Julián Sanz del Río 1814-1869 (original) (raw)

Julián Sanz del Río

Primer catedrático de Historia de la Filosofía de la universidad española, germanizado apóstol del krausismo en lengua española. Su originalidad filosófica y su ejemplar y pregonada rectitud moral quedaron destrozadas tras quedar demostrado por el soldado jesuita Enrique M. Ureña (en 1988 y 1992), de manera irrefutable, que Julián Sanz del Río cometió fraude al presentar su obra más influyente –Ideal de la Humanidad para la vida (1860)– como adaptación y desarrollo propio, medio siglo después, de las ideas de Krause, pues en realidad, cuando el texto de don Julián se aparta del homónimo germano Urbild der Menschheit (1811), no es por destilado fruto del numen del reformador catedrático madrileño, sino por mera traducción de otros textos no mencionados de Krause, aparecidos en una efímera revista que su autor había logrado mantener durante el primer trimestre de 1811, Tagblatt des Menschheitlebens.

«La tradición de lo que yo llamo el Pensamiento Alicia es una evolución de la Institución Libre de enseñanza y sobre todo de Sanz del Río. Él fue quien introdujo el krausismo en España. A mí, leyendo a Sanz del Río se me cae el alma a los pies por lo simplista y lo bobo de sus escritos. Tenga en cuenta que la masonería y el pensamiento simplista de Krause caló en nuestro país de manera definitiva a través de la Institución Libre de Enseñanza. El señor Sanz del Río escribió El ideal de la Humanidad, un libro del que, por ejemplo, bebe en gran medida la I República. Pero es que, antes de eso, uno de los principales libros de Krause es La Alianza de la Humanidad. De ahí, de la evolución natural del Krausismo, es de donde Zapatero sacó aquel término de Alianza de las Civilizaciones. Y es que este pensamiento caló profundamente en el socialismo español y por esa línea llegamos al origen del pensamiento de Zapatero.» (entrevista a Gustavo Bueno en 2006.)

«La generación por él educada, y que ya hoy se halla al frente del movimiento científico de nuestra patria, le considera como el Sócrates español; y nosotros, que también tuvimos la fortuna de contarnos en el número de sus discípulos, queriendo rendir a su memoria algún homenaje de veneración y cariño, hoy que es aniversario de su muerte, vamos a consignar los principales hechos de su vida. Don Julián Sanz del Río, nació en Illescas, provincia de Toledo (1815): en el seminario de esta ciudad hizo sus primeros estudios; mas no sintiéndose con vocación para la carrera eclesiástica, determinó seguir otra más adecuada a sus inclinaciones, trasladándose para ello a Madrid. Hízose, pues, abogado, aunque tampoco eran los negocios de la curia los que merecían la predilección de su espíritu, sino las materias filosóficas; en que bien pronto se distinguió de tal manera, que habiendo tratado el gobierno español, allá por los años de 1843, de enviar a Alemania una persona de reconocida aptitud para que estudiase y luego diera a conocer entre nosotros los sistemas de filosofía elaborados en aquel cerebro de Europa, eligió para esta comisión a Sanz del Río pensionándole por dos años.» (“Sanz del Río”, El año biográfico o semblanzas de 366 personajes célebres, Cádiz 1880.)

«La crítica española, si en alguna ocasión ha pecado de injusta, ha sido al valorar la significación que tuvo en nuestra cultura la personalidad del insigne Sanz del Río. En los Diccionarios biográficos y Enciclopedias de carácter general, solo se mencionan algunos datos, harto incompletos, acerca de la vida y de la obra del famoso filósofo castellano, que fue, por así decirlo, uno de nuestros primeros espíritus europeizadores en la primera mitad del siglo pasado. Las dos últimas generaciones intelectuales tuvieron un concepto erróneo, insuficiente y mezquino, de lo que representó en la vida del pensamiento español el señor Sanz del Río, y hasta hace próximamente ocho años, con ocasión de celebrarse el centenario de su nacimiento, no se había publicado un estudio biográfico completo del importador del krausismo en España.» (Santiago Valentí Camp, “Julián Sanz del Río”, 1922.)

«Don Julián Sanz del Río, llamado por unos el “Filósofo de Illescas” y por otros el “Sócrates español”, no nació en Illescas, como dicen algunos autores, ni fue el año 1815, ni el 1817, como figura en algunas de sus biografías, sino que nació en Torrearévalo, aldea serrana de Soria, el 10 de marzo de 1814, y fue bautizado en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol el 13 del mismo mes. Fue hijo de Vicente Sanz y de Gregoria del Río, el primero natural de Ventosa de la Sierra (Soria), aldea próxima a Torrearévalo, y la segunda, de este último, hijos ambos de modestas familias de agricultores y ganaderos, por ser ésta la principal ocupación de los naturales del país.» (Gervasio Manrique, Sanz del Río, siglo XIX, M. Aguilar –Biblioteca de la Cultura Española, núm. 7–, Madrid 1935, pág. 7.)

«Don Julián Sanz del Río es quizá el hombre que más ha influido en la formación del pensamiento español contemporáneo. Su influencia fue intensísima de por vida. La continuó ejerciendo con no menor fuerza después de su muerte prematura, a través de la ardorosa fiel devoción de sus discípulos, que fueron muy numerosos y que se desparramaron por toda España. Se ha mantenido viva a través de los agitados períodos de la vida nacional. Y aún ahora mismo, en estas horas penosas del actual acontecer de España en las que el pensamiento pugna por evadirse de la campana neumática en que se le aprisiona, voces amigas y enemigas de lo que representa y significa la obra de don Julián Sanz del Río, acusan la pervivencia de sus influencias.» (Rodolfo Llopis [Secretario General del PSOE, 1944-1972], “Sanz del Río y el krausismo”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París 1954, nº 9.)

«El krausismo español, que con el tiempo llegó a ser algo así como una filosofía del Estado, nació a la sombra de un gobierno progresista y casi por razón de Estado. A conocimiento de los españoles que avizoraban las novedades intelectuales del mundo había llegado la noticia de que en Alemania imperaba una filosofía fabulosa por sus dimensiones y su originalidad, o más bien una nueva mitología teutónica presidida por la diosa razón, que eclipsaba y reducía a la nada a las demás filosofías europeas. […] Se sabía que Monsieur Cousin hacía viajes frecuentes a las múltiples Mecas filosóficas de la sabia Alemania y que de ellos volvía cargado con tesoros de las novísimas ideas; por cierto que en uno de ellos la vigilante y perspicaz policía alemana le detuvo por sospechoso de ser carbonario, y pasó varios meses en una cárcel bien poco filosófica. ¿Por qué no imitar a Cousin y enviar un filósofo propio a beber directamente en las fuentes de aquella desconocida ciencia germánica? […] La ocurrencia fue del ministro progresista Pedro Gómez de la Serna, y el emisario Sanz del Río. El aprendiz de filósofo celtíbero había nacido en 1814, en un pueblecito de la provincia de Soria, territorio de la antigua Celtiberia; salió para Alemania en 1843. […] Sanz del Río, si se juzga por sus traducciones y glosas de Krause, apenas pudo digerir más que dos o tres obras del maestro. Era el tipo del sabio de un solo libro o poco más: poco extenso en el conocer, pero muy intenso en lo que conoce; tipo de creyente más que de creador, de historiador o de crítico.» (Luis Araquistain [en el PSOE desde 1911], “El krausismo en España”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París 1960, nº 44.)

«Dándose cuenta de que para llevar a cabo el proceso de reforma mental del pueblo español que había planificado a largo plazo, no es tarea de un solo individuo, sino tarea común de varias generaciones, a través de la educación, considera insuficiente la reflexión y estudio interior particular, y cree necesario además que los resultados y el método de reflexión salgan a la luz y se comuniquen, pasando del ámbito individual y privado al ámbito social público.» (“Julián Sanz del Río” en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Español en 50 volúmenes, Madrid 2012, entrada firmada por Roberto Albares.)

