las periferias. No intentaremos en estas reflexiones entrar en el terreno de estas acciones posibles sino buscar la luz de la Revelación sobre el principio de la opción por los pobres que debe animarlas.
Dios opta por los pobres
En Evangelii Gaudium el Papa aborda el tema en profundidad. Allí explica que el corazón de Dios tiene un lugar de privilegio para los pobres (EG 197). De aquí se desprende por simple lógica que si son los preferidos de Cristo deben ser los preferidos de los cristianos. La teología que subyace a esta opción arraiga en la cristología. Benedicto XVI al inaugurar la Conferencia de Aparecida la presentaba como “una opción que está implícita en la fe cristológica” (DA 392). En ese mismo encuentro los obispos dirán: “todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).
El mundo de los pobres puede verse desde muchas perspectivas. Desde la Iglesia siempre lo vemos desde Cristo. De no ser así estaríamos errando el planteo de raíz. Miramos a los pobres desde un Cristo que “se hizo pobre” (2Co 8,9) y que les otorgó a ellos su “primera misericordia” (Juan Pablo II). En el rostro doliente de los pobres está Cristo llamándonos a ponerle el hombro a su cruz (“tuve hambre y me diste de comer…”). “Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres” (Francisco, I Jornada mundial de los pobres). Para la Iglesia, los pobres antes de ser personas que no han accedido a todos los bienes del desarrollo moderno son un “sacramento de Cristo” (Pablo VI).
Reconocer la fuerza salvífica de los pobres
Pero la opción por los pobres no se agota en que sean objeto de una misericordia preferencial de nuestra parte. La Palabra de Dios nos lleva más lejos. El lugar de los pobres en el plan de salvación es un misterio de fe al que debemos acercarnos descalzos. El Papa Francisco nos llama a “reconocer la fuerza salvífica de sus vidas” (EG 198) y para hacerlo debemos desprendernos de valoraciones meramente humanas. Es contra razón pensar que la pobreza y la impotencia sean eficaces, sean redentoras. No es algo que nos pueda revelar ni la carne ni la sangre. Sólo la gracia de Dios nos puede hacer verlo. “Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres” (EG 197). Cuando Cristo se hizo pobre tuvo esa cosa misteriosa, que excede la razón, de unirlo al pobre con Él y asociarlo a su salvación. Les dio a sus vidas una eficacia redentora.
Dios desde la sobreabundancia de su amor quiere sanar a la humanidad del poder del pecado y de la muerte. Lo hace por Jesucristo, que carga sobre sí todas las heridas del mundo para darles un sentido nuevo. Cristo con su Pasión sana y lleva al Reino. Según la enseñanza paulina, puede pensarse que el Cristo que sufre la Pasión no es Él solo. San Agustín habla del “Cristo total”, Cristo cabeza unido a sus miembros, como sujeto de la Pasión. Es decir, que la redención se hace por la Pasión de Cristo y por la pasión de todos los miembros de Cristo que completan su Pasión (cf. Col 1,24). Todos los sufrientes, en general, completan la Pasión de Cristo, pero sobre todo y fundamentalmente los pobres. Con ellos Él se identificó explícitamente: “tuve hambre y me diste de comer…” (Mt 25 31,46).
Esto le da a la vida de los pobres una nueva dimensión que excede su condición de destinatarios de nuestra misericordia. Ellos -aun sin saberlo- son sujetos, actores, protagonistas de la redención. Por ellos Dios está derramando su salvación entre nosotros. Ante esto no hay que escandalizarse como se escandalizaron los apóstoles en la Pasión. Así como Cristo en su cruz cargó nuestros sufrimientos, estos otros cristos cargan nuestros dolores en sus vidas cruciformes.
Del Redentor se dijo: “por sus llagas hemos sido sanados” (Is 53,5). Su redención continúa y hoy -misteriosamente- nos sanan las llagas de tantos que sufren en los campos de refugiados o en las orillas de nuestras ciudades opulentas e indiferentes. No se trata de pobres ideales o mitificados. Hombres y mujeres concretos que -mientras nosotros leemos ideas sobre ellos- están luchando trabajosamente para apenas sobrevivir. Seres humanos a los que Dios les da una fuerza sobrehumana para seguir apostando a la vida cada día.
Hoy el mundo necesita ser curado, no solo de un virus casi invisible sino de las patologías sociales bien visibles que nos llevan a naturalizar que haya millones de personas hundidas en los sufrimientos de la pobreza. Necesitamos nacer de nuevo. Difícil será que se logre sin la fuerza histórica de los pobres. Ellos están mejor preparados que nadie para lidiar con la muerte. Lo vemos todos los días en nuestros barrios populares. Dios sabrá cuales sean los caminos históricos por los que nos llegará la salud que quiere darnos. Pero hay algo que sí podemos saber: si sigue la lógica de la redención de Cristo esa sanación nos va a llegar desde los pobres
https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-03/quique-bianchi-pobres-carne-cristo.html, 2019
Si algo han logrado estos seis años el ministerio petrino de Francisco es poner en el tapete el h... more Si algo han logrado estos seis años el ministerio petrino de Francisco es poner en el tapete el hecho de que hay una relación entre nuestra fe cristiana y el amor a los pobres. Como es lógico, resaltar esta dimensión del cristianismo genera tensiones e incomodidades, sobre todo en quienes ven amenazado su status quo con los cambios sociales que se generarían si nos tomáramos en serio este aspecto de la enseñanza de Jesús. La relación entre nuestra fe cristiana y el amor a los pobres genera un sinnúmero de equívocos, tanto fuera como dentro de la Iglesia. No siempre se entiende que cuando la Iglesia habla del pobre lo hace-o debería hacerlo-desde Cristo. Mirando a Cristo, que se hizo pobre para revelar el amor del Padre a todos los hombres, y como parte de esa revelación enseña que ese amor universal de Dios se concentra de un modo especial en los más pobres. "El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres", dirá el papa Francisco en el documento programático de su pontificado (EG 197). Opción por los pobres Desde esa opción por los pobres que hizo el mismo Dios en Cristo, la Iglesia pide a los cristianos que los amemos con especial predilección. Es lo que se ha llamado "opción por los pobres" y que-como explica Francisco-es ante todo una "categoría teológica" (EG 198). Se trata de una "opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha" IGLESIA PAPA FRANCISCO
Vida Pastoral, 2018
" Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo sino el Espíritu de Dios, para que conozc... more " Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado " (1Co 2,12) El mensaje de Jesucristo es algo vivo y eficaz, corta más que una espada de dos filos (Hb 4,12). El creyente que se abre a su acción va viendo cómo lentamente penetra en su espíritu y va cambiando la perspectiva desde la que mira la realidad cotidiana. Algunas ideas que estuvieron firmemente arraigadas en un momento se van cayendo como ramas secas por su poco sustento evangélico. Mientras que otras, que en algún momento sólo fueron pensamientos piadosos van ganando terreno en el corazón y empiezan a generar vida de un modo nuevo. En determinado momento, más tarde o más temprano, quien sigue a Cristo descubre que la gracia abrió una hendidura en el caparazón de individualismo e indiferencia en que nos refugiamos y al asomarse realiza un descubrimiento revelador: el pobre. El pobre existe. El pobre sufre. El pobre es mi hermano. Desde ese momento la fe en Cristo, un Dios que se hizo pobre, toma un nuevo color y se va haciendo lugar en nuevos espacios del espíritu del creyente. Como enseña la Iglesia, el corazón de Dios tiene un lugar de privilegio para los pobres (EG 197). De aquí se desprende por simple lógica que si son los preferidos de Cristo deben ser los preferidos de los cristianos. Para ello se impone una opción, algunas cosas habrá que desplazar o abandonar. Es imposible poner en el centro lo que el mundo desprecia sin cambiar toda una cosmovisión. No se trata de una opción " optativa " , como no lo es la opción por Cristo para el cristiano. Se trata de amar según el Espíritu de Dios.
El celular y nuestra vida interior, 2020
El celular y nuestra vida interior. En las primeras décadas del siglo pasado se comenzó la fabric... more El celular y nuestra vida interior. En las primeras décadas del siglo pasado se comenzó la fabricación en serie de automóviles y esto cambió para siempre el modo en que la humanidad se desplazaría. El entusiasmo general ante esta maravilla de la técnica pronto encontró una sombra: los accidentes de tránsito. Cuentan que las primeras muertes, a la asombrosa velocidad de 7 km/h, causaron una gran impresión en la sociedad. Seguramente no faltó quien declamara que todo el progreso del mundo no vale una vida. Pero la historia siguió su curso y la relación costo beneficio resultó ampliamente favorable para los vehículos a motor. Hoy son el principal medio de desplazamiento en todo el planeta y convivimos con el hecho de que-según la OMS-cada año mueran 1,25 millones de personas en siniestros viales o que en un país como Argentina se hayan convertido en la primer causa de muerte de jóvenes. Tal vez algo análogo esté sucediendo en nuestro tiempo con la irrupción de internet en nuestras vidas. No pasó un cuarto de siglo desde que se popularizó en nuestro país y ya hace tiempo que sentimos que nos cambió para siempre. Diariamente llevamos en el bolsillo la posibilidad de conectarnos con quien sea, de escuchar cualquier música, de leer cualquier libro, de mirar cualquier película, de hacer cualquier pregunta. En la actual crisis sanitaria mundial esa capacidad de conectarnos resultó una verdadera bendición. Cuesta imaginarnos una cuarentena sin internet. Pero nada es perfecto. Y el brillo de un beneficio innegable no nos dispensa de analizar sus costos. Un ejemplo muy actual en tiempos de pandemia es el teletrabajo. A la vez que mostró enormes posibilidades dejó expuesta una tendencia a invadir la intimidad de la vida familiar. Tanto que en las regulaciones que están apareciendo se contempla el derecho a la desconexión digital. Pero ahora queremos llamar la atención sobre otra cosa: ¿cómo influye internet en nuestra vida interior? O mejor: si su uso transformó nuestra subjetividad, ¿qué espacio tiene la vida interior en el naciente homo interneticus? Al hablar de vida interior nos referimos a esa dimensión de lo humano en la que se vive hacia adentro. No es sólo el recogimiento de los sentidos, ni lo que percibe la conciencia. Es todo lo que se da en el corazón. Es el núcleo de sentido, la fuente de energía, el espacio donde maduran las convicciones que conducen nuestra vida. Es también el lugar donde nos religamos con Dios, en el que buscamos contemplar-como diría San Juan de la Cruz-los ojos tan deseados que tengo en mis entrañas dibujados. El papa Francisco en su encíclica Laudato Si' explica que el daño que le estamos haciendo al planeta tiene una de sus raíces en la globalización del paradigma tecnocrático. En palabras sencillas: nos acostumbramos a tratar a la naturaleza como si fuera una máquina. La vida tiene sus ritmos, la tecnología otros. Un robot puede trabajar las veinticuatro horas, una persona no. La tierra nos ofrece sus frutos, pero necesita tiempo. Algo parecido nos puede pasar con el arraigo del uso de internet en nuestro ritmo vital. Nos acostumbramos a una velocidad de vértigo, sin embargo nuestro espíritu necesita su tiempo para asimilar lo que recibe. La sabiduría va madurando en un lento proceso de acumulación de sentires y vivencias. Vivir en un torbellino de distracciones nos hace seres superficiales y-por tanto-fácilmente manipulables. No hay que ser tan ingenuos y olvidar que el fin principal de internet es comercial. Google antes que un fabuloso oráculo es una enorme empresa de publicidad. La lógica comercial se lleva mejor con personas que deciden, no según convicciones profundas, sino impulsados por sus emociones. Se propone como ideal de felicidad el vivir saltando de una distracción a otra. "¡Hay que divertirse, la vida es corta!" se dice, y no reparamos que con ese eslogan además de corta se la hace estrecha. La vertiginosa estimulación que recibimos de internet ayuda a que-desde pequeños-naturalicemos la lógica de consumo ("niños de pantalla bienvenidos al mercado" cantan Ciro y los Persas). Estas consideraciones podrían extenderse y presentar diversos matices, pero con lo dicho hasta aquí alcanza para entender el punto que queremos destacar: la tecnología-hoy omnipresente en
Vatican News, 2020
Estamos a pocos días de comenzar una Semana Santa que va a pasar a la historia como una de las má... more Estamos a pocos días de comenzar una Semana Santa que va a pasar a la historia como una de las más singulares de la historia moderna. Las celebraciones litúrgicas, siempre tan ricas y concurridas, tendrán que celebrarse a puertas cerradas y sin la presencia del pueblo. Esta extraña modalidad lleva implícita una pregunta pastoral: ¿cómo animar a los fieles para celebrar esta Semana Santa?
Visto desde la vida pastoral de las parroquias sabemos que las celebraciones del Domingo de Ramos y el Triduo Pascual son momentos fuertes. En Semana Santa la gente está con una tendencia interior a la contemplación del misterio pascual. Todas las celebraciones se viven de un modo muy especial. Esto tiene su raíz en el hecho de que el misterio pascual es el corazón de nuestra fe: en la muerte de Jesucristo en la cruz y en su resurrección se cifra el sentido último de nuestra vida.
En Semana Santa penetramos con nuestra vida en ese ámbito de misterio que brota de la entrega de Cristo por amor a nosotros. Es un tiempo para concentrar nuestra mirada en Jesús y su amor redentor. Las celebraciones son la ocasión para que contemplemos su Pasión, no como simples espectadores, sino como actores de ese drama. Son nuestros pecados los que carga camino al Calvario. La cruz que lleva con la infinita fuerza de su amor es también la nuestra. La mujer fuerte al pie de la cruz nos es dada ese día y para siempre como nuestra Madre y compañera. Y también, cuando al amanecer de Domingo de Pascua, la creación entera se estremece por la resurrección de Cristo, llega un eco a nuestro corazón que lo inunda de alegría.
Lo vivido en esa semana nos ayudan a entrar en contemplación y participación del misterio pascual ¿Cómo hacerlo este año? ¿Qué podemos hacer para que esta Semana Santa no pase desapercibida? ¿Qué puede hacer un párroco -solo y encuarentenado en su parroquia- para ayudar a los fieles a configurar sus vidas con la Pasión salvadora de Jesucristo?
Lo primero -en el caso de un sacerdote- es resistir a la tentación de desentenderse de la situación. La excusa está servida en bandeja: “no se puede hacer nada”. La caridad pastoral no puede conformarse con eso. En el fondo de un corazón de pastor siempre hay un llamado a buscar lo que Dios hace en su pueblo y colaborar con esa obra. El que ama siempre encuentra caminos.
Además, no podemos ser indiferentes a todas las zozobras que está pasando la gente en estos momentos. Los noticieros están llenos de muertos y peligros por el avance del virus. El desaislamiento no es fácil para ninguna familia. Sobre todo para las que no tienen todo resuelto para quedarse en la casa y necesitan salir a ganarse el pan del día. Los cristianos llevamos en el ADN el reclamo de hacernos hermanos del que sufre. En ese sentido, esta situación abre un gran campo de trabajo pastoral en las parroquias ayudando a los que más necesitan. Pero en el fondo, lo que todos precisamos ante esta epidemia de miedo y soledad es un consuelo. Y nada más consolador que la certeza de la presencia amorosa de Dios en nuestras vidas. Eso necesita hoy nuestro pueblo y la Semana Santa nos ofrece una ocasión inmejorable de sembrarlo.
Una idea sencilla me resulta una brújula en estos momentos: “invitar a rezar juntos pero cada uno en su casa”. Buscar caminos para animar la oración de las familias en aislamiento en esta Semana Santa. Esto aprovechando los senderos de oración que recorre el pueblo fiel. Dios es quien está en búsqueda de su pueblo y suscita siempre formas de encuentro más allá de lo que proponemos los pastores.
En esta ocasión, una línea de acción puede ser animar la oración del pueblo de Dios ayudando a que se sientan parte de un cuerpo en oración. Por ejemplo, desde las parroquias se podría buscar que cada familia en sus casas sientan que verdaderamente están participando de las celebraciones que se hagan en las parroquias. El decreto de la Santa Sede del 25 de marzo recomienda avisar los horarios de las celebraciones y -en lo posible- transmitirlas en directo.
En esta situación el uso de las redes sociales puede ser un camino providencial. Personalmente, hasta antes de este aislamiento, tenía mis reparos con estas redes y el modo en que frecuentemente se usan. Sin negar sus innumerables posibilidades de ponernos en contacto con los demás, siempre me pareció que su ritmo interno tiende a establecer una relacionalidad más superficial que vital. Un ámbito más propio para vivir una lógica de consumo que una relación verdaderamente humana. Cualquiera sabe que no es lo mismo un “amigo” de las redes que un amigo en la vida. Sin embargo, creo que esta pandemia nos está mostrando a todos que las redes pueden también generar un vínculo profundamente humano. Ante la imposibilidad de la presencia física de nuestros seres queridos hemos aprendido a percibir en nuestro espíritu un nuevo modo de presencia, mediada por una pantalla. Esa densidad humana que puede llegar a tomar una presencia virtual es lo que tenemos que aprovechar en la evangelización, especialmente en esta Semana Santa. (Estos modos de presencia es algo que la teología tendría que ayudarnos a pensar).