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«Don Julián Sanz del Río tuvo cinco hermanos, y su padre murió el 26 de diciembre de 1824. Su madre contrajo matrimonio en segundas nupcias, en la parroquia de Torrearévalo, con Dionisio Navas, natural de Rincón, el 31 de julio de 1827. Este matrimonio quedó disuelto al año siguiente, por fallecimiento de Gregoria del Río, madre de D. Julián. […] Enterado su tío D. Fermín A. del Río, canónigo en Córdoba, de la irreparable desgracia acaecida a su familia, presuroso escribió a Torrearévalo, consolando a su hermana; le envió recursos económicos para atender a sus más apremiantes necesidades, y, al mismo tiempo, como tenía conocimiento de la despejada inteligencia de su sobrino Julián, mandó llevarlo a su lado para encargarse de su educación. Don Fermín A. del Río nació en Torrearévalo el 7 de julio de 1777, fue cura párroco de Ventosa de la Sierra y luego canónigo en Córdoba y Toledo, muriendo en Illescas el 9 de septiembre de 1844. Sanz del Río, a los pocos días de la muerte de su padre, partió para Córdoba en busca de su tío don Fermín. […] Con un maestro de tan estimables virtudes espirituales como su tío, Sanz del Río comenzó sus estudios bien orientado en una disciplina educativa. Don Fermín era hombre dotado de excelente cultura clásica, y se propuso que su sobrino empezase con seriedad una buena preparación, para seguir más tarde una carrera superior. No es cierto, como se dice en algunos escritos sobre D. Julián, que éste comenzara a estudiar la carrera eclesiástica. Lo que sucedió fue que su tío, hombre inteligente, versado en estudios de Filosofía, decidió dotar a su sobrino de la mejor preparación posible antes de cursar estudios superiores, y por ello lo matriculó en el Seminario Conciliar de San Pelagio, de la ciudad de Córdoba, donde se perfeccionó en Latín y Humanidades. En los tres años de 1827 al 1830, Sanz del Río estudió tres cursos de Filosofía en dicho Seminario, equivalentes a la segunda enseñanza. Una vez preparado en Latín y Humanidades, su tío decidió trasladarse a Granada, donde podría matricularlo en la Universidad del Sacro Monte en los estudios de Instituciones civiles. Sanz del Río fue matriculado en el Colegio del Sacro Monte, donde cursó tres años de Instituciones civiles, durante los años de 1830 a 1833, obteniendo al mismo tiempo el grado de bachiller. Al curso siguiente estudió el cuarto año de las Instituciones y, a su vez, el primero de Canónicas, trasladándose a Toledo, donde se examinó, en la Universidad de esta ciudad, del grado de bachiller de Cánones. […] Aquel año D. Fermín trasladó su residencia a Toledo, siendo destinado a la Santa Catedral Metropolitana; pero más tarde tuvo que separarse de su sobrino, al regresar éste a Granada para continuar sus estudios. En Granada, Sanz del Río estudio el sexto y séptimo años de Cánones y los grados de licenciado y doctor en aquella Universidad del Sacro Monte. El 7 de junio de 1836 se licenció en Cánones, y once días después fue doctorado en la misma Facultad, otorgándole las borlas de doctor como premio extraordinario. […] Y se trasladó a Madrid, para matricularse en la Universidad Central, en la carrera de Leyes. Con harto sentimiento abandonó Granada, donde dejaba tan excelentes amistades. Durante los años de 1837 y 1838 aprobó los sexto y séptimo cursos de Jurisprudencia en la Universidad Central.» (Gervasio Manrique, Sanz del Río, 1935, págs. 8-16.)

Según el libro de matrícula de doctores de la Universidad Literaria de Madrid del curso 1841-42, Julián Sanz del Río (“Encomienda, 21, segundo”) había obtenido el grado de doctor, en la Facultad de Leyes, a finales del curso 1839-1840, el día 7 de julio de 1840; y durante el curso 1840-1841 fue sustituto de 6º de leyes. También aparece Sanz del Río (“c. de la Encomienda, n. 21”) entre los 452 Abogados del Ilustre Colegio de Madrid que figuran en la Guía de litigantes y pretendientes para el año de 1842 (Madrid 1841, página 35), y en la relación de 80 litigantes que se ofrecen generosos como “Abogados de pobres” (página 40). En junio de 1842 firma una amplia reseña del tomo segundo del “Curso de Historia de la Civilización de España, por D. Fermín G. Morón” (El Correo Nacional, 13-14 junio 1842).

Por entonces Krause, ya muerto hacía dos décadas, había comenzado a ser difundido en ambientes jurídicos hispanos a través de su discípulo Enrique Ahrens (1808-1874), cuyo Curso de Derecho Natural o de filosofía del derecho fue publicado en Madrid en 1841, traducido al español por Ruperto Navarro Zamorano. El Curso de Ahrens es aprobado en octubre de 1841 como texto para las universidades españolas, y en febrero de 1842 merece, como es natural, la condena de la Iglesia de Roma. Conviene recordar que entonces, 1840 y 1841, circulaba Enrique Federico Knust por Toledo y por Madrid, escrutando reliquias que sirvieran para construir el fantástico relato histórico del Primer Reich, como agente de Monumenta Germaniae Historica (inmarcesible institución metapolítica impulsada en 1819 –respuesta ideológica a las pretensiones imperiales gálicas ejecutadas por Napoleón– por el barón de Stein, reformador germánico de Prusia), instrumento esencial en la reinvención del presunto Sacro Imperio Romano Germánico, “desde el final del Imperio romano hasta 1500” (pues ya después Lutero había iluminado el quehacer germánico frente a “majestades cristianísimas” y “majestades católicas”).

En junio de 1843, tras instaurar el general Espartero, el día 8, facultad completa de filosofía en Madrid, nombra el día 14, como interino, a “Julián Sanz del Río, doctor en jurisprudencia, de la universidad de esta corte, para catedrático de la primera sección del noveno curso, o sea historia de la filosofía, con el sueldo anual de 20.000 rs. correspondiente a la misma, quien tendrá obligación de pasar a Alemania para perfeccionar en sus principales escuelas sus conocimientos en esta ciencia, donde deberá permanecer por espacio de dos años.” Y antes de terminar el mes, el 27 de junio, Álvaro Gómez Becerra (ver el preciso y minucioso estudio de Rafael Orden y su nota {28}), Ministro de Gracia y Justicia y Presidente del Consejo de Ministros, firma la orden dirigida a Sanz del Río en la que el Gobierno de la Nación precisa las razones para enviar a Germania a quien debe, desde una nueva y prometedora cátedra, romper el secular monopolio teológico católico hispano:

«El punto de vista histórico en la filosofía es el más adecuado para dar a conocer en nuestro país los sistemas filosóficos modernos, porque partiendo de una idea superior a los sistemas exclusivos, los examina y critica en vez de profesar uno determinado; manifiesta sinceramente y sin preocupación la parte de verdad y la parte de error en cada uno, y contribuye sobre todo a dar a las ideas filosóficas en nuestro país solidez, método y espíritu crítico, condiciones esenciales para que lleguemos a poseer algún día, una filosofía propia, que en su carácter y forma exterior guarde su perfecta armonía con nuestro carácter y genio nacional. V.S. debe penetrarse de este pensamiento en todo su sentido y extensión, para obrar en su encargo conforme a las intenciones del Gobierno y al fin verdaderamente útil que se encierra en los estudios filosóficos. Cuidará V.S. principalmente de estudiar las causas que han contribuido a dar a la vida científica en Alemania la actividad y progreso admirable que ha dado a sus escuelas y Universidades la primacía sobre las demás de Europa: notará con este motivo los obstáculos que han producido en nuestro país un efecto contrario todo lo cual dará a V.S. convicciones sólidas acerca de los medios de reformar nuestro sistema de instrucción que sean más adecuados al estado presente de este ramo de la administración publica.»

Poco importa que el mismo comisionado hubiese sugerido partes de ese texto, pues, como tal, fue suscrito por un (efímero) Gobierno:

«Antes de acabar tengo que hacer a V. algunas observaciones acerca del objeto de mi encargo.– 1.º En una especie de instrucción que recibí del Ministro al salir de España (y que confieso que casi dicté yo en mi poca experiencia) se me indicaba que debía tener correspondencia cada tres meses con ese Ministerio acerca de objetos análogos a mi encargo, y aún se me indicaba que sería bien que trabajase al año alguna obra. Todo esto (bien pensado) es cosa que para hacerla en regla, no puedo hacerla yo mientras esté aquí; mi trabajo es ahora más interior, y de meditación, de observación que de producción; si aquel se interrumpe con estas exigencias, ni lo uno ni lo otro será bueno. Dígame V. sobre esto lo que piensa, o si es preciso lo que piense el Ministro.– 2.º Yo tengo dos años fijados para mi viaje: si se tratara de un viaje de inspección o meras indagaciones exteriores, comprendo esta limitación; pero tratándose de inspirarse a fondo y poseer, a punto de poder juzgar, el espíritu filosófico en un país, semejante límite es más un estorbo que una regla natural. En realidad, yo creo ahora que tengo demasiado que trabajar, para juzgar en conciencia que en dicho término conoceré mi objeto a punto de poder hacer verdaderamente útiles en mi país mis conocimientos. Me falta aún mucho para poseer en lo esencial la doctrina de Krause; después es preciso conocer a lo menos lo esencial de Schelling y Hegel, en donde se renuevan dificultades de lenguaje y de ideas que sólo aquí puedo vencer (al lado del primero en Berlín y de los discípulos del segundo); y quiero hacer notar a V. con este motivo, que aún aquí no conoce de ordinario un filósofo sino un sistema; los demás muy poco, y a veces más para censurarlos que para juzgarlos imparcialmente. No digo yo por esto que en los dos años, haciendo grandes esfuerzos, no podré concluir mi objeto; esto no lo sé ni puedo saberlo con certeza; sino que el limitarme este tiempo como una prescripción no es conforme a la naturaleza del objeto, y me obliga quizá a precipitar el orden de mis trabajos en daño del objeto y aún de mi salud. ¿Y si el Gobierno ha tenido confianza para enviarme aquí, por qué no la ha de tener para dejarme que sosegadamente y con libertad cumpla el objeto de mi encargo? Tengo demasiados vivos deseos de volver a mi país para que se tema que ni un momento abuse yo de esta libertad. También deseo que me hable V. de esto, y de qué y cómo podré conseguir mi deseo; advirtiéndole que D. Santiago Tejada, persona bastante autorizada con el Gobierno (sobre todo ahora), sabe bien, por los profesores de aquí, que yo no desaprovecho mi tiempo, y puede en caso preciso favorecer mi deseo. Por lo demás, este es punto que admite espera, y ante todo V. me hablará de ello.» (Carta de Julián Sánz del Río a José de la Revilla, desde Heidelberg, 30 de mayo de 1844, publicada por Manuel de la Revilla en Revista Europea, 15 de marzo de 1874, nº 3, págs. 70-71.)

En esa misma carta reconstruye Julián Sanz del Río la impresión de su paso por París, diez meses antes, camino de Alemania:

«Al pasar por París tuve apenas tiempo para formar un juicio claro y sólido sobre el estado de la Filosofía en Francia; pero sin poder aún determinar enteramente mi pensamiento, diré sólo que, como pura ciencia, y ciencia independiente, no se cultiva ni con profundidad ni con sinceridad: se trabaja en filosofía, pero subordinándola a un fin que no es filosofía, sino, por ejemplo, política, reforma social, y aún para fines poco nobles, como vanidad, &c. Visité a uno de los principales representantes de la ciencia, M. Cousin, y sin que como hombre pretenda yo juzgarlo en lo más mínimo, diré que como filósofo acabo de perder el muy escaso concepto en que lo tenía. –Lamento cada día más la influencia que la filosofía francesa (ciencia de embrollo y de pura apariencia) ejerce entre nosotros hace más de medio siglo: ¿qué nos ha traído sino pereza para trabajar por nosotros mismos, falso saber, y sobre todo, inmoralidad y petulante egoísmo? Y es tanto más de lamentar esto cuanto que yo pienso hoy que las cualidades de espíritu en nuestro país son infinitamente superiores en profundidad y regularidad a las de los franceses, sin que por otra parte degeneren en tendencia a inútil abstracción, como en Alemania.» (Carta desde Heidelberg, 30 de mayo de 1844, pág. 68.)

Y no duda en trasladar ahí también a su amigo José de la Revilla, oficial de la Secretaría de la Dirección General de Estudios del Ministerio de la Gobernación, que, a esas alturas, mayo de 1844, ya había decidido consagrar su vida al apostolado de la obra de Krause:

«Dirigido por estos pensamientos me propuse estudiar el sistema de K. C. F. Krause; comencé en Bruselas mi trabajo; pero como era preciso de todos modos hacerse familiar la lengua alemana como preparación, me vine a esta ciudad donde había dos discípulos de este filósofo; el uno puramente metafísico, M. Leonhardi, y el otro puramente práctico y positivo, M. Roeder. A ambos he oído con toda la atención que me ha sido posible; y pasando en claro las dificultades de todo género con que he luchado hasta el día, creo, por último, que hoy trabajo ya con fruto y con la esperanza de penetrar en el fondo de este sistema, y cumplir mi objeto respecto de los demás. Desde luego aseguro a V. que mi resolución invariable es consagrar todas mis fuerzas durante mi vida al estudio, explicación y propagación de esta doctrina, según sea conveniente y útil en nuestro país. Esto último admite consideraciones de circunstancias, sobre todo tratándose de ideas que son esencialmente prácticas y aplicables a la vida individual y pública; pero sobre todas estas consideraciones es mi convicción íntima y completa acerca de la verdad de la doctrina de Krause. Y esta convicción no nace de motivos puramente exteriores, como de la comparación de este sistema con los demás que yo tenía conocidos, sino que es producida directa e inmediatamente por la doctrina misma que yo encuentro dentro de mí mismo, y que infaliblemente encontrará cualquiera que sin preocupación, con sincera voluntad y con espíritu libre y tranquilo se estudia a sí mismo, no bajo tal o cual punto de vista aislado, parcial, sino en nuestro ser mismo, uno, idéntico, total. Estoy yo aún muy distante de poder recorrer gradual y lógicamente todos los eslabones de la teoría de que hablo a V.; requiere esto una fuerza y constancia de atención, una identidad y regularidad de pensamiento que yo me esfuerzo por adquirir, pero que aún tardaré mucho en poseer. Sin embargo, como, aunque parcialmente, comprendo ya varias de las verdades principales de este sistema, puedo decir a V. algo acerca de los caracteres principales que lo distinguen de los demás; por lo menos en cuanto sea bastante para que V. desde el punto de vista en que están en nuestro país los conocimientos filosóficos, pueda formar un concepto acerca de esta doctrina en general. Desde luego Krause sostiene y demuestra que es posible y real el conocimiento científico del Ser absoluto, de Dios, y esto de tal manera, que la ciencia misma sólo es posible y real en virtud y por causa de este conocimiento anterior a ella.» (Carta desde Heidelberg, 30 de mayo de 1844, pág. 66.)

«Querido del Rio: Me encontré tan mal durante la noche que tuve que quedarme en la cama durante toda la mañana. Casualmente no tenía a nadie que pudiese enviar a buscarle. Hubiese hablado todavía con usted muy gustosamente sobre su viaje, ya que ese viaje no solo puede serle útil a usted sino también a la causa de la ciencia. Usted ha visto suficiente verdad eterna, y ha conocido el método de Krause, como para poder entenderse con otros y con otros que piensan de distinta manera. De Schelling y Hegel conoce al menos algunos resultados principales, y sabe que son falsos, así como también sabe que carecen de una parte analítica suficiente, que es la que ha de fundar primero toda síntesis. Si busca durante su viaje hombres capaces de recibir [nuestras ideas], y particularmente hombres dedicados a la enseñanza, podrá, a la vez que ejercitar y probarse a sí mismo su capacidad de conversación con otros, dejarles a esos otros una huella duradera al ver cómo un extranjero recomienda con tanta visión y fuego una filosofía alemana por su claridad y utilidad práctica. Por eso le nombro en lo que sigue particularmente aquéllos que, o son amigos de la filosofía en general, o son especialmente animosos en sus profesiones como maestros o como clérigos. Pues estoy convencido de que la filosofía de Krause puede propagarse antes que nada a través de maestros y clérigos que piensan, pues las personas [adultas] están en general más maduras para ello que los estudiantes. En Frankfurt será usted amistosamente recibido por el Señor Engelmann (vive en la Saalgasse, donde el Señor carnicero von Carben, y se le puede encontrar con seguridad a la una, también los domingos por la mañana antes de las 8). Él puede introducirle también en tertulias vespertinas, en donde encontrará a varios de los otros señores. De entre los maestros en escuelas cristianas le recomiendo, como un maestro de escuelas primarias inteligente, que también ha introducido los juegos de Fröbel, al Señor Oberlehrer Jekel en Sachsenhausen (en las afueras de Frankfurt); después, como filósofo práctico y seguidor de Fichte, al Señor Ackermann (vive en Sachsenhausen. Quizás le acompañe a verlo el Señor Engelmann). Después, como seguidor animoso de Schelling, el Señor maestro de gimnasio Gutermann. Finalmente el Sr. Carl Schneider, propietario de un Kindergarten fröbeliano (grosse Eschenheimer Gasse D 165). De entre los clérigos cristianos, y concretamente protestantes, le nombro: Sr. párroco Steiz, un hombre científicamente despierto. Sr. párroco Kirchner, lo mismo y esencialmente amigo mío (su hermana es también copresidenta de una escuela de niños pequeños). De los maestros judíos, entre los que hay en Frankfurt algunos absolutamente extraordinarios, los siguientes: Sr. Oberlehrer Hess (probablemente está en el Filantropio judío), Sr. Dr. Jost (fue llamado de Berlín a Frankfurt, y será fácil preguntar por él). Sr. Dr. Kreizenach, que es a la vez colaborador en varias revistas. Éste le llevará quizás a los otros maestros judíos. Además el Sr. Dr. Weil senior y junior, presidente de una institución judía privada. […]» (fragmento de la carta en alemán de Hermann von Leonhardi [1809-1875, casado en 1841 con María Sidonia Krause, hija de Krause –ya muerto en 1832: no fue su yerno–] a Julián Sanz del Río, fechada en Heidelberg, 30 agosto 1844 [“si no puede leerlo todo que se lo lea el _Señor Engelmann_”], en el sobre: “Sr. Profesor del Rio - se hospeda actualmente en el Pariser Hof en Frankfurt a/m”, traducida por Enrique M. Ureña, 1993, carta 2, págs. 3-5.)

Pero su tío don Fermín del Río, tutor y sustento entonces de sus otras dos sobrinas solteras, canónigo de Toledo, se muere en Illescas el 9 de septiembre de 1844, solicitando Julián Sanz del Río permiso para volver a España a resolver sus asuntos familiares, que le fue concedido por Pedro José Pidal, Ministro de la Gobernación, el 27 de octubre, durante tres meses (y solo media paga), iniciando su retorno el comisionado, desde Heidelberg, el 12 de noviembre… Agotada tal licencia, el primero de abril de 1845 solicita Sanz del Río la renuncia a la comisión que le restaba por realizar, renuncia que fue aceptada el 12 de abril. El ya iluminado en Germania como apóstol hispano de Krause se asienta en Illescas (a seis leguas de Madrid y otras tantas de Toledo, villa entonces de casi dos mil almas, en torno al santuario que alberga la imagen de su patrona, la Virgen de la Caridad –una réplica suya, la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, sería proclamada en 1916 patrona de Cuba–).