Desde ahí podríamos pensar las celebraciones en la parroquia. No se trata sólo de “transmitir la misa por internet”. No podemos hacer de la misa un “contenido viralizable” para el entretenimiento de los ocasionales espectadores (en este sentido parece ir la indicación del decreto de la Santa Sede cuando habla de transmisión en directo, no grabada).
Lo que hay que buscar es fomentar en la gente una verdadera participación desde sus hogares. Rezar juntos, cada uno en su casa. La asamblea convocada en torno al altar es signo de la comunión de los santos. Esta vez es imposible la reunión física. Apenas se puede intentar una especie de reunión mediatizada por las pantallas. Aun así, nada impide que esa asamblea dispersa físicamente -pero unida en un mismo espíritu- también pueda significar, de un modo análogo, la comunión de los santos.
En el terreno práctico, si la transmisión se hace por Youtube (cosa muy sencilla y económica), esta plataforma ofrece la posibilidad de ver la celebración en el televisor. Se puede invitar a la familia a que disponga el hogar para la celebración armando un altar debajo del televisor, con las imágenes religiosas de la casa, con una vela encendida. Preparando el ambiente para asistir a la misa del modo más parecido posible a la presencia en el templo. Después de todo, las primeras celebraciones cristianas eran en las casas.
También, la imposibilidad de la comunión sacramental puede dejarnos una enseñanza. Entrar en verdadera comunión con Cristo es mucho más que comer el pan sacramentado. Comulgar con Cristo es formar en Él un cuerpo de hermanos. La Eucaristía, fuente de la vida cristiana, es una gracia que nos transforma configurándonos a una existencia fraterna, como la de Jesús. Nos lleva a sentirnos hermanos de cada uno, especialmente de los débiles y sufrientes. La misa es un envío (missio) a construir la hermandad de la familia humana. Algunas piedades eucarísticas nos hacen correr el riesgo de reducir la comunión frecuente a un bien de consumo religioso para la santificación individual. Esta pandemia, además de imponernos un “ayuno eucarístico”, acerca a la comodidad de nuestro sofá el rostro de tantos que sufren enfermedades, miedos, soledades. Un genuino fervor eucarístico nos llevaría más a tenderle nuestra mano a esos hermanos que a extrañar el pan y el vino consagrados.
Por último, sabemos que muchos mantienen la saludable costumbre de confesarse en Semana Santa. En esta oportunidad el sacramento de la reconciliación va a resulta inaccesible. Pero en la doctrina de la Iglesia existe la posibilidad de un -si se me permite la expresión- “perdón sin sacerdote”. Es algo de lo que poco hablamos en la Iglesia y que se lo conoce como “contrición perfecta” (Catecismo 1451-1452). En este punto el papa Francisco -verdadero párroco del mundo- nos dio una lección de cómo explicarlo su misa en Santa Marta del 20 de marzo:
“Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: 'Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname', y pídele perdón con todo mi corazón, con el Acto de Dolor, y prométele: 'Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora'. Y de inmediato, volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a mano. Piensa en ello: ¡es la hora! Y este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve”.
En definitiva, más allá de los miedos, más allá del dolor y de la muerte que parecen campearse triunfantes estos días, tenemos una certeza que estamos llamados a contemplar y compartir en esta Semana Santa más que nunca: el amor de Cristo -entregado en la cruz- es más fuerte que todos los males y nos sostiene cada día. ¡No dejemos que un virus nos robe la Semana Santa!
Uno de los tantos senderos que se abrieron en el posconcilio es el de pensar la evangelización co... more Uno de los tantos senderos que se abrieron en el posconcilio es el de pensar la evangelización como una inculturación del Evangelio. Juan Pablo II impulsó fuertemente esta perspectiva considerando la inculturación como un "hermoso neologismo" que "expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la Encarnación".2 Si buscamos una definición sintética, podemos tomar la expresión del Sínodo de 1985 que entiende a la inculturación como "una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas".3 Hasta aquí todos de acuerdo. Cuando se trata de la inculturación como un principio teológico pastoral parecería que todas sus consecuencias pueden contenerse en consensos de escritorio. Pero este año la Iglesia está por celebrar un Sínodo sobre los desafíos que presenta la Amazonía. Se trata una región que debido a la riqueza de sus recursos y el estado de amenaza en que se encuentra entraña una problemática que es de vital importancia para el futuro de la humanidad. A esto se suma el hecho de que en su seno viven comunidades indígenas a las que la Iglesia quiere anunciarles el Evangelio y que se encuentran en un proceso de inculturación incipiente. El Sínodo quiere buscar nuevos caminos para profundizar esta misión. Pasar de una Iglesia para los indígenas a una Iglesia indígena. El cardenal C. Hummes, relator general del Sínodo, lo explica en una entrevista a La Civiltà Cattolica: "Nosotros, sobre todo a partir de las grandes Conferencias del episcopado latinoamericano, hemos buscado ser una Iglesia indigenista, que considera a los indígenas como objeto de pastoral, pero no todavía como protagonistas de la propia experiencia de fe. Pero esto no basta. Ahora sabemos que debemos dar un paso más: debemos promover una Iglesia indígena".4 La inculturación engendra historia Esta coyuntura nos pone ante la posibilidad cierta de que el planteo de la inculturación tome protagonismo no sólo en el plano de los principios o de la explicación del pasado sino en la creación de la historia. Como sabe cualquiera que siga las noticias eclesiales, la reacción a los primeros trabajos del Sínodo no se ha hecho esperar. Algunas críticas son "las de siempre", las que ven demonios conduciendo todos los procesos posconciliares, o una pluma roja detrás de cada palabra escrita a favor de los pobres. Pero otras son más serias. Incluso-como un testimonio del clima de diálogo de este pontificado-algunas proceden de altos funcionarios de la Iglesia que no temen expresar sus posturas aunque éstas arrojen sombras sobre posicionamientos del papa Francisco. Toda crítica bienintencionada merece ser pensada y puesta en diálogo. No lo hacemos en este caso desde el lugar de quien conoce la problemática misionera del Amazonas, sino desde la búsqueda de una profundización de la reflexión teológica sobre la inculturación desde América Latina. En concreto, sólo queremos detenernos brevemente en una idea: algunas críticas hacen pensar que la inculturación participa del escándalo de la Encarnación (entiéndase que estamos en el terreno de las analogías). Bien sabemos los cristianos que sostener que el mismo Dios Todopoderoso haya asumido la debilidad de la carne en el seno de María está lleno de consecuencias que resultan difíciles de digerir. Incluso en nuestro proceso de conversión personal se levantan permanentemente resistencias interiores frente a las nuevas facetas que nos va presentando semejante misterio. Tal vez algo análogo suceda en el interior del cuerpo eclesial cuando se quiere llevar a fondo el planteo de la inculturación del Evangelio en nuevas culturas y éstas nos muestran un nuevo modo cultural de ser Iglesia. La inculturación choca con el eurocentrismo 1 Publicado en: https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-08/una-iglesia-rostro-amazonico-y-escandalo-de-inculturacion.html 2 Catechesi tradendae 53. 3 Asamblea extraordinaria del 1985, Relación final, II, D, 4. Cf. RM 52. 4 A. Spadaro, "Hacia el Sínodo para la Amazonía. Entrevista al cardenal Cláudio Hummes" [en línea] https://www.civiltacattolica-ib.com/hacia-el-sinodo-para-la-amazonia/
Vida Pastoral, 2020
Sangre de mártires riojanos, semilla de unidad de los argentinos Jesucristo es el mártir por anto... more Sangre de mártires riojanos, semilla de unidad de los argentinos Jesucristo es el mártir por antonomasia. Él vino como testigo del amor misericordioso de Dios y, en humilde sumisión a la voluntad del Padre, sostuvo su testimonio hasta el doloroso desenlace en la cruz. Con su pasión y muerte Él ofrece su vida en sacrificio redentor para reconciliar a la humanidad con Dios. A nosotros, por el bautismo-que nos hace de Cristo-se nos da la gracia de participar de los frutos de ese sacrificio sin sufrimiento alguno de nuestra parte. Los cristianos estamos llamdos a ser "testigos" (gr. μάρτυρες, mártires) de esta salvación: "recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos" (Hch 1, 8). Lo propio de la palabra testimonial es que no se ofrece como un sistema de ideas, cuyas afirmaciones se apoyan en una evidencia exterior a la persona que la profiere. Al contrario, un testimonio se presenta como creíble sólo si quien lo sostiene lo es. Por eso, ser testigos de Cristo no es algo que pueda sostenerse sólo con los labios. El testimonio debe envolver la vida entera. Pronto lo entendieron los primeros cristianos cuando comprobaron que el pedido de Jesús de ser sus testigos tenía que ver con compartir sus sufrimientos e incluso su muerte. Tanto que-desde el testimonio de sangre de Esteban-llamaron mártir (testigo) por excelencia al que moría por sostener su fe (cf. Hch 22, 20). Los mártires siempre han sido una fuente de gracia en la vida de la Iglesia. Que haya cristianos capaces de encarnar el Evangelio de tal modo que pongan el amor de Cristo antes que su propia subsistencia es una poderosa fuerza de inspiración. Sus vidas ofrecidas son una especie de "prueba" de la plenitud que ofrece la fe cristiana. De este modo, la sangre de los mártires mezclada con la de Cristo suscita nuestra fe, hace creíble la Buena Noticia que trajo Jesús y que la Iglesia transmite. De aquí la feliz sentencia de Tertuliano: "sangre de mártires, semilla de cristianos". La beatificación de los mártires riojanos, Enrique Angelelli, Wenceslao Pedernera, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, nos señala que en Argentina-en su historia reciente-también se derramó semillas de cristianos. Sabemos cómo es Dios de generoso cuando esparce su simiente: no sólo arroja en tierra fértil, sino entre piedras, espinas y hasta al borde del camino. Pero también sabemos que esa semilla espera un buen terreno para desplegar su fecundidad. Son muchos los que trabajan con entusiasmo para hacer germinar la memoria de estos mártires en la vida de la Iglesia argentina. Pero también hay que reconocer que la frialdad de algunos sectores ante la inminente beatificación hace pensar que todavía hay mucho terreno que preparar para obtener fruto de esta siembra divina. Tal vez este silencio tenga que ver con que los mártires riojanos nos obligan a hablar de lo que no se habla. Como cuando en una familia hay un tema doloroso que todos tienen presente y que nadie quiere revolver. La dificultad de hablar de estos mártires parece estar relacionada con la profundidad de la herida que dejó en la sociedad argentina la violencia política y el terrorismo de estado de la década del 70. Aún hoy, es difícil hablar serena y sinceramente de la responsabilidad de la Iglesia en
Revista Teología, 2018
"Si el mundo los odia, recuerden que primero me odió a mí" (Jn 15,18) Cuando Juan Pablo II en 1... more "Si el mundo los odia, recuerden que primero me odió a mí" (Jn 15,18)
Cuando Juan Pablo II en 1994 convocaba a celebrar el Gran Jubileo para recibir el tercer milenio de cristianismo nos hacía caer en la cuenta de que, así como la Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires, " al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires " .1 Por eso invitaba a las comunidades a hacer todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido la muerte por ser testigos de Cristo. Hoy con Francisco la Iglesia de América Latina recoge dos frutos maduros de esa iniciativa al celebrar la canonización de Romero en El Salvador y la inminente beatificación de Angelelli y sus compañeros mártires en Argentina. A los que presumiblemente podrían sumarse otros en todo el continente. Pero debemos ser realistas y aceptar que en un cuerpo eclesial complejo como el de Latinoamérica la recepción de estos nuevos santos tendrá sus particularidades. Habrá quienes los reciban prontamente y con entusiasmo y otros que necesiten tiempo para entender e internalizar los argumentos en los que se apoya la Iglesia para reconocer estos martirios. En todos los casos, nos parece que puede resultar de utilidad una breve presentación de una noción teológica actual de martirio. La Iglesia crece permanentemente en la profundización de lo que Cristo reveló,2 y la comprensión que ésta tiene del martirio no es una excepción. En el siglo XX pudo verse claramente un progreso en esta dimensión del pensamiento teológico y es lo que intentaremos presentar desde la perspectiva de la realidad latinoamericana. Para ello, lo primero que haremos es un breve esbozo de la noción posconciliar de martirio (1). Luego diremos algo sobre el martirio en América Latina (2). En tercer lugar, explicaremos qué se entiende por martirio " en odio de la fe " (odium fidei) (3) y por último haremos algunas puntualizaciones sobre la dimensión política de estos martirios (4). Somos conscientes de que para muchos resulta una piedra de escándalo el hecho de que las muertes de estos obispos se hayan dado en el marco de convulsiones políticas que siguen sin resolverse del todo. Es una dificultad que resulta inevitable y que cada uno afrontará según la lectura que tenga de los procesos históricos de América Latina. No presentamos estas reflexiones desde una pretendida asepsia histórica. Cosa además imposible. Lo hacemos tomando partido por los perseguidos. Para esto hay una razón de fondo que tiene que ver con una dimensión constitutiva de la Iglesia. Ésta, enseña el Concilio, está llamada a comunicar los frutos de la salvación recorriendo un camino de pobreza y persecución como el de Cristo.3 En la medida en que ella da verdadero testimonio de Cristo la persecución le resulta inevitable. Por eso donde quiera que se dé una situación histórica de opresión, odio, muerte, la Iglesia para ser fiel a sí misma se pondrá del lado de las víctimas y verá en ellas la imagen de su Fundador.4 Desde ese lugar intentamos pensar las muertes violentas de estos cristianos. Manteniendo la premisa de que se trate de una reflexión teológica. Esto es, una lectura de los desenlaces de las vidas de estos obispos desde la fe cristiana en el marco de la Tradición de la Iglesia. 1. Martirio: el supremo testimonio de amor 1 Juan Pablo II, Tertio millennio adveniente 37. 2 Cf. DV 8. 3 Cf. LG 8: " como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres ". 4 Cf. LG 8: " también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo "
Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en... more Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en la diócesis de San Nicolás llevó adelante la primera recepción del Concilio Vaticano II y uno de los pocos obispos que se enfrentó con la dictadura militar por defender a las víctimas del terrorismo de Estado: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. Tómense estas reflexiones como un filial homenaje a su memoria en el año del 40 aniversario de su muerte. No pretendemos aquí adelantarnos al juicio de la Iglesia proclamándolo mártir, pero sí queremos hacernos seriamente la pregunta sobre la pertinencia de este título. Hoy, transcurridos más de treinta años de vida democrática, los argentinos somos conscientes de que en esa etapa triste de nuestra historia el gobierno de facto -so pretexto de “poner orden” ante el espiral de violencia fratricida que comenzó con el bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955-, desplegó todo tipo de actividades de terrorismo de Estado. Acciones criminales que en algunos casos buscaban reprimir la violencia guerrillera, pero que por tratarse de crímenes perpetrados con el poder del Estado tienen una responsabilidad cualitativamente distinta que los delitos cometidos por civiles. Para el gobierno militar de aquellos años, todo era válido para sacar de en medio a quienes consideraba enemigos: secuestros clandestinos, torturas, vuelos de la muerte, desaparición de personas, apropiación y venta de bebés, y asesinatos bajo apariencia de accidente, entre otras muchas crueldades que duele recordar. Basta una ojeada al libro Nunca más para volver a estremecerse con el infierno de esos tiempos que –en palabras del poeta Juan Gelman- sigue crepitando en la memoria de quienes aún hoy esperan alguna noticia de sus desaparecidos. En esa situación de angustia infinita eran pocas las puertas a las que podían llamar confiadamente. En San Nicolás, una de esas puertas fue la del obispo: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. En su despacho recibía permanentemente a familiares de detenidos o desaparecidos cualquiera sea su signo político e intercedía por ellos tocando cualquier resorte de poder que tuviera a su alcance. Su corazón de pastor se conmovió profundamente por el dolor de estas madres y, como el buen samaritano, hizo acción de esa compasión aún a riesgo de su prestigio y su vida. Por lógica decantación, su actitud de compromiso con estas víctimas fue derivando en un enfrentamiento con las autoridades militares. Fue en ese clima de decidida hostilidad que el entonces obispo de San Nicolás encontró la muerte en un dudoso accidente de tránsito. En la fría mañana del 11 de julio de 1977, en la vieja ruta 9, camino a Buenos Aires, a la altura de Ramallo una camioneta Ford F100 que viene en sentido inverso y se cruza repentinamente en su camino. El impacto brutal del frágil Renault 4 en la puerta derecha de la camioneta deja malherido a Ponce de León, quien -luego de ser atendido en el hospital de Ramallo- muere en una clínica en San Nicolás. La justicia todavía investiga las causas de su muerte. Al igual que con Angelelli, hubo un rápido y breve proceso judicial a poco de su muerte, en pleno auge del poder del gobierno militar. Luego de una sumaria investigación, -que no incluyó más relato de los hechos que el del presunto conductor de la camioneta, ni una autopsia al obispo, ni una investigación de la conexión entre la empresa dueña de la camioneta y el Ejército-, el chofer que hizo la “maniobra imprudente” fue inhabilitado para conducir vehículos durante cinco años. Mucho tiempo después, en 2006, la justicia abre una nueva investigación sobre la muerte del obispo. Se amplía con varias declaraciones testimoniales, estudios de peritos en accidentología, exhumación del cuerpo y documentos aportados por la Secretaría de Culto de la Cancillería y la Conferencia Episcopal Argentina, entre otras cosas. Pero luego del entusiasta impulso inicial, hoy el proceso sigue sin resolución y las investigaciones avanzan a una velocidad muy cercana al estancamiento.
En este contexto, podemos hacernos estas preguntas: ¿qué sucede si la justicia nunca se pronuncia sobre las causas de su muerte?, ¿o si declara que fue realmente un accidente?, ¿podemos recordar a Ponce como mártir si no hay pruebas de que fue asesinado? A simple vista, esta cuestión puede parecer menor para muchos que ya valoramos el testimonio de entrega martirial de este obispo. Pero creemos que merece ensayarse una respuesta desde la historia y la teología para hacer justicia con la memoria de Ponce de León y su modo de encarnar el ministerio episcopal en la encrucijada del posconcilio y la etapa más difícil de nuestra historia reciente. Y para difundir su ejemplo, que como el de tantos que dieron su vida por la fe, siempre es una semilla fecunda en la vida de la Iglesia.
Decimos que la respuesta debe buscarse en la historia y en la teología porque para pensar si murió como un mártir debemos preguntarnos por los hechos históricos que rodearon y precipitaron su muerte y sobre la noción teológica del martirio. Este es el camino que seguiremos en nuestra exposición. Primero presentaremos el contexto de amenazas reales que vivía el obispo y su perseverancia en una actitud de compromiso con las víctimas de las acciones criminales del gobierno, siendo plenamente consciente de que eso lo ponía en un serio peligro de muerte. Lo haremos sobre todo desde los informes secretos que enviaba el teniente coronel Saint Amant desde San Nicolás denunciando el “accionar subversivo” de este obispo que dirigía “fuerzas enroladas sustancialmente en las filas del enemigo” (sic). La sola lectura de esa correspondencia deja, a cualquiera que no niegue lo que pasaba en la dictadura, la fuerte sensación de que Ponce estaba condenado a muerte.
Luego intentaremos presentar sucintamente una noción posconciliar y latinoamericana de martirio, que incluye el compromiso con la justicia y los derechos humanos contando con la posibilidad cierta de la muerte, tal como se utilizó para solicitar la canonización de monseñor Romero en El Salvador y -suponemos- se intentará en el proceso de monseñor Angelelli.
Vida Pastoral, 2018
Como un sol tibio en una mañana de invierno fue para muchos de nosotros la noticia de la próxima ... more Como un sol tibio en una mañana de invierno fue para muchos de nosotros la noticia de la próxima beatificación del obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires. Las crónicas agregan que serán declarados mártires por haber sido asesinados " en odio de la fe " (odium fidei). Algunos pueden preguntarse qué significa realmente esta expresión ya que una lectura literal de la misma puede llevar a confusión. Podría objetarse-por ejemplo-que quienes mataron a Angelelli no odiaban la fe cristiana, más bien al contrario, algunos de ellos eran fervientes católicos. De aquí podría llegarse a la apresurada conclusión de que sus muertes fueron por cuestiones políticas, no religiosas y que por tanto se estaría forzando la interpretación de la historia al declararlos mártires. Por eso creemos que merece ensayarse una somera explicación sobre qué significa el martirio in odium fidei.
Vatican Insider, 2018
Hay quienes dicen que en el espacio público de algunas ciudades argentinas ya puede verse una de ... more Hay quienes dicen que en el espacio público de algunas ciudades argentinas ya puede verse una de las últimas tendencias en diseño urbanístico. Se la conoce como “arquitectura hostil”. Expresión llamativa que anuncia una paradoja y nos impulsa, casi en un acto reflejo, a consultar al gran oráculo moderno (Google). El primer resultado remite a la sabiduría de Wikipedia: “arquitectura hostil es una tendencia de diseño urbano en la que los espacios públicos se construyen o alteran con el fin de desalentar su utilización indebida” (consulta: octubre 2018).
Si la definición terminara ahí no llamaría demasiado la atención. Cualquiera que transita por las grandes ciudades conoce la importancia de la buena organización del espacio público y lo difícil que es su preservación. Sobre todo los parques y las plazas, que son lugares donde la vida bulle, necesarios para las actividades recreativas, deportivas, artísticas, culturales, etc. En ellos nos encontramos y nos reconocemos como sociedad. Son un ámbito privilegiado de creación de la identidad colectiva. Además, resultan indispensables para que la vida en la ciudad no se torne insalubre. Hasta puede decirse que la calidad estética de estos espacios está en relación directa con nuestra calidad de vida.
Pero parece que el concepto de arquitectura hostil no termina en el loable propósito del buen uso del espacio público. Su sabor a eufemismo lleva a intuir una intención vergonzante. Lo confirma la segunda parte de la formulación de Wikipedia: “esta tendencia está más típicamente asociada como medio de repeler a las personas sin hogar, por ejemplo, en la forma de "pinchos anti homeless", los cuales son colocados en superficies planas para impedir su uso como lugar de descanso”.
Con esta referencia a la explícita intención “anti pobres” de esta tendencia urbanística el panorama se presenta más completo. Un repaso por algunas fotos genera una sombría perplejidad. Se trata, por ejemplo, de bancos de plaza con apoyabrazos intercalados de modo que sea imposible acostarse. En casos más explícitos son unas puntas de acero en los umbrales de los edificios, sobre todo en los rincones o lugares en que el reparo del frío puede atraer a quienes no tienen donde pasar la noche.
Es entonces cuando uno repasa los argumentos sobre el uso racional del espacio público y los vuelve a sopesar con el telón de fondo de ese linyera que tiene que ir a dar con sus huesos a algún sucio rincón porque le fue negado el banco de una plaza. Si estos lugares son para el uso de la totalidad de la sociedad, quienes no tienen un techo, ¿no son parte de nuestra sociedad? ¿No tienen derecho a usarlo? ¿Qué es más urgente, mi derecho a solazarme en una plaza limpia y bella o el dolor de quien no tiene lo básico para vivir? ¡Es culpa de ellos! No lo sabemos. Lo cierto es que son parte de nuestra sociedad y nosotros todos los días nos sentamos a una mesa en la que no hay un lugar para ellos.
¿Y si para tomar una postura frente a estas “respuestas” a los problemas sociales nos ponemos ante Dios? Pero ante Dios en serio, ¿qué nos dice el fondo de nuestro corazón? ¿Es solución arrinconar de este modo a los más pobres entre los pobres? Los cristianos creemos que ante Dios somos todos iguales en dignidad -y por tanto hermanos- y que si alguno sufre estamos llamados a escuchar y socorrer ese dolor. ¿Podemos barrer ese clamor debajo de la alfombra? ¿En qué nos convierte esa actitud? Nuestra cómoda indiferencia, ¿no guarda cierto parentesco con la terrible frase de Caín: “acaso soy yo el guardián de mi hermano”? (Gn 4,9). No puede dejar de interpelarnos la pregunta del homeless londinense que, parado sobre las púas de acero sostiene un cartel que dice: ¿en qué clase de sociedad vivimos que las necesidades de los sin techo se soluciona con pinchos? (ver foto).
Es tan complejo el problema de la pobreza en nuestras sociedades que podemos sentir cierta impotencia al constatar lo poco que podemos hacer individualmente. O simplemente no sabemos qué hacer. Evadirnos del problema siempre va a ser una tentación. Aunque las grandes soluciones escapen a nuestro ámbito siempre hay algo que está a nuestro alcance. El primer paso es vigilar para que no se nos naturalicen los mecanismos de esconder y estigmatizar a los pobres. No dejarnos anestesiar con el gas venenoso de la indiferencia que -como dice el papa Francisco- se ha globalizado “para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta” (Evangelii Gaudium 54). ¿Cómo está la salud de mi corazón si ni siquiera veo este drama y sólo lo percibo como un problema de higiene urbana?
Además, nuestro Dios para rescatarnos de una vida sin sentido se hizo hombre en Jesucristo. En su misterio de amor eligió hacerse hombre y pobre. Nació en un pesebre, vivió y -sobre todo- murió como pobre. Nos mostró que ellos ocupan un lugar de preferencia en el corazón de Dios. Hasta se identificó con ellos al enseñarnos que cuando tengamos que dar cuenta sobre cómo usamos el regalo de la vida se nos preguntará sobre nuestro amor a los pobres (“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo… porque estuve sin techo y me alojaron… ¿cuándo te vimos sin techo y te alojamos?… cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” cf. Mt 25, 35-40).
Quiera Dios, en su inmensa misericordia, despertarnos del sopor de nuestra indiferencia y que sólo sea una negra pesadilla la posibilidad de escuchar algún día palabras como éstas: “Fui homeless y me echaste de tus ciudades”.
¡No le saquemos el pucho a Brochero! Del santo Cura Brochero nos han llegado apenas un puñado de... more ¡No le saquemos el pucho a Brochero!
Del santo Cura Brochero nos han llegado apenas un puñado de fotos, todas en blanco y negro. Una de las más conocidas fue sacada en la casa de la familia Recalde en Panaholma. Allí se lo ve montado en su mulo malacara, con un poncho criollo sobre la sotana, su sombrero de ala ancha y pitando un cigarro en chala. Tanto dice de Brochero esa foto que muchos la usaron para dar a conocer su obra y su santidad. Incluso, para reforzar la fuerza de la imagen, alguna mano devota la dotó de colores. Pero eso no fue el único retoque en la historia de esta foto. En algún momento otro celoso difusor de Brochero le “borró” el cigarro de la boca. Lamentablemente, ese artista del photoshop no tuvo la deferencia de corregir la mueca que dejó esa ausencia en el rostro del santo. Esa imagen “retocada” fue la que flameó en el Vaticano el glorioso día en que la Iglesia declaró solemnemente la santidad de Brochero.
Fumar en chala era muy común en el siglo XIX, sobre todo entre los criollos más humildes. La pobreza no ofrecía muchas ocasiones para los placeres sensibles, más allá de un trago de ginebra, una partida de naipes o una pitada de tabaco. Los “vicios” de los que hablaba Martín Fierro. El cura Brochero, desde su gran amor a Dios y a su pueblo, se hizo uno de ellos. No vivía entre los serranos para servirlos, se convirtió en serrano. Compartió sus vidas, sus luchas, sus esperanzas. Trabajó incansablemente con ellos en la construcción de escuelas, acequias y caminos. Se contagió lepra y murió entre ellos ciego y pobre. No sería extraño que disfrute con ellos los pequeños placeres que la vida les permite y le haya tomado el gusto al rústico cigarro. Eso no lo hace menos santo, más bien muestra la sinceridad de su entrega. Un verdadero pastor con olor a oveja.
No es la intención de este artículo instar al levantamiento de firmas para que le devuelvan el pucho a Brochero. Sí nos interesa pensar qué podemos aprender de este “furcio”. ¿Qué pensó la mano que borró el cigarro?: ¿no está bien que un santo tenga un pucho en la boca?, ¿tiene mucha pinta de criollo para ser santo?, ¿demasiado que aceptamos la mula sobre el altar?... No sabemos qué pensó. Pero esto nos puede hacer pensar: si veo una foto de un santo que no condice con mi concepto de santidad, ¿qué tengo que hacer?, ¿cambiar la foto o cambiar mi concepto de santidad? En el fondo: ¿qué es la santidad?
Brochero tenía una personalidad que es imposible de encasillar los moldes de lo políticamente correcto. Por ejemplo, usaba las llamadas “malas palabras”. No para ofender ni por guarango. Expresiones rústicas, sin malicia y hasta ingenuas. Como las que usa cualquiera en los ambientes no afectados. Frecuentemente organizaba ejercicios espirituales para los serranos y traía a padres jesuitas para que los prediquen mientras él se encargaba de cuidarle los animales a los paisanos para que puedan rezar tranquilos. En una ocasión –cuenta el libro del padre Aznar- el predicador instaba a que contemplaran a Jesucristo crucificado: ‘Acércate a esa cruz y contempla como está lastimado Jesucristo pagando por tus pecados...’ Se levanta Brochero y le dice aparte: ‘Padre, mis paisanos no lo entienden’. Y luego predica él: ‘Mira hijo lo jodido que está Jesucristo, saltados los dientes y chorreando sangre. Mira la cabeza rajada y con llagas y espinos. Por ti que sacas la oveja del vecino. Por ti tiene jodidos y rotos los labios, tú que maldices cuando te chupas. Por ti que atropellas la mujer del amigo. Qué jodido lo has dejado en los pies abiertos con clavos, tú que perjuras y odias’.
Como ésta, hay miles de anécdotas que testifican que Brochero, siendo un hombre de Dios, no encaja en una idea preconcebida de “santidad”. La santidad no es la encarnación de una moral que puede ser codificada en algunos criterios de urbanidad. Eso sería una caricatura de la santidad. Ser santo es ser de Dios. Dejar a Dios que tome nuestra vida con su amor y la transforme. Dios nos hace suyos y talla en nosotros la imagen de Cristo. Es por eso que puede decirse que Dios se da a conocer en sus santos. En cada uno de ellos hay un destello del rostro misericordioso del Padre. En el santo, tal como es, Dios nos habla. Si el santo nos escandaliza y lo estilizamos para hacerlo más digerible estamos deformando lo que Dios nos quiere decir con su vida. En Brochero Dios nos muestra un “cristo criollo”, un santo genuinamente argentino, que amó a la patria sirviendo a los más humildes hasta identificarse con ellos. Su vida nos señala un horizonte, sería una lástima cubrirlo de neblina.
Brochero llegó a los altares. Fue reconocido por la Iglesia Universal como intercesor y modelo. Su canonización es la cúspide de un largo racimo de honores humanos que recibió desde que culminó su vida en la tierra. Uno de los primeros grandes reconocimientos que tuvo fue un monumento con su figura que se inauguró en 1922, a ocho años de su muerte. Quien fuera dos veces gobernador de Córdoba, Ramón J. Cárcano, fue uno de sus primeros biógrafos y se consideraba su amigo íntimo. De este gran homenaje decía: “el año pasado el Sr. Pbro. Cuestas, tuvo la deferencia de enseñarme la fotografía del monumento proyectado. Era un clérigo de pie, correctamente vestido, y apoyado en su bastón, parecía que realizaba su paseo higiénico en una tarde apacible. Pero éste no es Brochero, dije, ni siquiera como símbolo. El BROCHERO que debe conmemorarse sólo se concibe en la acción, como yo lo conocí, con la sotana atada a la cintura, sombrero de anchas alas, espuelas sobre botines gruesos, el breviario en una mano y en la otra el rebenque. Ese era Brochero”.
Como Iglesia cabe preguntarnos: ¿a cuál Brochero queremos venerar?, ¿al Brochero auténtico o a una versión edulcorada que no ponga en crisis nuestros esquemas? Quiera este santo desde el cielo mostrarnos el camino para encontrarnos con el legado, no sólo del “clérigo de pie, correctamente vestido”, sino del Brochero real: criollo, con mula, poncho y cigarro, pero con un corazón pleno de amor a un Dios que –al decir de nuestro santo- “es como los piojos: está en todas partes pero más entre los pobres”.
Revista Teología, 2024
La teología pastoral busca discernir cursos de acción que colaboren con el obrar salvífico de Dio... more La teología pastoral busca discernir cursos de acción que colaboren con el obrar salvífico de Dios. Se elabora a partir de la experiencia creyente de sujetos concretos, que siempre son miembros de un pueblo y que están atravesados por una historia y una cultura común. En América Latina, la historia muestra que la Virgen María ha sido una protagonista de primer orden en el proceso por el que se fue inculturando la fe. Tanto, que se ha vuelto parte del ADN cultural del Continente y su presencia marca la vida cristiana de enormes mayorías.
En este artículo se exploran las raíces histórico culturales de este cristianismo de rostro mariano, tomando al acontecimiento guadalupano como hito arquetípico de lo que será la presencia y la acción de María en el pueblo naciente. El hilo conductor lo marca la lectura teológica sobre la evangelización fundante de América Latina que desarrolla el teólogo argentino Rafael Tello, que entiende que con la aparición del cristianismo popular latinoamericano se despliegan nuevas riquezas de la Revelación en la historia. Una de estas nuevas riquezas es una mayor comprensión del misterio de la Madre de Dios y su lugar en la redención.
Teología, 2022
En Argentina, una humilde Imagen de la Pura y Limpia Concepción que se quedó a orillas del río Lu... more En Argentina, una humilde Imagen de la Pura y Limpia Concepción que se quedó a orillas del río Luján, ha atraído multitudes en sus casi cuatro siglos de historia. En este artículo presentaremos un bosquejo del proceso histórico de estas peregrinaciones.
Comenzaremos con una breve referencia a las romerías del siglo XVIII.
Luego pasaremos al fenómeno verdaderamente multitudinario que comenzó con la llegada del ferrocarril a Luján. La etapa de las grandes peregrinaciones comienza en 1871, con la Primera Peregrinación General de los Católicos al Santuario de Luján.
En este recorrido merece nombrarse también la peregrinación de los gauchos que comienza a mediados del siglo XX. Por último presentaremos la peregrinación juvenil que lleva casi medio siglo de desbordante vitalidad.