Illescas, 28 junio 1845: «Es verdad ¡querido amigo!, estoy en parte muy contento con mi método de vida en Illescas cuando pienso que en mis circunstancias desfavorables para la filosofía necesito hacerme un camino silencioso, pero seguro, para poder formar mi pensamiento filosófico libremente y sin estorbos. Pues todavía llegará entre nosotros, así lo espero, un tiempo para la verdad. Pero el deseo de un amigo y de un padre lo respeto sobre todo como algo sagrado, y siempre estoy dispuesto a satisfacer con alegría y amor, incluso en lo más minúsculo, tales deseos. Por lo tanto quiero plenamente ser padrino de vuestra criatura en la ceremonia del bautismo. Pero como tengo la intención de quedarme solo unas horas en Madrid, pienso llegar a su casa el miércoles entre las cinco y seis de la tarde para que el bautizo pueda tener lugar. Por lo demás, si casualmente surge algún impedimento, puede usted informarme el martes o el miércoles. En cualquier caso pienso volver a Illescas el jueves temprano.» (borrador de carta de Sanz del Río a destinatario alemán desconocido, publicada por Enrique M. Ureña, 1993, carta 5, págs. xxii+11.)

Illescas, 7 marzo 1846: «Querido amigo: Por fin me pongo a comenzar mi carta prometida hace ya tanto tiempo. Pero esto no lo hago sin un cierto sentimiento de pesar cuando pienso cuán saludable y ricamente consolador hubiese sido para mí haber emprendido nuestra amistosa correspondencia mucho antes. […] Desde nuestra despedida hasta el día de hoy me han pasado aquí realmente muchas cosas, tanto en el orden interior como en el externo; de manera que se ofrece materia suficiente para nuestra carta. Con todo he de proceder con un cierto orden en mis noticias. Por tanto, para situarnos primero de manera que podamos entrar sin estorbos en lo interior, me parece adecuado hacerle saber algo acerca de mis circunstancias externas. Ya en Alemania había tomado la decisión de dedicarme total e incondicionalmente a la filosofía. Esto supuesto, mi tiempo se dividió naturalmente en dos épocas; una época de preparación, de trabajo privado; después, segundo, una época de trabajo público, en la que debería lograr un puesto de profesor de filosofía para actuar luego fielmente en él. No podría ocurrir en España nada sino una confirmación de mis propósitos. Pues muy pronto llegué al convencimiento de que la primera causa de la situación enferma que sufre aquí profundamente la sociedad humana depende principalmente del anquilosamiento y la represión de las artes racionales y humanas superiores; lo que lamentablemente domina entre nosotros de modo casi exclusivo. Pues entre nosotros no se sabe, e incluso no se quiere saber de ninguna manera, qué es el hombre puramente en cuanto tal, qué gran esencia divina es la Humanidad. Lo supremo de lo que uno se gloría es solamente de ser un buen católico. Por lo que toca a las pretensiones puramente racionales se las considera como pretensiones soberbias y vacías de la débil razón humana. En este terreno supremo nadie va más allá de lo dicho. Por tanto ya ve usted que, si se ha de construir algo bueno en España en esta dirección, hay que comenzar por los cimientos y siempre con mucha preocupación y muy lentamente. Yo me vi por tanto obligado durante algunos años a preocuparme sólo de mi formación filosófica, si es que alguna vez habría de hacer con éxito algo útil. Por eso he rechazado la aceptación inmediata de una cátedra en filosofía aquí, para la que sería nombrado por el gobierno. Me he retirado a esta pequeña ciudad, en donde llevo una vida muy regulada y solitaria: me ocupo con el estudio de la lengua y filosofía alemanas. Pienso quedarme aquí todavía un año y viajar luego a Alemania para perfeccionar todo lo que pueda mi formación; de modo que sólo a partir de mis treinta y cinco años de vida podré darme a conocer públicamente como profesor de filosofía. Así sabe usted cuáles son mis planes para el futuro inmediato, si es que las circunstancias externas no me son totalmente, adversas. En segundo lugar, tengo que comunicarle muy brevemente qué es lo que he hecho en mi trabajo científico. En general, junto a la filosofía, me he ocupado fundamentalmente con el lenguaje y las matemáticas: también de vez en cuando, y sólo de pasada, he hecho algunas observaciones científico-naturales y filológicas. He leído muy poco fuera de Krause, Ritter y Fichte; pero en el esfuerzo hacia el conocimiento de mi propio yo he confirmado directamente y visto muchas cosas que aparecen sorprendentemente en armonía con todo lo que he aprendido del mismo Krause. Por lo demás, tengo que confesar que he ejercitado más el sentido de la visión interior que el entendimiento y el pensamiento estricto: para contrarrestar esta unilateralidad estoy comenzando ahora a trabajar más celosamente que antes en matemáticas. Por lo que toca en particular a la serie de mis trabajos científicos, me ocupé, inmediatamente después de mi llegada, con un trabajo sobre el conocimiento sensible; este trabajo lo había destinado al principio para su impresión, lo que sin embargo todavía no ha ocurrido. A la vez emprendí una traducción lo más exacta posible del Sistema de la Filosofía; como ocupación secundaria tuve el estudio de la lengua alemana y de las matemáticas. Esto último lo he continuado ininterrumpidamente hasta hoy; pero como al traducir el Sistema de Filosofía vi pronto claramente que la lengua española, según su estado actual, es totalmente incapaz de recibir dentro de sí, fielmente y con precisión, la forma filosófica del pensamiento, me decidí a dejar de lado la traducción y a entregarme totalmente, de manera libre y general, tanto al estudio de la lengua alemana y de la española como a la filosofía. […]» (carta de Sanz del Río a Leonhardi, traducida por Enrique M. Ureña, 1993, carta 8, págs. 27-29.)

Illescas, 29 junio 1846: «[…] Quizás sabe usted ya que el gobierno me ha ofrecido un puesto de Profesor Ordinario de filosofía, que he rechazado. Creo haber oído que a nadie le ha parecido bien ese paso, con la excepción del Sr. de Tejada, quien lo consideró sensato y fundamentado. También usted coincidiría quizás conmigo, e incluso consideraría mi comportamiento ineludible, si estuviese familiarizado con las circunstancias particulares de este pueblo, con su situación actual en lo que respecta a la filosofía, tanto en general como en su carácter y método de desarrollo peculiar, así como con mi postura frente a todo eso junto. Me llevaría demasiado entrar en detalle en este asunto: baste de momento saber que hasta ahora en nuestros hombres cultos, también en aquellos que aparecen como hombres científicos, no se ha encontrado todavía ningún punto firme de arranque desde el que se pudiese conectar un desarrollo racional (puramente metódico) de la filosofía. El mismo lenguaje (según la forma hoy día dominante) permanece anquilosado e inmaleable, moviéndose sólo en el terreno de una fantasía trasnochada y adjetiva; de modo que el curso libre, racional, del espíritu experimenta a cada paso, si se quiere exteriorizar, un revés. Con esto no afirmo de ninguna manera que ha de perderse globalmente la esperanza de encontrar entre nosotros un camino para la filosofía, y una filosofía; pues si lo afirmado es verdad, se deriva de ello lo contrario, a saber, que todo lo que pertenece a la cosa en su totalidad y en todas sus partes permanece todavía entre nosotros en su estado primero, no desarrollado, fresco, estado en el que nuestro desarrollo histórico totalmente peculiar (y) no siempre libre, externamente impuesto, le ha mantenido como enterrado. En la consideración de este tema quiero todavía decirle de pasada que si, reconociendo la ley de la unidad en la esencia humana pura e incondicionalmente, se acepta como posible que un pueblo temporalmente, incluso durante toda su vida, atraído y guiado por relaciones no importantes, se aliena totalmente de sí mismo, pierde de vista la idea y la conciencia sobre su esencia en su totalidad y sobre el lugar que ocupa entre los pueblos que viven junto a él, vive consigo mismo impersonalmente (negatio, ungöttlich); si se acepta esto como posible –digo–, entonces me es totalmente claro que tal estado humano se ha hecho ya desde hace tiempo realidad temporal entre nosotros; y sin duda en otra situación cultural de la Humanidad, como en la primera época de su vida en la Tierra, quizás no nos hubiese alcanzado tampoco el tiempo para reconocernos a nosotros mismos y pensar otra vez seriamente en nuestra salvación. Pero ahora, gracias a Dios, no debemos perder totalmente la esperanza de que el sol del espíritu libre racional aparezca también en nuestra parte de la Tierra, pues en conjunto, sobre la plaza patria de la Humanidad, discurre todo hoy día más tranquilamente, más armónicamente, más equilibradamente que en ningún tiempo anterior.[…]» (carta de Sanz del Río a Karl David August Röder [1806-1879], traducida por Ureña, 1993, carta 10, págs. 42-43.)

Illescas, 28 marzo 1847: «[…] En consecuencia de lo que acabo de decir, mi estancia en Alemania durará probablemente algunos años; y esto lo puedo hacer tanto más sin problemas, cuanto que me propongo comenzar también durante ese tiempo mi profesión pública como escritor en la medida en que las fuerzas me lo permitan. Ve usted por tanto que mi objetivo se encuentra hoy más estrictamente determinado que la primera vez, por cuanto debo (dejando de lado toda pretensión personal) observar y seguir en Alemania aquel nivel y tipo de educación científica que está en correlación con el estado general de esa esfera de la cultura humana entre nosotros, y de la que yo mismo espero recibir de la mejor manera dirección y ayuda para la forma en la que pienso concebir mis primeros trabajos escritos. Me propongo elegir para mi residencia una ciudad en la que la educación del liceo esté impartida de la manera más libre y más completa (probablemente en Sajonia o Wurtemberg); entonces, tras el estudio de la filosofía krausista que ha de seguir siendo para mí un estudio durante toda la vida, pretendo dedicar todo mi tiempo restante a visitar las clases de liceo en todos sus niveles. Pero con esto no queda excluido el que, si hay alguna clase en la Universidad que ofrezca un interés muy particular o que esté en relación estrecha con mi objetivo, no pueda dedicarle mi atención siempre que esto se pueda hacer sin detrimento de mi ocupación principal. De todos modos espero recibir en Heidelberg una información más cercana sobre este particular a través de mis amigos de ahí. Todo lo que usted me haga saber sobre la expansión de la forma de pensar de Krause cuenta con mi supremo interés. Muy pronto se levantó en mí la sospecha de que tal doctrina debía encontrar en toda Europa, en todas las partes y en todos los niveles de la sociedad, un eco vivo y una viva participación. Sólo por el camino que ha señalado Krause puede la Humanidad volver a encontrar salvación y redención ante Dios, unidad con Dios y, ahí, armonía polifacética con todos los seres en todas las dimensiones.[…]» (carta de Sanz del Río a Leonhardi, traducida por Ureña, 1993, carta 13, págs. 60-61.)