Vatican News, 2022
A primera vista, la afirmación de que los pobres son capaces de evangelizarnos podría parecer una... more A primera vista, la afirmación de que los pobres son capaces de evangelizarnos podría parecer una concesión indulgente, fundada en la misericordia que nos inspiran y en la humildad de sentirnos en la necesidad de ser siempre evangelizados. Es sabido que por lo general los pobres, ocupados permanentemente en sobrellevar los desafíos y sufrimientos propios de la pobreza, no tienen tiempo para dedicarse explícitamente a la evangelización. Por otra parte, al hablar de sujetos evangelizadores instintivamente nos viene a la mente la caracterización de un agente de pastoral comprometido y versado en la doctrina cristiana y nos resulta difícil conjugarla con los pobres concretos, que en su gran mayoría –a pesar de su fe firme– no saben hilvanar las proposiciones del Credo (cf. Evangelii Gaudium 125).
Sin embargo, la invitación a dejarnos evangelizar por ellos tiene fundadas razones. Lo primero que puede ayudarnos a entenderla es tener en cuenta que la evangelización se realiza ante todo con el testimonio de vida. En una ocasión San Francisco envió a predicar a sus hermanos con esta exhortación: “prediquen el Evangelio en todo momento y si es necesario usen las palabras”. Sin negar la necesidad de un anuncio explícito de parte de la Iglesia, debemos reconocer que toda acción evangelizadora se funda en un testimonio. Evangelizar es invitar a creer y creer es tomar como verdadero algo de lo que no tenemos evidencia empírica pero a lo que asentimos porque le damos fe a quien lo propone. Sólo creemos si el testigo es creíble. Nuestra fe se funda en el testimonio que Cristo dio del amor del Padre. Él se comprometió en esa tarea al punto de dar su vida y se convirtió para nosotros en un “testigo digno de fe” (Apoc 1,5). Los apóstoles fueron testigos de estos hechos salvíficos y ofrecieron –también con su vida entregada– un testimonio que la Iglesia transmite hasta nuestros días bajo el impulso del Espíritu Santo. El Evangelio es anunciado no sólo en las tareas pastorales sino también en la medida en que los cristianos lo encarnan en sus vidas. Este anuncio vital tiene especial relevancia en nuestros días en que –según la feliz expresión de San Pablo VI– se “escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, y si se escucha a los que enseñan es porque dan testimonio” (Evangelii Nuntiandi 41).
En el caso de los pobres, ellos –sin necesidad de hablar de Dios– nos dan testimonio de la cruz de Cristo. Cuando Francisco nos dice que “en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente” nos invita a contemplar un misterio al que debemos acercarnos con respeto y veneración. Siempre que hablamos del dolor ajeno debemos velar por no profanarlo con palabras huecas. Aun así, desde la Revelación podemos decir que hay una misteriosa conexión entre el sufrimiento humano y la Pasión redentora de Cristo. San Juan Pablo II, en su profunda Carta sobre el valor salvífico del dolor, nos recuerda que “a través de los siglos y generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial” (Salvifici Doloris 23). Las multitudes de descartados por nuestras sociedades, con sus enormes cargas de dolor, comparten de un modo misterioso y profundo la Pasión de Cristo. Esta asociación no depende de que los pobres tengan consciencia de ella. Basta que sufran para que estén atados a la suerte de Cristo. Como Lázaro, que recibió el consuelo de la salvación no por su conducta sino porque “en esta vida recibió males” (Lc 16,25). En esta línea, el teólogo argentino Rafael Tello afirma: “a la convicción de que los pobres son los preferidos de Dios, se ha de añadir que ellos se salvan principalmente por lo que tienen que sufrir, más que por lo que tienen que hacer” (Pobres y pobreza hoy, 21).
Los pobres viven y anuncian el Evangelio del sufrimiento (cf. Salvifici Doloris VI). En ellos se continúa la Pasión de Cristo, fuente de la que procede todo perdón de los pecados. Las vidas de quienes participan de esta forma de la cruz de Cristo tienen una especial fuerza salvífica que Francisco nos llama a reconocer y a través de la cual Dios quiere comunicarnos una misteriosa sabiduría (cf. Evangelii Gaudium 198). En la medida en que nuestro amor cristiano replica la preferencia de Dios por los pobres, en la medida en que nos acercamos amorosamente a compartir sus vidas y curar sus heridas, podremos ir captando dimensiones del misterio de Cristo a las que difícilmente accede la teología. Hay cosas que sólo se pueden conocer amando. Amar a los pobres como Dios los ama es un fecundo camino para obtener la mejor de las riquezas: el encuentro con Aquél que “siendo rico se hizo pobre” (2Co 8,9). Entre los pobres siempre es más lo que recibimos que lo que damos.
Teología, 2021
El presente artículo intenta establecer un diálogo entre dos corrientes de estudios históricos so... more El presente artículo intenta establecer un diálogo entre dos corrientes de estudios históricos sobre la Virgen de Luján. Por una parte tenemos las investigaciones surgidas en el seno de la Iglesia, entre las que se destacan los trabajos de Salvaire, Presas y Durán. Pero -sobre todo a partir de la década de 1980- han aparecido estudios que abordan la historia de la Iglesia desde una óptica no confesional. Estos investigadores también se interesaron en el fenómeno de Luján y algunas de sus interpretaciones entran en conflicto con la tradición eclesial. Creemos que puede ser muy enriquecedor establecer un diálogo entre ambas miradas. Para poder hacerlo, necesitamos pautas metodológicas y en este trabajo intentamos delinearlas a partir de la propuesta de Bernard Lonergan. Luego, a modo de ejemplo, aplicamos ese método en un diálogo dialéctico alrededor de dos tópicos: el origen religioso de la Villa de Luján y las motivaciones para la construcción de la Basílica.
Medellín, 2020
Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trab... more Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trabajo pastoral a futuro. También nos ofrece un marco hermenéutico para leer la historia de la evangelización de nuestro continente y una guía para buscar caminos de profundización. Más allá de las intenciones y los discernimientos pastorales de quienes trajeron la fe cristiana a América lo cierto es que esta prendió en el corazón del nuevo pueblo: se hizo cultura. En nuestras tierras se vivió-y se vive-un verdadero proceso de inculturación de la fe.
Por eso nos proponemos pensar cómo es este proceso de inculturación del kerygma cristiano en la cultura popular latinoamericana. Para ello intentaremos una presentación en cuatro apartados y luego tres ideas a modo de conclusión. En el primero punto, a modo de cimiento, recordaremos algo que está en la raíz de toda reflexión pastoral: la inculturación la hace Dios (1). Luego resaltaremos la importancia pastoral que tiene pensar teológicamente en clave de cultura y el uso específico que hace Francisco de esa noción en Evangelii Gaudium (2). El tercer punto será sobre la conformación de la cultura popular latinoamericana (3). Y en el cuarto diremos algo sobre dos temas en los que puede verse cómo el pueblo recibió y vive el kerygma: el valor que les da a la Virgen y al bautismo (4). A modo de conclusión, comentaremos tres cosas a tener en cuenta para profundizar el kerygma en el mundo de los pobres de América Latina.
Vatican News, 2021
Hace ya casi 400 años que eligió ese lugar en medio de las pampas argentinas para brillar irradia... more Hace ya casi 400 años que eligió ese lugar en medio de las pampas argentinas para brillar irradiando vida hacia los cuatro puntos cardinales. El sitio que eligió era muy humilde: el medio del campo, donde todo era peligroso en esos tiempos y apenas vivía un puñado de gente de vida muy sacrificada. Hizo detener junto al río Luján la carreta y se quedó allí para siempre Parrilla Podcast Allegro IGLESIA ARGENTINA TEOLOGÍA VIRGEN MARÍA protegiendo a todos los que vayan a cobijarse bajo su manto. Ella puso la ternura de sus ojos en esos humildes hijos suyos, miró con misericordia sus luchas cotidianas para vivir y quiso empezar algo muy grande desde esa pequeñez. Ella, con su mano de madre fue formando una patria con los hijos que venían a ponerse bajo su mirada.
Este año la irrupción de un pequeño virus puso al mundo en crisis. La amenaza de la muerte-siempr... more Este año la irrupción de un pequeño virus puso al mundo en crisis. La amenaza de la muerte-siempre presente-se ha hecho más actual que nunca en cada rincón del planeta. Superar este trance no será sólo buscar caminos para volver a lo que llamamos normalidad. La pandemia abrió una herida en la humanidad que necesita ser sanada. Sabemos los creyentes que el único de quien podemos esperar una sanación verdadera es de Dios. Con esa intuición, el Papa ha comenzado en agosto un nuevo ciclo de catequesis titulado: "Curar el mundo". Francisco nos invita a mirar a Cristo para buscar juntos un camino de salud. Como en el caso del paralítico de Cafarnaún, a quien los amigos descuelgan del techo y ponen frente a Jesús, la sanación que Él nos ofrece no es sólo física sino integral. En Cristo nuestra vida puede curarse desde su raíz. Podemos nacer de nuevo. Pero esta redención que realiza Cristo no llega a nosotros independientemente de nuestro compromiso con la historia. Los cristianos estamos llamados a continuar "su obra de curación y salvación".2 De aquí la pregunta con la cual Francisco nos interpela: "¿de qué modo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy?"3 La búsqueda de soluciones a esta crisis será un proceso complejo que escapa a la experticia de la Iglesia. Sin embargo, Francisco cree que puede ser útil en este contexto reflexionar sobre algunos principios de la vida social que se desprenden del mensaje evangélico. Por eso ofrece algunos y propone ir presentándolos en sucesivas catequesis relacionados con las virtudes de la fe, esperanza y caridad. Estos son: "el principio de la dignidad de la persona, el principio del bien común, el principio de la opción preferencial por los pobres, el principio de la destinación universal de los bienes, el principio de la solidaridad, de la subsidiariedad, el principio del cuidado de nuestra casa común".4 Como podemos apreciar, uno de estos principios es la opción preferencial por los pobres. A éste lo relaciona con la virtud de la caridad y le dedica la tercera de sus catequesis de este ciclo. Allí repite y actualiza la enseñanza de la Iglesia presentando esta preferencia como una opción teológica. Debemos optar por los pobres porque Dios optó primero. Y no fue ésta una elección marginal en el plan de Dios. Dos veces en esa catequesis el Papa afirma que "la opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio".5 Para Francisco los caminos por los que busquemos curar al mundo tienen que estar marcados por un amor de preferencia hacia los que las sociedades relegan a las periferias. No intentaremos en estas reflexiones entrar en el terreno de las acciones posibles sino buscar la luz de la Revelación sobre el principio de la opción por los pobres que debe animarlas. La exposición tendrá dos partes. En primer lugar presentaremos el marco desde el que debe pensarse esta opción: la preferencia de Dios por ellos tal como se transmite en la Sagrada 1 En prensa. 2 Francisco, «Audiencia general. Catequesis-"Curar el mundo": 1. Introducción», 5 de agosto de 2020, acceso el 4 de octubre de 2020,
Vatican News, 2020
En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”.... more En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”. La pandemia ha abierto una herida en la humanidad que necesita ser sanada y Francisco nos invita a mirar a Cristo para buscar juntos un camino de salud. Como en el caso del paralítico de Cafarnaún, a quien los amigos descuelgan del techo y ponen frente a Jesús, la sanación que Él nos ofrece no es sólo física sino integral. En Cristo nuestra vida puede curarse desde su raíz. Podemos nacer de nuevo.
Si bien la redención es hecha por Cristo, no llega a nosotros independientemente de nuestro compromiso con la historia. Los cristianos estamos llamados a continuar su obra de sanación. De aquí la profética interpelación que Francisco nos presenta:¿cómo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? A modo de orientación ofrece algunos principios de la Doctrina Social de la Iglesia que irá desarrollando en sucesivos encuentros. Uno de ellos es la opción preferencial por los pobres, al que relaciona con la virtud de la caridad y le dedica la tercera de sus catequesis de este ciclo (19/8/20). Allí repite y actualiza la enseñanza de la Iglesia presentando esta preferencia como una opción teológica. Debemos optar por los pobres porque Dios optó primero. Y no fue ésta una elección marginal en el plan de Dios. Dos veces en esa catequesis Francisco afirma que “la opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio”.
Los caminos por los que busquemos curar al mundo tienen que estar marcados por un amor de preferencia hacia los que las sociedades relegan a las periferias. No intentaremos en estas reflexiones entrar en el terreno de estas acciones posibles sino buscar la luz de la Revelación sobre el principio de la opción por los pobres que debe animarlas.
Dios opta por los pobres
En Evangelii Gaudium el Papa aborda el tema en profundidad. Allí explica que el corazón de Dios tiene un lugar de privilegio para los pobres (EG 197). De aquí se desprende por simple lógica que si son los preferidos de Cristo deben ser los preferidos de los cristianos. La teología que subyace a esta opción arraiga en la cristología. Benedicto XVI al inaugurar la Conferencia de Aparecida la presentaba como “una opción que está implícita en la fe cristológica” (DA 392). En ese mismo encuentro los obispos dirán: “todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393).
El mundo de los pobres puede verse desde muchas perspectivas. Desde la Iglesia siempre lo vemos desde Cristo. De no ser así estaríamos errando el planteo de raíz. Miramos a los pobres desde un Cristo que “se hizo pobre” (2Co 8,9) y que les otorgó a ellos su “primera misericordia” (Juan Pablo II). En el rostro doliente de los pobres está Cristo llamándonos a ponerle el hombro a su cruz (“tuve hambre y me diste de comer…”). “Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres” (Francisco, I Jornada mundial de los pobres). Para la Iglesia, los pobres antes de ser personas que no han accedido a todos los bienes del desarrollo moderno son un “sacramento de Cristo” (Pablo VI).
Reconocer la fuerza salvífica de los pobres
Pero la opción por los pobres no se agota en que sean objeto de una misericordia preferencial de nuestra parte. La Palabra de Dios nos lleva más lejos. El lugar de los pobres en el plan de salvación es un misterio de fe al que debemos acercarnos descalzos. El Papa Francisco nos llama a “reconocer la fuerza salvífica de sus vidas” (EG 198) y para hacerlo debemos desprendernos de valoraciones meramente humanas. Es contra razón pensar que la pobreza y la impotencia sean eficaces, sean redentoras. No es algo que nos pueda revelar ni la carne ni la sangre. Sólo la gracia de Dios nos puede hacer verlo. “Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres” (EG 197). Cuando Cristo se hizo pobre tuvo esa cosa misteriosa, que excede la razón, de unirlo al pobre con Él y asociarlo a su salvación. Les dio a sus vidas una eficacia redentora.
Dios desde la sobreabundancia de su amor quiere sanar a la humanidad del poder del pecado y de la muerte. Lo hace por Jesucristo, que carga sobre sí todas las heridas del mundo para darles un sentido nuevo. Cristo con su Pasión sana y lleva al Reino. Según la enseñanza paulina, puede pensarse que el Cristo que sufre la Pasión no es Él solo. San Agustín habla del “Cristo total”, Cristo cabeza unido a sus miembros, como sujeto de la Pasión. Es decir, que la redención se hace por la Pasión de Cristo y por la pasión de todos los miembros de Cristo que completan su Pasión (cf. Col 1,24). Todos los sufrientes, en general, completan la Pasión de Cristo, pero sobre todo y fundamentalmente los pobres. Con ellos Él se identificó explícitamente: “tuve hambre y me diste de comer…” (Mt 25 31,46).
Esto le da a la vida de los pobres una nueva dimensión que excede su condición de destinatarios de nuestra misericordia. Ellos -aun sin saberlo- son sujetos, actores, protagonistas de la redención. Por ellos Dios está derramando su salvación entre nosotros. Ante esto no hay que escandalizarse como se escandalizaron los apóstoles en la Pasión. Así como Cristo en su cruz cargó nuestros sufrimientos, estos otros cristos cargan nuestros dolores en sus vidas cruciformes.
Del Redentor se dijo: “por sus llagas hemos sido sanados” (Is 53,5). Su redención continúa y hoy -misteriosamente- nos sanan las llagas de tantos que sufren en los campos de refugiados o en las orillas de nuestras ciudades opulentas e indiferentes. No se trata de pobres ideales o mitificados. Hombres y mujeres concretos que -mientras nosotros leemos ideas sobre ellos- están luchando trabajosamente para apenas sobrevivir. Seres humanos a los que Dios les da una fuerza sobrehumana para seguir apostando a la vida cada día.