Illescas, 25 abril 1847: «[…] Le ruego que haga llegar las dos cartas que le incluyo al Sr. P. Delff: me sería muy agradable que el Sr. Parga pudiese realizar sus deseos de la mejor manera posible. Aprovecho la ocasión que se ofrece ahora para anunciarle que el proyecto de mi viaje, a pesar de todas mis decisiones, a pesar de los sacrificios de todo tipo que he hecho para realizar mi objetivo, ha encontrado repentinamente tales impedimentos por parte del gobierno que desde ahora se me ha hecho prácticamente imposible: pues no me atrevo a emprender todo mi plan contando sólo con mis medios económicos, pensando en todos los imprevistos de cualquier tipo que pueden ocurrir. Desde que abandoné la cátedra de filosofía todas mis relaciones con el gobierno han permanecido interrumpidas; pero nunca podría pensar que la cosa hubiese topado con tales impedimentos como en realidad ha sucedido. Es cierto que se ofrecen todavía medios para superar las mencionadas dificultades; incluso tengo abiertos otros muchos caminos para alcanzar mi objetivo; pero considero los primeros como indignos; los últimos no me satisfacen, y además la cosa se alargaría muchísimo. Por tanto, mientras las circunstancias permanezcan en el estado actual, tenemos que contentarnos sólo con el intercambio espiritual.[…]» (carta de Sanz del Río a Leonhardi, traducida por Ureña, 1993, carta 14, págs. 63-64.)

Illescas, 4 marzo 1848: «Querido amigo: Quizás ya le es conocido que se me ha desvanecido la bella esperanza de visitarle una vez más a usted y a su patria, al menos por un tiempo indeterminado. Pero precisamente por eso voy a tomarme como obligación mantener con mis amigos de ahí un intercambio escrito tan frecuente como sea posible. Desgraciadamente ha fracasado mi plan de perfeccionar mis estudios filosóficos en una segunda estancia en Alemania, plan que, tras habérmelo propuesto primero, seguí luego intentando realizar fielmente. El objetivo determinado de ese plan era el de dar a conocer aquí en España la nueva filosofía, y en particular la krausista, y el de ganar para la causa un público y un interés. El fracaso ha sido debido a infelices e inesperadas circunstancias adversas, en parte políticas. Pero a pesar de ello no debo desviarme por eso en general de mi objetivo, en tanto que las circunstancias no lo muestren como irrealizable. He adquirido la convicción, por propia experiencia, de que cuando se habla entre nosotros de un espíritu auténticamente filosófico, y, todavía más en general, de un auténtico espíritu científico, no se piensa en otra cosa concreta que en el círculo formal, limitado por todas partes y subordinado, de la enseñanza oficial. Fuera de este círculo hay ciertamente muchas cosas excelentes, tanto en lo que se refiere a las capacidades e ideas generales como a lo que se ha producido; pero todo esto permanece siempre desarticulado y aislado, sin que se relacione todo ello entre sí mediante principios generales reconocidos y surgidos de la libre investigación (y esto tanto en ciencia como en arte). […] Como un ejemplo llamativo de esto quiero [ponerle] un sumario del índice de contenidos de un libro aparecido hace poco, que se supone ha de hacer época en el terreno de la filosofía (al menos está confeccionado con esa intención) y que ya ahora tiene una segunda edición. El libro se llama El Criterio por D. Jaime Balmes (22 Caps.) […] Al darle esta breve visión de una obra que pertenece decididamente al campo de la filosofía, no quiero prejuzgar aquí la forma de tratamiento ni el contenido mismo de ella, pues, independientemente de las pretensiones individuales, ha aportado de manera totalmente discreta muchas cosas buenas a la gente culta; mi intención es sólo darle a usted y al Sr. Leonhardi, a través de un ejemplo vivo, un cierto punto de mira y comparación para ver cómo se concibe y se trata lo filosófico en la aurora actual del renacimiento científico (que así hay que caracterizar sin más la época que se está gestando ahora). Es cierto que se deja reconocer enseguida un influjo de los últimos desarrollos filosóficos (también de los alemanes, pero sólo de forma mediada), pero falta totalmente un espíritu filosófico interior íntimamente vivido y que atraviese todos los lados; si uno mira estrictamente a la totalidad, se ve que todo el edificio se apoya en una negación y rechazo de la verdad y generalidad filosófica. Bibliográficamente quiero añadir que el autor ha editado otras muchas obras de contenido significativo, de las que me son conocidas: Filosofía fundamental (4 T.), El catolicismo y el protestantismo (4 T.). Cuando, por una parte considero más de cerca estas circunstancias y, por otra, intento imaginarme qué es lo que yo puedo realizar en este campo de la formación filosófica, y de los pocos caminos que me están abiertos, se me plantea naturalmente una cuestión difícil, a saber: de qué forma he de actuar yo como filósofo, de manera que el influjo de la nueva forma de pensar, y del nuevo método, sea un influjo vivificador e impulsor y no un influjo estorbante y que mate las fuerzas todavía débiles. En la esfera de lo filosófico puedo entrar sólo, o sólo preferentemente, como un mediador; a esto me siento llamado necesariamente por las circunstancias mismas de mi formación. Pero de una pura mediación seca no se podrá esperar casi ningún resultado en tal empeño, pues así ni se gana ni se resalta ningún punto común de partida y de comprensión; así permanecería siempre como impedimento insuperable la especificidad contraria también en la forma de pensar, las circunstancias de formación en parte contrarias desarrolladas en esta esfera. En particular, no quiero ocultarme tampoco a mí mismo que ya desde hace tiempo dominan en nuestra gente culta muchos prejuicios desfavorables a la ciencia filosófica en Alemania tal como se ha desarrollado desde Kant. No es mi tarea explicar la causa y la profundidad de tal prejuicio; pero debo intentar sobre todo de la manera más decidida, con la acción misma y de forma cautelosa, destruir tales equívocos.[…]» (carta de Sanz del Río a Röder, traducida por Ureña, 1993, carta 16, págs. 71-77.)

«Poco después de crearse en 1845, en virtud de una nueva reforma, la cátedra de ampliación de Filosofía, fue nombrado en propiedad para desempeñarla; pero rehusó el nombramiento por estimar que no se hallaba en condiciones para aceptarlo por no haber terminado sus estudios y no considerarse, por lo tanto, suficientemente preparado. El ministro señor Pidal accedió a los deseos de Sanz del Río, pero entendiendo que la renuncia había de revestir carácter absoluto. Sanz del Río, para continuar sus estudios, retiróse a Illescas, donde vivían sus dos hermanas. Allí compartió su vida sencilla y austera con sus estudios e investigaciones, alternando el trabajo con las excursiones por el campo, pues siempre sintió un gran amor por la Naturaleza. De Illescas se trasladaba una vez al mes a Madrid, donde solía permanecer varios días, visitando con preferencia a don Simón Santos Lerín, que con el tiempo fue un famoso abogado, el cual logró congregar a su alrededor a un grupo de jóvenes entusiastas de la Filosofía. Entre los asistentes, además de Navarro Zamorano y Álvaro de Zafra, figuraban Manuel Ruiz de Quevedo, Luis Entrambasaguas, Manuel Ascensión Berzosa, Francisco Calloso Larrúa y el que más tarde fue ministro de la República, Eduardo Chao. En aquellas reuniones se conversaba acerca de los problemas filosóficos, habiendo sido aquel anhelo el origen del Círculo filosófico y Literario, que tanto prestigio llegó a adquirir y tanta influencia ejerció en la juventud intelectual.» (Santiago Valentí Camp, “Julián Sanz del Río”, 1922, pág. 77.)

«Y aunque Sanz del Río fue nombrado, en 1845, en propiedad, para la cátedra de Filosofía, recién creada en la Facultad, rehusó tomar posesión de la misma, alegando que se tenía por impreparado, elogioso rasgo de modestia que avalora su mérito personal, y se retiró a Illescas, pintoresca villa de Toledo, donde podría dedicarse con tranquilidad a meditar sobre los problemas de Filosofía. Don Julián conocía aquella deliciosa residencia por las excursiones que había realizado a esta villa cuando vivía con su tío en Toledo, y esto le indujo a elegir Illescas como lugar de meditación y de estudio. Nuestro filósofo se instaló con sus dos hermanas, las canónigas, como llamaban a doña Concepción y doña Anastasia, casada la primera con D. José María Regúlez del Valle y la otra con D. Gregorio Ramírez de Losada y Covarrubias, hermano del escritor de costumbres que se firmaba El Barón de Illescas. Sanz del Río hacía una vida de estudio, meditación y aislamiento, que sólo se interrumpía en sus viajes a Madrid para conversar con sus íntimos amigos sobre cuestiones de Filosofía.» (Gervasio Manrique, Sanz del Río, 1935, págs. 24-25.)

Illescas, 30 agosto 1848: «[…] En primer lugar tengo que recordar su última carta (5 enero 48). Por lo que toca a lo primero allí mencionado, a saber: mi rechazo de un puesto de profesor de filosofía en la Universidad central de aquí, creo que sólo perdería tiempo y palabras si intentase explicar y justificar en general mi rechazo y mi proceder de entonces. Baste decir que por mi parte sigo teniendo la misma convicción que antes, sopesando exactamente todas las circunstancias que concurrían en aquel momento; y a esto hay que añadir ahora que no he perdido ni la esperanza ni la buena voluntad para intentar algo también en esa dirección y, si las fuerzas dan de sí, realizar algo provechoso y creador de futuro. Ahora tengo que comunicarle algo más concreto sobre mi plan ya anunciado, y continuado regularmente durante este año, de editar algunos tratados filosóficos alemanes (Biblioteca de Filosofía según el último presente estado de esta en Alemania). La serie de obras que me he propuesto traducir a mi lengua materna, y editar en secciones independientes con las anotaciones y aclaraciones necesarias, son las siguientes: a) Fichte, el Destino humano, en tres partes; b) Chalibeus, Desarrollo... en 5 partes; c) la Ciencia subjetivo-analítica de Krause en ? partes; (Ideas sobre la historia de la Humanidad de Carus, la he excluido por fin del plan, tras un primer intento). En el primer trabajo, el de la traducción, he procedido de la siguiente manera. Primero he trabajado los tres primeros libros de Fichte, lo que terminé en marzo pasado. Después continué dedicando las horas de la mañana de manera totalmente preferente a la traducción de las lecciones de Krause y las de la tarde a las lecciones de Chalibeus. Ciertamente, como tanto en las primeras como en las segundas era necesario proceder con la mayor precisión, y también por causa de determinadas circunstancias externas, no he avanzado en ambos trabajos tanto como me había prometido al principio.[…]» (carta de Sanz del Río a Leonhardi, traducida por Ureña, 1993, carta 17, págs. 79-80.)

Illescas, 29 julio 1849: «Querido amigo: Le agradezco el envío de las Lecciones sobre la Antropología psíquica de Krause, que acabo de recibir. Sólo he leído aquí y allá alguna cosa y he notado en general el carácter orgánico que domina en la concepción de la totalidad, carácter que, ciertamente, sólo se puede comprender en su pleno sentido y significado, y solo será comprendido, por aquellos que han interiorizado todo el sistema y especialmente la parte analítica: pero, para los otros, la consideración equidistantemente relacionada de lo espiritual y de lo corporal, tanto en su contraposición como en su unión, ha de aparecer en cierta manera como una forma de consideración superficial y, en parte, puramente simétrica. […] Me permito por eso hacerle una corta descripción de lo que he conseguido hasta ahora en el estudio de la filosofía de Krause y cómo pienso proseguir en ello. Sólo he podido llegar finalmente a un convencimiento firme, no sólo de la corrección del método de Krause y de su manera de pensar para la fundamentación de una ciencia humana verdaderamente orgánica y general, sino también de la profundidad insondable del pensamiento que se manifiesta por todas partes en él, e incluso de la necesidad imprescindible que tiene todo ser racional en cuanto tal de entrar en el camino señalado por Krause, si ha de llegar alguna vez a un conocimiento recto de Dios, cuando, a través de una consideración precisa de otros sistemas nuevos filosóficos (Kant en sus obras. Fichte el libro: El destino humano y algunos coloquios filosóficos; los otros filósofos en la Historia de la nueva Filosofía), me formé una visión general de la unilateralidad e insuficiencia de estos últimos. Desde entonces (hasta comienzos 1848) mis únicas preocupaciones, dadas mis circunstancias particulares, fueron: primero, interiorizarme tan bien como fuese posible el método de Krause y particularmente la parte fundamentante general, en sus dos partes principales; después, intentar un discurso y presentación totalmente libre de lo mismo, en la medida en que lo permite la situación histórica actual de la ciencia y del lenguaje científico en España. […] Anteriormente me había decidido a editar primero esas consideraciones por trozos bajo el título: Estudios filosóficos. A esto me vi movido particularmente sobre todo porque el estudio que me vi obligado a hacer solo y aislado, por mi mismo, comienza a ser en parte dañoso para mi salud y también para mi mismo espíritu; y también porque espero que lo que he realizado hasta ahora puede despertar ya un cierto interés y constituir para mí mismo un acicate en una investigación junto con otros. Entretanto he ganado ya en parte a dos jóvenes filósofos para estas consideraciones: pero esta parte de mi esfuerzo avanza hasta ahora muy lentamente. Consérvese muy bien y piense de vez en cuando en su amigo.» (carta de Sanz del Río a ¿Röder?, traducida por Ureña, 1993, carta 19, págs. 91-94.)

cubierta del libro

Cinco años después de su vuelta de Heidelberg, firma en Illescas, el 13 de octubre de 1849, sus “Consideraciones preliminares” a las lecciones del Sistema de la Filosofía de Krause, que desde meses atrás venía traduciendo al español, y un mes después La Ilustración, de Madrid, publica un artículo suyo, “Biografías”, en el que presenta ceremonialmente las que anuncia de Kant y Krause… aunque La Ilustración solo publica, en diciembre de 1849, la primera: “Kant. Noticia biográfica”. En agosto de 1850, diez meses después de la fecha con la que había firmado su presentación, se anuncian en venta las primeras entregas de las Lecciones sobre el Sistema de la Filosofía analítica de Krause. Kant y Karlos Krause, primera siembra de “Kultura con K” que Sanz del Río ya ha comenzado a difundir públicamente con tesón.

1850 «Karlos Chr. F. Krause, Lecciones sobre el Sistema de la Filosofía analítica, primera, segunda y tercera lección, por don Julián Sanz del Río, 8 reales. Las tres lecciones siguientes, cuyo análisis acompaña a las anteriores por suplemento, se publicarán para setiembre próximo: sucesivamente se comprenderá mayor número de lecciones en cada publicación, hasta el total de 24, que comprenderá aproximativamente el todo. […] Se venden en la librería de Casimiro Monier, librero de cámara de SS.MM. y del ministerio de Comercio, Instrucción y obras públicas» (Diario Oficial de Avisos de Madrid, lunes 12 agosto 1850, pág. 4. El Clamor Público, periódico del Partido Liberal, Madrid, martes 13 agosto 1850, pág. 4. La España, Madrid, miércoles 14 agosto 1850, pág. 4. El Observador, diario independiente, Madrid, miércoles 14 agosto 1850, pág. 4. El Heraldo, Madrid, jueves 15 agosto 1850, pág. 4.)

«Durante aquella época escribió Sanz del Río su Metafísica analítica, primer esbozo acerca del Sistema de la Filosofía de Krause, que comenzó a imprimir en 1849, viéndose en el caso de tener que solicitar que el Gobierno le subvencionase para poder terminar la publicación, sin que fuera su súplica atendida.» (Santiago Valentí Camp, 1922, pág. 77.)


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1856 «El señor don Julián Sanz del Río ha terminado, después de tres años de trabajo, su refundición y ampliación de la obra alemana del doctor Weber, titulada Doctrinal de la historia universal hasta 1852, con relacion a la política, religión, comercio y literatura de las pueblos (Calleja, Durán y López). Tenía ya la obra alemana, la primera escrita bajo este plan, un alto lugar sobre todas las de su género, y aun sobre las farraginosas y caras historias amplias. Dentro de Alemania contaba, en seis años de vida, seis ediciones distintas, y estaba además traducida en Inglaterra, en Polonia y en los Estados Unidos. Pero la obra española, trabajada en correspondencia con el autor alemán, tiene sobre la de este méritos capitales que debemos mencionar en honor de nuestra patria y del autor español. Es el primero, el carácter filosófico-histórico que ha sabido éste darle mediante las introducciones originales con que encabeza cada tomo, y las numerosas consideraciones intercaladas en toda la Obra, y de la cuales solo mencionamos: en el tomo segundo La ciudad antigua y la moderna; Sobre la Constitución germánica; Sobre la Carta magna: en el tomo tercero Sobre los jesuitas; Los puritanos; y la excelente Sobre la dinastía austríaca en España: en el tomo cuarto el juicio del Napoleón, y sobre las revoluciones en España. El segundo es el carácter nacional y patriótico de este libro que da a toda la historia de España en relación con la universal y hasta 1852, una ampliación cual en ninguna otra historia universal, aún las más extensas hemos visto. Y esto no solo en la historia política, sino en la literaria, de lo que son excelentes ejemplos el siglo literario de don Juan segundo, y doña Isabel la Católica, el de Carlos tercero y doña Isabel segunda. El tercer mérito consiste en haber añadido a cada tomo de los tres primeros unas riquísimas y bien ordenadas tablas bibliográficas, en que el hombre de estudio puede consultar fácilmente todas las fuentes generales históricas, condición hoy más que nunca necesaria en toda obra de este genero. El espíritu de todas las obras es moral y religioso: el método de clasificación acertado y acomodado lo mismo al estudiante, que al literato y al hombre ilustrado. Y aunque reúne esta obra todo el material de la historia universal en una extensión mucho mayor que todas las anteriores (inclusa la inmetódica y cara de Cesar Cantú) se encierra toda en 4 volúmenes, que están al alcance aun de las fortunas más medianas. El autor alemán ha dirigido al español la siguiente carta que honra igualmente a ambos: “Heidelberg 20 de marzo de 1856. Tengo en mi poder los 3 primeros tomos de la traducción o mejor nueva recomposición (Bearbeitung) que ha hecho Vd. de mi historia universal. Manifestando a V. mi sumo reconocimiento por el grande trabajo que ha puesto Vd. en esta obra difícil, debo añadirle mi entera aprobación a la inteligencia y acierto con que lo ha desempeñado. Un joven español (de Barcelona) en cuyos conocimientos y lectura tengo entera confianza, me ha dado un excelente juicio de la versión castellana. En cuanto a las adicciones y ampliaciones con que V. la ha enriquecido, le dan un nuevo gran valor. Espero en breve el tomo cuarto. Nuestro amigo el profesor Roder ha enviado al periódico las Hojas literarias un extenso juicio sobre la obra española, y lo remitirá a V. apenas se publique.— Doctor Gr. Weber.— Señor don Julián Sanz del Río”.» (La España, Madrid, 13 de mayo de 1856, pág. 4.)