Hoy el mundo necesita ser curado, no solo de un virus casi invisible sino de las patologías sociales bien visibles que nos llevan a naturalizar que haya millones de personas hundidas en los sufrimientos de la pobreza. Necesitamos nacer de nuevo. Difícil será que se logre sin la fuerza histórica de los pobres. Ellos están mejor preparados que nadie para lidiar con la muerte. Lo vemos todos los días en nuestros barrios populares. Dios sabrá cuales sean los caminos históricos por los que nos llegará la salud que quiere darnos. Pero hay algo que sí podemos saber: si sigue la lógica de la redención de Cristo esa sanación nos va a llegar desde los pobres
https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-03/quique-bianchi-pobres-carne-cristo.html, 2019
Si algo han logrado estos seis años el ministerio petrino de Francisco es poner en el tapete el h... more Si algo han logrado estos seis años el ministerio petrino de Francisco es poner en el tapete el hecho de que hay una relación entre nuestra fe cristiana y el amor a los pobres. Como es lógico, resaltar esta dimensión del cristianismo genera tensiones e incomodidades, sobre todo en quienes ven amenazado su status quo con los cambios sociales que se generarían si nos tomáramos en serio este aspecto de la enseñanza de Jesús. La relación entre nuestra fe cristiana y el amor a los pobres genera un sinnúmero de equívocos, tanto fuera como dentro de la Iglesia. No siempre se entiende que cuando la Iglesia habla del pobre lo hace-o debería hacerlo-desde Cristo. Mirando a Cristo, que se hizo pobre para revelar el amor del Padre a todos los hombres, y como parte de esa revelación enseña que ese amor universal de Dios se concentra de un modo especial en los más pobres. "El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres", dirá el papa Francisco en el documento programático de su pontificado (EG 197). Opción por los pobres Desde esa opción por los pobres que hizo el mismo Dios en Cristo, la Iglesia pide a los cristianos que los amemos con especial predilección. Es lo que se ha llamado "opción por los pobres" y que-como explica Francisco-es ante todo una "categoría teológica" (EG 198). Se trata de una "opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha" IGLESIA PAPA FRANCISCO
Vida Pastoral, 2018
" Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo sino el Espíritu de Dios, para que conozc... more " Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo sino el Espíritu de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado " (1Co 2,12) El mensaje de Jesucristo es algo vivo y eficaz, corta más que una espada de dos filos (Hb 4,12). El creyente que se abre a su acción va viendo cómo lentamente penetra en su espíritu y va cambiando la perspectiva desde la que mira la realidad cotidiana. Algunas ideas que estuvieron firmemente arraigadas en un momento se van cayendo como ramas secas por su poco sustento evangélico. Mientras que otras, que en algún momento sólo fueron pensamientos piadosos van ganando terreno en el corazón y empiezan a generar vida de un modo nuevo. En determinado momento, más tarde o más temprano, quien sigue a Cristo descubre que la gracia abrió una hendidura en el caparazón de individualismo e indiferencia en que nos refugiamos y al asomarse realiza un descubrimiento revelador: el pobre. El pobre existe. El pobre sufre. El pobre es mi hermano. Desde ese momento la fe en Cristo, un Dios que se hizo pobre, toma un nuevo color y se va haciendo lugar en nuevos espacios del espíritu del creyente. Como enseña la Iglesia, el corazón de Dios tiene un lugar de privilegio para los pobres (EG 197). De aquí se desprende por simple lógica que si son los preferidos de Cristo deben ser los preferidos de los cristianos. Para ello se impone una opción, algunas cosas habrá que desplazar o abandonar. Es imposible poner en el centro lo que el mundo desprecia sin cambiar toda una cosmovisión. No se trata de una opción " optativa " , como no lo es la opción por Cristo para el cristiano. Se trata de amar según el Espíritu de Dios.
El celular y nuestra vida interior, 2020
El celular y nuestra vida interior. En las primeras décadas del siglo pasado se comenzó la fabric... more El celular y nuestra vida interior. En las primeras décadas del siglo pasado se comenzó la fabricación en serie de automóviles y esto cambió para siempre el modo en que la humanidad se desplazaría. El entusiasmo general ante esta maravilla de la técnica pronto encontró una sombra: los accidentes de tránsito. Cuentan que las primeras muertes, a la asombrosa velocidad de 7 km/h, causaron una gran impresión en la sociedad. Seguramente no faltó quien declamara que todo el progreso del mundo no vale una vida. Pero la historia siguió su curso y la relación costo beneficio resultó ampliamente favorable para los vehículos a motor. Hoy son el principal medio de desplazamiento en todo el planeta y convivimos con el hecho de que-según la OMS-cada año mueran 1,25 millones de personas en siniestros viales o que en un país como Argentina se hayan convertido en la primer causa de muerte de jóvenes. Tal vez algo análogo esté sucediendo en nuestro tiempo con la irrupción de internet en nuestras vidas. No pasó un cuarto de siglo desde que se popularizó en nuestro país y ya hace tiempo que sentimos que nos cambió para siempre. Diariamente llevamos en el bolsillo la posibilidad de conectarnos con quien sea, de escuchar cualquier música, de leer cualquier libro, de mirar cualquier película, de hacer cualquier pregunta. En la actual crisis sanitaria mundial esa capacidad de conectarnos resultó una verdadera bendición. Cuesta imaginarnos una cuarentena sin internet. Pero nada es perfecto. Y el brillo de un beneficio innegable no nos dispensa de analizar sus costos. Un ejemplo muy actual en tiempos de pandemia es el teletrabajo. A la vez que mostró enormes posibilidades dejó expuesta una tendencia a invadir la intimidad de la vida familiar. Tanto que en las regulaciones que están apareciendo se contempla el derecho a la desconexión digital. Pero ahora queremos llamar la atención sobre otra cosa: ¿cómo influye internet en nuestra vida interior? O mejor: si su uso transformó nuestra subjetividad, ¿qué espacio tiene la vida interior en el naciente homo interneticus? Al hablar de vida interior nos referimos a esa dimensión de lo humano en la que se vive hacia adentro. No es sólo el recogimiento de los sentidos, ni lo que percibe la conciencia. Es todo lo que se da en el corazón. Es el núcleo de sentido, la fuente de energía, el espacio donde maduran las convicciones que conducen nuestra vida. Es también el lugar donde nos religamos con Dios, en el que buscamos contemplar-como diría San Juan de la Cruz-los ojos tan deseados que tengo en mis entrañas dibujados. El papa Francisco en su encíclica Laudato Si' explica que el daño que le estamos haciendo al planeta tiene una de sus raíces en la globalización del paradigma tecnocrático. En palabras sencillas: nos acostumbramos a tratar a la naturaleza como si fuera una máquina. La vida tiene sus ritmos, la tecnología otros. Un robot puede trabajar las veinticuatro horas, una persona no. La tierra nos ofrece sus frutos, pero necesita tiempo. Algo parecido nos puede pasar con el arraigo del uso de internet en nuestro ritmo vital. Nos acostumbramos a una velocidad de vértigo, sin embargo nuestro espíritu necesita su tiempo para asimilar lo que recibe. La sabiduría va madurando en un lento proceso de acumulación de sentires y vivencias. Vivir en un torbellino de distracciones nos hace seres superficiales y-por tanto-fácilmente manipulables. No hay que ser tan ingenuos y olvidar que el fin principal de internet es comercial. Google antes que un fabuloso oráculo es una enorme empresa de publicidad. La lógica comercial se lleva mejor con personas que deciden, no según convicciones profundas, sino impulsados por sus emociones. Se propone como ideal de felicidad el vivir saltando de una distracción a otra. "¡Hay que divertirse, la vida es corta!" se dice, y no reparamos que con ese eslogan además de corta se la hace estrecha. La vertiginosa estimulación que recibimos de internet ayuda a que-desde pequeños-naturalicemos la lógica de consumo ("niños de pantalla bienvenidos al mercado" cantan Ciro y los Persas). Estas consideraciones podrían extenderse y presentar diversos matices, pero con lo dicho hasta aquí alcanza para entender el punto que queremos destacar: la tecnología-hoy omnipresente en
Vatican News, 2020
Estamos a pocos días de comenzar una Semana Santa que va a pasar a la historia como una de las má... more Estamos a pocos días de comenzar una Semana Santa que va a pasar a la historia como una de las más singulares de la historia moderna. Las celebraciones litúrgicas, siempre tan ricas y concurridas, tendrán que celebrarse a puertas cerradas y sin la presencia del pueblo. Esta extraña modalidad lleva implícita una pregunta pastoral: ¿cómo animar a los fieles para celebrar esta Semana Santa?
Visto desde la vida pastoral de las parroquias sabemos que las celebraciones del Domingo de Ramos y el Triduo Pascual son momentos fuertes. En Semana Santa la gente está con una tendencia interior a la contemplación del misterio pascual. Todas las celebraciones se viven de un modo muy especial. Esto tiene su raíz en el hecho de que el misterio pascual es el corazón de nuestra fe: en la muerte de Jesucristo en la cruz y en su resurrección se cifra el sentido último de nuestra vida.
En Semana Santa penetramos con nuestra vida en ese ámbito de misterio que brota de la entrega de Cristo por amor a nosotros. Es un tiempo para concentrar nuestra mirada en Jesús y su amor redentor. Las celebraciones son la ocasión para que contemplemos su Pasión, no como simples espectadores, sino como actores de ese drama. Son nuestros pecados los que carga camino al Calvario. La cruz que lleva con la infinita fuerza de su amor es también la nuestra. La mujer fuerte al pie de la cruz nos es dada ese día y para siempre como nuestra Madre y compañera. Y también, cuando al amanecer de Domingo de Pascua, la creación entera se estremece por la resurrección de Cristo, llega un eco a nuestro corazón que lo inunda de alegría.
Lo vivido en esa semana nos ayudan a entrar en contemplación y participación del misterio pascual ¿Cómo hacerlo este año? ¿Qué podemos hacer para que esta Semana Santa no pase desapercibida? ¿Qué puede hacer un párroco -solo y encuarentenado en su parroquia- para ayudar a los fieles a configurar sus vidas con la Pasión salvadora de Jesucristo?
Lo primero -en el caso de un sacerdote- es resistir a la tentación de desentenderse de la situación. La excusa está servida en bandeja: “no se puede hacer nada”. La caridad pastoral no puede conformarse con eso. En el fondo de un corazón de pastor siempre hay un llamado a buscar lo que Dios hace en su pueblo y colaborar con esa obra. El que ama siempre encuentra caminos.
Además, no podemos ser indiferentes a todas las zozobras que está pasando la gente en estos momentos. Los noticieros están llenos de muertos y peligros por el avance del virus. El desaislamiento no es fácil para ninguna familia. Sobre todo para las que no tienen todo resuelto para quedarse en la casa y necesitan salir a ganarse el pan del día. Los cristianos llevamos en el ADN el reclamo de hacernos hermanos del que sufre. En ese sentido, esta situación abre un gran campo de trabajo pastoral en las parroquias ayudando a los que más necesitan. Pero en el fondo, lo que todos precisamos ante esta epidemia de miedo y soledad es un consuelo. Y nada más consolador que la certeza de la presencia amorosa de Dios en nuestras vidas. Eso necesita hoy nuestro pueblo y la Semana Santa nos ofrece una ocasión inmejorable de sembrarlo.
Una idea sencilla me resulta una brújula en estos momentos: “invitar a rezar juntos pero cada uno en su casa”. Buscar caminos para animar la oración de las familias en aislamiento en esta Semana Santa. Esto aprovechando los senderos de oración que recorre el pueblo fiel. Dios es quien está en búsqueda de su pueblo y suscita siempre formas de encuentro más allá de lo que proponemos los pastores.
En esta ocasión, una línea de acción puede ser animar la oración del pueblo de Dios ayudando a que se sientan parte de un cuerpo en oración. Por ejemplo, desde las parroquias se podría buscar que cada familia en sus casas sientan que verdaderamente están participando de las celebraciones que se hagan en las parroquias. El decreto de la Santa Sede del 25 de marzo recomienda avisar los horarios de las celebraciones y -en lo posible- transmitirlas en directo.
En esta situación el uso de las redes sociales puede ser un camino providencial. Personalmente, hasta antes de este aislamiento, tenía mis reparos con estas redes y el modo en que frecuentemente se usan. Sin negar sus innumerables posibilidades de ponernos en contacto con los demás, siempre me pareció que su ritmo interno tiende a establecer una relacionalidad más superficial que vital. Un ámbito más propio para vivir una lógica de consumo que una relación verdaderamente humana. Cualquiera sabe que no es lo mismo un “amigo” de las redes que un amigo en la vida. Sin embargo, creo que esta pandemia nos está mostrando a todos que las redes pueden también generar un vínculo profundamente humano. Ante la imposibilidad de la presencia física de nuestros seres queridos hemos aprendido a percibir en nuestro espíritu un nuevo modo de presencia, mediada por una pantalla. Esa densidad humana que puede llegar a tomar una presencia virtual es lo que tenemos que aprovechar en la evangelización, especialmente en esta Semana Santa. (Estos modos de presencia es algo que la teología tendría que ayudarnos a pensar).
Desde ahí podríamos pensar las celebraciones en la parroquia. No se trata sólo de “transmitir la misa por internet”. No podemos hacer de la misa un “contenido viralizable” para el entretenimiento de los ocasionales espectadores (en este sentido parece ir la indicación del decreto de la Santa Sede cuando habla de transmisión en directo, no grabada).
Lo que hay que buscar es fomentar en la gente una verdadera participación desde sus hogares. Rezar juntos, cada uno en su casa. La asamblea convocada en torno al altar es signo de la comunión de los santos. Esta vez es imposible la reunión física. Apenas se puede intentar una especie de reunión mediatizada por las pantallas. Aun así, nada impide que esa asamblea dispersa físicamente -pero unida en un mismo espíritu- también pueda significar, de un modo análogo, la comunión de los santos.
En el terreno práctico, si la transmisión se hace por Youtube (cosa muy sencilla y económica), esta plataforma ofrece la posibilidad de ver la celebración en el televisor. Se puede invitar a la familia a que disponga el hogar para la celebración armando un altar debajo del televisor, con las imágenes religiosas de la casa, con una vela encendida. Preparando el ambiente para asistir a la misa del modo más parecido posible a la presencia en el templo. Después de todo, las primeras celebraciones cristianas eran en las casas.
También, la imposibilidad de la comunión sacramental puede dejarnos una enseñanza. Entrar en verdadera comunión con Cristo es mucho más que comer el pan sacramentado. Comulgar con Cristo es formar en Él un cuerpo de hermanos. La Eucaristía, fuente de la vida cristiana, es una gracia que nos transforma configurándonos a una existencia fraterna, como la de Jesús. Nos lleva a sentirnos hermanos de cada uno, especialmente de los débiles y sufrientes. La misa es un envío (missio) a construir la hermandad de la familia humana. Algunas piedades eucarísticas nos hacen correr el riesgo de reducir la comunión frecuente a un bien de consumo religioso para la santificación individual. Esta pandemia, además de imponernos un “ayuno eucarístico”, acerca a la comodidad de nuestro sofá el rostro de tantos que sufren enfermedades, miedos, soledades. Un genuino fervor eucarístico nos llevaría más a tenderle nuestra mano a esos hermanos que a extrañar el pan y el vino consagrados.
Por último, sabemos que muchos mantienen la saludable costumbre de confesarse en Semana Santa. En esta oportunidad el sacramento de la reconciliación va a resulta inaccesible. Pero en la doctrina de la Iglesia existe la posibilidad de un -si se me permite la expresión- “perdón sin sacerdote”. Es algo de lo que poco hablamos en la Iglesia y que se lo conoce como “contrición perfecta” (Catecismo 1451-1452). En este punto el papa Francisco -verdadero párroco del mundo- nos dio una lección de cómo explicarlo su misa en Santa Marta del 20 de marzo:
“Es muy claro: si no encuentras un sacerdote para confesarte, habla con Dios, que es tu Padre, y dile la verdad: 'Señor, he hecho esto, esto, esto... Perdóname', y pídele perdón con todo mi corazón, con el Acto de Dolor, y prométele: 'Me confesaré más tarde, pero perdóname ahora'. Y de inmediato, volverás a la gracia de Dios. Tú mismo puedes acercarte, como nos enseña el Catecismo, al perdón de Dios sin tener un sacerdote a mano. Piensa en ello: ¡es la hora! Y este es el momento adecuado, el momento oportuno. Un acto de dolor bien hecho, y así nuestra alma se volverá blanca como la nieve”.
En definitiva, más allá de los miedos, más allá del dolor y de la muerte que parecen campearse triunfantes estos días, tenemos una certeza que estamos llamados a contemplar y compartir en esta Semana Santa más que nunca: el amor de Cristo -entregado en la cruz- es más fuerte que todos los males y nos sostiene cada día. ¡No dejemos que un virus nos robe la Semana Santa!
Uno de los tantos senderos que se abrieron en el posconcilio es el de pensar la evangelización co... more Uno de los tantos senderos que se abrieron en el posconcilio es el de pensar la evangelización como una inculturación del Evangelio. Juan Pablo II impulsó fuertemente esta perspectiva considerando la inculturación como un "hermoso neologismo" que "expresa muy bien uno de los componentes del gran misterio de la Encarnación".2 Si buscamos una definición sintética, podemos tomar la expresión del Sínodo de 1985 que entiende a la inculturación como "una íntima transformación de los auténticos valores culturales por su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en todas las culturas humanas".3 Hasta aquí todos de acuerdo. Cuando se trata de la inculturación como un principio teológico pastoral parecería que todas sus consecuencias pueden contenerse en consensos de escritorio. Pero este año la Iglesia está por celebrar un Sínodo sobre los desafíos que presenta la Amazonía. Se trata una región que debido a la riqueza de sus recursos y el estado de amenaza en que se encuentra entraña una problemática que es de vital importancia para el futuro de la humanidad. A esto se suma el hecho de que en su seno viven comunidades indígenas a las que la Iglesia quiere anunciarles el Evangelio y que se encuentran en un proceso de inculturación incipiente. El Sínodo quiere buscar nuevos caminos para profundizar esta misión. Pasar de una Iglesia para los indígenas a una Iglesia indígena. El cardenal C. Hummes, relator general del Sínodo, lo explica en una entrevista a La Civiltà Cattolica: "Nosotros, sobre todo a partir de las grandes Conferencias del episcopado latinoamericano, hemos buscado ser una Iglesia indigenista, que considera a los indígenas como objeto de pastoral, pero no todavía como protagonistas de la propia experiencia de fe. Pero esto no basta. Ahora sabemos que debemos dar un paso más: debemos promover una Iglesia indígena".4 La inculturación engendra historia Esta coyuntura nos pone ante la posibilidad cierta de que el planteo de la inculturación tome protagonismo no sólo en el plano de los principios o de la explicación del pasado sino en la creación de la historia. Como sabe cualquiera que siga las noticias eclesiales, la reacción a los primeros trabajos del Sínodo no se ha hecho esperar. Algunas críticas son "las de siempre", las que ven demonios conduciendo todos los procesos posconciliares, o una pluma roja detrás de cada palabra escrita a favor de los pobres. Pero otras son más serias. Incluso-como un testimonio del clima de diálogo de este pontificado-algunas proceden de altos funcionarios de la Iglesia que no temen expresar sus posturas aunque éstas arrojen sombras sobre posicionamientos del papa Francisco. Toda crítica bienintencionada merece ser pensada y puesta en diálogo. No lo hacemos en este caso desde el lugar de quien conoce la problemática misionera del Amazonas, sino desde la búsqueda de una profundización de la reflexión teológica sobre la inculturación desde América Latina. En concreto, sólo queremos detenernos brevemente en una idea: algunas críticas hacen pensar que la inculturación participa del escándalo de la Encarnación (entiéndase que estamos en el terreno de las analogías). Bien sabemos los cristianos que sostener que el mismo Dios Todopoderoso haya asumido la debilidad de la carne en el seno de María está lleno de consecuencias que resultan difíciles de digerir. Incluso en nuestro proceso de conversión personal se levantan permanentemente resistencias interiores frente a las nuevas facetas que nos va presentando semejante misterio. Tal vez algo análogo suceda en el interior del cuerpo eclesial cuando se quiere llevar a fondo el planteo de la inculturación del Evangelio en nuevas culturas y éstas nos muestran un nuevo modo cultural de ser Iglesia. La inculturación choca con el eurocentrismo 1 Publicado en: https://www.vaticannews.va/es/iglesia/news/2019-08/una-iglesia-rostro-amazonico-y-escandalo-de-inculturacion.html 2 Catechesi tradendae 53. 3 Asamblea extraordinaria del 1985, Relación final, II, D, 4. Cf. RM 52. 4 A. Spadaro, "Hacia el Sínodo para la Amazonía. Entrevista al cardenal Cláudio Hummes" [en línea] https://www.civiltacattolica-ib.com/hacia-el-sinodo-para-la-amazonia/
Vida Pastoral, 2020
Sangre de mártires riojanos, semilla de unidad de los argentinos Jesucristo es el mártir por anto... more Sangre de mártires riojanos, semilla de unidad de los argentinos Jesucristo es el mártir por antonomasia. Él vino como testigo del amor misericordioso de Dios y, en humilde sumisión a la voluntad del Padre, sostuvo su testimonio hasta el doloroso desenlace en la cruz. Con su pasión y muerte Él ofrece su vida en sacrificio redentor para reconciliar a la humanidad con Dios. A nosotros, por el bautismo-que nos hace de Cristo-se nos da la gracia de participar de los frutos de ese sacrificio sin sufrimiento alguno de nuestra parte. Los cristianos estamos llamdos a ser "testigos" (gr. μάρτυρες, mártires) de esta salvación: "recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos" (Hch 1, 8). Lo propio de la palabra testimonial es que no se ofrece como un sistema de ideas, cuyas afirmaciones se apoyan en una evidencia exterior a la persona que la profiere. Al contrario, un testimonio se presenta como creíble sólo si quien lo sostiene lo es. Por eso, ser testigos de Cristo no es algo que pueda sostenerse sólo con los labios. El testimonio debe envolver la vida entera. Pronto lo entendieron los primeros cristianos cuando comprobaron que el pedido de Jesús de ser sus testigos tenía que ver con compartir sus sufrimientos e incluso su muerte. Tanto que-desde el testimonio de sangre de Esteban-llamaron mártir (testigo) por excelencia al que moría por sostener su fe (cf. Hch 22, 20). Los mártires siempre han sido una fuente de gracia en la vida de la Iglesia. Que haya cristianos capaces de encarnar el Evangelio de tal modo que pongan el amor de Cristo antes que su propia subsistencia es una poderosa fuerza de inspiración. Sus vidas ofrecidas son una especie de "prueba" de la plenitud que ofrece la fe cristiana. De este modo, la sangre de los mártires mezclada con la de Cristo suscita nuestra fe, hace creíble la Buena Noticia que trajo Jesús y que la Iglesia transmite. De aquí la feliz sentencia de Tertuliano: "sangre de mártires, semilla de cristianos". La beatificación de los mártires riojanos, Enrique Angelelli, Wenceslao Pedernera, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, nos señala que en Argentina-en su historia reciente-también se derramó semillas de cristianos. Sabemos cómo es Dios de generoso cuando esparce su simiente: no sólo arroja en tierra fértil, sino entre piedras, espinas y hasta al borde del camino. Pero también sabemos que esa semilla espera un buen terreno para desplegar su fecundidad. Son muchos los que trabajan con entusiasmo para hacer germinar la memoria de estos mártires en la vida de la Iglesia argentina. Pero también hay que reconocer que la frialdad de algunos sectores ante la inminente beatificación hace pensar que todavía hay mucho terreno que preparar para obtener fruto de esta siembra divina. Tal vez este silencio tenga que ver con que los mártires riojanos nos obligan a hablar de lo que no se habla. Como cuando en una familia hay un tema doloroso que todos tienen presente y que nadie quiere revolver. La dificultad de hablar de estos mártires parece estar relacionada con la profundidad de la herida que dejó en la sociedad argentina la violencia política y el terrorismo de estado de la década del 70. Aún hoy, es difícil hablar serena y sinceramente de la responsabilidad de la Iglesia en
Revista Teología, 2018
"Si el mundo los odia, recuerden que primero me odió a mí" (Jn 15,18) Cuando Juan Pablo II en 1... more "Si el mundo los odia, recuerden que primero me odió a mí" (Jn 15,18)
Cuando Juan Pablo II en 1994 convocaba a celebrar el Gran Jubileo para recibir el tercer milenio de cristianismo nos hacía caer en la cuenta de que, así como la Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires, " al término del segundo milenio, la Iglesia ha vuelto de nuevo a ser Iglesia de mártires " .1 Por eso invitaba a las comunidades a hacer todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido la muerte por ser testigos de Cristo. Hoy con Francisco la Iglesia de América Latina recoge dos frutos maduros de esa iniciativa al celebrar la canonización de Romero en El Salvador y la inminente beatificación de Angelelli y sus compañeros mártires en Argentina. A los que presumiblemente podrían sumarse otros en todo el continente. Pero debemos ser realistas y aceptar que en un cuerpo eclesial complejo como el de Latinoamérica la recepción de estos nuevos santos tendrá sus particularidades. Habrá quienes los reciban prontamente y con entusiasmo y otros que necesiten tiempo para entender e internalizar los argumentos en los que se apoya la Iglesia para reconocer estos martirios. En todos los casos, nos parece que puede resultar de utilidad una breve presentación de una noción teológica actual de martirio. La Iglesia crece permanentemente en la profundización de lo que Cristo reveló,2 y la comprensión que ésta tiene del martirio no es una excepción. En el siglo XX pudo verse claramente un progreso en esta dimensión del pensamiento teológico y es lo que intentaremos presentar desde la perspectiva de la realidad latinoamericana. Para ello, lo primero que haremos es un breve esbozo de la noción posconciliar de martirio (1). Luego diremos algo sobre el martirio en América Latina (2). En tercer lugar, explicaremos qué se entiende por martirio " en odio de la fe " (odium fidei) (3) y por último haremos algunas puntualizaciones sobre la dimensión política de estos martirios (4). Somos conscientes de que para muchos resulta una piedra de escándalo el hecho de que las muertes de estos obispos se hayan dado en el marco de convulsiones políticas que siguen sin resolverse del todo. Es una dificultad que resulta inevitable y que cada uno afrontará según la lectura que tenga de los procesos históricos de América Latina. No presentamos estas reflexiones desde una pretendida asepsia histórica. Cosa además imposible. Lo hacemos tomando partido por los perseguidos. Para esto hay una razón de fondo que tiene que ver con una dimensión constitutiva de la Iglesia. Ésta, enseña el Concilio, está llamada a comunicar los frutos de la salvación recorriendo un camino de pobreza y persecución como el de Cristo.3 En la medida en que ella da verdadero testimonio de Cristo la persecución le resulta inevitable. Por eso donde quiera que se dé una situación histórica de opresión, odio, muerte, la Iglesia para ser fiel a sí misma se pondrá del lado de las víctimas y verá en ellas la imagen de su Fundador.4 Desde ese lugar intentamos pensar las muertes violentas de estos cristianos. Manteniendo la premisa de que se trate de una reflexión teológica. Esto es, una lectura de los desenlaces de las vidas de estos obispos desde la fe cristiana en el marco de la Tradición de la Iglesia. 1. Martirio: el supremo testimonio de amor 1 Juan Pablo II, Tertio millennio adveniente 37. 2 Cf. DV 8. 3 Cf. LG 8: " como Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución, de igual modo la Iglesia está destinada a recorrer el mismo camino a fin de comunicar los frutos de la salvación a los hombres ". 4 Cf. LG 8: " también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo "
Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en... more Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en la diócesis de San Nicolás llevó adelante la primera recepción del Concilio Vaticano II y uno de los pocos obispos que se enfrentó con la dictadura militar por defender a las víctimas del terrorismo de Estado: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. Tómense estas reflexiones como un filial homenaje a su memoria en el año del 40 aniversario de su muerte. No pretendemos aquí adelantarnos al juicio de la Iglesia proclamándolo mártir, pero sí queremos hacernos seriamente la pregunta sobre la pertinencia de este título. Hoy, transcurridos más de treinta años de vida democrática, los argentinos somos conscientes de que en esa etapa triste de nuestra historia el gobierno de facto -so pretexto de “poner orden” ante el espiral de violencia fratricida que comenzó con el bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955-, desplegó todo tipo de actividades de terrorismo de Estado. Acciones criminales que en algunos casos buscaban reprimir la violencia guerrillera, pero que por tratarse de crímenes perpetrados con el poder del Estado tienen una responsabilidad cualitativamente distinta que los delitos cometidos por civiles. Para el gobierno militar de aquellos años, todo era válido para sacar de en medio a quienes consideraba enemigos: secuestros clandestinos, torturas, vuelos de la muerte, desaparición de personas, apropiación y venta de bebés, y asesinatos bajo apariencia de accidente, entre otras muchas crueldades que duele recordar. Basta una ojeada al libro Nunca más para volver a estremecerse con el infierno de esos tiempos que –en palabras del poeta Juan Gelman- sigue crepitando en la memoria de quienes aún hoy esperan alguna noticia de sus desaparecidos. En esa situación de angustia infinita eran pocas las puertas a las que podían llamar confiadamente. En San Nicolás, una de esas puertas fue la del obispo: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. En su despacho recibía permanentemente a familiares de detenidos o desaparecidos cualquiera sea su signo político e intercedía por ellos tocando cualquier resorte de poder que tuviera a su alcance. Su corazón de pastor se conmovió profundamente por el dolor de estas madres y, como el buen samaritano, hizo acción de esa compasión aún a riesgo de su prestigio y su vida. Por lógica decantación, su actitud de compromiso con estas víctimas fue derivando en un enfrentamiento con las autoridades militares. Fue en ese clima de decidida hostilidad que el entonces obispo de San Nicolás encontró la muerte en un dudoso accidente de tránsito. En la fría mañana del 11 de julio de 1977, en la vieja ruta 9, camino a Buenos Aires, a la altura de Ramallo una camioneta Ford F100 que viene en sentido inverso y se cruza repentinamente en su camino. El impacto brutal del frágil Renault 4 en la puerta derecha de la camioneta deja malherido a Ponce de León, quien -luego de ser atendido en el hospital de Ramallo- muere en una clínica en San Nicolás. La justicia todavía investiga las causas de su muerte. Al igual que con Angelelli, hubo un rápido y breve proceso judicial a poco de su muerte, en pleno auge del poder del gobierno militar. Luego de una sumaria investigación, -que no incluyó más relato de los hechos que el del presunto conductor de la camioneta, ni una autopsia al obispo, ni una investigación de la conexión entre la empresa dueña de la camioneta y el Ejército-, el chofer que hizo la “maniobra imprudente” fue inhabilitado para conducir vehículos durante cinco años. Mucho tiempo después, en 2006, la justicia abre una nueva investigación sobre la muerte del obispo. Se amplía con varias declaraciones testimoniales, estudios de peritos en accidentología, exhumación del cuerpo y documentos aportados por la Secretaría de Culto de la Cancillería y la Conferencia Episcopal Argentina, entre otras cosas. Pero luego del entusiasta impulso inicial, hoy el proceso sigue sin resolución y las investigaciones avanzan a una velocidad muy cercana al estancamiento.
En este contexto, podemos hacernos estas preguntas: ¿qué sucede si la justicia nunca se pronuncia sobre las causas de su muerte?, ¿o si declara que fue realmente un accidente?, ¿podemos recordar a Ponce como mártir si no hay pruebas de que fue asesinado? A simple vista, esta cuestión puede parecer menor para muchos que ya valoramos el testimonio de entrega martirial de este obispo. Pero creemos que merece ensayarse una respuesta desde la historia y la teología para hacer justicia con la memoria de Ponce de León y su modo de encarnar el ministerio episcopal en la encrucijada del posconcilio y la etapa más difícil de nuestra historia reciente. Y para difundir su ejemplo, que como el de tantos que dieron su vida por la fe, siempre es una semilla fecunda en la vida de la Iglesia.
Decimos que la respuesta debe buscarse en la historia y en la teología porque para pensar si murió como un mártir debemos preguntarnos por los hechos históricos que rodearon y precipitaron su muerte y sobre la noción teológica del martirio. Este es el camino que seguiremos en nuestra exposición. Primero presentaremos el contexto de amenazas reales que vivía el obispo y su perseverancia en una actitud de compromiso con las víctimas de las acciones criminales del gobierno, siendo plenamente consciente de que eso lo ponía en un serio peligro de muerte. Lo haremos sobre todo desde los informes secretos que enviaba el teniente coronel Saint Amant desde San Nicolás denunciando el “accionar subversivo” de este obispo que dirigía “fuerzas enroladas sustancialmente en las filas del enemigo” (sic). La sola lectura de esa correspondencia deja, a cualquiera que no niegue lo que pasaba en la dictadura, la fuerte sensación de que Ponce estaba condenado a muerte.
Luego intentaremos presentar sucintamente una noción posconciliar y latinoamericana de martirio, que incluye el compromiso con la justicia y los derechos humanos contando con la posibilidad cierta de la muerte, tal como se utilizó para solicitar la canonización de monseñor Romero en El Salvador y -suponemos- se intentará en el proceso de monseñor Angelelli.
Vida Pastoral, 2018
Como un sol tibio en una mañana de invierno fue para muchos de nosotros la noticia de la próxima ... more Como un sol tibio en una mañana de invierno fue para muchos de nosotros la noticia de la próxima beatificación del obispo Enrique Angelelli y sus compañeros mártires. Las crónicas agregan que serán declarados mártires por haber sido asesinados " en odio de la fe " (odium fidei). Algunos pueden preguntarse qué significa realmente esta expresión ya que una lectura literal de la misma puede llevar a confusión. Podría objetarse-por ejemplo-que quienes mataron a Angelelli no odiaban la fe cristiana, más bien al contrario, algunos de ellos eran fervientes católicos. De aquí podría llegarse a la apresurada conclusión de que sus muertes fueron por cuestiones políticas, no religiosas y que por tanto se estaría forzando la interpretación de la historia al declararlos mártires. Por eso creemos que merece ensayarse una somera explicación sobre qué significa el martirio in odium fidei.
Vatican Insider, 2018
Hay quienes dicen que en el espacio público de algunas ciudades argentinas ya puede verse una de ... more Hay quienes dicen que en el espacio público de algunas ciudades argentinas ya puede verse una de las últimas tendencias en diseño urbanístico. Se la conoce como “arquitectura hostil”. Expresión llamativa que anuncia una paradoja y nos impulsa, casi en un acto reflejo, a consultar al gran oráculo moderno (Google). El primer resultado remite a la sabiduría de Wikipedia: “arquitectura hostil es una tendencia de diseño urbano en la que los espacios públicos se construyen o alteran con el fin de desalentar su utilización indebida” (consulta: octubre 2018).
Si la definición terminara ahí no llamaría demasiado la atención. Cualquiera que transita por las grandes ciudades conoce la importancia de la buena organización del espacio público y lo difícil que es su preservación. Sobre todo los parques y las plazas, que son lugares donde la vida bulle, necesarios para las actividades recreativas, deportivas, artísticas, culturales, etc. En ellos nos encontramos y nos reconocemos como sociedad. Son un ámbito privilegiado de creación de la identidad colectiva. Además, resultan indispensables para que la vida en la ciudad no se torne insalubre. Hasta puede decirse que la calidad estética de estos espacios está en relación directa con nuestra calidad de vida.
Pero parece que el concepto de arquitectura hostil no termina en el loable propósito del buen uso del espacio público. Su sabor a eufemismo lleva a intuir una intención vergonzante. Lo confirma la segunda parte de la formulación de Wikipedia: “esta tendencia está más típicamente asociada como medio de repeler a las personas sin hogar, por ejemplo, en la forma de "pinchos anti homeless", los cuales son colocados en superficies planas para impedir su uso como lugar de descanso”.