«El escritor y filósofo español don Julián Sanz del Río, catedrático de la Universidad central, va a publicar próximamente su Traducción del Ideal de la humanidad, de Krausse.» (La Revista Universitaria, Madrid, 8 de diciembre de 1856, segunda época, nº 9, pág. 144.)

1867 «Respondo a su última carta de 16 de diciembre, incluyendo un diploma para nuestro amigo R[öder] como miembro de honor de una asociación científica libre (círculo literario y filosófico), que se constituyó aquí hace algunos años.» (Borrador de respuesta de Julián Sanz del Río autógrafo en la carta que le había enviado Leonhardi el 16 de diciembre de 1867; en Enrique Menéndez Ureña, Cincuenta cartas inéditas…, Madrid 1993, pág. 192.)

«…Los krausistas rondaron también con frecuencia las proximidades del espiritismo (“muero en comunión –parece que dijo don Julián Sanz del Río el día de su muerte– con todos los seres racionales finitos”)» (Gustavo Bueno, 1991). Cuando el 12 de octubre de 1869 desencarna Julián Sanz del Río, el telégrafo propaga la noticia a los principales periódicos, y al día siguiente dieciséis socios de la Sociedad Espiritista Española, reunidos en la calle de la Salud 19 bajo, de Madrid, obtienen una relación con él: «M. Pastor dio otra de Sanz del Río cuyo entierro se había verificado aquella tarde despojado de todo aparato religioso cuya descripción hizo E.[nrique] Pastor» (según anota el socio Lucas Aldana en su interesante diario manuscrito inédito, que titula Hechos de espiritismo y cubre 1869 y 1870: una semana más tarde, en la «sesión de la espiritista» del día 20 de octubre, «leyose la comunicación de Sanz del Río y después se trató de obtener comentario a la Biblia», logrando conectar directamente nada menos que con el espíritu de Moisés –sin abonar, por supuesto, tasa telegráfica alguna–).

1881 «Planteemos una tesis para demostrarla. Esta será: El Espiritismo no es UNA filosofía, sino La Filosofía. […] Pues bien; meditada con detenimiento la forma expositiva conveniente como fundamento analítico de este filosófico trabajo, y recordando el adoptado por varios sistemas, nos ha parecido más metódico y completo el usado en el krausismo por nuestro malogrado y eminente filósofo Sanz del Río y aunque en microscópico bosquejo, tanto por extensión cuanto por forma y fondo, lo tomamos por norma y por modelo.» (Manuel González Soriano, El espiritismo es la filosofía, San Martín de Provensals 1881, págs. 19-20.)

1888 «Por los años de 1843, poco tiempo después de terminada la primera guerra civil, se le ocurrió a D. Pedro Gómez de la Serna, ministro de la Gobernación con Espartero, reorganizar la instrucción pública, y al efecto comisionó para que estudiase la filosofía y literatura alemana, a D. Julián Sanz del Río, natural de un pueblecillo próximo a Arévalo, antiguo colegial del Sacro-Monte de Granada, en donde dejó fama de raro y casi rústico, joven aficionado a los estudios especulativos, y nada sospechoso en materias religiosas. A su paso por París, visitó la Sorbona y oyó a Víctor Cousin; pero la ciencia del fundador del Eclecticismo le pareció de embrollo y de pura apariencia. Marchó a Bruselas, en donde trabó relaciones con Tiberghien y Ahrens, el cual le aconsejó que estudiase a Krause, y prescindiendo de la malsana, pero grande cultura filosófica imperante a la sazón en Alemania, Leonardi y Roeder concluyeron por afiliarle en la filosofía krausista, que cursó en la Universidad de Heildelberg. Dos veces estuvo Sanz del Río en Alemania, en 1844 y 1847. Pasó el tiempo intermedio en Illescas, pueblo de su mujer, en donde sus extravagancias le conquistaron fama de loco, y de donde le sacaron sus protectores burocráticos para que ocupase la cátedra de Ampliación de la Filosofía y su Historia, creada para Sanz del Río en el doctorado de la Facultad de letras de la Central. Y véase cómo el dinero de los católicos españoles sirvió para que un sectario fanático aprendiese en Alemania y profesase después en España , sin más oposiciones, ni más pruebas científicas que la voluntad de un ministro, cierta doctrina filosófica desacreditada en su propio país natal y, lo que es peor, heterodoxa. Muchos incautos se burlaron, por de pronto, de las excentricidades, algarabía y jerigonza germanescas del nuevo catedrático, sin tener en cuenta que las más abstrusas lucubraciones metafísicas, los sistemas filosóficos más oscuros de los llamados, con imprudente desprecio, ideólogos por el Capitán del siglo, tarde o temprano, pero al fin siempre, ejercen poderosa influencia en la conducta de las naciones y de los individuos. Desde el gabinete del filósofo a la calle no hay más que un paso. Darlo cuesta a veces muchos años, quizás algún siglo; pero, pensamiento importante que brota en la mente del ideólogo y que, en alas de la publicidad, arroja su autor al mundo, siempre encuentra tierra preparada para recibirle. Lo demás es obra del tiempo: sembrada la semilla, arraiga en uno u otro terreno, nace la planta, crece paulatinamente y, en su día, se recoge el necesario fruto.» (Manuel Polo y Peyrolón, “Krause”, Diccionario de ciencias eclesiásticas, Valencia 1888.)

1891 «El krausismo. Ha sido por muchos años la filosofía oficial en la Universidad de Madrid. Le trajo de la Universidad de Heidelberg Dn. Julián Sanz del Río por los años de 1848 ó 50. Su obra capital es la Analítica. Tiene otras muchas como el Análisis del pensamiento racional, el Ideal de la humanidad para la vida, &c. Formó una escuela numerosísima, o por mejor decir una secta fanática e intransigente. Sus principales discípulos fueron Canalejas, Salmerón, Giner de los Ríos, Federico de Castro, Gumersindo Azcárate, González Serrano, &c., &c. Casi todos han desertado a estas horas y se han convertido en positivistas o en monistas, pero todavía quedan algunos fieles, especialmente Giner de los Ríos, autor de muchos trabajos de filosofía del derecho y pedagogía, propagandista incansable y hombre de gran rectitud moral, a pesar de sus aberraciones dogmáticas. Él dirige la Institución Libre de Enseñanza, que es el refugio actual de los Krausistas.» (Carta de Marcelino Menéndez Pelayo a Pierre Henry Cazac, Santander 24 septiembre 1891, MPEP 11:317.)

1905 «Y si alguno nos dice: “yo conozco las esencias en el infinito” ({1} J. Sanz del Río: Sistema de la Filosofía (de Krause), Madrid 1860, pág. 294), tendremos derecho… a dudar de su seriedad filosófica. Cristo no contestó cuando Pilatos le preguntaba lo que era la Verdad, pero estos sabios se le hubieran disparado en el acto con un curso completo de Lógica.» (Adolfo Bonilla, «Nietzsche y la Historia de la Filosofía», Archivo de Historia de la Filosofía, Madrid 1905, nº 1, pág. 40.)

1928 «Termina de ser fundado, de la más simpática manera y con todas las garantías de futuro triunfo, un Instituto filosófico Sanz del Río. Y a él deben ofrendarse los entusiasmos todos. Han intervenido en su creación el maestro Morente y otros varios insignes profesores. Hacía falta un Centro así, donde tuviesen acogida los aficionados a este género de estudios, evitando al fatal peligro de una formación autodidacta las disposiciones felices que puedan surgir en nuestros jóvenes.» (Ramiro Ledesma Ramos, “Un Instituto de Sánz del Río”, La Gaceta Literaria, 1º enero 1929.)