Con esta referencia a la explícita intención “anti pobres” de esta tendencia urbanística el panorama se presenta más completo. Un repaso por algunas fotos genera una sombría perplejidad. Se trata, por ejemplo, de bancos de plaza con apoyabrazos intercalados de modo que sea imposible acostarse. En casos más explícitos son unas puntas de acero en los umbrales de los edificios, sobre todo en los rincones o lugares en que el reparo del frío puede atraer a quienes no tienen donde pasar la noche.
Es entonces cuando uno repasa los argumentos sobre el uso racional del espacio público y los vuelve a sopesar con el telón de fondo de ese linyera que tiene que ir a dar con sus huesos a algún sucio rincón porque le fue negado el banco de una plaza. Si estos lugares son para el uso de la totalidad de la sociedad, quienes no tienen un techo, ¿no son parte de nuestra sociedad? ¿No tienen derecho a usarlo? ¿Qué es más urgente, mi derecho a solazarme en una plaza limpia y bella o el dolor de quien no tiene lo básico para vivir? ¡Es culpa de ellos! No lo sabemos. Lo cierto es que son parte de nuestra sociedad y nosotros todos los días nos sentamos a una mesa en la que no hay un lugar para ellos.
¿Y si para tomar una postura frente a estas “respuestas” a los problemas sociales nos ponemos ante Dios? Pero ante Dios en serio, ¿qué nos dice el fondo de nuestro corazón? ¿Es solución arrinconar de este modo a los más pobres entre los pobres? Los cristianos creemos que ante Dios somos todos iguales en dignidad -y por tanto hermanos- y que si alguno sufre estamos llamados a escuchar y socorrer ese dolor. ¿Podemos barrer ese clamor debajo de la alfombra? ¿En qué nos convierte esa actitud? Nuestra cómoda indiferencia, ¿no guarda cierto parentesco con la terrible frase de Caín: “acaso soy yo el guardián de mi hermano”? (Gn 4,9). No puede dejar de interpelarnos la pregunta del homeless londinense que, parado sobre las púas de acero sostiene un cartel que dice: ¿en qué clase de sociedad vivimos que las necesidades de los sin techo se soluciona con pinchos? (ver foto).
Es tan complejo el problema de la pobreza en nuestras sociedades que podemos sentir cierta impotencia al constatar lo poco que podemos hacer individualmente. O simplemente no sabemos qué hacer. Evadirnos del problema siempre va a ser una tentación. Aunque las grandes soluciones escapen a nuestro ámbito siempre hay algo que está a nuestro alcance. El primer paso es vigilar para que no se nos naturalicen los mecanismos de esconder y estigmatizar a los pobres. No dejarnos anestesiar con el gas venenoso de la indiferencia que -como dice el papa Francisco- se ha globalizado “para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta” (Evangelii Gaudium 54). ¿Cómo está la salud de mi corazón si ni siquiera veo este drama y sólo lo percibo como un problema de higiene urbana?
Además, nuestro Dios para rescatarnos de una vida sin sentido se hizo hombre en Jesucristo. En su misterio de amor eligió hacerse hombre y pobre. Nació en un pesebre, vivió y -sobre todo- murió como pobre. Nos mostró que ellos ocupan un lugar de preferencia en el corazón de Dios. Hasta se identificó con ellos al enseñarnos que cuando tengamos que dar cuenta sobre cómo usamos el regalo de la vida se nos preguntará sobre nuestro amor a los pobres (“Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo… porque estuve sin techo y me alojaron… ¿cuándo te vimos sin techo y te alojamos?… cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” cf. Mt 25, 35-40).
Quiera Dios, en su inmensa misericordia, despertarnos del sopor de nuestra indiferencia y que sólo sea una negra pesadilla la posibilidad de escuchar algún día palabras como éstas: “Fui homeless y me echaste de tus ciudades”.
¡No le saquemos el pucho a Brochero! Del santo Cura Brochero nos han llegado apenas un puñado de... more ¡No le saquemos el pucho a Brochero!
Del santo Cura Brochero nos han llegado apenas un puñado de fotos, todas en blanco y negro. Una de las más conocidas fue sacada en la casa de la familia Recalde en Panaholma. Allí se lo ve montado en su mulo malacara, con un poncho criollo sobre la sotana, su sombrero de ala ancha y pitando un cigarro en chala. Tanto dice de Brochero esa foto que muchos la usaron para dar a conocer su obra y su santidad. Incluso, para reforzar la fuerza de la imagen, alguna mano devota la dotó de colores. Pero eso no fue el único retoque en la historia de esta foto. En algún momento otro celoso difusor de Brochero le “borró” el cigarro de la boca. Lamentablemente, ese artista del photoshop no tuvo la deferencia de corregir la mueca que dejó esa ausencia en el rostro del santo. Esa imagen “retocada” fue la que flameó en el Vaticano el glorioso día en que la Iglesia declaró solemnemente la santidad de Brochero.
Fumar en chala era muy común en el siglo XIX, sobre todo entre los criollos más humildes. La pobreza no ofrecía muchas ocasiones para los placeres sensibles, más allá de un trago de ginebra, una partida de naipes o una pitada de tabaco. Los “vicios” de los que hablaba Martín Fierro. El cura Brochero, desde su gran amor a Dios y a su pueblo, se hizo uno de ellos. No vivía entre los serranos para servirlos, se convirtió en serrano. Compartió sus vidas, sus luchas, sus esperanzas. Trabajó incansablemente con ellos en la construcción de escuelas, acequias y caminos. Se contagió lepra y murió entre ellos ciego y pobre. No sería extraño que disfrute con ellos los pequeños placeres que la vida les permite y le haya tomado el gusto al rústico cigarro. Eso no lo hace menos santo, más bien muestra la sinceridad de su entrega. Un verdadero pastor con olor a oveja.
No es la intención de este artículo instar al levantamiento de firmas para que le devuelvan el pucho a Brochero. Sí nos interesa pensar qué podemos aprender de este “furcio”. ¿Qué pensó la mano que borró el cigarro?: ¿no está bien que un santo tenga un pucho en la boca?, ¿tiene mucha pinta de criollo para ser santo?, ¿demasiado que aceptamos la mula sobre el altar?... No sabemos qué pensó. Pero esto nos puede hacer pensar: si veo una foto de un santo que no condice con mi concepto de santidad, ¿qué tengo que hacer?, ¿cambiar la foto o cambiar mi concepto de santidad? En el fondo: ¿qué es la santidad?
Brochero tenía una personalidad que es imposible de encasillar los moldes de lo políticamente correcto. Por ejemplo, usaba las llamadas “malas palabras”. No para ofender ni por guarango. Expresiones rústicas, sin malicia y hasta ingenuas. Como las que usa cualquiera en los ambientes no afectados. Frecuentemente organizaba ejercicios espirituales para los serranos y traía a padres jesuitas para que los prediquen mientras él se encargaba de cuidarle los animales a los paisanos para que puedan rezar tranquilos. En una ocasión –cuenta el libro del padre Aznar- el predicador instaba a que contemplaran a Jesucristo crucificado: ‘Acércate a esa cruz y contempla como está lastimado Jesucristo pagando por tus pecados...’ Se levanta Brochero y le dice aparte: ‘Padre, mis paisanos no lo entienden’. Y luego predica él: ‘Mira hijo lo jodido que está Jesucristo, saltados los dientes y chorreando sangre. Mira la cabeza rajada y con llagas y espinos. Por ti que sacas la oveja del vecino. Por ti tiene jodidos y rotos los labios, tú que maldices cuando te chupas. Por ti que atropellas la mujer del amigo. Qué jodido lo has dejado en los pies abiertos con clavos, tú que perjuras y odias’.
Como ésta, hay miles de anécdotas que testifican que Brochero, siendo un hombre de Dios, no encaja en una idea preconcebida de “santidad”. La santidad no es la encarnación de una moral que puede ser codificada en algunos criterios de urbanidad. Eso sería una caricatura de la santidad. Ser santo es ser de Dios. Dejar a Dios que tome nuestra vida con su amor y la transforme. Dios nos hace suyos y talla en nosotros la imagen de Cristo. Es por eso que puede decirse que Dios se da a conocer en sus santos. En cada uno de ellos hay un destello del rostro misericordioso del Padre. En el santo, tal como es, Dios nos habla. Si el santo nos escandaliza y lo estilizamos para hacerlo más digerible estamos deformando lo que Dios nos quiere decir con su vida. En Brochero Dios nos muestra un “cristo criollo”, un santo genuinamente argentino, que amó a la patria sirviendo a los más humildes hasta identificarse con ellos. Su vida nos señala un horizonte, sería una lástima cubrirlo de neblina.
Brochero llegó a los altares. Fue reconocido por la Iglesia Universal como intercesor y modelo. Su canonización es la cúspide de un largo racimo de honores humanos que recibió desde que culminó su vida en la tierra. Uno de los primeros grandes reconocimientos que tuvo fue un monumento con su figura que se inauguró en 1922, a ocho años de su muerte. Quien fuera dos veces gobernador de Córdoba, Ramón J. Cárcano, fue uno de sus primeros biógrafos y se consideraba su amigo íntimo. De este gran homenaje decía: “el año pasado el Sr. Pbro. Cuestas, tuvo la deferencia de enseñarme la fotografía del monumento proyectado. Era un clérigo de pie, correctamente vestido, y apoyado en su bastón, parecía que realizaba su paseo higiénico en una tarde apacible. Pero éste no es Brochero, dije, ni siquiera como símbolo. El BROCHERO que debe conmemorarse sólo se concibe en la acción, como yo lo conocí, con la sotana atada a la cintura, sombrero de anchas alas, espuelas sobre botines gruesos, el breviario en una mano y en la otra el rebenque. Ese era Brochero”.
Como Iglesia cabe preguntarnos: ¿a cuál Brochero queremos venerar?, ¿al Brochero auténtico o a una versión edulcorada que no ponga en crisis nuestros esquemas? Quiera este santo desde el cielo mostrarnos el camino para encontrarnos con el legado, no sólo del “clérigo de pie, correctamente vestido”, sino del Brochero real: criollo, con mula, poncho y cigarro, pero con un corazón pleno de amor a un Dios que –al decir de nuestro santo- “es como los piojos: está en todas partes pero más entre los pobres”.
El sueño de Francisco, 2014
Presentación “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo” (Evangelii Gaudium 27) ... more Presentación
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo” (Evangelii Gaudium 27)
Desde el primer momento del pontificado de Francisco quedó claro que lo habían elegido para reformar la Iglesia. Él mismo lo dijo elípticamente en su primera aparición ante los periodistas a tres días de terminado el Cónclave. Refiriéndose a la elección del nombre contó que algunos cardenales le decían entre bromas: “«Pero tú deberías llamarte Adriano, porque Adriano VI fue el reformador, y hace falta reformar...»”.
Lo que tal vez no podía percibirse con claridad en ese momento es cómo sería la reforma que llevaría adelante el Papa Bergoglio. Varios eran los temas candentes, la transparencia financiera, el tratamiento de los casos de pederastia, el rol de la mujer en la Iglesia, la comunión a los divorciados en segunda unión, y tantas cuestiones más. Lo cierto es que Francisco sorprendió a propios y extraños. Sus primeros gestos mostraron claramente que muchas cosas iban a cambiar. En esa tarde noche del 13 de marzo, al rechazar los zapatos rojos, al mantener su austero pectoral, al inclinarse ante el pueblo para que lo bendiga, el Papa venido del fin del mundo inauguró una nueva etapa en la vida de la Iglesia. Desde ese momento es él mismo, con todo tipo de gestos y palabras, quien está llevando adelante una profunda reforma destinada a darle a la Iglesia un rostro más evangélico.
Durante estos pocos meses de pontificado, siempre buscó mostrarse como un pastor, muy cercano a las necesidades concretas de la gente. Eso le dio una comunicación directa con todos y encandiló a los medios de comunicación otrora tan críticos con la Iglesia. En la semana de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, este “nuevo estilo” fue ungido por las multitudes y se difundió con fuerza por todo el planeta.
Pobres en este mundo ricos en la fe
A partir de aquella tarde de marzo del 2013 en que Bergoglio se convirtió en Francisco se ha desp... more A partir de aquella tarde de marzo del 2013 en que Bergoglio se convirtió en Francisco se ha despertado un creciente interés por la reflexión teológica en Argentina. Desde diferentes latitudes han surgido quienes –para poder comprender mejor al nuevo Papa- buscan entender cómo se piensa la evangelización en esta Iglesia del fin del mundo.
En este contexto, esta obra -cuya segunda edición estamos presentando- atrajo muchas miradas. Incluso fue traducida al italiano. Sin dudas, el disparador de este interés es la relación entre Bergoglio y este libro: el entonces obispo de Buenos Aires redactó su prólogo y lo presentó dando una conferencia en la Facultad de Teología de Buenos Aires apenas diez meses antes del cónclave que lo declararía obispo de Roma.
En la presente edición, además de actualizar la bibliografía sobre el padre Tello, hemos incluido la transcripción de las palabras de Bergoglio al presentar el libro. Ese día, en su alocución ofreció una sustanciosa reflexión sobre la evangelización donde anticipa temas que desarrollará en Evangelii Gaudium. En efecto, en el documento programático de su pontificado, al explicar que todo el pueblo de Dios es sujeto de la evangelización (cap. III), toma la idea tellana de que el cristianismo no tiene un único modo cultural de vivirse. Basado en el principio de que “la gracia supone la cultura, y el don de Dios se encarna en la cultura de quien lo recibe”, explica que el cristianismo tiene tantos rostros como culturas en las que se ha encarnado. Tello usaba esta idea para plantear la existencia de un cristianismo legítimamente latinoamericano. Bergoglio, en su conferencia en la Facultad de Teología, asume y repite esta intuición: “En cinco siglos de historia, en nuestro continente se fue gestando un nuevo modo cultural de vivir el cristianismo, el cristianismo encontró un nuevo rostro”.
También ese día dijo que quería “ofrecer un acto de justicia a la memoria del padre Tello” y que “su legado seguirá señalándonos caminos del Espíritu para la tarea siempre nueva de la evangelización en la que estamos empeñados”. En esa huella ofrecemos esta nueva edición, con la esperanza de que este libro siga siendo un camino fecundo para vincularnos con una propuesta que tanto tiene para dar todavía.
Enrique Ciro Bianchi
Junio 2016
Introduzione alla teologia del popolo, 2015
PREFAZIONE di Jorge Mario Bergoglio* La storia ha le sue ironie. Questa è la prima volta che veng... more PREFAZIONE
di Jorge Mario Bergoglio*
La storia ha le sue ironie. Questa è la prima volta
che vengo alla Facoltà di Teologia (non mi sono laureato
qui). E vengo a presentare un libro sul pensiero
di un uomo che è stato allontanato da questa Facoltà.
Cose della storia. Dio sa come raddrizzare i torti:
quella stessa gerarchia che a un certo punto aveva
creduto opportuno allontanarlo, oggi dice che il suo
pensiero è valido. Più ancora, è stato fondamento del
lavoro evangelizzatore in Argentina. Voglio ringraziare
Dio per questo.
Il libro che oggi presentiamo ha, a mio parere, due
lineamenti preziosi che meritano di essere messi in
risalto. In primo luogo, ci aiuta a comprendere teologicamente
i modi propri con cui il nostro popolo
umile esprime la sua fede. Ma d’altra parte ci dà la
possibilità di entrare in contatto col pensiero di un
teologo che è stato tra i più fecondi della nostra Chiesa
argentina, ma che non ha ancora ricevuto il riconoscimento
sufficiente. A partire da queste due idee
voglio presentare alcune riflessioni.
Síntesis de la lectura de los Escritos teológico pastorales de Lucio Gera
¿Qué es pensar pastoralmente? 1. ¿Para qué pensamos pastoralmente? "Vayan y hagan que todos los p... more ¿Qué es pensar pastoralmente? 1. ¿Para qué pensamos pastoralmente? "Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos" (Mt 28…). Por mandato de Jesucristo, la Iglesia anuncia el Evangelio y allí encuentra su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, para ser un canal del don de la gracia. Dar testimonio del amor y la misericordia de Dios es su razón de ser. Lo explicaba muy bien Pablo VI en EN1 y lo reafirma gustosamente Francisco en EG cuando pide una reforma de la
Comunicarnos. 2020, 20 (179), 2020
La Stampa. 12 de noviembre de 2018, 2018
Holztrattner, M. Innovation armut : Wohin führt Papst Franziskus die Kirche?. Innsbruck : Tyrolia, 2013, 2013
Artículo escrito desde Argentina para una publicación europea interesada en presentar las raíces ... more Artículo escrito desde Argentina para una publicación europea interesada en presentar las raíces teológicas de la opción por los pobres del Papa Francisco y su relación con la teología del pueblo.
Vida pastoral Nro. 367, Año 2017, 2017
Vatican News, 2021, 2021
En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”.... more En el mes de agosto el Papa comenzó un nuevo ciclo de catequesis bajo el título “Curar el mundo”. La pandemia ha abierto una herida en la humanidad que necesita ser sanada y Francisco nos invita a mirar a Cristo para buscar juntos un camino de salud. Como en el caso del paralítico de Cafarnaún, a quien los amigos descuelgan del techo y ponen frente a Jesús, la sanación que Él nos ofrece no es sólo física sino integral. En Cristo nuestra vida puede curarse desde su raíz. Podemos nacer de nuevo. Si bien la redención es hecha por Cristo, no llega a nosotros independientemente de nuestro compromiso con la historia. Los cristianos estamos llamados a continuar su obra de sanación. De aquí la profética interpelación que Francisco nos presenta:¿cómo podemos ayudar a sanar nuestro mundo, hoy? A modo de orientación ofrece algunos principios de la Doctrina Social de la Iglesia que irá desarrollando en sucesivos encuentros. Uno de ellos es la opción preferencial por los pobres, al que relaciona con la virtud de la caridad y le dedica la tercera de sus catequesis de este ciclo (19/8/20). Allí repite y actualiza la enseñanza de la Iglesia presentando esta preferencia como una opción teológica. Debemos optar por los pobres porque Dios optó primero. Y no fue ésta una elección marginal en el plan de Dios. Dos veces en esa catequesis Francisco afirma que “la opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio”. Los caminos por los que busquemos curar al mundo tienen que estar marcados por un amor de preferencia hacia los que las sociedades relegan a las periferias. No intentaremos en estas reflexiones entrar en el terreno de estas acciones posibles sino buscar la luz de la Revelación sobre el principio de la opción por los pobres que debe animarlas. Dios opta por los pobres En Evangelii Gaudium el Papa aborda el tema en profundidad. Allí explica que el corazón de Dios tiene un lugar de privilegio para los pobres (EG 197). De aquí se desprende por simple lógica que si son los preferidos de Cristo deben ser los preferidos de los cristianos. La teología que subyace a esta opción arraiga en la cristología. Benedicto XVI al inaugurar la Conferencia de Aparecida la presentaba como “una opción que está implícita en la fe cristológica” (DA 392). En ese mismo encuentro los obispos dirán: “todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393). El mundo de los pobres puede verse desde muchas perspectivas. Desde la Iglesia siempre lo vemos desde Cristo. De no ser así estaríamos errando el planteo de raíz. Miramos a los pobres desde un Cristo que “se hizo pobre” (2Co 8,9) y que les otorgó a ellos su “primera misericordia” (Juan Pablo II). En el rostro doliente de los pobres está Cristo llamándonos a ponerle el hombro a su cruz (“tuve hambre y me diste de comer…”). “Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres” (Francisco, I Jornada mundial de los pobres). Para la Iglesia, los pobres antes de ser personas que no han accedido a todos los bienes del desarrollo moderno son un “sacramento de Cristo” (Pablo VI). Reconocer la fuerza salvífica de los pobres Pero la opción por los pobres no se agota en que sean objeto de una misericordia preferencial de nuestra parte. La Palabra de Dios nos lleva más lejos. El lugar de los pobres en el plan de salvación es un misterio de fe al que debemos acercarnos descalzos. El Papa Francisco nos llama a “reconocer la fuerza salvífica de sus vidas” (EG 198) y para hacerlo debemos desprendernos de valoraciones meramente humanas. Es contra razón pensar que la pobreza y la impotencia sean eficaces, sean redentoras. No es algo que nos pueda revelar ni la carne ni la sangre. Sólo la gracia de Dios nos puede hacer verlo. “Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres” (EG 197). Cuando Cristo se hizo pobre tuvo esa cosa misteriosa, que excede la razón, de unirlo al pobre con Él y asociarlo a su salvación. Les dio a sus vidas una eficacia redentora. Dios desde la sobreabundancia de su amor quiere sanar a la humanidad del poder del pecado y de la muerte. Lo hace por Jesucristo, que carga sobre sí todas las heridas del mundo para darles un sentido nuevo. Cristo con su Pasión sana y lleva al Reino. Según la enseñanza paulina, puede pensarse que el Cristo que sufre la Pasión no es Él solo. San Agustín habla del “Cristo total”, Cristo cabeza unido a sus miembros, como sujeto de la Pasión. Es decir, que la redención se hace por la Pasión de Cristo y por la pasión de todos los miembros de Cristo que completan su Pasión (cf. Col 1,24). Todos los sufrientes, en general, completan la Pasión de Cristo, pero sobre todo y fundamentalmente los pobres. Con ellos Él se identificó explícitamente: “tuve hambre y me diste de comer…” (Mt 25 31,46). Esto le da a la vida de los pobres una nueva dimensión que excede su condición de destinatarios de nuestra…
The article seeks to present a theological reflection on martyrdom that collaborates with the ecc... more The article seeks to present a theological reflection on martyrdom that collaborates with the ecclesial reception of the Church's recognition of the martyrdoms of Oscar Romero (El Salvador) and Enrique Angelelli (Argentina). In the twentieth century there was an extension of the theological notion of martyrdom that highlights the testimony of love of those who thus give their lives. It is not only a martyr who dies to defend the Christian faith in terms of its contents. It is also a martyr who is persecuted and killed for the love that springs from his faith. In the second half of the 20th century, our continent was sadly marked by guerrilla violence and state terrorism. In the so-called cold war, what in the North was a dialectic between capitalism and Marxism, in the South it became a real bloodbath. In this context, the deaths of these two bishops occurred. One of the difficulties for the ecclesial reception of these martyrdoms is that the political upheavals of those times a...
Medellín. Biblia, Teología y Pastoral para América Latina y El Caribe, 2020
Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trab... more Pensar el anuncio del Evangelio en clave de inculturación no solo nos sirve para inspirar el trabajo pastoral a futuro. También nos ofrece un marco hermenéutico para leer la historia de la evangelización de nuestro continente y una guía para buscar caminos de profundización. Más allá de las intenciones y los discernimientos pastorales de quienes trajeron la fe cristiana a América lo cierto es que esta prendió en el corazón del nuevo pueblo: se hizo cultura. En nuestras tierras se vivió-y se vive-un verdadero proceso de inculturación de la fe. Por eso nos proponemos pensar cómo es este proceso de inculturación del kerygma cristiano en la cultura popular latinoamericana. Para ello intentaremos una presentación en cuatro apartados y luego tres ideas a modo de conclusión. En el primero punto, a modo de cimiento, recordaremos algo que está en la raíz de toda reflexión pastoral: la inculturación la hace Dios (1). Luego resaltaremos la importancia pastoral que tiene pensar teológicamente en clave de cultura y el uso específico que hace Francisco de esa noción en Evangelii Gaudium (2). El tercer punto será sobre la conformación de la cultura popular latinoamericana (3). Y en el cuarto diremos algo sobre dos temas en los que puede verse cómo el pueblo recibió y vive el kerygma: el valor que les da a la Virgen y al bautismo (4). A modo de conclusión, comentaremos tres cosas a tener en cuenta para profundizar el kerygma en el mundo de los pobres de América Latina.
Vatican News. 19 de agosto de 2019, 2019
Vida pastoral Nro. 363, Año 2017, 2017
Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en... more Estas páginas tienen como única intención la de honrar la memoria de quien fuera el pastor que en la diócesis de San Nicolás llevó adelante la primera recepción del Concilio Vaticano II y uno de los pocos obispos que se enfrentó con la dictadura militar por defender a las víctimas del terrorismo de Estado: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. Tómense estas reflexiones como un filial homenaje a su memoria en el año del 40 aniversario de su muerte. No pretendemos aquí adelantarnos al juicio de la Iglesia proclamándolo mártir, pero sí queremos hacernos seriamente la pregunta sobre la pertinencia de este título. Hoy, transcurridos más de treinta años de vida democrática, los argentinos somos conscientes de que en esa etapa triste de nuestra historia el gobierno de facto -so pretexto de “poner orden” ante el espiral de violencia fratricida que comenzó con el bombardeo de la Plaza de Mayo en 1955-, desplegó todo tipo de actividades de terrorismo de Estado. Acciones criminales que en algunos casos buscaban reprimir la violencia guerrillera, pero que por tratarse de crímenes perpetrados con el poder del Estado tienen una responsabilidad cualitativamente distinta que los delitos cometidos por civiles. Para el gobierno militar de aquellos años, todo era válido para sacar de en medio a quienes consideraba enemigos: secuestros clandestinos, torturas, vuelos de la muerte, desaparición de personas, apropiación y venta de bebés, y asesinatos bajo apariencia de accidente, entre otras muchas crueldades que duele recordar. Basta una ojeada al libro Nunca más para volver a estremecerse con el infierno de esos tiempos que –en palabras del poeta Juan Gelman- sigue crepitando en la memoria de quienes aún hoy esperan alguna noticia de sus desaparecidos. En esa situación de angustia infinita eran pocas las puertas a las que podían llamar confiadamente. En San Nicolás, una de esas puertas fue la del obispo: monseñor Carlos Horacio Ponce de León. En su despacho recibía permanentemente a familiares de detenidos o desaparecidos cualquiera sea su signo político e intercedía por ellos tocando cualquier resorte de poder que tuviera a su alcance. Su corazón de pastor se conmovió profundamente por el dolor de estas madres y, como el buen samaritano, hizo acción de esa compasión aún a riesgo de su prestigio y su vida. Por lógica decantación, su actitud de compromiso con estas víctimas fue derivando en un enfrentamiento con las autoridades militares. Fue en ese clima de decidida hostilidad que el entonces obispo de San Nicolás encontró la muerte en un dudoso accidente de tránsito. En la fría mañana del 11 de julio de 1977, en la vieja ruta 9, camino a Buenos Aires, a la altura de Ramallo una camioneta Ford F100 que viene en sentido inverso y se cruza repentinamente en su camino. El impacto brutal del frágil Renault 4 en la puerta derecha de la camioneta deja malherido a Ponce de León, quien -luego de ser atendido en el hospital de Ramallo- muere en una clínica en San Nicolás. La justicia todavía investiga las causas de su muerte. Al igual que con Angelelli, hubo un rápido y breve proceso judicial a poco de su muerte, en pleno auge del poder del gobierno militar. Luego de una sumaria investigación, -que no incluyó más relato de los hechos que el del presunto conductor de la camioneta, ni una autopsia al obispo, ni una investigación de la conexión entre la empresa dueña de la camioneta y el Ejército-, el chofer que hizo la “maniobra imprudente” fue inhabilitado para conducir vehículos durante cinco años. Mucho tiempo después, en 2006, la justicia abre una nueva investigación sobre la muerte del obispo. Se amplía con varias declaraciones testimoniales, estudios de peritos en accidentología, exhumación del cuerpo y documentos aportados por la Secretaría de Culto de la Cancillería y la Conferencia Episcopal Argentina, entre otras cosas. Pero luego del entusiasta impulso inicial, hoy el proceso sigue sin resolución y las investigaciones avanzan a una velocidad muy cercana al estancamiento. En este contexto, podemos hacernos estas preguntas: ¿qué sucede si la justicia nunca se pronuncia sobre las causas de su muerte?, ¿o si declara que fue realmente un accidente?, ¿podemos recordar a Ponce como mártir si no hay pruebas de que fue asesinado? A simple vista, esta cuestión puede parecer menor para muchos que ya valoramos el testimonio de entrega martirial de este obispo. Pero creemos que merece ensayarse una respuesta desde la historia y la teología para hacer justicia con la memoria de Ponce de León y su modo de encarnar el ministerio episcopal en la encrucijada del posconcilio y la etapa más difícil de nuestra historia reciente. Y para difundir su ejemplo, que como el de tantos que dieron su vida por la fe, siempre es una semilla fecunda en la vida de la Iglesia. Decimos que la respuesta debe buscarse en la historia y en la teología porque para pensar si murió como un mártir debemos preguntarnos por los hechos históricos que rodearon y…
Vida pastoral Nro. 286, Año 2010, 2010
¿Qué es eso tan fuerte que se da entre la Virgen y los pobres? ¿Cómo acompañarlo desde la pastora... more ¿Qué es eso tan fuerte que se da entre la Virgen y los pobres? ¿Cómo acompañarlo desde la pastoral? ¿Es verdadera religiosidad cristiana? ¿No será acaso un impulso casi supersticioso propio de personas que viven en un estado pre racional? Esta explicación tal vez parezca convincente para quien se pregunte sobre estas cuestiones desde lejos y superficialmente. Pero no parece una respuesta que satisfaga a un espíritu que se haya acercado a los pobres y a sus vidas con verdadera caridad pastoral. ¿Por qué no pensar mejor que la Virgen los quiere con un cariño especial y que los atrae con amor de madre para llevarlos a Dios? ¿Se puede aceptar que Dios atrae a los pobres por caminos distintos a los que elegiríamos los agentes de pastoral? ¿Por qué no ver en esa intensa devoción un impulso de la gracia divina? Creemos que hay argumentos –históricos y teológicos-suficientes para sostener que la Virgen quiere a los más humildes de estas tierras con un amor especial. Con una mirada desde " la cercanía que nos hace amigos de los pobres " (Aparecida 398) no es difícil percibir que en la mayoría de los casos, en sus luchas cotidianas nuestro pueblo pobre se confía a la Madre del cielo. En Ella buscan consuelo, esperanza, fuerza para seguir adelante. Es frecuente en nuestro continente ver en los santuarios o en las ermitas de las ciudades quienes se detienen a contemplar con " una mirada entrañable a una imagen querida de María " (Aparecida 261). Puede decirse que la Virgen vive de un modo especial en el corazón del pueblo latinoamericano. Ella es la mujer llena de Dios, la primera discípula de Jesús, es lógico que haga suyo el " Felices ustedes, los pobres " (Lc 6,20) de su Hijo. Ella les toca el corazón, los llama, los reúne como hermanos y les da el consuelo necesario para los sufrimientos de la vida. En el dolor, en la angustia, Ella les repite incansablemente al oído: " No se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? " (Nican Mopohua, 118-119). Sobre este camino discurrirán las reflexiones de este artículo, intentaremos meditar sobre las riquezas de esta providencial relación entre la Virgen y los pobres para iluminar así nuestra acción pastoral con ellos. Puestos a tratar de este tema es mucho lo que podría decirse. En este primer artículo –que esperamos completar con un segundo-recorreremos las raíces históricas de esta fuerte presencia mariana en nuestro continente y sus consecuencias. En primer lugar repasaremos rápidamente algunos hechos marianos que resultaron significativos para la evangelización de América Latina. Luego presentaremos algunas reflexiones que nos suscitan estas historias. Esto lo haremos por tres senderos, comenzaremos por decir algo acerca del nuevo modo cultural de vivir la fe que nace en Latinoamérica y el lugar central que le otorga a María. Acto seguido veremos cómo la Virgen ejerce su vocación maternal reuniendo a sus hijos alrededor suyo y va gestando en su seno a un pueblo nuevo. Por último, diremos algo sobre las imágenes religiosas y su importancia en la evangelización.
Vida pastoral Nro. 351, Año 2016, 2016
Vatican News. 7 mayo 2021, 2021
Documento inédito. 2021, 2008
Síntesis de la lectura de los Escritos teológico pastorales de Lucio Gera
Vida pastoral Nro. 295, Año 2011, 2011
Vida pastoral Nro. 372, Año 2018, 2018
El título de esta charla corresponde a una expresión del Papa Francisco. En Evangelii Gaudium, al... more El título de esta charla corresponde a una expresión del Papa Francisco. En Evangelii Gaudium, al hablar de la Virgen María y el pueblo creyente lo hace en la dinámica del don: La Virgen es un regalo de Jesús para su pueblo (EG 285). La idea es compartir unas sencillas reflexiones que nos ayuden a abrirnos al misterio de la presencia y la acción de María en América Latina. Dentro del misterio del amor de Dios, hay algo especial entre la Virgen y los más pobres de América Latina. Vamos a tratar de balbucear algo de ese misterio. Antes de entrar en tema quiero pedirles un voto de confianza. Les pido que tengan presente que más allá del laicismo de Uruguay, este país es parte de América Latina y como tal participa de cierta unidad cultural. Las cosas que voy a decir intentan arraigar en un sustrato cultural del pueblo que es bastante común en Latinoamérica. Pensemos la piedad popular como la punta de un iceberg. Lo que sale a la superficie expresa algo de fondo, una vida, un modo de ser. O mejor, pensemos a América Latina como un iceberg con muchas puntas. Lo que está abajo está unido. Hay una cierta unidad cultural en América Latina. Aunque en la superficie se vean muchas puntas. Hay muchas muestras de piedad popular, pero todas brotan de algo común. Aunque sientan que hablo de cosas que acá no ven, piensen que por ser parte de América Latina, algo de esto hay. Tal vez la mayor parte de las cosas que se debaten entorno al laicismo de Uruguay están en el nivel exterior del iceberg… Y por debajo hay cosas que se mantienen… Les pido ese voto de confianza. La presentación va a tener tres partes, la tercera de las cuales va a tener también tres partes. Y después una conclusión. En la primera parte muy brevemente vamos a ver la raíz de todo: María es Madre nuestra porque Jesús se lo pidió antes de morir. Después vamos a ver algo sobre cómo se fue dando concretamente esa maternidad de María en la historia de América Latina. Y en la tercera parte intentaremos ver qué podemos aprender de esta relación que hay entre la Virgen y su pueblo. Por último, intentaremos apuntar algunas conclusiones.
Pia Sociedade de Sâo Paulo, 2017
Teologia Revista De La Facultad De Teologia De La Pontificia Universidad Catolica Argentina, 2009