1961 «“Por los años del 70 quisieron los krausistas”… Flojo anda el señor Ortega en cuestiones cronológicas. Pues no, no fue “por los años del 70” cuando los krausistas quisieron comenzar su empresa “germanizante”. No se habría equivocado Ortega si dijese: “Por los años del 50 quisieron”… ¡Nada menos que veinte años de diferencia! Y en efecto, Sanz del Río fue quien introdujo el krausismo en España, al par que fundó la correspondiente escuela para naturalizar y difundir aquí el sistema de Krause; pero antes había hecho dos viajes a Alemania: el primero en el año 1844 y el segundo en 1847; allí permaneció Sanz del Río un no largo lapso de tiempo, atiborrándose de ideas krausistas; vuelto a su Patria, no tardó en ser nombrado –allá por los años del 50– catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad Central. El “curriculum vitae” de don Julián Sanz del Río, como profesor, se extiende a partir de esa fecha hasta el 1869, en que falleció; unos veinte años, por consiguiente. A través de este período lleva don Julián a cabo su labor de fanático proselitismo krausista, ya desde la cátedra, ya valiéndose de aquellos cenáculos que él congregaba y adoctrinaba en su propia casa. Mencionemos también sus escritos o publicaciones. Ya en 1853 apareció el Compendio de Historia Universal (que en alemán había compuesto el Dr. Weber), obra traducida por don Julián y en la cual figuran consideraciones, advertencias y notas de contenido panteístico añadidas por el mismo. Cuatro años después se imprime el “Discurso pronunciado en la solemne inauguración del curso académico de 1857-1858 en la Universidad Central, por el Dr. D. Julián Sanz del Río, catedrático de Historia de la Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras”. En 1860 ve la luz pública el “Sistema de la Filosofía-Análisis”, es decir, la estrambótica y posteriormente llamada “Analítica” de Sanz del Río{1}. Desde luego que antes del 70 ya habían pasado por el aula o cátedra de don Julián varias hornadas o promociones de alumnos; entre los “educados” por él mencionemos, v. g., a Canalejas, Castelar, Salmerón, Giner de los Ríos, Federico de Castro, Ruiz de Quevedo, Tapia, Gumersindo Azcárate, González Serrano, &c. Con anterioridad al año 1868 discípulos de Sanz del Río –y muy “catequizados” por éste– venían ocupando cátedras en los diversos centros docentes; pero su actuación en el campo doctrinal religioso-patriótico era tan demoledora, que fue necesario removerlos{2} de sus puestos. Sin embargo, al advenir la revolución del 68, rabiosamente subversiva y antirreligiosa, fueron aquéllos reintegrados en sus funciones o cargos; así pudieron continuar su ya viejo proselitismo “krausistizante” o impío{3}.» (Cesáreo Rodríguez y García-Loredo, El “esfuerzo medular” del Krausismo frente a la obra gigante de Menéndez Pelayo, Oviedo 1961, págs. 23-25.)

★ Sobre Julián Sanz del Río

1935 Gervasio Manrique, Sanz del Río, Biblioteca de la Cultura Española nº 7, Aguilar Editor, Madrid [1935], 235 págs.

1988 Enrique M. Ureña, “El fraude de Sanz del Río o la verdad sobre su _Ideal de la humanidad_”, Pensamiento, nº 44, páginas 25-47.

1991 Gustavo Bueno, “Krausismo y marxismo (en torno al Krause de Enrique M. Ureña)”, El Basilisco, nº 10, páginas 89-98.

1992 Enrique M. Ureña, “Más sobre el fraude de Sanz del Río: las dos versiones del Ideal de la humanidad (1851, 1860) y su original alemán”, El Basilisco, nº 12, páginas 75-97.

1992 Enrique M. Ureña, José Luis Fernández Fernández & Johannes Seidel, El “Ideal de la humanidad” de Sanz del Río y su original alemán. Textos comparados con una introducción, Universidad Pontificia de Comillas (Colección del Instituto de Ivestigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, nº 4), Madrid 1992, 50+238 páginas. Ofrece este libro a tres columnas la concordancia de los textos de Krause publicados en Tagblatt des Menschheitlebens (1811), con su traducción por Sanz del Río (1851) en el manuscrito inédito que se conserva en la Real Academia de la Historia de España, y el texto publicado en Ideal de la Humanidad (1860).

1993 Enrique M. Ureña, Cincuenta cartas inéditas entre Sanz del Río y krausistas alemanes (1844-1869), Universidad Pontificia de Comillas (Colección del Instituto de Ivestigación sobre Liberalismo, Krausismo y Masonería, nº 6), Madrid 1993, 23+263 páginas.

2000 Rafael V. Orden Jiménez, “Los orígenes de la Cátedra de Historia de la Filosofía”, El Basilisco, nº 28, páginas 3-16.

★ Sobre Julián Sanz del Río en Filosofía en español

1843 “[ Espartero nombra los catedráticos de la facultad de filosofía ]” (Gaceta de Madrid, viernes 16 junio 1843.)

1864 Luis Vidart Schuch, “El krausismo. El Doctor D. Julián Sanz del Río” (La filosofía española, Madrid 1866, págs. 174-177.)

1868 “[ Julián Sanz del Río nombrado Decano de la Facultad de Filosofía y Letras ]” (Gaceta de Madrid, viernes 30 octubre 1868.)

1880 Alfonso Moreno Espinosa, “Sanz del Río”, El año biográfico o semblanzas de 366 personajes célebres, Cádiz 1880, págs. 571-572, 12 de octubre.)

1888 Manuel Polo y Peyrolón, “Krausismo” (Diccionario de ciencias eclesiásticas, tomo 6, páginas 249-257).

1894 “Don Julián Sanz del Río” (Las Dominicales del Libre Pensamiento, Madrid, viernes 20 abril 1894.)

1922 Santiago Valentí Camp, “Julián Sanz del Río” (Ideólogos, teorizantes y videntes, Barcelona 1922, págs. 73-87.)

1927 “Julián Sanz del Río” (Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, tomo 54, páginas 440-443).

1929 Mario Méndez Bejarano, “Los krausistas. Sanz del Río” (Historia de la filosofía en España, Madrid [1929], págs. 466-470.)

1914 Francisco Giner de los Ríos, “En el Centenario de Sanz del Río” (Boletín de la Institución libre de Enseñanza, nº 653, págs. 225-231.)

1954 “Julián Sanz del Río” (Enciclopedia de la Religión Católica, tomo 6, columnas 1079-1080).

Rodolfo Llopis, “Sanz del Río y el krausismo” (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París, nº 9, págs. 50-56.)

1960 Luis Araquistain, “El krausismo en España” (Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, París, nº 44, págs. 3-12.)

1997 Gustavo Bueno Sánchez, “Historiografía del krausismo y pensamiento español” (La actualidad del krausismo, págs. 37-73.)

2000 Rafael V. Orden Jiménez, “Los orígenes de la Cátedra de Historia de la Filosofía” (El Basilisco, Oviedo 2000, nº 28, págs. 3-16.)

2002 Rogelio García Mateo S.I., “J. Sanz del Río, intérprete de Krause según la hermenéutica de Gadamer” (Gregorianum, 83:165-174.)

2017 Santuario Krausista de Madrid, en el Cementerio civil de la Necrópolis del Este.

★ Textos de Julián Sanz del Río en Filosofía en español

1842 Julián Sanz del Río, “Curso de Historia de la Civilización de España, por D. Fermín G. Morón, tomo II” (El Correo Nacional, Madrid, 13 y 14 junio 1842)

1849 Julián Sanz del Río, “Biografías [Kant y Krause]” (La Ilustración, Madrid, 10 noviembre 1849.)

Julián Sanz del Río, “Kant. Noticia biográfica” (La Ilustración, Madrid, 15 y 22 diciembre 1849.)

1850 “Consideraciones preliminares” a Karlos Chr. F. Krause, Lecciones sobre el Sistema de la Filosofía analítica por Julián Sanz del Río, Primera, segunda y tercera lección, Madrid 1850, xii+78+6 páginas.

1854 Julián Sanz del Río, “Biografías comparadas: Kant - Krause” (Revista española de ambos mundos, junio 1854, nº 8, págs. 129-148.)

Julián Sanz del Río, “Pensamientos filosóficos. Filosofía de la Historia. Sentido aforístico” (Revista española de ambos mundos, agosto 1854, nº 10, págs. 436-453.)

1856 Julián Sanz del Río, “Revista literaria de diciembre [de 1855]” (Gaceta de Madrid, 7 de enero de 1856.)

Julián Sanz del Río, La cuestión de la filosofía novísima, En la Imprenta Nacional, Madrid 1856.

1861 Julián Sanz del Río, “Generación de los sistemas filosóficos en el espíritu humano: su clasificación” (Revista Ibérica, Madrid, 15 octubre 1861, tomo I, nº 1, págs. 10-23.)

1874 Manuel de la Revilla, “Cartas inéditas de don Julián Sanz del Río [1]” (Revista Europea, Madrid, 15 marzo 1874, año I, tomo I, nº 3, págs. 66-71.), “Cartas inéditas de don Julián Sanz del Río [2]” (Revista Europea, Madrid, 29 marzo 1874, año I, tomo I, nº 5, págs. 135-140.), “Cartas inéditas de don Julián Sanz del Río [3]” (Revista Europea, Madrid, 5 abril 1874, año I, tomo I, nº 6, págs. 161-167.), “Cartas inéditas de don Julián Sanz del Río [4]” (Revista Europea, Madrid, 12 abril 1874, año I, tomo I, nº 7, págs. 193-195.), “Cartas inéditas de don Julián Sanz del Río [5]” (Revista Europea, Madrid, 26 abril 1874, año I, tomo I, nº 9, págs. 258-260.)

Julián Sanz del Río, “Nota sobre Hegel” (Revista Europea, Madrid, 26 abril 1874, año I, tomo I, nº 9, págs. 261-262.)

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